¿Quién me iba a decir que a estas alturas de mi vida volvería a leer al señor Follet? Pero ya sabemos que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, así que aquí estoy escribiendo unas líneas sobre uno de sus libros, que esta vez sí serán las últimas que le dedique.
Ken Follet me gustaba bastante en la adolescencia. Hasta que llegó su obra más completa, "Los pilares de la tierra", cuya lectura disfruté como pocas. Tras esta magnífica novela, que sigo recomendando, seguí leyendo cosas de él, como había hecho hasta entonces. El problema era que el triunfo de "Los pilares de la Tierra" le llevó a replicar el esquema una y otra vez, en distintos momentos y lugares. Y, claro, a la tercera me cansé de que me tomará el pelo y lo proscribí. Y así quedó la cosa.
Hasta hace poco, en que un amigo me recomendó este libro, al mismo tiempo que reconocía que la obra de Follet era generalmente basura. De hecho, me recomendaba leer solo el primer volumen de la trilogía, por ser malos los otros dos. Así que, animado por la recomendación, los recuerdos y el atractivo periodo histórico en que se ubica la novela, me decidía a leerla. Y hacía falta buen ánimo, porque es una novela gorda.
El atractivo principal del libro radica en el relato novelado de los principales acontecimientos de principios del siglo XX (las dos partes restantes asumo que cubren el resto del siglo). Me refiero a la Primera Guerra Mundial; la revolución Rusa, la Bolchevique y sus contrarrevoluciones, así como la lucha por la igualdad de las mujeres y la emergencia del socialismo. También hay algún episodio de la historia de EEUU (la revolución de México).
Y para tal novelización, Ken Follet utiliza una serie de personajes, repartidos por las naciones y clases afectadas: tenemos mineros y lords galeses, un par de hermanos rusos, una familia de alemanes, un diplomático americano. Básicamente, trata de contarnos sus vidas, lo que le lleva al relato de los hechos antes citados. Es un planteamiento, si bien no original, ciertamente atractivo.
El problema es que es muy ambicioso, y ni siquiera el gran volumen que tiene la novela resulta suficiente para acercarse a una novela digna. Lo que nos encontramos son personajes superficiales, sin ninguna curva, y carentes de interés, en situaciones algo complicadas en ocasiones. Además, gran parte del espacio que dedica a su desarrollo es para asegurarles la descendencia, algo instrumental para las secuelas. O sea que no encontramos profundizando considerablemente en la vida amorosa de unos tipos que no nos interesan tampoco demasiado. Porque es que, además, son inverosímiles. Ni siquiera tiene espacio Follet para contruir algunos "malos" dignos que puedan enredar la trama.
Por lo tanto, el interés se tiene que ir a la narración de los hechos históricos. Donde, una vez más, tropezará con los mismos problemas: Descripciones muy superficiales, basadas normalmente en la percepción mainstream de los acontecimientos, sin haber rascado remotamente; poca ambientación histórica, no nos consigue meter en los acontecimientos; sucesos inverosímiles para conseguir agrupar a sus protagonistas en las escenas. Entre ellos, tenemos la noche de bodas de Maud y su marido alemán, o el juicio militar que el hacen a un minero gales de 20 años en Omsk, donde uno se queda ojiplático con las cosas que dice el chavalillo.
Algo que llama mucho la atención, por ejemplo: todos sus héroes son unos grandes pacifistas. Sin embargo, es bien sabido que cuando se declaró la Primera Guerra Mundial la gente salió en masa a celebrarlo, en todos los países, y los soldados iban cantando. Ninguna de estas escenas quedan remotamente reflejadas, y ninguno de los héroes alberga duda alguna sobre la conveniencia de la paz, pese a la opinión pública circundante.
La carencia de profundidad es especialmente llamativas en las escenas en que aparecen grandes personajes históricos (por cierto, Keynes es citado, aunque no aparece directamente). Aparecen Churchill, Lloyd George o el presidente de los EEUU, Wilson. Y también Lenin, que se cruza con dos de los protagonistas en distintos momentos: pues Follet no consique transmitir ninguna sensación en presencia de la que debió de ser una imponente personalidad. Compárese con nuestro Posteguillo y su tratamiento magistral de Anibal en la trilogía de Escipión.
Por suerte, Follet, sin ser un gran virtuoso, escribe bien y el libro se lee fácil, aunque aporte poco. El momento mejor de la novela es la descripción de la revolución bolchevique, que la cuenta de forma ordenada y hasta con cierta causalidad. Y también rescato una frase describiendo cómo se desarrollaba la guerra en las trincheras "War was either a mad dash or futile inactivity". Pero es muy poca cosa para justificar la lectura de libro tan largo. Obviamente, me confirmo en no leer las continuaciones.
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