Esta es la obra más conocida y premiada del autor, Fouad Laroui, un marroquí afincado en Holanda donde imparte clases de econometría tras haber estudiado ingeniería en Francia.
Y, con todo y con eso, escribe francamente bien. Leí hace poco y comenté aquí un libro de relatos cortos suyos, "L'Étrange Affair du pantalon de Dassoukine", que me sorprendió muy gratamente.
Así que iba muy favorablemente predispuesto hacia este libro, tanto por el autor, como por la asunción que hacía de su contenido a partir del título: pensé que sería un libro satírico sobre las costumbres francesas a través de la visión de un marroquí.
Me equivoqué en lo segundo, pero a pesar de ello es un libro de muy grata y divertida lectura. El año "en casa de los franceses" lo pasa un niño llamado Mehdi. Sin embargo, no lo pasa en Francia, sino en un instituto francés de Casablanca al que acude a estudiar desde su localidad de origen, la cuasi desconocida Beni Mellal, gracias a una beca del gobierno francés.
Aquí no tiene demasiadas oportunidades de conocer las costumbres francesas, aunque alguna hay, y sus compañeros no son solo franceses, sino también alemanes y españoles. Mehdi es un lector insaciable, le encanta la lectura, y todo lo ve y aprende a través de las cosas que lee. Ello también le conduce a una pasión por las palabras, siendo las reflexiones sobre ellas los pasajes más acertados y divertidos del libro.
Como prueba de su afán lector, tenemos su primera tarde en el patio desierto del colegio, donde se entretiene leyendo, entre otras cosas, las instrucciones del extintor! Luego el libro acumula referencias a Verlaine, Comtesse de Segur, La Fontaine, y sobre todo al Cid de Corneille. Es muy divertido el momento en que se plantea si la relación de su amigo Denis con su madre no será un drama corneliano.
En cuanto a las reflexiones sobre palabras, abundan. Por ejemplo, nos enteraremos que estudiar y leer se dicen con la misma palabra en árabe. O que solo existe una palabra para árbol:Chejra, lo que le provocará problemas para distinguir entre un castaño, una encina o un plátano.
También se toma licencias poéticas, como cuando añade esta explicación en su primera redacción ante el solaz generalizado y especialmente de su profesor. Algunos de éstos, por cierto, son personajes en sí mismos, dignos de su propia historia, como es el caso del soñador Dumont (no hay que perderse las frases que dirije al protagonista, para general despiste de éste).
Con todo la escena más divertida tiene lugar cuando explican a Mehdi eso de la revolución proletaria, y el pobre casi se echa a llorar por no saber qué significa el palabro. ¿Por qué me llaman "proletario", qué he hecho?
Lo dicho: lectura estupenda, divertida, brillante. Este Laroui es todo un hallazgo. Si alguien lo lee en español, qué tal es la traducción, porque entiendo que va a ser fundamental para disfrutar de este libro.
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