Emilia Pardo Bazán era una asignatura pendiente en mis lecturas clásicas españolas. Este verano Federico Jiménez Losantos le dedicó un monográfico, y un amigo la recomendó. A raiz de la conjugación de estos dos hechos posiblemente independiente, decidí leer alguna de sus novelas. Y como en mayo había estado en el Pazo de Ulloa de Cambados, estaba claro que el título elegido iba a ser "Los pazos de Ulloa".
Al parecer doña Emilia era amante de don Benito (Pérez Galdós), a quien sí que he leído numerosas obras, e incluso alguna varias veces (Fortunata y Jacinta). Y lo cierto es que tiene un estilo muy similar, sería difícil (para mí) distinguir obras de ambos escritores a ciegas, salvo por el hecho obvio de que doña Emilia abandona la metrópoli para llevar sus relatos al entorno rural gallego.
Como a mí don Benito me gusta bastante, también he disfrutado bastante con esta novela de doña Emilia, aunque sin llegar a trascender. La historia se centra en el pazo que da nombre al relato, donde confluyen un sacerdote de poca experiencia, una dama coruñesa, un oscuro administrador caciquil y, por supuesto, el señor Ulloa, dueño del Pazo.
La historia tiene momentos magníficos y otros más rutinarios. La última escena es sencillamente espectacular, y resume con precisión el resto del libro y su moraleja. Aparte de ellas, hay una interesante descripción costumbrista de la fiesta del pueblo cercano, así como de algunas de las tareas que se desempeñan en el pazo. Y también merece la pena, aunque confieso que yo algo me perdí, el debate sobre la herencia del pazo y sus diversos intringulis, donde doña Emilia muestra su conocimiento sobre los usos y costumbres gallegos.
Si alguien me recomienda alguna obra concreta de Pardo Bazán seguramente la lea. En otro caso, es posible que no me anime con más lecturas de la novelista gallega.
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