Me quejaba de la traducción del título de The Righteous Mind, el libro de Haidt que leí antes de eso. Pues, toma, si no quieres caldo, dos tazas. Pedazo de traducción se han inventado para el título de este ensayo, que es directamente una tomadura de pelo cuando no un engaño, pues el libro no va de ninguna transformación de la mente. y además trata de una problemática muy local de EEUU (o sea, el American no es de toda America, es solo del país en medio de México y Canadá).
Pero dejemos esto aparte (si así han traducido el título, vaya usted a saber qué habrán hecho en el texto), y centrémonos en el contenido, que merece la pena pese a la localidad del problema. ¿En qué consiste éste? Pues en lo que está sucediendo en las universidades estadounidenses desde hace unos poco años, cuya manifestación más visible son algaradas violentas y los bloqueos a determinados ponentes según la posición que defiendan. Digo las más visibles, porque parecen ser la punta del iceberg de unos problemas muy graves aunque menos vendibles con imágenes.
Lógicamente, aún siendo preocupante, yo no me hubiera leído un libro entero sobre lo que pasa en las universidades americanas en los últimos años (a menos que lo escriba Tom Wolfe y sea de risa, véase I am Charlotte Simmons). Lo que me interesa es la teoría psicológica que utilizan los autores para justificar los sucesos y en general la tendencia. Y esta es válida allende las fronteras de EEUU. Así que esta es la parte que más me ha gustado y a la que voy a dedicar más espacio en esta entrada.
El libro tiene 4 partes: en la primera, la más interesante, describe los resortes psicológicos que, en opinión de los autores, explican sucesos y situación. En la segunda, hace una descripción bastante minuciosa de las algaradas más llamativas de entre las ocurridas en las universidades de EEUU, en concreto, las de febrero 2017 en la universidad de Berkeley, y o en Evergreen, cerca de Seatle. En la tercera, se identifican seis tendencias sociales como las explicativas del fenómeno y, sobre todo, se incide en como interactúan con los resortes psicológicos descritos anteriormente. La cuarta parte la dedica a recomendaciones, tanto a padres en la educación de los niños, futuros estudiantes universitarios, como a las universidades, para que rehuyan determinados comportamientos y estructuras que ha conducido a la situación actual. Lo cierto es que la índole de los consejos que da es ya suficientemente reveladora de los problemas que se deben estar observando: me han parecido consejos obvios hasta la ridiculez. Pero están soportados es múltiples recursos: vamos, que han montado una web para asesorar a los padres en cómo dejar jugar a sus hijos. Como lo cuento.
¿Cuáles son los resortes psicológicos detrás de todo el tinglado? Los autores identifican tres, a partir del mensaje equivocado:
1) Lo que no te mata, te hace más débil. El cerebro de los mamíferos está sin desarrollar cuando nacen, y este desarrollo se hace asumiendo riesgos (por ejemplo, jugando). Así que nuestra mente no es frágil, sino antifrágil. Necesita ponerse a prueba para robustecerse, y si no se la pone a prueba se la debilita. Por supuesto, experiencias traumáticas sí debilitan al que las sufre (pone el ejemplo de llevar a los niños sin cinturón de seguridad en el coche), pero eso no significa que todo el riesgo deba evitarse.
2) Si siento que es correcto, entonces es correcto. Aquí enlazan con la metáfora del elefante y el jinete de The Righteous Mind. Y por ello sabemos que nuestra mente siempre nos va a hacer creer que son correctas nuestra intuiciones. Pero eso es mentira: para ver si algo es correcto hay que contrastarlo, con la realidad o con lo que opinen otras personas.
3) La vida es una batalla entre gente buena (nosotros) y gente mala (ellos). En este caso, se debe al tribalismo, la tendencia del ser humano de formar grupos incluso con bases diferenciadores absurdas.
Como autos, los honores de esta parte se los lleva Marcuse, uno de los grandes promotores (desde la izquierda, por supuesto) de la polarización política en la Universidad americana. Llega a justificar que hay que negar la libertad de expresión al grupo opresor (que es, por supuesto, el contrario).
Estos tres resortes psicológicos causan y se ven reforzados con las seis tendencias que los autores identifican como explicativas de la situación actual en las universidades estadounidenses, a saber:
- Mayor polarización de la vida política. Claro que desde la perspectiva de España, la preocupación de los autores parece un poco exagerada. Por ejemplo, les preocupa que desde hace poco la gente parece votar, en vez de a favor de una opción, en CONTRA de la otra. Me hace gracia, porque es algo que llevamos oyendo toda la vida en España.
- Crecientes niveles de depresión y ansiedad en los estudiantes, lo que los hace más propensos a exigir entornos seguros (safetyism) para su desarrollo. Y aquí tenemos la pescadilla que se muerde la cola, con el primero de los resortes psicológicos dicho antes.
- Cambios en las conductas de los padres, muy enfocados a la hiperprotección de sus hijos, incluso habiéndose incrementado la seguridad física muchísimo desde los años 60. Eso hace que los niños se sientan más inseguros.
- Desaparición del juego y la asunción de riesgos sin supervisión (aunque esto parece afectar solo a las clases altas, las más enfocadas en que sus hijos entren en una buena universidad). Las actividades extracurriculares alcanzan niveles de ocupación histriónicos, y además lo hacen casi desde la guardería. Una barbaridad para cualquier padre con dos dedos de frente, sin necesidad de que se lo diga un psicólogo.
- Crecimiento de la burocracia universitarias y de la regulación: con la corporativización, las universidades pasan a tratar al alumno como puro cliente, al que satisfacer en todo. Y, claro, si demandan entornos seguros de debate, los administradores prefieren darlos a incurrir en riesgos que puedan suponer costes adicionales (la técnica que los autores llaman CYA-Cover Your Ass).
- Creciente interés por la justicia social, aunque no necesariamente de un concepto benigno de la misma.
El libro es apasionante, y aquí no he hecho más que dejar unas pocas ideas, las que dan la estructura al ensayo. Hay otras muchas, algunas preocupantes, de las que solo dejaré uno por lo que a mí me toca: el ratio de profesores que dicen ser de izquierda frente a los que dicen ser de derecha, en las ciencias sociales de los campus estadounidenses, llega a ser de 16 a 1, siendo mínimo en ciencias económicas, donde el ratio se queda en 4 a 1. Por cada profesor de ideología de derechas, el universitario americano confronta 4 de izquierdas. ¿Alguien ha hecho estas cuentas para España?
Y ese ratio da igual, o casi igual, en disciplinas que tienen un método establecido y aceptado por la izquierda y la derecha (el método científico). Pero eso no ocurre, ni ocurrirá, en las ciencias sociales. Ausente un estándar externo de validación, en la medida en que una ideología domine la universidad, ya sabemos qué futuro nos espera. Y es que quizá todo este fenómeno universitario, para el que tanto esfuerzo explicativo han llevado a cabo Haidt y Lukianoff, se puede explicar tan sencillamente como diciendo que es que la universidad americana está en manos de la ideología izquierdista. Sí, la de Marcuse.
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