viernes, 29 de septiembre de 2023

Artemis Fowl, de Eoin Colfer

Tras comprobar el buen trabajo que el autor había hecho remedando a Douglas Adams en la sexta parte de su trigolia Hitchhikers' Guide of the Galaxy (ver An another thing...), observé que su creación más famosa era Artemis Fowl. Esta es una serie de libros que llevo viendo en tiendas desde hace años, lo que difícilmente se puede interpretar como un alegato de mal libro. Así que por fin me pudo la curiosidad y me animé a introducirme en la saga. La verdad es que iba con unas expectativas altas, pues Colfer tiene hechuras de Pratchett, y veía que la saga tiene muchas entregas.

No empezaba mal la novela: Artemis Fowl es un niño superdotado pero con inclinación hacia el mal. Su lugarteniente, Butler, de una larga estirpe de mayordomos especializados en todos tipo de combate. Butler es el apellido, nos aclara el autor, no el puesto de trabajo. Y frente a ellos ("Once a Fowl and a Butler were put together, they were paired for life.") el mundo de los cuentos de hadas, empezando por éstas mismas, pero incorporando todo tipo de esta clase de seres: goblins, enanos, trolls, centauros, y supongo que otras especies que irán apareciendo en la saga.

Sin embargo, el avance en la lectura revela que estamos ante literatura para niños, o, como mucho, jóvenes muy jóvenes. Lo que pasa es que engaña, pues el libro está escrito como para adultos. Y como literatura infantil, le falta ese punto de ingenuidad que hace grandes The Wizard of Oz, Peter Pan o Le petit Prince. De hecho, estamos hablando de una historia de disparos, bombas, robos y operaciones especiales, donde las hadas tienen rango militar (el capitán Holler).

Y es que la delincuencia de Artemis Fowl, una vez superados los retos que le proponen los humanos, the Mud People, como nos llaman las hadas ("Imagine going to the toilet inside your own house. Disgusting!"), se ha encaminado hacia los mundos mágicos. En ellos tratará de penetrar con ayuda de las últimas tecnologías, que para la época en que escribe Colfer es Internet.

No hay apenas ingenio estilístico en los diálogos y narraciones, lo que aleja a Colfer de Pratchett, y mira que contaba con mi complicidad para buscar esa ironía. Algo de lo poco que nos deja: "What do dwarfs hate? Fire. Who are the only creatures with the ability to conjure fireballs? Goblins. So who did the dwarfs pick a fight with? What a real no- brainer."

Lo que sí hay es unos cansinos mensajes con lecciones medioambientales, que aunque no hacen insoportable la lectura, podían haber sido ahorrados:

"Ireland certainly was picturesque. Even the Mud People hadn't been able to destroy that. Not yet anyway... Give them another century or two."

Plus there was one less whaler in the world. Artemis Fowl did not like whalers. There were less objectionable ways to produce oil by- products."

"And if history had taught him any lessons it was that humans couldn't get along with anyone, even themselves."

El ingenio de la narración lo concentra Colfer en explicar de forma plausible como Fowl consigue superar la magia de sus rivales, sea la invisibilidad de las hadas o el bloqueo del paso del tiempo. Sería casi lo único que podría spoilear de la narración, así que no las voy a compartir aquí aunque me hayan resultado de lo más original del libro.

Y poco más: la historia se cierra con todos los personajes principales, a saber: Artemis Fowl y Butler, el capitán Holler, el centauro Foily y el enano devora subterráneos Mulch, en sus puestos para la siguiente entrega de la saga. Que, obviamente, ya no leeré; una entrega me basta y sobra para ver cuánto da de sí el tema.

miércoles, 27 de septiembre de 2023

Sinnlicht, de Patrick Armbruster

Este es uno de esos libros que tengo de fondo de armario para mantener vivo el alemán. Escojo alguno que no sea muy largo y que parezca razonablemente legible, y me lo leo a la espera de encontrar algo en alemán que realmente sí me apetezca leer. Rara vez investigo el autor antes de la lectura, porque básicamente me da igual, los criterios son los ya dichos con el objetivo también explicado.

Así que a nadie extrañe no conocer a este Patrick Armbruster, de quien he descubierto a posteriori que es un autor suizo, nacido en 1994 y cuyos libros son autoeditados. Tomese esto como dato objetivo, que no prejuzga el contenido de la lectura, seguro que hay excelentes lecturas autoeditadas que algún día descubriremos.

El libro se compone de unas cuantas poesías, unos cuantos aforismos a modo de definición, y unos cuantos cuentos. No están mal estos últimos, pero tampoco nada para tirar cohetes. Me parece, eso sí, una buena lectura para practicar alemán, ya que el vocabulario en sencillo, sin ello suponga que es una narración infantil.

Dejo algunas frases llamativas:

"Zauberin würde wohl besser passen. Mondmädchen nannte ich sie einmal vor meinen Freunden, doch sie lachten nur darüber."

"Schriftsteller und Totengräber haben also eines gemeinsam: Sie benötigen Luft zum Atmen– und Tod um zu leben."

"Sie sagte wohl zu sich selbst, dass ich nicht die Person war, welche sie vermisste. Und so ging sie. Und so kannst, so darfst es nicht Du gewesen sein."

Y cierro con este poema íntegro, que me ha hecho gracia:
"Karnikatur 
Das Gedicht‚Karnikatur‘ musste wegen ethischer Bedenken leider aus dem vorliegenden Band entfernt werden."



martes, 26 de septiembre de 2023

Libelo de sangre, de Sandra Aza

Esta novela parecía interesante porque el relato se construía en torno a un juicio inquisitorial, reconstruido a base de documentación histórica por la autora, que es abogada. Este es al atractivo que prometía, en mi caso enfatizado por comprobar si lo que dice Barea en sus libros (como Imperiofobia y leyenda negra) es cierto: que la Inquisición Española era una organismo relativamente serio en comparación con lo que en la época se estilaba por Europa. Esperaba ver si el detalle del proceso revelaba esos momentos para que el encausado de defendiera.

Y, sí, me he encontrado ese proceso inquisitorial y bien descrito. Pero sepultado en tal cúmulo de insensateces que poco más podré decir positivo sobre esta novela (aunque alguna cosa sí). Como es lógico, Aza tiene que construir una trama en la que tenga sentido el juicio inquisitorial que plantea describir. No podía esperar que la novela fuera el proceso y ya, ni tampoco lo quería.

