El libro está escrito en 2003, y su detonante se puede trazar al conflicto de Iraq. Ello da la perfecta ocasión para conocer mejor a estos países, antes de meterse a intervenir en ellos con el afán imperialista que caracteriza a EEUU (según el autor). Tenemos así un prefacio muy crítico con el imperialismo desinformado, empezando por episodios como la redacción de la constitución de Haiti por no otro que F.D. Roosevelt o el reconocimiento de un supuesto derecho de autodeterminación por Woodrow Wilson, y todos los problemas que ello ha ocasionado. También trae el ejemplo de Bélgica y la República Libre del Congo, donde los habitantes supuestamente libres estaban exclavizados para la producción del caucho. O la deliciosa, a la par que terrible, ironía de la Primera Guerra Mundial, en que las naciones superiores con el encargo divino de civilizar al mundo, entraron en una guerra sin precedentes y horrorosas consecuencias.
Constata el autor que la presencia de EEUU en los países a los que pretende rescatar del marasmo ha tendido históricamente ha empeorar la imagen de los americanos (por ejemplo, por los privilegios vis-a-vis la población local). "Conversely, where the American presence is minimal—in Eastern Europe during the Cold War or in today’s Iran—ordinary people are more liable to view America with sympathetic curiosity or outright admiration."Es por ello que se inclina por un ejercicio indirecto del poder, como hicieron los ingleses en la India.
Tras el largo prefacio e introducción, por fin llega el momento de entrar en harina, lo que hará con Rusia. La lectura de este capítulo ya nos da una idea del tenor: rápido repaso de la historia del país, para centrarse en los acontecimientos más recientes, normalmente desde principios del siglo XX. Ello tiene el problema que, al ser tan poco profunda la perspectiva história, y el libro de 2003, se nos queda un vacio de los últimos 20 años, que no sería relevante en una visión de siglos. En todo caso, lo que cuenta sirve como buen punto de partida hasta 2003, y el lector interesado podrá investigar por su cuenta desde ese momento, o profundizar en la historia anterior con las numerosas fuentes que propone el autor.
De Rusia cuenta relativamente poco, quizá por ser suficientemente conocido para los americanos. Curiosamente, se centra más en su historia y orígenes, y no tanto en la dinatia Romanoff, que conozco bien por una lectura de reciente de Sebag Montefiori, por lo que a mí me ha servido de buen complemento. He podido valorar así el papel de Kiev y de Iván el Terrible en el origen de Rusia, especialmente la conquista de Kazan y de Siberia en tan solo 70 años. Así que, cuando los Romanoffs se coronan zares de Rusa, lo hacen ya Siberia. Estamos hablando del siglo XV.
Respecto a Irán, cuya historia es tremendamente compleja, se centra en la época Qajar y, sobre todo, sus sucesores los Pahlavi que fracasan en la modernización del país, y terminan siendo desplazados por Jomeini hasta la situación actual. Veremos el papel que desplegaron ingleses y americanos en las intrigas, no tan prominentes como yo pensaba. Curioso el papel desempeñado por en esos momentos Persia para servir de buffer entre los imperios inglés (en la India) y ruso.
De Pakistán nos cuenta más bien poco, y casi todo relacionado con el procedimiento por el que se separó de la India, cuyo principal protagonista es Lord Mountbatten, en el lado inglés, y un casi olvidado Jinnah en Pakistán. Bangladesh, que en principio iba a ser la parte oriental de Pakistán, es también producto de estos tejemanejes. Al mismo tiempo, también aparecen problemas en la delimitación fronteriza entre Pakistán y Afganistán, la llamada Línea Durand, que atraviesa el territorio ancestral de los Pashtun. Estos son los talibanes que aparecen en la última temporada de Homeland, y su aspecto y costumbres hacen difícil imaginar que su líder en aquellos difíciles momentos era un tal Gaffar Khan, a quien llamaban el Gandhi de las montañas, y lideraba el movimiento pacifista de los Camisas Rojas. Por desgracia para todos, no tuvo el mismo éxito que su vecino.
