Paul Johnson consiguió con sus "Intelectuales" despertar mi curiosidad sobre autores modernos clásicos para los que nunca encontraba tiempo. Me refiero a Hemingway, Ibsen y también Sartre.
Esta es la primera lectura debida a este impulso. Escogí esta novela del autor por ser la que le lanzó a la fama, y por desarrollarse en la Primera Guerra Mundial, escenario siempre interesante. Aunque, visto ahora, quizá hubiera sido mejor decantarse por sus obras más conocidas, "El viejo y el mar" o "¿Por quién doblan las campanas?".
En este libro, Hemingway nos cuenta su experiencia biográfica en el citado conflicto, que él vivió como conductor de ambulancias en el frente italiano (cuando Italia ya se había separado de la alianza austro-alemana), más en concreto, cerca de Udine. La novela se estructura en cinco libros, solo dos de los cuales desarrollan propiamente en el frente. Al final del primero, es herido por una granada, por lo que el segundo se desarrolla en el hospital hasta recuperarse. Vuelve al frente en el tercero, que termina con un repliegue de las fuerzas italianas, momento en que el autor se ve "obligado" a desertar (so pena de ser ejecutado sumariamente por carabinieri a la busca de desertores). De aquí llega a Milán y al lago Maggiore, donde vivirá una pequeña historia de amor con Catherine, enfermera a la que había conocido en su convalecencia y a la que deja embarazada. Dicha historia termina de forma trágica en Suiza, con la muerte durante el parto de la chica, y de su bebé.
Esta historia nos la cuenta Hemingway con su peculiar estilo. Cada capítulo se estructura en un solo párrafo (sin puntos y aparte), en el que se integran los diálogos con cada intervención entrecomillada y seguida. Las frases son también cortas, en general. Así pues, aunque el texto es denso, la narración resulta muy dinámica, especialmente los diálogos, que al lector le parece estar viviéndolos.
De hecho, en estos diálogos no nos priva Hemingway de ninguna respuesta de los intervinientes, incluso las más nimias, lo que contribuye a esa sensación de realidad vivida.
En cuanto a la historia, la verdad es que se cuenta muy poco del frente, y sobre todo a base de los diálogos con los compañeros. Así, los compañeros tienen interesantes discusiones sobre si es mejor rendirse o continuar la guerra ("The last country to realize they were cooked would win the war" - "El último país en darse cuenta de que están cocidos ganará la guerra"), sobre la capacidad del ejército austriaco (según el autor, "creado para ser derrotado por Napoleón"), sobre la del ejército alemán o sobre mil cosas más, no necesariamente bélicas, con las que entretienen sus momentos de paz los soldados. Como curiosidad al respecto del ejército alemán, cuando están en el repliegue antes citado, pueden ver un cuerpo militar en bicicleta. Yo no sabía que hubiera.
Lo cierto es que estos diálogos, como sobre todo la escena con los carabinieri, contribuyen a mostrarnos lo absurdo de la guerra. No obstante, los mejores momentos de la novela son los de introspección del protagonista, una vez más, narrados con gran realismo. Destaco dos en particular: cuando está escondido en el tren camino de Milán al final del libro 3, con gran riesgo de que le pillen, y en los momentos previos al parto cuando le asalta la posibilidad de que Catherine muera, con esa sucesión de "If she would die".
También hay momentos divertidos, aunque menos. Destaca la discusión que tienen los guardias fronterizos suizos a la hora de recomendar a la pareja un destino dentro de su país. La exquisita educación con la que debaten ("I beg to differ") es un contrapunto agudo a la brutalidad que se percibe en el frente, y parece increíble que esté ocurriendo a tan poca distancia del mismo, tanto físicamente como en el libro. Lo mismo que las partidas de billar que tiene pocos días antes con un conde, de cuyas conversaciones rescato esta perla: "Are you a croyant?" "At night." O esta otra, sobre la sabiduría de los ancianos: "They do not grow wise, they grow careful".
En todo caso, el final nos deja un regusto amargo. Parece que el autor pasa de reflexionar sobre lo absurdo de la guerra, esas muertes sin sentido, a generalizar la reflexión a lo absurdo de la vida en general, donde tampoco la muerta parece tener especialmente más sentido, como lo prueban la de su amante y su hijo en el parto.
He de decir que no me ha entusiasmado este libro. Lo he leído con interés, pero no con pasión, y, desde luego, no me incentiva a continuar leyendo cosas de su autor. Por otro lado, para el interesado en la vida en el frente durante la Primera Guerra Mundial, es mucho mejor "El desertor", de Lajos Zihaly, o incluso, pese a su vena paródica "Las aventuras del buen soldado Svejk", de Jaroslav Hasek.
Ambos tienen su respectiva entrada en este blog.
2 comentarios:
Sobre lo del absurdo de la guerra es una necedad. Ma acuerdo de una pelicula bélica ambientada en la Segunda Guerra Mundaial en la que le final los dos protagonsiats se siantan y empiezan a hablar de lo absurdo que es la guerra. Bueno pues urante esos dos minutos en los que se rascan las pelotas doce personas habian sido gaseadas y otros tantos rusos habian sido asesinados por los alemanes
Eso relativiza el discurso bien-pensante verdad?
Hola, JFM, gracias por tu comentario. Pero la verdad es que no lo entiendo.
Te parece mal que Hemingway critique el absurdo de la guerra porque mientras escribe la gente sigue muriendo? Y no te parece útil que de esa forma más y más gente reflexione hasta que los políticos no puedan llevarnos a estos conflictos. Crees que antes de la Primera Guerra Mundial la gente se planteaba lo absurdo de morir en las trincheras? Y por qué fueron voluntariamente (al menos, al principio) en masa a las mismas?
El propio Hemingway es contradictorio, pues tras percartarse del absurdo, volvió de nuevo a participar en un conflicto, en nuestra Guerra Civil (o solo vino de periodista?). Bueno, no sé si con esto discuto o no tu punto, pero si clarificas, encantado de debatir más.
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