Sí, es el libro sobre La Casa de la Pradera. Bueno, el primero de la serie, que alcanza 12 libros. Y he de decir que este libro ha sido la gran sorpresa entre mis lecturas del año 2015.
Aprovecho ya para recomendar su lectura sin duda, no necesariamente para niños. De hecho, aunque formato e ilustraciones hacen pensar en un libro para público infantil, lo único que tiene de tal es que la narradora es una niña. Con esto tampoco digo que los niños no lo puedan leer, solo que no creo que lo disfruten tanto.
La Casa de la Pradera es un libro que nos describe las costumbres de los pioneros en el Wisconsin de mediados del XIX. Y en este sentido es maravilloso. Conoceremos cómo celebran la Navidad, cómo iban al pueblo, por qué el padre tenía que ir con su escopeta y cómo se defendía de los osos... Sabremos también cómo se fabrica el tradicional sirope de maple tan frecuente en los USA, y que no es más que un sustituto barato de la miel en un lugar en que no había demasiadas abejas.
Veremos cuándo y para qué se reune la familia o los vecinos, porque solían vivir bastante aislados, lo que hacía necesario el carro y el caballo para la subsistencia. Aislamiento que todavía se percibe en la forma de vida de muchos de los Estados de USA.
No es un libro sensiblero, ni cuenta aventuras de niños, aunque alguna hay. Como digo, su foco casi exclusivo es contarnos cómo vivían realmente en la familia Ingalls. No hay peleas entre niños, ni castigos, ni aventuras. Es la descripción de un modo de vida ya pasado, contada de una forma magnífica.
No os perdáis las reflexiones sobre el progreso que hay en uno de los capítulos finales, a raiz de una tarea (que no recuerdo) y que se facilita enormemente con una máquina que llevan unos operarios por los distintos pueblos, a cambio de un pago: El espíritu emprendedor americano en toda su magnitud.
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