Lo que no me esperaba es que Aza nos inundará de detalles inconexos con la trama, a fin de describir la sociedad de la época. Hombre, algunos apuntes no está de más darlos y se agradece, y mucho. Lo que en cambio ya no es tan normal es que nos haga todas las descripciones de lo que viste cada personaje en cada momento, incluyendo secundarios e incluso recuerdos. Es que son descripciones de esta guisa: "Vestía greguescos de burato gris marengo, jubón de lana adamascada, ropilla de terciopelo azul, rígidos brahones que robustecían los hombros, lechuguilla blanca, borceguíes de cordobán negro y, protegiendo los borceguíes, alcorques de seda verde, un tipo de calzado sin punta ni talón cuya suela de corcho resistía bien la lluvia o la nieve." La primera está bien, pero a la tercera te sobra el párrafo, y tantos otros.

Y es que a la señora Aza le gusta adornarse hasta la prolijidad. Vean si no estos dos párrafos, el primero sobre el tocador de una dama, y el segundo sobre una cocina: "Enfrente, un bufete de ébano de medidas generosas acogía un espejo de cristal veneciano enmarcado en plata y un arsenal de enseres desperdigados en derredor: pomos de agua de azahar, salserillas de aceite de violetas, de estoraque y de benjuí, pasta de almendras, peinecillos de boj, agujas de cabello, pastillas de alcorza que enmascaraban el mal aliento, cintas de raso, tenazuelas depilatorias y las dos clases de afeites que toda dama utilizaba para maquillarse: blanduras y mudas."

"apenas se veían, sin embargo, enterrados como estaban bajo alcuzas, damajuanas, calderos, sartenes de cobre, lebrillos de barro, chocolateras, bacías de cerámica, pailas y un sinfín de bártulos culinarios."

Evidentemente, esto no es malo, aunque pueda serlo el abuso y la prolijidad. Digo, que no es malo si está metido en una buena ambientación y trama. Para conseguir lo primero, Aza utiliza una especie de estilo del siglo de oro, en que los personajes hablan así: "¿Os supondría cruzada singular abrir la puerta como sujetos normales y cerrarla presto?" O así se presenta un niño de clase baja, como si fuera un abogado:"—Yo soy Juan de la Calle y, aunque me complace haber alegrado el día a vuestro hermano, temo no meritar esa incondicional veneración suya que auguráis."

Conforme se avanza en la lectura, se descubre que los pareados que dicen los distintos personajes, en realidad son obra de la autora, con lo que se desinfla parcialmente la ambientación que tanto trabajo hace por conseguir. Es como si los refranes que decía Sancho Panza en El Quijote se los hubiera inventando Cervantes. Y siendo hasta cierto punto coetáneo, estaría más justificado, pero es que Aza no vivió en la época de la que nos cuenta. Por lo mismo, me sobran todos esos insultos que presumo inventados y con los que se imprecan constantemente los personajes en sus diálogos. O esas referencias a los monarcas anteponiendo el ordinal al nombre ("Segundo Felipe" en vez de Felipe II), que no había oído nunca, y que presumo tan falsas como los insultos.

Y luego están los excursos que nos hace. Hombre, están bien muchos detalles y curiosidades que nos cuenta sobre el Madrid de la época (ya decía que alguna cosa positiva más había) e incluso se le pueden perdonar los excesos que hace con las historias de las calles y su conexión con el Madrid actual. Pero que se ponga a explicarnos el origen de la Navidad o el proceso químico para obtener plata, es abusar un poco-bastante- del recurso, en una novela que ya es bastante larga. Eso, sin contar el par de capítulos que dedica a los naipes y a los dados.

Lo que me lleva de vuelta a la trama, que es con todo lo que de verdad mata a la novela. Todo lo otro es llevadero y hasta gracioso si adorna una buena trama. Pero si lo que tienes es una acumulación de absurdos, con unos personajes inverosímiles, lo único que desea el lector es terminar la novela o que nos cuente cosas del proceso de la Inquisición. Por cierto, sobre terminar la novela: esté avisado el lector que no concluye ni de lejos la trama, que queda mucho partido después de este enorme volumen, que obviamente un servidor ya no conocerá. No daré detalles sobre la trama: aunque sea ridícula, no quiero hacer posibles spoilers. 

 ¿Qué queda cuando quitas todo lo anterior de la novela? Pues algo interesante y bien escrito, el desarrollo de ese proceso inquisitorial que nos prometía la autora, junto con algunos apuntes sobre la normativa de la época. Un ejemplo: "los inmuebles podían fraccionarse y este inconveniente obligó a clasificarlos en materiales y no materiales. Los materiales admitían parcelación y a los dueños se les adjudicaba un huésped; los no materiales, llamados «de composición de aposento», resultaban indivisibles y, a cambio de un canon anual, los propietarios se libraban del huésped." Sí, ya sé que suena a libro de texto, pero me resulta interesante y contextualiza bien alguna escena de la novela.

En cuanto al propio proceso inquisitorial, la verdad es que da verdadero miedo. No hay opciones prácticamente de que el encausado pueda defenderse de lo que se acusa, algo que desconoce hasta bien avanzado el proceso. Este empieza con las moniciones, tres, en que básicamente el encausado tiene que adivinar de qué le acusan, para así atenúar su pena. Después de estas, si fracasan, el fiscal formula su acusación y se le asigna al encausado un defensor de oficio, a sueldo de la propia Inquisición.

La aceptación de pruebas es completamente asimétrica, y, en realidad, la única posibilidad que tiene el encausado parece ser resistir la tortura (1h 15minutos) sin confesar, como prueba de que es inocente, al haberle dado Dios fuerzas para superar el tormento. Eso sí, todo el proceos queda debidamente acreditado y tramitado, con un escribano de oficio. O sea, los Inquisidores están en lo correcto pues siguen el procedimiento dictado por las altas instancias, imagino que divinas.

