jueves, 24 de octubre de 2019

La mente de los Justos ("The Righteous Mind"), de Jonathan Haidt

Jonathan Haidt se ha puesto algo de moda en España entre los aficionados a la psicología, tras la reciente traducción al castellano de esta obra suya, quizá su obra cumbre hasta el momento, que, por cierto, es de 2012, no muy reciente.

Pese a la pomposa y terrible traducción, el objetivo declarado del libro es tratar de explicar los mecanismos psicológicos que rigen el voto de los individuos, muy centrado en explicar por qué se vota tanto a los republicanos en EEUU y no tanto a los demócratas.  Por suerte, el ensayo tiene mucho más que eso, y es mejor pista de su contenido el título original, no el subtítulo.

Porque Haidt es un psicólogo social. Y en esta obra nos pone al día del estado del arte científico en torno a la base psicológica de la moralidad, de lo que luego hace una aplicación en el problema concreto de tratar de explicar las causas psicológicas de las ideologías. Lo interesante para mí es obviamente la primera parte. Y he de decir que Haidt lo borda, el libro es magnífico, de los que te atrapa y no puedes soltar casi hasta terminarlo. Lo que tiene mérito, pues no estamos hablando de una novela de suspense, sino de un tratado de psicología social.

Las ideas de Haidt se estructuran en torno a tres bloques o metáforas, que sirven muy bien para resumir su contenido.

La primera idea es que nuestra mente es como un enorme elefante (la intuición) guiada por un pequeño jinete (la razón). Haidt acumula pruebas hasta la saciedad demostrando que normalmente usamos la razón para justificar las intuiciones que tenemos, y rara vez es la razón la que informa nuestro comportamiento. Toma ya para empezar. Así pues, nuestra moralidad es intuitiva y rara vez se deja guiar por la razón; eso sí, somos muy buenos a la hora de racionalizar ex-post para justificar nuestro comportamiento o convencer a otros de que es correcto. Ello no quiere decir que no existan mecanismos por los que la razón pueda alterar lo que nos dice la intuición: típicamente, mediante la conversación con terceros siempre y cuando se haga con el espíritu correcto (no puedo evitar que me recuerde a Schopenhauer y su arte de tener siempre razón). Por otro lado, el método científico entraría de lleno como una técnica bastante eficiente con la que se puede conseguir que la razón cambie la intuición.

Aceptado que la moral se guía más por la intuición que por la razón, Haidt nos propone la existencia de una serie de "sensores" morales que habríamos desarrollado por evolución. Añado que lógicamente estos sensores morales tendrían precedentes en otras especies, raro será que hayan evolucionado completamente con el ser humano. En concreto, habla de seis sensores, para los que es capaz de proponer una razón evolutiva (o sea, explicar por qué su existencia ha supuesto una ventaja competitiva de cara a la superviviencia del homo que los tenía). Sin embargo, aquí la evidencia empírica deja de ser tan contundente como para la primera aseveración (la del elefante y el jinete).

Estos sensores morales los compara Haidt con las papilas gustativas: tenemos unas que detectan lo dulce, otras lo salado y así. Pues lo mismo con los sensores morales. ¿Qué es lo que detectan? Las seis cosas siguientes: daño, "fairness" (justicia proporcional), lealtad, autoridad, divinidad y libertad.
Lógicamente, no hay espacio aquí para entrar al detalle, pero sí invito al lector interesado a que sea el libro para saber de primera mano lo que significa cada concepto. Sí que apunto que, una vez obtenida esa circuitería, los conceptos que activan la misma no tienen por qué ser lo mismo que los que la ocasionaron en primer lugar; por eso Haidt habla de excitadores originales (por ejemplo, daño físico a uno mismo) con excitadores sobrevenidos (por ejemplo, ver por la tele a un niño pasando hambre).

Con este marco moral de seis variables, Haidt hace una zambullida en el debate izquierda-derecha (demócrata-repúblicano) para afirmar que la moral de izquierdas solo atiende a dos de los parámetros (daño, libertad) mientras que la de derechas es capaz de atender a las seis dimensiones morales. Según él, esto deja a los izquierdistas en peor posición para conectar con la gente, pero yo creo que evidencia empírica no le da demasiado la razón, no ya en EEUU, miremos a España. Añado aquí que, como libertario, me cuesta identificarme con ninguna de las morales de izquierda o derecha a que se refiere Haidt, pero también el autor se da cuenta, y dedica amplio espacio en su texto a aclarar cómo conectar con la moral libertaria. Lo que no entiendo es por qué tiende a agruparlos con la gente de moral de derechas. ¿Quizá por la Tea Party?

La tercera idea fundamental en este volumen tiene que ver con la naturaleza gregaria de los seres humanos. La metáfora utilizada es que somos 90% chimpancés y 10% abejas. Vamos, que aunque es cierto que la mayor parte de los carácteres de la especie humana se explican por nuestra evolución individual, la mejor adaptación al medio de cada ser humano, también hay una parte que se explica por la mejor adaptación como grupo al medio. Así, habría rasgos en nuestra personalidad que procederían de haber supuesto una mejor cohesión grupal y haber hecho así al grupo superior a los "competidores".

El mecanismo evolutivo quedaría probado por el placer que sentimos al hacer (determinadas) cosas en grupo, o por cómo nos abandonamos en determinadas circunstancias a un sentimiento comunitario (por ejemplo, mediante el uso de drogas). Haidt reivindica el papel de las religiones como aglutinador de grandes grupos de personas para conseguir fines más complejos de los que se pueden logran individualmente o en pequeños grupos. Y también se refiere a una posible co-evolución genes-religión (parecida a la evolución de los genes de tolerancia a la leche cuando empezamos a usar otros animales para la obtención del blanco líquido).

A mí me supera la polémica evolución individual - evolución grupal, a la que tanto espacio dedica Haidt. Pero sí que acepto que haya por ahí una evolución que haga más "competitivas" evolutivamente a aquellas personas que se integran fácilmente en grupos que a aquellas que no. Ello situaría la propensión a creer en algo divino como algo que facilita la supervivencia del individuo frente al que no la tiene. La discusión sigue con la propensión de los individuos, por tanto, a identificarse con grupos o facciones como serían los partidos políticos.

Obviamente, tras alcanzar este punto, Haidt se va ya al tema que le movió a escribir el libro, lo de las facciones políticas y cómo conciliarlas. Pero eso ya no me ha interesado, ni siquiera me ha parecido a la altura del resto del libro (aunque reconozco que pudiera ser por culpa de mi "elefante"). Los razonamientos por los que se justificaría, según él, la idea demócrata de que los Gobiernos regulen a las grandes corporaciones, me parecen muy flojos. Y poner el ejemplo de la prohibición de la gasolina con plomo como ejemplo de regulación de éxito me parece sesgado; es como decir que es un éxito la regulación que prohíbe matar personas.

Yo lo dejo aquí. Tengo notas y notas y más notas sobre la lectura. He aprendido un montón leyendo este libro, y he disfrutado igualmente. Es muy fácil de leer, y de quedarse con las ideas gracias a las metáforas que se ha currado el amigo. De hecho, esta entrada la he hecho casi de memoria, sin consultar apuntes. Leánlo pues.

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