Tras Pakistán toca hablar de Afganistán, la madre del cordero. Este no es un país nuevo, al contrario, tiene una rica e interesante historia, que reluce aún más en comparación con sus vecinos "Stan", todos de reciente creación. Del país y sus gentes salían enamorados todos los visitantes. Quién me iba a decir a mí que me preocuparía no poder visitar Kabul! El caso es que el país está poblado por tribus más o menos bien avenidas. Sus problemas empezaron cuando Inglaterra abandonó la zona y quedó el país como fulcro entre Rusia y el resto de Oriente Medio, concentrando intereses de todo tipo. Tras otro tipo de maniobras, en 1979, los Soviéticos se vieron obligados, en cierta manera, a tomar posiciones. Lógicamente temerosos de la expansión comunista por esos lares, EEUU decidió a su vez intervenir, lo que hizo a través de Pakistán.
La intervención soviética fue un desastre: en palabras de Meyer, "tribalism trumped communism", o sea, que ni siquiera una visión comunista de la sociedad, que ya es homogeneizadora, pudo con las rivalidades tribales. Eventualmente, los soviéticos abandonaron el país, y al mismo tiempo lo hicieron los EEUU, dejando aquello convertido en un caos absoluto y sin perspectivas de reconstrucción. Fue así como los Talibanes se hicieron con el control en 1990, ante la alegría de la población, que esperaba así una cierta estabilidad. En fin, poco les duró la alegría, y así seguimos hasta hoy. Meyer compara la estrategia de los EEUU en Afganistán a lo que hicieron los alemanes con Lenin para debilitar a Rusia en la Primera Guerra Mundial. Sí, objetivo conseguido, a un precio que se sigue pagando 30 años después. Por cierto, el alter ego de Lenis es un tal Hekmatyart. De sus manos han salido terroristas para todos los lugares del mundo.
El penúltimo capítulo está dedicado al Caúcaso, en concreto a Georgia, Armenia y Azerbayan. Los dos primeros son países venerables, los dos primeros reinos cristianos de la historia. Sin embargo, el foco de Meyer es más bien la relación de Rusia con este área territorial, por lo que poco se nos cuenta. Se constata, eso sí, el fracaso de tanto el imperio zarista como del comunista en sus tratos con esta zona y, más en general, con el islamismo.
Y el último está dedicado a las cinco repúblicas de nueva creación en Asia Central: Uzbekistan, Turkmenistan, Kazakhstan, Tajikistan y Kyrzgistan. No cuenta mucho, porque hay poco que contar en historia, salvo por los khanatos de la antigua Turkestan (Samarkanda, Khiva, Bukhara, espectaculares ciudadess las tres). De las cinco aprendemos sus altos niveles de corrupción; de Kyrzgistan, su orientación al libre mercado liderada por el primer presidente Akayev, que no sé si seguirá en la actualidad; y de Tajikistan su terrible guerra civil entre 1991 y 1997. Reflexionando sobre esta guerra y sobre la conflictividad del Caúcaso en comparación con la paz que se vive en las estepas de los otros "stan", Meyer saca a colación una curiosa teoría sobre correlación entre conflictividad y montañas. Y que tampoco se me olvide el concepto de "tiranía hidraúlica" que al parecer ejercían los chinos sobre la zona (igual, por cierto, al de la Mafia en Sicilia, según acabo de leer en El Padrino), porque está relacionado con la catástrofe del mar de Aral, con graves efectos sobre la zona.
En las conclusiones, Meyer vuelve sobre los problemas del imperialismo. Su tesis ahora es que la historia no es una ciencia y su desarrollo no se puede predecir, por lo que hay que evitar determinadas decisiones sin elementos de juicio y rudimentos sobre lo ocurrido. Y, atención, pone como ejemplo lo ocurrido en España tras la dictadura de Franco: según él, nadie hubiera podido anticipar esa transición pacífica de una dictadura a una democracia, y muchos hubieran estado tentados de intervenir.
En resumen, este es un libro corto, bien escrito y, sobre todo, que excita a la curiosidad, eso que según el autor no tienen los americanos. Además, propone un montón de lecturas adicionales para satisfacer la misma en sus Notas a las Fuentes, con alguna de las cuales ya he empezado. Dejo para otro día hablar de la mala traducción del título, que además es un cita literal de Charles de Gaulle para referirse a los nuevos estados independiente de África.
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