Viendo la seriedad con que los Inquisidores se toman el trámite de tortura como algo en defensa del encausado, uno no puede evitar pensar en los desmanes que contendrá el derecho administrativo actual, y sin embargo lo imbatible que será para el administrado por venir de fuentes democráticas, la nueva divinidad. Un atisbo de lo que digo se puede experimentar leyendo a Dickens o a Kafka.

Dejo solo este extracto para que se pueda contemplar al absurdez en todo su esplendor: "Según la ley procesal del Santo Oficio, una confesión solo se reputaba válida si, amén de reconocer la falta, el acusado delataba a los cómplices." Como esto era difícil, y menos si se pretendería que se denunciara a allegados, entonces: "se le advertía que el tribunal anhelaba prodigar misericordia; tanto lo anhelaba que utilizaría cualquier mecanismo capaz de arrancar la confesión y la delación, incluida la tortura espiritual y el tormento corporal."

Si la señora Aza hubiera sido capaz de disminuir su adorno y montaje, y hubiera cuidado un poquito la trama y los personajes, esta novela podría haber sido de las que no se olvidan, porque talento narrativo tiene. Lo prueba la descripción del proceso, en que abandona las supercherías, y el propio hecho de que un libro tan largo no se haga pesado. Pero como se dedicó a meter relleno en torno al hueso, uno al final se harta de relleno y chorrada, y no quiere ni el hueso. Mucha suerte con las continuaciones de esta novela, las cuales yo ya no leeré.

sábado, 23 de septiembre de 2023

Principios de economía financiera: Un enfoque austriaco, de Rafael García Iborra

Lo primero que hay que advertir es que este libro no es un libro de divulgación, sino que es realmente una tesis doctoral, la homónima del autor, con pocas si es que alguna variación. Eso significa que es una lectura ardúa y difícil, pero no porque esté mal escrita, sino porque se trata de un texto que busca el rigor científico. Eso hace que a veces sea algo pesado, y también repetitivo.

Pero ese es el precio que hay que pagar por el rigor discursivo, algo que García Iborra consigue en su obra. Es pura ortodoxia de economista austriaco, hasta tener la sensación de que lo podría haber escrito uno mismo. Ese rigor hace muy difícil estar en desacuerdo con sus afirmaciones, y poco a poco se va deslizando uno en la comodidad de saber que sus decucciones tienen una base sólida, por lo que se puede relajar la crítica de los razonamientos.

El autor propone una explicación desde la teoría económica austriaca del funcionamiento de los activos financieros. En el fondo, su conclusión parece trivial, ya que no es más que decir que no se puede anticipar el precio futuro que tendrá ningún activo financiero, puesto que no es posible anticipar las valoraciones que les darán los individuos, en este caso, los inversores. Así pues, la adquisición de un activo financiero siempre tiene componentes especulativos que invalidan las teorías mainstream sobre sus valoraciones. El autor dedica sendos capítulos a explicar y criticar muchas de estas teorías (como el modelo CAPM o los modelos de precios de opciones), pero, como digo, la refutación es siempre la misma.

Lo más interesante, para mí, es lo que explica por el camino antes de formalizar su crítica. Dos aspectos me han resultado especialmente relevantes. En primer lugar, la distinción que hace entre arbitraje y especulación: arbitraje, para él, es una oportunidad de ganancia segura no sujeta a riesgo alguno, debida, por ejemplo, a desfases informativos. Estas oportunidades existen en los mercados, pero tienden a desaparecer rápidamente. Donde está el proceso especulativo es en la inversión de recursos para encontrarlas, pues puede que no se encuentren, no en su ejecución una vez encontradas.

Por otro lado, la especulación es la actividad propiamente emprendedora, siempre sujeta a incertidumbre sobre lo que ocurrirá en el futuro. La distinción resulta importante para el autor, pues es sobre el concepto de arbitraje que se construyen los modelos mainstream que critica. Por ejemplo, la relación entre el precio de un activo y el precio de un futuro sobre dicho activo se puede calcular con un descuento sobre el tipo de interés libre de riesgo. Para el mainstream, si no es ese el precio, surgen oportunidades de arbitraje que lo conducirán a ese nivel. Pero, claro, lo que dice García Iborra es que estas transacciones no serán realmente de arbitraje sino especulativas, sujetas por ejemplo a la variación del tipo de interés, y que por tanto ese modelo es incorrecto.

En segundo lugar, y este es el aspecto que más novedoso me ha resultado, tenemos el análisis de la liquidez de los activos y de los agentes, muy relacionado con el concepto de negociabilidad. La verdad es que el autor no acaba de ser claro en la difencia entre ambos, y uno tiene la sensación de que a veces se confunde. En todo caso, yo me quedo con que la negociabilidad es la mayor o menor facilidad para vender el activo, y está muy relacionada con la existencia de mercados organizados. Por su parte, la liquidez es la mayor o menor posibilidad de obtener el valor que se esperaba del activo (subjetivo para cada individuo) al venderlo.

De ambas definiciones se deduce un resultado sorprendente; las acciones, que siempre se han considerado activos muy líquidos por su facilidad para transformarse en dinero en un mercado de valores, en realidad lo que son es muy NEGOCIABLES. En cambio, no son un activo demasiado LÍQUIDO, pues nadie garantiza que al venderlas vayas a obtener lo que esperabas. Esto tiene directas repercusiones a la hora de verificar la viabilidad de un banco: siempre nos han hecho creer que las acciones en sus balances les dan liquidez lo que les permitirá devolver sus deudas (ie, depósitos a la vista). Ahora ya sabemos que realmente así no son nada líquidos, aunque tengan activos fácilmente negociables.

El autor nos cuenta que la liquidez de los activos depende del momento en que generen los ingresos y de su especificidad, decreciendo al crecer ambos conceptos. En cuanto a los activos financieros, su liquidez depende directamente de la liquidez de los activos reales sobre los que se sustentan, aunque también del descalce que hagan en plazos y riesgos respecto a él.

Con estos mimbres, el autor ya es capaz de proponer una estimación para la liquidez de los agentes, en función de su activo, su pasivo y lo que él llama estructura financiera (esto es, descalce de plazos y riesgos entre activo y pasivo). Un agente será tanto más líquido cuanto más líquido sea su activo y más ilíquido su pasivo. O sea, cuanto más seguros y cercanos sean los ingresos que va a recibir por sus activos, y más posibilidades tenga de demorar o renegociar los pagos a que le fuerzan sus pasivos. En este sentido, si tu pasivo está compuesto por accionistas, la liquidez del agente será mayor que si son acreedores.

