A Pedro Antonio de Alarcón, el autor de El sombrero de los tres picos, le encantaba viajar, a parte de escribir. Y por ello tiene varios libros de viajes, entre los que se cuenta el presente. Tiene otro dedicado a las Alpujarras, y un tercero a un viaje que le llevó a Napoles pasando por Francia. Aparte, tenía planeado escribir otros varios, de entre los que inventaría al final del libro que ahora comento.
La gracia de este libro de viajes está en que nos lo cuenta alguien que viajaba con los medios del siglo XIX. Esto es, se trata de una especia de guia de viajes para la época, lo que en mi experiencia siempre es sabroso. Ya disfruté enormemente con el Voyage en Espagne de Gautier; al respecto, este tiene la ventaja (o desventaja) de contarnos de las cosas desde el punto de vista del indígena.
Se nos cuentan básicamente 4 viajes: uno a Yuste, otro a Salamanca, un tercero a Cantabria pasando por Valladolid y Palencia, y el último a Toledo. Junto a estos cuatro capítulos, aparecen otros dos carentes de interés: una descripción de las granadinas (!) y otra de un eclipse de sol que vivió en Sagunto. Finalmente, completa el libro un inventario de todos los viajes que realizó don Pedro, incluidos aquellos que hacía anualmente a su hogar de Guadix.
Lo más interesante en cada viaje es sin duda la descripción de la forma en que llega a cada sitio. Alarcón nos transmite aquí la inmensa sensación de aventura que suponía en aquellos momentos, y no hace tanto, llegar a sitios como Almeria o Salamanca, la excitación del viaje, los preparativos. Para don Pedro ir a Salamanca es como en la actualidad ir, no sé, a Borneo. Y ello lo transmite perfectamente.
Por ejemplo, para llegar a Yuste es necesario coger la diligencia que sale de Madrid y pasando por la actual Nacional-V llega a Talavera de la Reina de madrugada. Tras el chocolate aquí, la diligencia sigue hasta Navalmoral de la Mata, desde donde se ha de proseguir a caballo hasta Cuacos. Y ya desde aquí, caminata. Vamos, que llegar a Yuste era de por sí una aventura.
Y de hecho a Salamanca solo se anima a ir tras la inauguración del tren que permite llegar allí en un día (nada de AVE o similar), con noche en Medina del Campo. Lo mismo aplicará a su viaje a Cantabria o al de Toledo. Por cierto, que el de Cantabria termina de forma bastante cruenta, con nada más y nada menos que un descarrilamiento del tren por las nuevas vias, con víctimas mortales.
En cada uno de los sitios, don Pedro describe de forma convencional los principales monumentos, aderezado por la típica historia turística. Nada especialmente original aquí, salvo que el señor escribe con bastante mejor estilo que la típica guia turística, lo que hace agradable la lectura.
Entre otras cosas, nos cuenta la historia de Carlos V y su vida en Yuste. En Salamanca, nos describe maravillado la Inmaculada de Ribera (que aún podemos admirar en la misma iglesia). En Toledo, la mayor parte de su relato se dedica a la catedral. Y de su viaje a Cantabria, interesa la visita casi a oscuras que realiza a la catedral de Palencia. También es llamativo que en Salamanca coincida con una ceremonia de besamanos, y que nos revele que en la época se comía a las 11 de la mañana.
En fin, interesante visión de la España de hace no mucho, que era capaz de contener por si sola las mayores aventuras para los viajeros avezados. Afortunadamente, y de momento, España ahora nos permite visitar su patrimonio con relativa facilidad, y ahí que irse más lejos para emular a don Pedro.
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