Niall Ferguson es un historiador de bastante prestigio en determinados círculos, conocido principalmente por sus trabajos sobra la familia Rotschild. En este libro, sin embargo, su investigación es más trasversal: su punto de partida es la asunción de que las redes han jugado un papel en la historia mayor del que reconocen los historiadores, que típicamente se centran en jerarquías (ie, el desempeño de Estados y Gobiernos).
Con esta asunción, Ferguson se dedica a hacer un recorrido por la historia mundial, más o menos desde el siglo XV, reinterpretando algunos de sus acontecimientos a la luz del papel que habrían podido tener las redes. Entre estos acontecimientos, como no podía ser de otra forma, están aquellos en los que Ferguson es experto (de otra forma, no entiendo su presencia), como la familia Rotschild, el diplomático Kissinger (su objeto de investigación actual) o el papel del imperio inglés en la historia. Da bastante importancia también a la invención y desarrollo de la imprenta, que conecta con la extensión del protestantismo, hasta el punto de reconocer que esta época post-imprenta junto con la actual de los 70, son las que más se han caracterizado por el dominio de las redes sobre las jerarquías.
Conforme Ferguson se va a acercando a la actualidad, los capítulos ganan en extensión, hasta llegar a las redes sociales actuales y a los Big Tech, a los que confronta con el Estado Administrativo que domina en la actualidad, y con el islamismo. Son quizá estos capítulos los que justifican el repentino interés de Ferguson por las redes sociales como fenómeno histórico, como una forma de subirse al tren del pim-pam-pum contra Facebook, Google y compañía.
Reconozcamos en primer lugar que Ferguson escribe bien. El libro es entretenido y se lee de forma casi compulsiva. Aunque la mayor parte del tiempo no entiendes por qué te está contando eso y no otra cosa (por qué habla de los Illuminati, o del general Walker en Borneo, o de los espías de Cambrisge, o de Pizarro y no de Cortés, o de la revolucion Taiping?). No digo que no sean episodios relevantes, digo que no explica por qué aquí son más relevantes las redes que en otros, o lo contrario. Tampoco hay una aplicación sistemática de la confrontación red-jerarquía. De hecho, ni siquiera es riguroso a la hora de concretar lo que es una red a efectos históricos, y mete en el totum revolotum tanto las redes de telecomunicaciones, como las de carreteras, o las redes formales e informales entre personas, llevándolo al extremo al reconocer que las jerarquías no son más que una forma concreta de red. Así pues, esa confrontación redes-jerarquía (la plaza y la torre del título, como bien explica el autor), no es algo forma, sino solo una consecuencia del trabajo de los historiadores, esto es, de su interpretación de la historia.
Por ello creo que resulta extraño el planteamiento del libro para cualquier economista versado en praxeología. Porque en el fondo, lo que Ferguson llama redes, es la acción de los individuos, fuera y dentro del Estado. O sea, lo que obviamente ha conformado nuestra historia, pues incluso los Estados o jerarquías no dejan de responder a las acciones de los individuos.
Ferguson empieza con la historia de los Illuminati. No tengo claro cuál es el objetivo de este principio, salvo mostrar el grado de erudición de Ferguson y poner al lector en su sitio. ¿Es quizá porque los ve como un ejemplo paradigmático de red? Pero, ¿es realmente paradigmático? Una sociedad secreta organizada dista mucho de una red informal o espontánea a la hora de contribuir a explicar acontecimientos históricos.
A continuación, dedica la primera sección a explicar la teoría de redes y grafos. Aquí introduce conceptos como la homofilia (tendencia a conectarnos con gente similar a nosotros), nodo de la red (con su cetralidad-número de conexiones, betweenness-relevancia de las conexiones, closeness-dispersión de las conexiones), los enlaces débiles, las redes "scale-free", o incluso los tipos de transformación que sufren las redes al entrar en contacto con otras (transposición, refuncionalidad y catalisis). Esta sección es realmente apasionante, pues Ferguson hace un gran esfuerzo por encontrar ejemplos históricos que puedan ilustrar estos conceptos básicamente matemáticos. En estos momentos, la tesis parece que va a dar mucho de sí: por ejemplo, cuando Ferguson concluye que la estructura de la red condiciona la viralidad que puedan alcanzar los mensajes.
A poco de comenzar su recorrido histórico, se transparenta lo que puede ser un error de Ferguson, y es su aparente confusión entre jerarquía y poder. Esto es, un estado puede estar muy jerarquizado, y sin embargo, tener poco poder sobre la sociedad, por lo que su influencia será escasa. Por eso, es engañosa la situación que describe para 1517, en que concluye que, como prácticamente todos los territorios del mundo de gobernaban con una monarquía, era una situación muy jerárquica. En mi opinión, eso solo se puede concluir si esas monarquías eran realmente poderosas en sus respectivos territorios. La cuestión es si lo eran. De hecho, mucho más adelante, cuando estudie los estados totalitario del siglo XX, y sobre todo el caso de Stalin, sí va a hacer hincapié en el poder de la jerarquía, y cómo ese poder le permite la disrupción de las redes sociales para facilitar así la supervivencia del régimen (estalinista). Pero ello también se puede interpretar como reducción de la libertad del individuo, sin tener que acudir al aparato de las redes para explicarlo.
