Stefan Zweig escribe tan bien en alemán, que hasta sus traducciones están bien escritas. Aunque había leído Die Angst (el primor libro serio que leí en alemán), el libro que definitivamente me enganchó a este autor fue sus Memorias de un Europeo, que leí en una magnífica traducción.
Sternstuden der Menschheit (Momentos estelares de la Humanidad) es otro de los libros más leídos de Zweig, y posiblemente el mejor de los que he leído de él. Consiste en la narración de doce o catorce acontecimientos históricos (el número depende de la edición) que a Zweig le han parecido los más sobresalientes de nuestra historia.
Es importante destacar que la selección de estos acontecimientos no se hace por sus consecuencias o porque fueran los más relevantes para cambiar la historia, sino, como aclara el autor en el prólogo, aquellos momentos en que a éste le ha parecido que el genio humano alcanzaba sus más altas cotas.
Se recogen episodios tan variopintos como el descubrimiento del océano Pacífico por Núñez de Balboa (frente, por ejemplo, a la conquista de México o al descubrimiento de América), la conquista de Constantinopla por los turcos, la instalación del primer cable submarino para comunicaciones telegráficas, la composición de la Marsellesa, el traslado de Lenin desde Suiza a San Petersburgo (ya sabéis para qué), la redacción de una obra por Goethe, la muerte de Tolstoi o la composición del Mesias por Haendel.
Todas las narraciones tienen en común que hay un protagonista claro: no estamos hablando de trabajo en equipo, sino de personas geniales, con visión y en su caso liderazgo para consumar algo que a la mayor parte de los mortales nos hubiera sido imposible, quizá por falta de voluntad ante la adversidad. Y, por supuesto, todas tienen en común la pasión desbordante de Zweig para comunicar la historia: Zweig está enamorado de estos héroes y es capaz de trasladarnos las emociones que les embargaban cuando avanzaban en su tarea.
De todos los Sternstuden que nos propone Zweig, para mí el más espectacular ha sido, y con diferencia, la composición del Mesias. Es increíble como Zweig describe lo que pudo sentir Haendel componiendo esta obra aquejado por una grave enfermedad. Va desbrozando los sentimientos verso a verso del conocido oratorio, llevándonos con efectividad en paralelo a los incrementos de ánimo del músico. Es una lectura que quizá convenga hacer mientras se escucha la obra.
En fin, este libro es una verdadera joya de imprescindible lectura. Y, a su vez, el episodio dedicado a Haendel, merece la pena leerse por si solo, aunque se odie la historia, a Zweig e incluso la música.
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