Interesantillo este libro que acabo de concluir, de dos autores a los que no conocía, y que pensaba que iba a ser una lectura rápida y ligera, con la que esencialmente estaría de acuerdo y familiarizado con los argumentos.
Por suerte, o desgracia, no ha sido así. Por suerte, porque me he llevado una agradable sorpresa y he aprendido algunas cosillas; por desgracia, porque eso ha impedido que la lectura fuera rápida, es más, me ha costado llevar el libro a buen término.
Esto lo imputo a ser un libro de naturaleza filosófica más que económico, como yo pensaba. Por eso, me ha aportado conocimientos, pero al tiempo me ha exigido más atención en la lectura, pues me cuesta más seguir los análisis ético-filosóficos que los puramente económicos.
Los autores pretenden responder a las teorías de los filósofoso de la "anticomoditización", que defienden la existencia de determinados bienes o servicios con los que no se debería poder comerciar. Esto lo hacen con base en una gran variedad de argumentos, que son los que se explican y responden en este libro, con gran detalle en muchos casos.
Sin embargo, las ideas clave utilizadas para la refutación son básicamente dos:
1) Aquellos bienes con los que no se puede comerciar son aquellos que, directamente, no se debería poder tener: el mercado no es el problema en estos casos. Ejemplo: la pornografía infantil.
2) En muchos casos, lo que es reprobable son las condiciones concretas en que la transacción se lleva a cabo. Pero si se cambian las dimensiones de la transacción (los autores identifican hasta nueve posibles dimensiones en las transacciones comerciales), entonces la transacción deja de ser reprobable. En resumen, para justificar que un bien no es "comoditizable" se debería demostrar que su transacción es inmoral en todas las condiciones posibles, no solo en una determinada, porque entonces basta cambiarla para resolver el problema.
Por ejemplo, si se ve mal el mercado de órganos porque no supondría la explotación de los pobres, bastaría exigir una renta mínima a aquellos indivduos que quieran vender sus órganos.
Como decía, estos argumentos de refutación son utilizados posteriormente para rebatir los argumentos variados usados por los "anti-comoditización". Me ha parecido especialmente interensate el argumento "semiótico" y su refutación. Este argumento consiste en que determinadas transacciones son valoradas de una forma concreta por la sociedad: por ejemplo, se ve mal dar dinero a cambio de sexo. La cuestión, como nos aclaran los autores, es que esa atribución semiótica es siempre contingente, no absoluta, como lo prueba que en otras sociedades y momentos históricos la valoración de la transacción ha sido distinta. En este sentido, son deliciosos algunos de los ejemplos que nos muestras en el penúltimo capítulo, donde nos cuentan que, por ejemplo, en el siglo XII se veía mal pagar a los abogads, o Adam Smith veía repugnante pagar a los cantantes de ópera.
Así pues, si esta atribución es contigente, quiere decir que se puede cambiar. Y si somos capaces de demostrar que determinado mercado mejorará las condiciones de vida de los individuos (como seguramente lo hiciera el de órganos o el de sangre), ¿no convendría entonces cambiar la semiótica asociada? Es más, los autores llegan incluso al extremo de decir que en estos casos el individuo que actúe contra esta semiótica está legitimado moralmente a hacerlo. O sea, que bienvenidos los que se atreven o promocionan la venta de órganos, porque están incrementando el bienestar social.
Otro tema interesante y recurrente en el libro es el de si el mercado corrompe a sus participantes o no. Esta es una cuestión empírica, y la verdad es que los autores prueban con la literatura que aportan, satisfactoriamente para mí, que no hay indicios de que tal ocurra, sino más bien al contrario. En aquellas sociedades más mercantilizacadas, parece que la gente es más digna de confianza, más generosa y más tolerante.
Siendo interesante la pormenorizada discusión sobre los distintos argumentos y mercados en que se han utilizado, se me ha hecho un poco pesada. Lo que no me esperaba era encontrar en los últimos capítulos una joyita en términos de la conexión de las teorías de Haidt sobre moralidad, Fiske sobre estructuras sociales y esta discusión sobre la comoditización de los bienes, aunque, bien pensado, era obvia. De hecho, yo mismo tengo un artículo conectando el comercio de datos personales con la teoría de Fiske.
En efecto, en los últimos capítulos tratan de explicar de dónde sale esa repugnancia moral a determinados mercados. La explicación la encuentran el el "elefante" de Haidt y en sus seis sensores morales. Cuando a la gente que siente este disgusto irracional se les pregunta por qué, sufren un proceso de "moral dumbfounding", mediante el que no son capaces de aportar argumentos racionales de por qué les ocurre, pero tampoco aceptan las explicaciones lógicas, empíricas y racionales que les están desmontando la sensación. Como dicen los autores, su argumento termina siendo que "they’re evil,” which is another way of saying“that it’s wrong because it’s disgusting, and it’s disgusting because it’s wrong.".
Pero, como sabemos, aquí esta el elefante del Haidt en acción, y "repugnance is not a good guide to ethics. Repugnance, a form of disgust, changes frequently. Different cultures find different things repugnant." Vamos, que lo que hacen los autores anticomoditización es dejarse llevar por el elefante y llamar al jinete de la justificación en su auxilio, para defender una posición que es incorrecta. Lo que recomiendan Brennan y Jaworski a estos críticos es que superen su repugnancia, como un doctor la supera cuando tiene que hacer una operación o un boca a boca, y sean conscientes de que esos mercados repugnantes (para ellos) pueden hacer mucho bien a la sociedad.
Y el libro se cierra brillantemente, con los autores confesando que ellos sienten disgusto por los filósofos que se dejan guiar por la repugnancia para proponer y forzar decisiones que perjudican a la sociedad.
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