De Lorenzo Silva recuerdo haber pasado muy buenos ratos leyendo los casos que protagonizan la pareja de guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, como "La marca del meridiano", o "El alquimista impaciente". Cuando me apunté este para leerlo, pensaba que sería de la misma pareja, pero no es así.
Algo en común tiene con las novelas que han dado fama a Silva, pues el protagonista vuelve a ser un guardia civil, pero aquí se acaban las coincidencias. En efecto, en este libro, Silva nos cuenta la vida, aunque no mucha, un tal José Aranguren Roldán, que llevaba la dirección de Cataluña en el momento del alzamiento nacional.
Este señor, para Silva, es un héroe y por elle merece ser recordado, de ahí el título del libro. ¿Por qué un héroe? Pues porque cuando ocurrió dicho alzamiento, en lugar de tomar partido por los rebeldes/alzados, optó por mantener el orden republicano en Barcelona, dado que ese era su deber como guardia civil. Con ello, condenó al general insurrecto Goded (el más brillante de su generación, al parecer) y consiguió que Barcelona permaneciera republicana. Según Goded y el propio autor, Aranguren tuvo en sus manos inclinar la balanza en Barcelona en uno u otro sentido por las fuerzas que le eran leales. Andando el tiempo, el alzamiento triunfó, y Aranguren pagó su acto con la muerte, sin tampoco haber conseguido especial reconocimiento, ni siquiera en la actualidad, por ello.
Es evidente que la concepción de héroe es algo subjetivo, y lejos de mí discutir que a alguien le pueda parecer heroíco el acto descrito. Para mí, en cambio, estamos ante un funcionario de alto nivel al que le gusta montar a caballo, que jugó un papel muy secundario en todos los hechos que Silva nos cuenta (como la guerra de Marruecos) y que cuando tuvo su minuto de la fama (la conversación en que Goded le pide que respalde la insurrección), opta por lo que hubiera optado cualquier funcionario en su puesto: cumplir el orden vigente, pese a quien pese y caiga quien caiga.
Y yo no digo que eso no pueda ser un acto heroíco en determinadas circunstancias, pero desde luego que no parece haberlo sido en las de Aranguren, por la sencilla razón de que la insurrección en Barcelona estaba ya casi derrotada cuando Goded le pide su colaboración. O sea, que ni siquiera se puede atribuir a Aranguren haberse ceñido a su deber en una situación hostil. No, asume la posición más cómoda, que además coincide con la norma. Si en aquel momento alguien hubiera podido sospechar que los rebeldes triunfarían, entonces sí habría un puntillo de heroicidad; pero es que no debía ser el caso tampoco.
Así que lo que tenemos es un funcionario tratando de mantenerse dentro de la norma para no meterse en líos, y además esta será su defensa también cuando le juzguen al final de la guerra, según nos cuenta Silva.
La reflexión obligada es plantearse qué era lo heróico en aquel verano de 1936: si mantenerse fiel al orden republicano, que de orden parecía tener más bien poco, o rebelarse contra dicho orden para tratar de ponerlo, aún a riesgo de perder vida y honor en el intento. La narración de Silva, a su pesar, deja poco resquicios a la duda: él atribuye los asaltos a iglesias y conventos a elementos que el gobierno republicano no podía controlar, pero se le olvida mencionar las checas cuya existencia esta documentada, ¿También estas checas las gestionaban elementos incontrolados?
Así las cosas, el panorama que se desprende de los retazos que da Silva es de una persecución de una parte de los españoles por otra, bien con la complicidad o con el descontrol del gobierno del Frente Nacional. O sea, un gobierno que no quiere o no puede (si es que no impulsa) la aniquilación de la media España que no le ha votado. Silva lo resume escuétamente: "podría decirse que se vivía en una espiral de rencor destructivo, sostenida con entusiasmo desde los dos extremos políticos", olvidándose con su sesgo característico que uno de los dos extremos tenía los recursos del Gobierno a su disposición.
En esas condiciones, ¿es heroico lo que hizo Aranguren? El mismo reconoce en algún texto que el régimen republicano tendía a una republica marxista ("Me aparté de toda acción activa en primer lugar porque vi cómo nos avanzaba una revolución que intentaba imponernos la dictadura comunista que destrozaba España y personalmente temía por mi hermano y mis hijos luchando con entusiasmo en el Ejército Nacionalista"). La actuación de Aranguren, ¿facilitó o dificultó esa deriva? ¿Niega Silva que gracias al alzamiento España no se transformó en una republica socialista soviética?
