Posiblemente esta era la obra de Kafka que más ganas tenía de leer. El título me evocaba una apasionante historia sobre un personaje envuelto en un proceso judicial, sin entender los trámites, ni lo que le estaba pasando, y una situación sin aparente salida, bloqueado por todos los intringulis administrativos y procesales a los que rara vez nos asomamos. Y el paso de la sorpresa, a la confianza, y a la eventual desesperanza con seguramente trágico resultado. Vamos, la historia de un personaje en medio de una situación, cómo describirla, claro, Kafkiana.
Sin embargo, no es eso lo que me he encontrado. Sí, Joseph K. se enfrenta a un proceso judicial del que no sabe nada. El comienzo es parecido al de la Metamorfosis, solo que el protagonista en esta ocasión no se transforma en escarabajo, sino que se encuentra con un par de tipos en su pensión.
A partir de aquí, poco o nada se nos cuenta del proceso, no ya de su posible motivación (y esto sí es puramente kafkiano, estar atrapado en un proceso cuya causa se desconoce), ni siquiera de su tramitación.
Lo que hace el señor K. es dedicarse a hablar con gente, por razones diversas, sobre sus preocupaciones y en algún caso, sobre su proceso. Empieza hablando una vecina para pedirle disculpas por haber irrumpido en su habitación por la mañana, algo que habían hecho los funcionarios que venían a informarle del inicio del proceso (ni siquiera a detenerle). Luego se va de visita al sitio donde se lleva a cabo la tramitación, y conoce a la mujer de uno de los funcionarios, por cuya casa (!) se entra a la citada oficina.
Posteriormente, un familiar, su tío, le pone en contacto con un abogado enfermo, con el que tendrá oportunidad de charlar sobre las peripecias procesales en las que tiene tanta experiencia. Como dichos abogado está al cuidado de una tal Leni, también tiene oportunidad de conversar con ésta, no recuerdo muy bien de qué, aunque algo de relación sexual aparece. Luego conoce a un empresario que tiene contratado al abogado, y que duerme en la casa del mismo para garantizarse estar presente en caso de que el proceso avance.
Y de remate se va a la catedral de la ciudad con la idea de hacerle un tour guiado a un cliente italiano del banco en que trabaja. Por supuesto, el italiano no se presenta, pero sí aparece un monje que le cuenta una extraña historia simbólica sobre la ley, desde el púlpito eso sí. Posteriormente, el monje le explica a K. el significado de la historia y se tiran un rato dándole vueltas al tema.
Pero del proceso, nada. Curiosamente, sí termina la historia como yo hubiera esperado, con la muerte del protagonista, aunque no en condiciones extremadamente trágicas. Sí inexplicadas.
En fin, ahí queda El Proceso. Todavía tengo pendiente leer El Castillo: sí éste no llega a entusiasmarme, se habrá acabado mi periplo kafkiano.
1 comentario:
El castillo -y AmeriKa- son otra colección de obsesiones delirantes. En mi humilde opinión, Kafka es mejor en sus cuentos cortos en los que no tiene espacio para darle tantas vueltas a las cosas. Quizá tu periplo kafkiano debería ir por ahí...
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