Tenía pendiente leer este ensayo desde que terminé la magnífica novela "La cuisinière de Himmler", de Franz-Olivier Giesbert. Tanto este autor como posteriormente Paul Johnson, en "Intellectuals" alaban considerablemente a Simone de Beauvoir, hasta el punto de considerar que se debería conocer a Sartre como la pareja de Beauvoir, en lugar de lo contrario, que es lo que ocurre en la oscuridad (en un curioso giro irónico en las relaciones entre socialismo y feminismo). En suma, que es más brillante la dama que el caballero. Y si he de guiarme por mis lecturas de ambos, comparto esa opinión, aunque no son amplias en ninguno de los casos.
El caso por fin ha llegado el momento oportuno, y me embarcado con cierta aprehensión en el enorme volumen de Beauvoir, calificado como la "Biblia del feminismo" por los expertos. Digo con cierta aprehensión, porque es de una extensión considerable, que he fragmentando en dos tomos para mejor digerirlo y, sobre todo, por si era un tostón infumable poder dejarlo en algún punto intermedio con algo de sentido.Este primer tomo se dedica a los Hechos y los Mitos sobre la mujeres, mientras que el segundo, más largo, se dedice a la Experiencia Vivida.
Lo primero que me apresuro a decir es que la lectura no se hace pesada. No es un libro ligero, pero tampoco un tostón infumable (como si me parece, por ejemplo, el compañero de la interfecta, Sartre). De hecho, Beauvoir tiene momentos de gran brillantez. Pero tampoco echemos las campanas al vuelo: tanto el prefacio como la introducción invitan a pensar en una gran obra, tampoco yo me he encontrado eso en este primer tomo.
Pero tratemos de estructurar el contenido, algo que de veras hubiera sido de agradecer que hubiera hecho Simone. Sí, porque quizá esta es la principal crítica que tengo que hacer a su obra: es muy difícil seguirla y parece por momentos muy repetitiva en contenidos, aunque no cabe duda de que esa repetición tiene sentido si uno está al tanto de lo que pretende. Pero al aparentar ser repetitiva, roza en demagógica (su estilo me recuerda mucho a "Las venas abiertas de América latina", donde entre toda la brillante verborrea se cuelan constantemente medias verdades y se mezcla lo real con lo imaginado). Sin embargo, creo que en el caso de de Beauvoir, no es tanto verborrea como deseo de ser exhaustiva y no dejar idea sin desarrollar hasta la extenuación.
Este primer tomo tiene tres partes bien distinguidas. En la primera se describe la perspectivas que tienen los hombres de la mujer siguiendo tres marcos teóricos: la biología, el psicoanálisis y el materialismo histórico. La autora es bastante dura y descalificadoras con las dos segundas perspectivas, en la primera por considerar al psicoanálisis una especie de religión (no me extrañó, porque ya he leído otras críticas demoledoras de Freud en el pasado, por ejemplo de Scruton y de Pinker). Y respecto al materialismo histórico, aunque parece aceptarlo metodológicamente, considera que la aplicación hecha por el varón no puede resolver el aspecto de la mujer.
La segunda parte revisa la visión y el papel de la mujer a través de la historia, empezando por los hunter-gathereres, pasando por las grandes civilizaciones clásicas (alguna mención a la Persa y a la Egipcia), llegando a los bárbaros, para posteriormente centrarse casi absolutamente en Francia desde la Edad Media, y volviendo a abrir el objetivo al llegar al siglo XX. Esta parte histórica es interesante, aunque demasiado revuelta para mi gusto, y termina haciéndose aburrida por insistencia en el argumento ya sobradamente demostrado. Se revela el afán exhaustivo de doña Simone, al tiempo que el poco rigor metodológico. Es un pequeño caos.
Y la tercer parte se centra en el mito de la mujer, en cómo el hombre ve a la mujer o ha visto a la mujer históricamente, tanto en sus facetas positivas como negativas, todo por, según ella, huir de una visión de la mujer como humano real. El capítulo inicial de esta parte vuelve a ser abrumador por prolijo, y quizá más desordenado aún que los anteriores (al fin y al cabo en el histórico había una cronología que sequir, algo que aquí no ocurre), por lo que la sensación de estar leyendo una y otra vez lo mismo no se pierda. Insisto, el desarrollo no está mal, y con un poco de estructura hubiera ganado mucho. Por ejemplo, partiendo el capítulo en secciones para cada visión mítica que se va a desarrollar.