Pero no hay que olvidar el tercer componente: si hay descalce de plazos o riesgos entre activo y pasivo (esto es, hay que devolver el pasivo antes de que se generen los ingresos del activo, por muy seguros que sean estos), también se incrementa la iliquidez del agente. ¿Por qué me parece interesante todo esto de la liquidez? Digamos que es casi equivalente a solvencia del agente y permite analizar hasta qué punto una empresa es resistente a shocks, especialmente los bancos y especialmente ante crisis financieras.

Muy relacionado con lo último, García Iborra redefine el apalancamiento financiero en términos de liquidez del agente. Dicho apalancamiento relaciona la rentabilidad de activos (ROA) con la rentabilidad de la inversión (ROE). Sin apalancamiento, ROE = ROA, Pero si el agente se endeuda, y le va bien, entonces el ROA se multiplica por un ratio determinado y el ROE es mayor, En cambio, si le va mal, el ROE queda por debajo del WACC y puede tener problemas de supervivencia. Y es que el apalancamiento supone el sacrificio de liquidez a cambio de una mayor expectativa de rentabilidad, es lo que clarifica el análisis del autor. Vamos, que no es gratis.

Para mí toda esta perspectiva de la liquidez es un nuevo enfoque para analizar determinados problemas económicos. Por ejemplo, con este perspectiva, poner el dinero en el banco es una pérdida de liquidez para  el depositante, ya que pasa de tener el activo más líquido por definición (el dinero) a tener un sustituto monetario (la cuenta corriente) cuya liquidez va a depender de la del agente. La cuestión que aparece aquí es cuántos depositantes son conscientes de esta pérdida de liquidez, y si los beneficios que obtienen del banco (¿en forma de servicios?) compensan tal pérdida. En otro caso, parece que los depositantes degradan su liquidez por amor al arte.

El libro incluye en la tercera parte una revisión de la teoría austriaca del ciclo desde una perspectiva financiera y a la luz de los desarrollos previos. Esta parte me ha parecido especialmente complicada de seguir y, al mismo tiempo, no me ha parecido que aporte nada respecto a las explicaciones que ya conocía, especialmente la de Huerta de Soto. Ni siquiera repasando las conclusiones veo los frutos de este esfuerzo, que quizá sean marginales. Le mejor quizá sea como explica la conexión entre unos agentes y otros a través de sus balances (los pasivos de unos son los activos de otros, con sus descalces de riesgos y plazos) y como esta conexión hace que la crisis pase de unos agentes a otros incluso aunque no hayan sido afectados inicialmente por el crash.

No creo que este libro, que aporta un análisis muy bueno, se pueda recomendar. Como dije al principio, no es fácil ni agradable de leer. En realidad, no se lo podría recomendar a nadie de mi círculo próximo o cercano. He aprendido algunas cosas, sí, pero de utilidad difícil de explicar al común de los mortales.

Eso no quiere decir que sea malo, sino que solo es de interés para especialistas.


sábado, 16 de septiembre de 2023

Los Borgia ("The family"), de Mario Puzo

Aunque me resistí bastante a leerlo, por pensar que sería el típico libro post-éxito de una película sin interés para el lector, lo cierto es que The Godfather es una gran novela, y puso a su autor, Mario Puzo, en la órbita de mis lecturas. Este es el segundo libro que leo de él.

A priori, me despertaba más interés. El título de la traducción es bastante más explícito que el original, un lacónico "La familia", que claramente conecta la obra con las de mafiosos del mismo autor. Y es que el propio Puzo declaró  que el Papa Alejandro VI, Rodrigo de Borgia, era para él el primer mafioso. 

Y de esto va la novela: la historia del máximo esplendor de la familia Borgia, asociada al nombramiento de Rodrigo como Papa, y a las aventuras de sus cuatro hijos, César (Cesare), Lucrecia, Juan y Jofre, de los que los más conocidos son los dos primeros.

Lo que nos brinda Puzo es una novela de intriga cortesana, muy en la línea de Juego de Tronos. Claro que Puzo carece de la ambición épica e imaginación de George Martin, aunque sí que tenga un talento narrativo cercano. Por ello, se nos queda en una historia familiar más o menos escabrosa, en la que Puzo renuncia a tratar de sumergirte en la época (son escasas las descripciones costumbristas y casi nulas las de los escenarios de la trama), para centrarse completamente en las relaciones personales de los protagonistas, las intrigas que sufren y las estrategias para defenderse o atacar.

El momento es especialmente apasionante, con los grandes poderes, España y Francia, tratanto mediante de la diplomacia o la guerra de mantener el inestable equilibrio entre las distintas provincias italianas, Venecia, Milán, Florencia (venida a menos) y Napoles. Por parte de España, el protagonista es Fernando el Católico, que mantiene excelentes relaciones con el valenciano Rodrigo de Borja, esto es, Borgia, que así italianizó su apellido. Vamos, que los Borgia tienen sangre española, que al parecer fue el principal obstáculo para que a Rodrigo se le hiciera Papa.

Puzo nos pinta un Papa bastante centrado en los eventos terrenales, y solo ocupado de los celestiales cuando convienen a su interés ("Now, the Pope sighed. It was at these times that he found the knowledge of his own infallibility a comfort."). Los cuatro hijos son quizá la prueba más concupiscente, aunque según parece era lo más normal del mundo que cardenales y Papas tuvieran progenie.

De estos hijos, desconocía la existencia de Juan (no muy sorprendente, murió relativamente joven y sin haber enredado mucho) y Jofre (el menor y menos dedicado a la intriga). Conocía algo más de César, el gran capitán y conquistador, poderosa arma en manos de su padre. Y también de Lucrecia, a la que tenía por pérfida, intrigante y envenenadora, aunque Puzo no la pinta así ni mucho menos. De hecho, nos la traza con bastante inocencia, quebrada por el incesto que el fuerza a hacer con César el Papa y padre antes de su primera boda, con objeto de que quede controlada y enamorada de su hermano.

