lunes, 25 de mayo de 2020

Heaven's Command (Pax Britannica I), de Jan Morris

Desde hace algún tiempo tenía ganas de leer algo bueno sobre el imperio Británico. La referencia a la trilogía Pax Britannica, de Jamen-Jan Morris la encontré en The Dust of Empire, aunque tiene pinta de ser bastante conocida, casi de ser un clásico sobre el tema. Este es el primer libro de la trilogía, y cubre el reinado de la reina Victoria desde su coronación hasta las celebraciones del Diamond Jubilee, cuya procesión ceremonial se describe ya en el segundo volumen. En fechas, va desde 1837 a 1897.

La autora, que al principio era autor, es una conocida periodista con una obra bastante exhaustiva sobre viajes, y con un punto débil por la historia. Estos libros los escribió siendo James, o sea, como vino al mundo. A nadie le extrañe pues que, en alguna nota al pie, se refiera a su pasado en el ejército (formó parte de un regimiento de fusileros), algo que a mí me hubiera desconcertado bastante de no conocer el detalle apuntado. Pero da igual el sexo con el que haya escrito esta trilogía: lo importante es que está maravillosamente escrita. Tiene ese fino estilo irónico de los historiadores ingleses, que culmina en su "tapestried apogee" para referirse a un club de Oxford. Cuenta las cosas de forma atractiva y absorbente, trufando su narración de detalles arquitectónicos (que solo el visitante real a los sitios puede transmitir), poemas, frases con punch y, sorprendentemente, epitafios, una obsesión de Morris al parecer. Lo más llamativo de su estilo es su capacidad pictórica en la descripción de las escenas; consique casi que las estemos viendo como si ocurrieran antes nuestros ojos.

En este libro no encontraremos una cronología más o menos exhaustiva de los sucesos del imperio. Por el contrario, se estructura en sucesos relevantes, a cada uno de los cuales la autora dedica un capítulo. No sé mucho de historia inglesa, pero me atrevería a deciri que todo lo importante sucedido en los años dichos antes está aquí: el motín de la India, la primera guerra de Afganistán, la Gran Hambruna de Irlanda, el descubrimiento de las fuentes del Nilo, las guerras contra los Ashanti y contra los Zulús, las primeras desaveniencias con los Boer o la rebelión de los Metis en Canadá

La Inglaterra que nos encontramos al principio del libro es ya una Inglaterra rica, dominante y muy extendida por el mundo. Su poder y riqueza dimanan de la revolución Industrial, a su vez producto de la ideología liberal. Pocos ingleses ven la necesidad de extender sus dominios o adquirir un imperio, pues todas las riquezas se pueden obtener gracias al libre comercio. El incentivo económico pasa en estos momentos ha ser sustituido por un impulso civilizador de la iglesia Evangélica, cuyo primer éxito es la abolición de la esclavitud. Dicho impulso se basará en las herramientas de que ya en ese momento disponían los ingleses, entre las cuales destaca la Armada y su red de puertos: Morris le dedica un capítulo, y la verdad es que es difícil no quedar impresionado con el despliegue que tenía a mediados del XIX.

Ese celo evangelizador se prolonga en la aniquilación de la secta de los Thugs en la India (quienes se dedicaban al sacrificio de viajeros a su diosa Khali, ¿Indiana Jones y el Templo Maldito?), en actuaciones en relación con Hudson's Bay Company en Canadá, o en Jamaica. Claro que, al mismo tiempo, se pueden radicar en dicho celo el origen del Motín Indio, con los terribles episodios de Lucknow y Carnpoor) o el lamentable episodio del genocio de los tasmanos. Curioso el poco conocimiento que tenemos de éste, verdadera vergüenza para los ingleses y su imperio; en 300 años de "imperio" español no se conoce que nuestros ancestros hicieran algo similar, con la diferencia de que los ingleses lo hicieron a mediados del XIX y presumiendo de ser fuerza de civilización.

En su descargo se podría decir que tampoco los habitantes de Tasmania eran lo más florido del imperio, ya que, como es sabido, muchas de aquellas tierras eran en origen prisiones. Sus habitantes también eran, eso sí:
"True patriots all, for be it understood, 
We left our country for our country’s good."

Para Morris, en ausencia de un esfuerzo sistemático por parte de la corona, el motor de la extensión del imperio en estos años es el esfuerzo individual de muchos personajes, entre los que cita a Napier, los hermanos Lawrence, John Nicholson, y más adelante las expediciones de Wolseley. Se ha de recordar que el origen del imperio son también las Compañía, empezando por la de la India. De hecho, la autora insiste muchas veces en la importancia de la India para el imperio británico, llegando a decir que era el único territorio realmente rentable.

En cambio, cuando se refiere a la Gran Hambruna de Irlanda, parece poner las culpas en el libre mercado. Las causas de la citada humbrana fue la pérdida de diversas cosechas consecutivas del patatas, que por aquel entonces eran la base de la dieta irlandesa. El gobierno inglés encomendó la solución del problema al libre mercado (o sea, no hizo nada) y la hambruna fue terrible. Sin embargo, lo que también nos dice Morris es que los irlandeses no podían tener propiedad de la tierra, algo que solo se les permitía a los Anglo-irlandeses. Es evidente que no estamos hablando de una situación de libre mercado, más bien al contrario. Por cierto, en el otro capítulo dedicado a Irlanda conoceremos al capitán Boycott.

Entre aventura y batalla, Inglaterra va cobrando conciencia de su papel civilizador. El inglés debe extender por el mundo las bondades de las que disfruta gracias a la superioridad de su raza "for the idea of being a superior people was deeply ingrained in their history. Familiarity with the Scots, the Welsh and the Irish had long bolstered their sense of specialness" (Supongo que la autora esto lo dice irónicamente, aunque no está claro).

Y yo creo que poco se puede discutir sobre las ventajas de formar parte del imperio británico. Según enumera alguno de los autores citados, "law and order, schools, canals, roads and bridges, railways, telegraphs and public health, sin olvidar "the ending of evil custom, the reform of society, or the benefits of Christian example". 


Al terminar esta primera parte de la trilogia, Inglaterra domina Canadá, Australia, India, varias islas del Caribe, muchas islas en el Pacífico, el sur de África, partes de la costa occidental de África y tiene controlado Egipto y Sudán, aunque sin ser nominalmente parte del Imperio (Egipto es necesario controlarlo por el canal de Suez, vital para el tráfico con India). En África, solo hay un obstáculo para su dominio completo (Mediterráneo aparte): la república Tranvaal y un tal Cecil Rhodes, que cogerán más protagonismo en el futuro.

Más importante aún: la idea del Imperio ha calado en la opinión pública, que de repente está orgullosa de la situación. A su vez, eso llevará el imperialismo a una posición fundamental en el debate político. Surge la doctrina del Nuevo Imperialismo, se recuperan las compañías privadas para la extensión del imperio y, parece, se va sustituyendo al aventurero por el funcionario. La gran duda, que pocos se plantean, viene del análisis coste-beneficio. ¿Realmente beneficia a los ingleses, orgullo aparte, todos los costes que el mantenimiento del imperio supone, empezando por la ya citada Armada?


Muy recomendable este libro, como espero que lo sea toda la trilogía. No puedo esperar a leer el segundo (de hecho, cuando estoy escribiendo estas líneas, ya lo he empezado).

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