De Vuillard acabo de leer algo. Como sus obras son cortas, no da pereza leer otra incluso aunque la última no me haya entusiasmado. Sin embargo, al leer esta, me he dado cuenta de por qué me resulta atractivo este autor, y es porque estas novelillas me recuerdan a Stefan Zweig y sus Sternstunden der Menschheit! Solo que Vuillard las publica por separado en lugar de agruparlas en un tomo: supongo que así periodifica mejor sus ingresos, jajajajaja.
Bueno, a lo que nos ocupa. En esta ocasión, Vuillard nos presenta a Buffalo Bill a través de la mini-historia del espectáculo que le hizo famoso, el Wild West Show. Y esta es la primera gran sorpresa que nos depara el librito, o por la menos a mí me la deparó: la fama de Buffalo Bill se debe EXCLUSIVAMENTE al Wild West Show. Yo siempre pensé que había sido un tipo heróico fuera con los bisontes o con los indios, y que gracias a dicha fama luego su show había sido un éxito.
Nada, o más bien, poco, de eso. William Cody había sido uno de tantos cazadores de bisontes a sueldo por la compañía ferroviaria de Vanderbilt. En una taberna conoció a un periodista, tuvieron una conversación medio borrachos, y el periodista le hizo una biografía medio inventada que tuvo un cierto éxito. Un "impresario" llamado Burke le contactó con la idea de montar el espectáculo, y tras cierto tira y afloja le convenció para que hiciera de sí mismo ("C’est ainsi qu’il monte sur scène, vêtu de costumes de fantaisie, afin de se conformer à son personnage. Il s’imite."). Y el señor Cody llegará a creerse que "... après des années passées à interpréter avec succès cette version revue de la grande Histoire, Buffalo Bill était persuadé d’avoir sauvé Custer !"
Una de las claves del éxito inicial del montaje estuvo en el fichaje del jefe indio derrotado Toro Sentado ("traduction approximative et stupide de Thathanka Yotanka qui signifie “bison mâle se roulant dans la poussière”"). Nos dice Vuillard que "c’est qu’à travers la vie des pionniers, à travers le récit tourmenté de leur migration, les citoyens des jeunes villes américaines désiraient assister en direct à leur propre Histoire". Venía, pues, a satisfacer el mismo nicho de mercado que lo hace en la actualidad Puy de Fou, recreación de la breve historia de los EEUU, en que personajes como Buffalo Bill o Calamity Jean cobran una relevancia inopinada a la luz de sus acciones.
Pues bien, en tal recreación era fundamental el concurso del pueblo derrotado, los indios, "c’était la présence des Indiens, de véritables Indiens. Oui, les gens ne venaient sans doute que pour ça.". De ahí el papel clave desempeñado por Toro Sentado.
Que el espectáculo fue un éxito sin precedentes es innegable, Hizo de Bill un hombre rico, con varias giras por Europa, en una de las cuales trató de que se montara en el Coliseo de Roma, algo que no se llegó a hacer por falta de espacio. En el fondo, Buffalo Bill sí es merecedor de fama, pero por la que tradicionalmente se le atribuye, sino por ser un emprendedor de éxito que creó el primer espectáculo de masas (Vuillard lo califica como "reality show", pero yo no comparto tal categorización). Nos cuenta también Vuillard las dimensiones del colosal espectáculo, y que se realizaba también de noche, siendo el primer espectáculo nocturno. Otra curiosidad es que el típico grito indio que todos hemos hecho de niños, resulta que nunca lo usaros los verdaderos indios y fue un invento para este show.
El problema son las miserias que se ocultan tras la farándula, que Vuillard no tiene reparo en contar, y que revelan el gran desprecio de los estadounidenses de la época por los indígenas, y vengo con el tema calentito, que acabo de ver la última de Scorsese, y va de los mismo. Por cierto, este desprecio por otros seres humanos, debemos recordar los españoles una y otra vez, no ocurrió en los territorios del imperio español.
Vuillard nos cuenta el episodio poco edificante de cómo los dueños del show compraron una niña india superviviente de la masacre de Wounded Knee: "Le marchandage fut féroce. Colby, Buffalo Bill et Burke, à deux pas du bébé qu’une Indienne tenait contre elle, dans le magasin d’Asay, tandis que la reine de Pine Ridge, May, leur servait à boire, négocièrent le prix de l’enfant."
Y nos cuenta también el lamentable episodio de cómo ocurrió dicha masacre (masacre de indios, por si queda duda), pero sobre todo nos explica cómo la adaptó a su espectáculo el señor Cody: "C’est une version du massacre revue et corrigée par Buffalo Bill et John Burke, dans le plus pur esprit américain. C’est une version pour nos livres de classe. Une version pour enfants. Dans ce petit bout de théâtre, il n’y a ni la longue marche épuisante des Sioux, fuyant leur réserve, ni les manœuvres des rangers pour les attirer docilement, hordes mourantes, à Wounded Knee. Il n’y a pas non plus le canon Hotchkiss, et sa technologie miraculeuse. Il n’y a plus ni tempête de neige, ni fosse commune, ni femmes, ni enfants."
Terrible, pero revelador de la carencia de límites del espíritu emprendedor americano, para lo bueno y para lo malo.
Todos los negocios tienen su ciclo, y no va a ser menos el espectáculo de Buffalo Bill, amenazado por alternativas como el cine. En esta parte final, Vuillard se torna más lírico y nos presenta al emprendedor fracasado ahora sí con tintes heróicos: "Ses mises en scène sont soudain inadaptées au monde qui vient. Et voici que par la même opération qui avait relégué les Indiens dans l’indiscernable, il est à son tour attiré lentement dans l’ombre." Por cierto, otro de sus fracasos de emprendedor es la ciudad de Cody en Wyoming (yo desconocía que la había fundado Buffalo Bill, pensaba que era al revés, que había cogido él su apellido del nombre de la ciudad); sin embargo, nadie diría que lo fue, convertida como es en la actualidad en la entrada oriental al parque Yellowstone.
Cierra el libro un extraño capítulo llamado Neige, en que Vuillard nos presenta a un fotógrafo, Wilson Bentley, coetáneo de Buffalo Bill y famoso por sus fotografías de copos de nieve: "Willie se dit que Dieu ne veut pas que la photographie s’enfonce dans la matière, que son mystère dédaigne être percé. Pendant un an, il recommence, il s’entête. Et enfin il parvient à photographier un flocon de neige, le premier qu’on ait jamais pris." Incluso en su vejez, "il tenta l’impossible, il voulut photographier le vent. Or, la photographie tue tout ce qu’elle attrape, le mouvement meurt dans son panier.", lo que nos deja esa magnífica reflexión final de Vuillard.
No sé muy bien que tiene que ver esta historieta con la de Buffalo Bill, pero los efluvios de Zweig son aún más intensos que en el resto del libro, por lo que es bienvenida su lectura.
No decepciona Vuillard en este libro, y yo lo recomiendo sin dudarlo: bien escrito, con información interesante, y además cortito. ¿Se puede pedir algo más?