El otro punto que hace desmerecer el inicio del libro es el tratamiento que da a la conquista de América por los españoles. No parece que este episodio le guste mucho a Ferguson (aún no habrá leído a Roca Barea y por tanto se basa en la leyenda negra). En todo caso, está un poco traído por los pelos decir que nuestros conquistadores formaban una red que pudo romper las jerarquías locales con gran facilidad. Como tengo reciente el tema por mi lectura de Esparza, tengo claro que aquello fue un esfuerzo de emprendimiento en un ámbito de gran libertad individual, y que si hubo redes, fue consecuencia de dicha actuación emprendedora y por qué convenía a tal esfuerzo. Por cierto, Ferguson se centra en la conquista de Pizarro y califica a los incas como mayas (!).
Sería muy injusto caracterizar el libro por estos dos "fallos", pues su único problema es que ocurren nada más empezar el recorrido histórico. Como ya he dicho, Ferguson analiza otros muchos episodios históricos, tratando siempre de mantener una cronología. Y aunque en muchos de estos episodios la relación redes - jerarquía no es muy convincente, hay otros en que sí hace un análisis brillante. Llaman la atención, en otro orden de cosas, algunos detalles que nos cuenta en cada caso: por ejemplo, ¿que relevancia tiene para su tesis la identificación de los únicos tres nobles muertos en el Gran Terror? Pues ahí nos suelta sus nombres y títulos. Y, al hilo, ¿cómo es que nos cuenta el ascenso de Napoleón sin hacer un análisis de redes?
Uno de los capítulos más brillantes es aquel en que proporciona una explicación de un determinados episodios de la Primera Guerra Mundial (de la que, por cierto, dice que supuso el triunfo de las jerarquías sobre las redes). Los episodios en cuestión son tres: el intento de Alemania de organizar una jihad en los territorios de Francia e Inglaterra contra sus metrópolis; el uso del nacionalismo árabe para disgregar el imperio Otomano, promovido por Inglaterra; y la facilitación, con éxito, de la revolución bolchevique en Rusia por los alemanes, y cómo ésta se volvió contra sus causantes. Aquí sí utiliza su teoría de redes de forma acertada para explicar el resultado de estas tres estrategias. Otro momento en que parece convincente, o al menos riguroso, es cuando traza el paper de John Revere en el comienzo de la revolución norteamericana.
Y tras un apasionante relato de lo que podríamos llamar "Historia breve del mundo para Ferguson", la cosa se viene abajo argumentalmente cuando llegamos al final, y el autor aprovecha para meter un par de viajes a Facebook, Google y Amazon, y algún otro a Donald Trump, aunque también al que denomina Estado Administrativo. Y yo no digo que no hay que criticarles, pero al menos debería ser con los fundamentos de lo que has desarrollado en las páginas anteriores, y no "out of the blue" solamente por ser las redes sociales de nuestro tiempo. La interpretación keynesiana que hace de las causas de la crisis de 2008 tampoco ayuda a darle credibilidad, si bien compensa con el análisis del problema del Islam, sobre todo por su claridad.
No quiero cerrar esta entrada sin referirme a un hallazgo, quizá no muy relacionado: la oposición de Kissinger a la burocracia, a la que considera el principal obstáculo para la implementación de políticas. Os dejo un párrafo largo con el análisis que hacía Kissinger del desastre de Vietnam, en el que, según él, no había política, sino solo tacticismo, debido a la forma de comportarse de los distintos agentes administrativos involucrados (la negrita es mía):
" First, the system worked only when there were two opposing agencies, one on either side of an issue; it went awry when a small, dedicated, unopposed group got to work. Second, there could be no planning because no one had time for it. (‘Planning involves conjectures about the future and hypothetical cases. They are so busy with actual cases that they are reluctant to take on theoretical ones.’) Third, policy-makers were plagued by a ‘congenital insecurity’because they lacked the expertise of their advisers; they therefore sought refuge in ‘a quest for administrative consensus’."
En resumen, que a mí esto de tratar de explicar la historia del mundo a través de redes me parece un planteamiento parcial, subsumido en la praxeología (que sí sería capaz de explicar también la aparición de dichas redes, formales e informales). Y que me da la impresión de que Ferguson ha aprovechado la coyuntura para reciclar sus investigaciones históricas en algo que le permitiera atacar a los Big Tech (algo que está de moda en los EEUU y Europa). Por lo demás, el libro se lee francamente bien y es muy instructivo, aunque hay algunos detalles de erudición que le dañan más que benefician.
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