Pululan por la novela otros protagonistas de renombre, como el Gran Capitán, Ludovico il Moro (príncipe de Milán), el rey Carlos de Francia, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Maquiavelo, los Medici, los Sforza, los Orsini e incluso el Papa Piccolomini de Pienza. Apellidos todos que evocaran al lector distintos palacios de Italia si ha tenido oportunidad de visitar aquellos sitios. Por cierto, la mayor parte de las conquistas de César ocurren en los territorios inundados en mayo, como Imola, Cesena, Faenza o Rimini, curiosidades del destino.

Por debajo de la narrativa, el tema que plantea una y otra vez Puzo, es el de la compatibilidad del poder terrenal y del poder celestial, al que ya me he referido antes. Por supuesto, también está el tema de la familia, pero es la protección de ésta la que lleva al Papa (y a Puzo) a plantearse la cuestión. Por ejemplo, sobre la infalibilidad papal: "The common people accepted the figure of the Pope as the Vicar of Christ, infallible and venerated, but kings and princes tended to be weaker in their faith.", lo que facilita el control del matón familiar: "And as the cardinal believed that his actions were guided by divine inspiration, so Don Michelotto believed that his hands were guided by the same heavenly force, and so there was no question of sin."

Así, mientras la plebe está controlada (como en la actualidad por ese ídolo que es la democracia), la clase alta ve eso como un subterfugio que les permite disfrutar del poder con más calma de la que deberían, pero, evidentemente, no al precio de creer en ella y someterse al Papa. Quien tampoco se hace ilusiones sobre el alcance de tal infabilidad: "“The Baglioni are true believers,” he said. “They believe in paradise. Such a great gift. How otherwise can man bear this mortal life? Unfortunately, such a belief also gives evil men the courage to commit great crimes in the name of good and God.”" Y es que "For those who suffered poverty, gold could always work more miracles than prayer."

La situación la resume Maquiavelo de forma excelente: "“In the early church the chalices were made of wood, but the virtue of the clergy was of gold. At this dark time, with the Pope and the cardinals in Rome, the chalices are of gold, and virtue of our clergy is of wood!”

La novela se lee muy bien, Puzo es un gran escritor y aquí se muestra su oficio en cada página. Y digo oficio, porque no muchas veces alcanza brillantez, aunque alguna perla se pueda rescatar: "Was he not Zeus, the greatest Olympian god of all? For his voice was the thunder, his tears were the rain, his smile was the sun that shone on her face."

En suma, siendo un buen libro, como novela histórica se ha quedado un poco obsoleta. Ahora los autores dedican más espacio al constumbrismo y el ambiente, y las novelas no se limitan a contarnos lo que hacen los protagonistas, sino que lo contextualizan mucho más. Las descripciones, por ejemplo, de los demás personajes son demasiado escuetas para que podamos valorar adecuadamente los retos que confrontan César, Alejandro y, en menor medida, Lucrecia. Seguro que hay mejores cosas sobre los Borgia que leer que esta novela de Puzo, aunque también seguro que la de Puzo se leerá en menos tiempo.






sábado, 9 de septiembre de 2023

Recordarán tu nombre, de Lorenzo Silva

 De Lorenzo Silva recuerdo haber pasado muy buenos ratos leyendo los casos que protagonizan la pareja de guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, como "La marca del meridiano", o "El alquimista impaciente". Cuando me apunté este para leerlo, pensaba que sería de la misma pareja, pero no es así.

Algo en común tiene con las novelas que han dado fama a Silva, pues el protagonista vuelve a ser un guardia civil, pero aquí se acaban las coincidencias. En efecto, en este libro, Silva nos cuenta la vida, aunque no mucha, un tal José Aranguren Roldán, que llevaba la dirección de Cataluña en el momento del alzamiento nacional. 

Este señor, para Silva, es un héroe y por elle merece ser recordado, de ahí el título del libro. ¿Por qué un héroe? Pues porque cuando ocurrió dicho alzamiento, en lugar de tomar partido por los rebeldes/alzados, optó por mantener el orden republicano en Barcelona, dado que ese era su deber como guardia civil. Con ello, condenó al general insurrecto Goded (el más brillante de su generación, al parecer) y consiguió que Barcelona permaneciera republicana. Según Goded y el propio autor, Aranguren tuvo en sus manos inclinar la balanza en Barcelona en uno u otro sentido por las fuerzas que le eran leales. Andando el tiempo, el alzamiento triunfó, y Aranguren pagó su acto con la muerte, sin tampoco haber conseguido especial reconocimiento, ni siquiera en la actualidad, por ello.

Es evidente que la concepción de héroe es algo subjetivo, y lejos de mí discutir que a alguien le pueda parecer heroíco el acto descrito. Para mí, en cambio, estamos ante un funcionario de alto nivel al que le gusta montar a caballo, que jugó un papel muy secundario en todos los hechos que Silva nos cuenta (como la guerra de Marruecos) y que cuando tuvo su minuto de la fama (la conversación en que Goded le pide que respalde la insurrección), opta por lo que hubiera optado cualquier funcionario en su puesto: cumplir el orden vigente, pese a quien pese y caiga quien caiga.

Y yo no digo que eso no pueda ser un acto heroíco en determinadas circunstancias, pero desde luego que no parece haberlo sido en las de Aranguren, por la sencilla razón de que la insurrección en Barcelona estaba ya casi derrotada cuando Goded le pide su colaboración. O sea, que ni siquiera se puede atribuir a Aranguren haberse ceñido a su deber en una situación hostil. No, asume la posición más cómoda, que además coincide con la norma. Si en aquel momento alguien hubiera podido sospechar que los rebeldes triunfarían, entonces sí habría un puntillo de heroicidad; pero es que no debía ser el caso tampoco.

Así que lo que tenemos es un funcionario tratando de mantenerse dentro de la norma para no meterse en  líos, y además esta será su defensa también cuando le juzguen al final de la guerra, según nos cuenta Silva.

La reflexión obligada es plantearse qué era lo heróico en aquel verano de 1936: si mantenerse fiel al orden republicano, que de orden parecía tener más bien poco, o rebelarse contra dicho orden para tratar de ponerlo, aún a riesgo de perder vida y honor en el intento. La narración de Silva, a su pesar, deja poco resquicios a la duda: él atribuye los asaltos a iglesias y conventos a elementos que el gobierno republicano no podía controlar, pero se le olvida mencionar las checas cuya existencia esta documentada, ¿También estas checas las gestionaban elementos incontrolados?

