Me tropiezo por casualidad con este libro en mi biblioteca, y como es cortito (lo dice el propio título) y el tema me parece muy interesante, me lanzo a su lectura. De los mitos, y en general, de la moral, me interesa investigar sus orígenes para vez qué relación tiene con la estructura de la psicología evolutiva del ser humano.
En este ensayo no se habla de este origen evolutivo, aunque sí hay algunos apuntes que pueden unirlos. Aunque la estructura es clara y la autora no escribe mal, he encontrado este ensayo un poco desordenado y algo repetitivo. Pero el principal problema es el voluntarismo en la interpretación que hace de los mitos que describe: ¿por qué es esa y no otra? Además, es muchas veces una interpretación compleja. Por cierto, descubro una vez leído el libro que la autora es una reputada historiadora de las religiones, pasó varios años en un convento, y se le entregó en 2017 el Premio Princesa de Asturias. Vamos, que no es una desconocida casual.
Para describir la historia de los mitos, Armstrong divide la historia de la humanidad en varias etapas sucesivas, cada una de las cuales requiere de sus mitos específicos. Una vez el mito no es capaz de satisfacer las necesidades para las que se plantea, se abandona. Por ejemplo, explica Armstrong, el "dios cielo", existente en todas las culturas, se ve cómo demasiado alejado de la realidad humana y por eso fracasa en todas ellas (menos en la China), y es despedezado por sus sucesores para la creación del mundo.
¿Qué son los mitos? Para la autora, los mitos son guías de comportamiento. No son eventos históricos. Deben mover a la actuación y a la participación, no a la contemplación. Los libros de mitos no son para una lectura fáctica (también posible, por ejemplo, en la Biblia), sino para una lectura ritual; son terapéuticos, no históricos.
Los mitos nos reconcilian con la dura realidad, tratan de dar sentido al sufrimiento de las personas. En palabras de la autora, resuelven "problemas perennes" de la humanidad. Por ejemplo, en las primeras sociedades de cazadores, conciliaban a los varones con el riesgo que corrían en cada cacería, y con el hecho de tener que matar animales para sobrevivir. Así interpreta Armstrong la actividad del Chaman y sus incursiones en las cuevas pintadas tipo Altamria o Lascaux. Coherentemente, la mujer asume el rol de la estabilidad y aparece una diosa madre: los cazadores pueden morir buscando la comida, pero lo que da sentido a su acción es la continuidad de la tribu, materializada en dicha diosa.
Cuando la sociedad pasa a ser sedentaria, con la agricultura, estos mitos se van sustituyendo paulatinamente por otros. Ahora, el miedo es que la tierra se agote. Aperecen mitos de sacrificio y regeneración de la vida, como el de Demeter y Perséfone, asociados también a las estaciones.
En la tercera etapa, aparecen las ciudades y con ellas las guerras. Los dioses se alejan de los hombres, ya no está presentes en cada objeto (para los cazadores, cada árbol, cada piedra, es una epifanía de una fuerza oculta), porque muchos de ellos son obra del ser humano. Pero siguen teniendo que buscar el sentido a catástrofes, como las batallas o las inundaciones (específicamente, en Mesopotamia).
Tras ésta, ocurre la revolución Axial, en la que aparecen las grandes religiones orientales: Confucio, Lizao, Buda, el judaísmo. Surgen en respuesta a la crisis del mito tradicional, que ya no da respuestas a las inquietudes humanas. Los nuevos ritos ya no se centran tanto en la divinidad, sino en el propio individuo: le invitan a la introspección, a la reflexión. Y se comienza a unir la historia con el mito, hasta ahora clara y completamente separados. Ejemplos lo constituyen la épica de Gilgamesh o el Yavé de los judios.
En la cuarta etapa aparecen las religiones monoteistas (cristianismo, Islam, judaísmo) y aquí sí se produce una transformación de la historia en mito. Por ejemplo, Jesús es un personaje histórico, que adquiere su fuerza mítica gracias al trabajo, por ejemplo, de San Pablo. Cabe suponer que de esta manera creían fortalecer el mito en las mentes de los individuos, pero estaban sembrando la semilla de su crisis final y actual.
Y es que con la llegada de la ciencia y el predominio científico, y precisamente por haber imbricado los mitos con la historia, se pasa a exigir del mito lo mismo que si fuera ciencia. Esto es, pruebas de la existencia de Dios, por ejemplo. Y, evidentemente, el mito no está a esa altura, porque es otra cosa, como bien claro tenían los filósofos griegos, que oponían mito y logos.
Sí, hay crisis del mito, pero el ser humano no ha evolucionado al mismo ritmo. Seguimos siendo, en palabras de la autora, "Myth making creatures" y seguimos necesitando de los mitos para superar determinados momentos críticos de nuestras vidas, esos momentos en que queremos, necesitamos, ver algún sentido a las mismas. El hueco que dejaron los mitos fue rellenado por las ideologías, con los terribles resultados que hemos visto en el siglo XX. Ahora, son novelas, actores, cantantes o series las que actúan como mitos. Pero esto mitos fracasan, según la autora, pues no cumplen con los criterios que es establecieron/descubrieron en la época Axial.
En resumen, un librito interesante. Aunque, como dije, muchas de las cosas dichas son poco convincentes; parece repetirse a veces, y la autora tiene algunos errores olímpicos (como cuando se refiera a los grandes trágicos griegos, y lista a Sócrates, Platón y Aristóteles).
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