jueves, 10 de marzo de 2016

La reina descalza, de Ildefonso Falcones

Tercer libro de Falcones, y tercero que me leo del autor, después de "La catedral del mar" y de "La mano de Fátima".

Esta vez Falcones nos lleva a la España del XVIII, y nos muestra el mundo de gitanos desde Sevilla a Madrid pasando por la frontera con Portugal. Desafortunadamente, la historia no es tan interesante como las que contó en sus anteriores obras. Se detecta una cierta caída, muy gradual, en cada una de las sucesivas novelas de Falcones desde la magnífica "La catedral del mar".

Lo que no quiere decir que no tenga momentos espectaculares, dignos un libro clásico. No hay que perderse la descripción de la entrada de los barcos procedentes de América en el Guadalquivir y su llegada a Sevilla. Como está al principio del libro, es una de las mejores disculpas para empezarlo y, por qué no, para terminarlo.

Al mismo tiempo, también nos esperan en este libro algunos de los episodios más desagradables que he tenido oportunidad de leer en mucho tiempo. Me estoy refiriendo al tiempo que la protagonista pasa en Madrid con su marido gitano, una vez pasados los primeros éxitos y triunfos. El trato que le da el marido es agobiante y abusivo, te entran ganas de meterte en el libro con lo puesto a sacudirle. Además, es un episodio que se prolonga y para él que en muchos momentos no se ve salida. Francamente, bien tratado... demasiado, hubiera preferido no sufrir tanta empatía.

Uno de los aspectos más interesantes de las novelas de Falcones, y que está también presente en este libro, es la comparación que hace entre los régimenes legales a que los personajes de sus novelas se ven afectados. En "La mano de Fátima" desempeñaba un papel muy importante la diferenciación entre el régimen normativo/legal de los mozárabes y el de los cristianos. En esta obra, la comparación se hace con la ley gitana. Es ésta la que permite los terribles abusos a que va a ser sometida la protagonista por su marido (sin que quiera decir yo con ello que la ley gitana esté bien o mal).

Desde un punto de vista liberal, la coexistencia de estos régimenes legales, constatada históricamente, es una prueba de que ni la justicia ni la emisión de normas tienen por qué realizarse en régimen de monopolio legal por el Gobierno.

De hecho, me da la impresión de que Falcones tiene un punto libertario, que supongo que pasará desapercibido a los lectores convencionales. Recuérdese cómo en "La catedral del mar" nos cuenta que la pena para los cambistas que usarán el oro que tenían en depósito consistía ni más ni menos que en cortarles las manos. Si ésta norma siguiera existiendo, no habría crisis económicas, aunque fuera al precio de unos cuantos banqueros mancos.

Pues nada, os animo a la lectura de esta magnífica novela. Aprenderéis muchas cosas de la España del XVIII. Lo único es que os preparéis mentalmente para pasarlo bastante mal en un determinado momento de la historia de la reina descalza.


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