Así las cosas, el panorama que se desprende de los retazos que da Silva es de una persecución de una parte de los españoles por otra, bien con la complicidad o con el descontrol del gobierno del Frente Nacional. O sea, un gobierno que no quiere o no puede (si es que no impulsa) la aniquilación de la media España que no le ha votado. Silva lo resume escuétamente: "podría decirse que se vivía en una espiral de rencor destructivo, sostenida con entusiasmo desde los dos extremos políticos", olvidándose con su sesgo característico que uno de los dos extremos tenía los recursos del Gobierno a su disposición.

En esas condiciones, ¿es heroico lo que hizo Aranguren? El mismo reconoce en algún texto que el régimen republicano tendía a una republica marxista ("Me aparté de toda acción activa en primer lugar porque vi cómo nos avanzaba una revolución que intentaba imponernos la dictadura comunista que destrozaba España y personalmente temía por mi hermano y mis hijos luchando con entusiasmo en el Ejército Nacionalista"). La actuación de Aranguren, ¿facilitó o dificultó esa deriva? ¿Niega Silva que gracias al alzamiento España no se transformó en una republica socialista soviética?

Cuando los vencedores condenan a muerte a Aranguren, tras, siempre según Silva, un juicio de mentiras y sin clemencia por parte de quien había su amigo, el mismísimo Franco, ¿no hay que tener en cuenta las vidas que se habrían podido ahorrar si Aranguren hubiera tomado partido por el orden que aseguraban los militares, aunque no fuera el orden republicano, inalcanzado, que se habían dado los españoles? ¿No era mejor proteger a esos españoles victimas de sus propios deseos? Yo creo que todas estas son cuestiones que suscita la narración de Silva y a las que éste renuncia, no a contestar, tal vez siquiera a plantearse, por su sesgo, no sé si ideológico, pero al menos claramente antifranquista.

Y es que a Franco no le perdona ni una. Cada vez que se menciona su nombre, Silva le mete un pullazo, y mira que aparece veces el señor. Si fuera más ecuánime en sus juicios, quizá hubiera simpatizado más con la causa que defiende. Pero es evidente que Silva le tiene inquina al Caudillo. El colmo ocurre con la muerte de Calvo Sotelo, diputado electo de las derecheas. Resulta que hasta ese momento, Franco se mantiene ambiguo ante el alzamiento, siempre porque no está seguro de que tenga posibilidades de éxito. O sea, Silva deniega a Franco la remota posibilidad de que no se quisiera unir por respeto al régimen establecio, no era por eso, era popr las dudas sobre su éxito. Y, sin embargo, tras el asesinato antes dicho, entonces sí, Franco se une a los rebeldes. Siguiendo el razonamiento de Silva, en ese momento se le debieron despejar las dudas sobre el posible triunfo. Pero yo creo que cualquier persona razonable, lo que vería en el asesinato de Calvo Sotelo era la claudicación del régimen ante el terror, y lo responsable era precisamente tratar de cambiar ese regimen si tienes las fuerzas para hacerlo. En suma, las dudas que quizá se disiparon en la cabeza de Franco eran sobre la viabilidad del régimen y no sobre el triunfo del alzamiento.

Dejo ya las reflexiones para centrarme en la propia novela. Dejando de lado el sesgo del señor Silva, es un texto entretenido y que se lee bien, haciendo honor al talento del autor (sobre él que no tenía duda alguna). Lo más interesante no es la vida de Aranguren, a la que dedica relativamente poco espacio, sino la descripción de los sucesos históricos que culminan en la conversación antes citada con Goded. Especialmente, me ha resultado muy instructiva la descripción de la guerra de Marruecos, episodio que desconocía casi en su totalidad, instructiva y apasionante, y hasta me han entrado ganas de visitar Alhucemas.

También es muy interesante y bien contada, con algo más de sesgo eso sí, la historia de la Segunda República y lo que dedica a la Dictadura de Primo de Rivera. Gracias a ello, he podido encajar a personajes como los generales Sanjurjo y Mola en la misma, y han cobrado vida otros que ya tenía más encajados, como Azaña o Alcalá Zamora.

Por lo demás, los datos sobre Araguren y su familia, no digamos ya los que da Silva sobre su propia familia, me han parecido irrelevantes y prescindibles, con independencia de que estén bien contados. Al comienzo del libro se leen con cierto interés pues no saber a dónde va con ellos; pero al final, lo único que hacen es extender innecesariamente una novela que debería de haber terminado con el juicio a Aranguren, Bueno, si  me apuras, tras la conversación Goded-Aranguren, momento cenital del libro y a partir del cual lo único que hace el lector es pedir la hora para que termine.

Ah, no querría olvidarme de una cosa que me parece importante respecto a los deberes de la Guardia Civil, cuerpo al que Silva dedica un capítulo: "siempre debe velar por la propiedad y la seguridad de todos". Cuando nos suben impuestos, y por tanto los gobiernos destruyen nuestra propiedad, ¿dónde queda este mandato de la Guardia Civil? Supongo que Aranguren y Silva se escudarán en cumplir con la normativa vigente. Pero ¿no hay nada moralmente superior a lo que 350 personas de un nivel cada vez más bajo voten por mayoría? ¿No está mejor formado cualquier mando de la Guardia Civil que los inútiles a los que la gente vota?

La verdad es que no tengo claro si recomendaría esta lectura o no. Yo creo que quien no conozca los precedentes de la Guerra Civil, aquí encontrará una buena forma de conocerlos bien contada. Lo demás, prescindible. Y el sesgo contra Franco, insufrible. Ni siquiera a Mola, un personaje que parece mucho más siniestro, le trata tan mal.

martes, 5 de septiembre de 2023

14 de Julio ("14 Juillet"), de Eric Vuillard

 A Vuillard le tengo fichado como interesante desde que le leí L'ordre du jour. Al tropezarme con esta novelita suya, recordé el nombre y me dije que no perdería demasiado leyéndola, aunque no sabía de qué podía ir.