Cuando los vencedores condenan a muerte a Aranguren, tras, siempre según Silva, un juicio de mentiras y sin clemencia por parte de quien había su amigo, el mismísimo Franco, ¿no hay que tener en cuenta las vidas que se habrían podido ahorrar si Aranguren hubiera tomado partido por el orden que aseguraban los militares, aunque no fuera el orden republicano, inalcanzado, que se habían dado los españoles? ¿No era mejor proteger a esos españoles victimas de sus propios deseos? Yo creo que todas estas son cuestiones que suscita la narración de Silva y a las que éste renuncia, no a contestar, tal vez siquiera a plantearse, por su sesgo, no sé si ideológico, pero al menos claramente antifranquista.
Y es que a Franco no le perdona ni una. Cada vez que se menciona su nombre, Silva le mete un pullazo, y mira que aparece veces el señor. Si fuera más ecuánime en sus juicios, quizá hubiera simpatizado más con la causa que defiende. Pero es evidente que Silva le tiene inquina al Caudillo. El colmo ocurre con la muerte de Calvo Sotelo, diputado electo de las derecheas. Resulta que hasta ese momento, Franco se mantiene ambiguo ante el alzamiento, siempre porque no está seguro de que tenga posibilidades de éxito. O sea, Silva deniega a Franco la remota posibilidad de que no se quisiera unir por respeto al régimen establecio, no era por eso, era popr las dudas sobre su éxito. Y, sin embargo, tras el asesinato antes dicho, entonces sí, Franco se une a los rebeldes. Siguiendo el razonamiento de Silva, en ese momento se le debieron despejar las dudas sobre el posible triunfo. Pero yo creo que cualquier persona razonable, lo que vería en el asesinato de Calvo Sotelo era la claudicación del régimen ante el terror, y lo responsable era precisamente tratar de cambiar ese regimen si tienes las fuerzas para hacerlo. En suma, las dudas que quizá se disiparon en la cabeza de Franco eran sobre la viabilidad del régimen y no sobre el triunfo del alzamiento.
Dejo ya las reflexiones para centrarme en la propia novela. Dejando de lado el sesgo del señor Silva, es un texto entretenido y que se lee bien, haciendo honor al talento del autor (sobre él que no tenía duda alguna). Lo más interesante no es la vida de Aranguren, a la que dedica relativamente poco espacio, sino la descripción de los sucesos históricos que culminan en la conversación antes citada con Goded. Especialmente, me ha resultado muy instructiva la descripción de la guerra de Marruecos, episodio que desconocía casi en su totalidad, instructiva y apasionante, y hasta me han entrado ganas de visitar Alhucemas.
También es muy interesante y bien contada, con algo más de sesgo eso sí, la historia de la Segunda República y lo que dedica a la Dictadura de Primo de Rivera. Gracias a ello, he podido encajar a personajes como los generales Sanjurjo y Mola en la misma, y han cobrado vida otros que ya tenía más encajados, como Azaña o Alcalá Zamora.
Por lo demás, los datos sobre Araguren y su familia, no digamos ya los que da Silva sobre su propia familia, me han parecido irrelevantes y prescindibles, con independencia de que estén bien contados. Al comienzo del libro se leen con cierto interés pues no saber a dónde va con ellos; pero al final, lo único que hacen es extender innecesariamente una novela que debería de haber terminado con el juicio a Aranguren, Bueno, si me apuras, tras la conversación Goded-Aranguren, momento cenital del libro y a partir del cual lo único que hace el lector es pedir la hora para que termine.
Ah, no querría olvidarme de una cosa que me parece importante respecto a los deberes de la Guardia Civil, cuerpo al que Silva dedica un capítulo: "siempre debe velar por la propiedad y la seguridad de todos". Cuando nos suben impuestos, y por tanto los gobiernos destruyen nuestra propiedad, ¿dónde queda este mandato de la Guardia Civil? Supongo que Aranguren y Silva se escudarán en cumplir con la normativa vigente. Pero ¿no hay nada moralmente superior a lo que 350 personas de un nivel cada vez más bajo voten por mayoría? ¿No está mejor formado cualquier mando de la Guardia Civil que los inútiles a los que la gente vota?
La verdad es que no tengo claro si recomendaría esta lectura o no. Yo creo que quien no conozca los precedentes de la Guerra Civil, aquí encontrará una buena forma de conocerlos bien contada. Lo demás, prescindible. Y el sesgo contra Franco, insufrible. Ni siquiera a Mola, un personaje que parece mucho más siniestro, le trata tan mal.