En el segundo capítulo de esta parte, de Beauvoir recoge la visión mítica de la mujer que aparece, más o menos explícitamente, en la obra de cinco escritores contemporáneos relevantes: Montherlant (escritor de filiación Nazi desconocido para mí), DH Lawrence, Claudel, Breton y Stendhal. Una vez más, es una descripción exhaustiva en que la autora revela conocer muy bien la obra de los cinco, pero que solo abunda en algo que ya habíamos aceptado en esos momentos.
Lo que salva la lectura de este ensayo son los pasajes brillantes de la autora, que te rescatan muchas veces de la zozobra que estás conociendo en la lectura. Es de estos pasajes de donde uno puede extraer las ideas principales del feminismo tal como lo entiende Beauvoir, aunque ella no se consideró a sí misma feminista (según nos aclaran los autores, masculinos, del prefacio).
¿Cuáles son estas? Espero haberme enterado. El hombre es el hombre y es distinto de la mujer, a la que normalmente ha visto como L'Autre; esto es así por el rasgo psicológico de identidad social, los seres humanos tendemos a agruparnos y a buscar un opuesto. Pues eso pasa con el hombre y la mujer.
Han sido los hombres los que durante la mayor parte de la historia han tenido el poder y dominio, aunque no siempre. Según de Beauvoir, ello depende del balance producción-reproducción. Cuando el cuello de botella fue la reproducción, era la mujer la que tenía el poder, pero eso no ha pasado desde las etapas más tempranas de la evolución social.
Ello conlleva que la visión de todo, no solo de la mujer, ha sido coincidente con la que los varones tenían. Esta visión, no monótona sino muy variada, es la que se recoge en la parte del libro dedicada a los mitos: la mujer como madre, como amante, como misterio, como peligro,... Siendo existencialista, de Beauvoir habla de la mujer como algo inmanente (la sustancia que permanece y no evoluciona) mientras que el hombre es trascendente (está llamado a conquistar y mejorar el mundo).
Lo que defiende la autora es, por supuesto, que la mujer real es mucho más que un mito. Que la mujer es exactamente igual que los hombres en cuanto a realidad (no hablo de derechos), y que es injusto para la naturaleza de la mujer y, en general, para la humana, que se la trate de ver o encajar a través de la visión mítica o de otro tipo que tienen los hombres.
Le doy otra vuelta: los seres humanos tendemos a ver la realidad de una forma simplificada, nos hacemos modelos mentales para la toma de decisión, y es la forma evolutiva de funcionar. Hombres y mujeres usan esos mecanismos en sus vidas para todo lo externo a ellos. La forma en que un hombre y una mujer ven una vaca seguramente sea distinta, pero no afecta demasiado a la sociedad, en la medida en que cada un actuará consecuentemente. Pero no es lo mismo que el modelo que el hombre se hace para comprender a la mujer, sea el que domine la sociedad y, específicamente, sea el que tengan que usar las mujeras para entederse a sí mismas si quieren encajar en la sociedad "patriarcal".
Si ese modelo, esa visión, ha sido la dominante es por el dominio masculino ejercido históricamente, pero no porque ese modelo o esa visión sea inherentemente más correcto que el que la mujer pueda tener de sí misma. Y qué queréis que os diga, yo estoy completamente de acuerdo con este planteamiento, si es que he entendido bien a la autora. Procede en consecuencia la lectura del segundo tomo de la obra, en que imagino que de Beauvoir pasará a contarnos la visión de las mujeres de sí mismas.
Lo que observo es que nada de lo que dice de Beauvoir tiene especial relación con el tema de los derechos de las mujeres o su discriminación, por lo menos no me lo parece de forma directa. Es evidente que, si en el momento del debate, había dudas sobre la igualdad entre hombres y mujeres, era perfectamente lógico lo que trataba de hacer la autora. Esto es, hacer ver a la sociedad que hombres y mujeres son esencialmente iguales como seres humanos; que hay evidentes diferencias biológicas y psicológicas; pero que no hay que guiarse para entender a la mujer por los modelos "impuestos" por el hombre, sino conocer también los modelos de comprensión femeninos, porque lo primero puede llevar a justificar la discriminación, como se ha podido ver históricamente.
Un último apunte que me ha parecido interesante: la conceptuación histórica de la mujer como propiedad del hombre, que surge, según la autora, asociada a la institución de la propiedad privada. En una reflexión ciertamente interesante y verosimil, aunque también contingente. Ha sido así en muchas sociedades y momentos históricos, pero no tenía por qué serlo. Para mí en una anomalía, como la esclavitud, a la que seguramente contribuyó el dominio de esquemas patriarcales de comprensión de la mujer.
Como digo, leeré el segundo tomo. Permanezcan atentos para su reseña, si es que el tema les parece interesante.
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