Bueno, no lo sabía porque apenas había reflexionado sobre el título, que supongo que a un francés le hubiera evocado inmediatamente el acontecimiento que se describe en el libro: la toma de la Bastilla. A mí, en cambio, me llevó llegar al tercer o cuarto capítulo para caerme del guindo.

Pues esto es, poco más que decir. Lo que pasa es que Vuillard debió hacer una investigación histórica de cierto calado para incorporar a la narración tantos nombres como le fuera posible, Vuillard parte de que la masa no es tal, sino un conjunto de individuos, que son los que realmente llevan a cabo la acción, y se esfuerza porque estos personajes anónimos queden representados en el histórico hecho, llegando a dedicar párrafos a citarlos por orden alfabético. De muchos de ellos nos dará datos biográficos, tanto a pasado, como del futuro que les espere tras dicho momento. Aunque no todos los participantes serán identificados, porque pese a los intentos de los funcionarios por recoger los nombres de los héroes del día, y no precisamente para felicitarles, muchos abandonarán las escena en el anonimato: "Ainsi les hommes échappent à l’échafaud comme aux livres d’Histoire."

Vuillard tiene también un recuerdo para las heroínas de la jornada, por cierto: "Et si le temps a gardé trace de centaines d’hommes, des femmes, en revanche, il ne nous reste que quelques noms : Marie Choquier, Catherine Pochetat, Marie Charpentier et Pauline Léon. Le fleuve s’arrête là ; il entre dans le sable.". 

Los avatares del hecho concreto me han interesado menos que los prolegómenos, en que Vuillard describe con su característico estilo la situación de la sociedad francesa y su corte: "Afin de loger les mille cinq cents personnes chargées de la bouche du roi, on avait exproprié toute la population de l’ancien village de Versailles, oui, toute !" "on nous donne des sept à dix pour cent du budget de l’État, comme si ce n’était rien ; charge colossale, sans doute plus élevée encore, tant la comptabilité des grands déborde toujours ses propres comptes et surcharge les autres, les vassalise, les cornaque." "Le Trésor était vide, mais on ne savait le montant exact de la dette. Pour calmer les esprits, la cour annonça qu’elle allait réduire son train de vie."

En contraste, la gente de a pie: "Beaucoup de Parisiens ont à peine de quoi acheter du pain. Un journalier gagne dix sous par jour, un pain de quatre livres en vaut quinze. Mais le pays, lui, n’est pas pauvre. Il s’est même enrichi. Le profit colonial, industriel, minier, a permis à toute une bourgeoisie de prospérer." O esta afirmaciòn de un emrpesario, de esas gotas que colman el vaso: "Dans un moment de décontraction et de franc-parler stupéfiant, il affirme que les ouvriers peuvent bien vivre avec quinze sols par jour au lieu de vingt,"

Esta situación insostenible, como bien sabemos culminará en la Revolución Francesa, que Vuillar resume de forma épica: "Oui, Mirabeau parle. Il est un sentiment, une vérité. Nul ne peut plus rien contre. Il dit. La grosse gueule s’ouvre pour la première fois avec autant de souffle et de culot. La volonté du peuple vient de faire son entrée dans l’Histoire."

A partir de aquí la narración pierde interés histórico (qué me importa a mí el nombre del tipo que cogió un mensaje desde el interior del bastión), y se mantiene solo gracias al talento narrativo de Vuillard, que es capaz de identificar acontecimientos sublimes, como la apropiación de las armas de tramoya ("les foules allèrent jusqu’à forcer les portes des théâtres. Elles pénétrèrent les magasins d’accessoires, et firent de leurs répliques de scène de véritables armes. On brandit les boucliers de Dardanus et le flambeau de Zoroastre. Les fausses épées devinrent de vrais bâtons. La réalité dépouilla la fiction. Tout devint vrai.") o la recepción por el portero de la Bastilla "Alors, scène irréelle, comme le portier de nuit qu’on réveille dans un hôtel et qui bâille, un invalide, ignorant tout de la rhétorique des grandes occasions, entrouvrit et demanda poliment ce qu’on voulait."

Ello, trufado por reflexiones como "Le pays d’où ils viennent parle le béarnais, le basque, le berrichon, le champenois, le bourguignon, le picard ou le poitevin, et même des sous-patois, le maraîchin, le mâconnais, le trégorrois, à l’infini." o "Dès qu’un esprit fermente, on l’emprisonne, dès que cent ou mille esprits fermentent, on envoie les gendarmes leur tirer dessus, mais quand des dizaines de milliers d’esprits fermentent de conserve, alors on envoie une députation, on noue un tire-jus au bout de son stick, et on l’ébroue gentiment.".

Hasta llevarnos al final féliz que califica como "Lluvia de papel". porque en el fondo, sugiere Vuillard, lo de la Bastilla no supuso más que un borrón y cuenta nueva para el Estado, aunque cambio para bien la vida de muchos de los afectados por el borrón. No es de extrañar que "Les témoignages du jour parlent d’une ambiance folle, exubérante, jamais vue. La joie. Cela n’arrive pas tous les jours, la joie. Et elle se diffusa de toutes parts, remonta les avenues, les rues tortillantes, les escaliers pourris, pénétra les galetas, cribla le fleuve, enfonça les portes, coupa les ponts."

Lo mejor de este librito es el talento narrativo de Vuillard. Me parece que poco más aporta, ni siquiera a los amantes de la historia, aunque supongo que a los franceses les flipará tanto como a nosotros una buena narración de la batalla de las Navas de Tolosa.

lunes, 4 de septiembre de 2023

La expedición de la Kon-Tiki, de Thor Heyerdhal

Al señor Heyerdhal le conocía por sus estudios sobre la isla de Pascua, y también por su supuesta teoría sobre las pirámides de Güimar en Tenerife (por cierto, quizá asoladas por los recientes incendios), según la cual conectarían con las pirámides de las culturas americanas. Dicho sea de paso, es una cantamañanada, cualquiera que visite las "pirámides" de Güimar verá que son terrazas de cultivo muy similares a las que hay en toda la zona cercana.

Pensaba que este libro tendría que ver con sus investigaciones sobre la isla de Pascua, pero no es así, aunque haya una conexión evidente. Lo que nos cuenta es una aventura en toda regla, pero una aventura real, la de él y cinco compañeros, que navegaron en una balsa construida con tecnología preincaíca desde la costa del Perú hasta la Polinesia francesa, con la idea de probar si era posible la teoría que postulaba Heyerdhal sobre el origen de los habitantes de ésta.

Así, Heyerdhal documenta numerosas manifestaciones culturales en común entre las culturas andinas (más concretamente la del lago Tititcaca) con las polinesias, destacando entre ellas las esculturas de cabezas (desarrolladas a su máxima expresión en la isla de Pascua) y el nombre de sus dioses (Tiki). Al parecer, unos tipos blancos barbudos habrían extendido tal cultura por los Andes, para luego desaparecer en el mar rumbo al oeste, llevando sus costumbres allende los mares. Claro, lo único que le falta al noruego Heyerdhal es probar que dichos tipos blancos barbudos son vikingos y así radicar el origen de todas las civilizadiones en su escandinavia natal. 

Dejando de lado la broma, lo cierto es que Heyerdhal nos proporciona un relato apasionante y sin descanso, más próximo de una peli de Indiana Jones que de Moby Dick, algo a lo que invitaba a pensar por la temática. Las aventuras empiezan mucho antes de la singladura, pues Heyerdhal tendrá que buscar acompañantes y financiación para su locura. 

Más en concreto, tendrá que buscar madera de balsa para su embarcación, algo que solo encontrará en las selvas de Ecuador (una zona llamada Quevedo), a la que ni corto ni perezoso llegará desde Guayaquil en época de lluvias y tras atravesar los Andes. Ya aquí se muestra el perfil del personaje, aventurero de los que ya no quedan (¿o sí?), aunque para mí lindante en la locura. Y no se olvide que la acción ocurre en 1947, no había Hummers ni casi aviones de línea regular. 

No será este el único obstáculo que se le presente antes de empezar a navegar, y muchos de ellos los supondrán, por supuesto, los Gobiernos, para los que el autor tiene simpáticas reflexiones: "Los problemas del transporte son hoy distintos de los de la época incaica. Ahora tenemos aviones, automóviles y agencias de viaje, pero para no hacer las cosas tan fáciles, hay también unos obstáculos llamados fronteras, con matones uniformados que ponen en duda nuestros comprobantes, maltratan nuestro equipaje y nos abruman con papeles sellados,"

Tal será la situación que aparece la preocupación de la madre del autor, con cierta sorna eso sí: "Mi madre debió tener una clara idea de las dramáticas condiciones en que vivíamos durante la preparación, pues me escribió una vez: "Y solamente desearía saber que ya todos los seis estáis a salvo en la balsa.""

Construyen la balsa con madera de balsa, y empieza la expedición, de más de tres meses por las aguas del Pacífico, que Heyerdhal consigue hacer muy amenas con su relato. Y es que Heyerdhal escribe bien, muy bien, o al menos lo hace su traductor al español. Aquí un par de muestras:
"Cuando el tiempo es corto, el avión reemplaza al tren y el automóvil se encarga de relevar nuestras piernas, la cartera se encoge como una flor disecada entre las páginas de un libro."

"Aun cuando la magia de las palabras llevadas a través del éter por la onda corta era un lujo desconocido en la época de Kon-Tiki, las ondas largas del océano debajo de nosotros eran las mismas y llevaban lentamente nuestra balsa hacia el oeste como lo habían hecho entonces, mil quinientos años atrás."

Y también el final, de infnito patetismo y esperanza: "en la laguna de Tahití flotaban, solitarias, seis guirnaldas de flores blancas, yendo y viniendo con las olillas de la playa." (en referencia a la tradición de que quien quiere volver a Tahiti (la Polinesia) debe arrojar a las aguas las guirnaldas que les regalaron al llegar).

A esto une algunos inesperados golpes de humor, más aún proviniendo de un noruego: "le pusimos el largo pez bajo las narices, alumbrándoselo con la lámpara; se sentó medio dormido en su saco y dijo solemnemente:–No; peces como ése no existen."

Por supuesto, la existencia de este libro demuestra que Thor y sus compañeror (entre ellos, dos participantes en la operación  Telemark de la Segunda Guerra Mundial) probaron que era posible rl viaje, y que, por tanto, era posible la descendencia de los habitantes de Polinesia de los sudamericanos.

Entre los aspectos que más interesantes me han parecido está la contraposición entre conocimiento emprendedor y conocimiento científico. Antes del comienzo de la expedición, todos los expertos ingenieros y científicos, le auguran un corto recorrido, aportando una variedad de explicaciones técnicas. Contra ellas, Heyerdhal y sus compañeros, que casi nada saben de naútica, solo pueden oponer la experiencia, pero ni siquiera la suya, la de las gentes de hace miles de años que, según ellos, habrían sido capaces de atravesar el Pacífico con estos medios. La apuesta es arriesgada ciertamente.

Pero podrán contrastar que efectivamente, la navegación era posible, y que todas las profecías "científicas" no se cumplían por aspectos que los técnicos no habían tenido en cuenta. No las recuerdo en detalle, salvo alguna, como que los nudos de las sogas no se rompían contra la madera de balsa, porque al ser ésta blanda, realmente lo que ocurría es que la iban penetrando sin desgastarse.

La lección aprendida es que, incluso en la actualidad, el conocimiento científico llega hasta cierto punto, a partir del cuál solo queda experimentar y probar, generando el valioso conocimiento emprendedor, tan poco valorado en la academia. La resumen Heyerdhal con brillantez: "Estaba convencido de que ningún inventor moderno, por inteligente que fuera, podría, sentado en su laboratorio, inventar nada mejor que lo que una milenaria experiencia había enseñado a los esquimales para usar en sus propias regiones."

Y si eso pasa con las ciencias naturales, ¿qué no pasará con las sociales, que ni siquiera podemos contrastar? Pus ahí tenemos a los "políticos modernos" tratando de regular a la sociedad "sentados en sus laboratorios", léase en los escaños del Congreso. 

Me ha resultado una interesante y sorprendente lectura esta de la Kon-Tiki, y no puedo dejar de recomendarla. Disfruten, aprendan y a lo mejos hasta les surge la curiosidad de visitar un atolón.