Markaris es un conocido autor griego de novelas policíacas, más en concreto, por la saga del detective Kostas Jaritos. A estas alturas de mi vida, me resulta algo extraño ponerme a leer este género, pero lo he hecho por recomendación de una compañera, con el interés sobre todo de la descripción de la vida en Grecia durante estos años de crisis.
Markaris acaba de publicar una entrega del conocido detective, llamada Offshore, y con esa disculpa me he enterado de que los cuatro libros previos conforman la llamada "tetralogía de la crisis". Como uno es un poco cuadrado, decidí leerme por orden estos libros antes de acometer el más reciente. Pero me equivoqué, y este que leí es realmente el segundo de la tetralogía, no el primero. En fin.
Se trata de una lectura ligera, sin demasiadas pretensiones, aunque entretenida y, como cabe esperar, con algunos trazos costumbristas de interés. El estilo de Markaris (o de su traductor al español) es descarnado hasta el extremo. Como prueba definitiva del grado de "ejecutividad" que tiene, basta ver cómo termina la novela: no cuándo se captura al malo, como suele ser el caso, sino simplemente cuando se descubre quién es y Jaritos se lo comunica a su superior. ¿Para qué entretenerse con dramas finales?
Como digo, la búsqueda del asesino tiene en esta novela el transfondo de la crisis económica en Grecia. Así, nos encontramos con una Atenas continuamente atascada por manifestaciones de unos u otros grupos de interés, hay continúas referencias a los recortes sufridos por los funcionarios (no en vano Jaritos es uno de ellos) y en general a la desesperada situación de muchos trabajadores y empresarios. Ello da lugar a algunos suicidios que se entremezclan con los asesinatos de la trama. En el plano personal, también la trama se va por la crisis, en este caso en torno a la posible emigración de la hija para buscar otras oportunidades. Es curioso que en plena crisis y recortes, sigan apostando la mayor parte de los protagonistas por el empleo público.
La disquisición moral la ofrece el asesino, quien se dedica a reclamar deudas fiscales a sus eventuales víctimas, que pasan a serlo si no regularizan su situación con el fisco. Conforme avanza la novela, pasará también a asesinar a "empresarios" bien conectados políticamente. Lo cierto es que el método del asesino, quien se autodenomina Recaudador Final, termina teniendo éxito, por lo que empieza a vérsele como una especie de héroe por el pueblo griego: alguien que puede hacer "justicia" impositiva allí donde el estado griego fracasa o simplemente está corrupto.
Desgraciadamente, esta disquisición pierde sentido a ojos de un libertario, puesto que no parece justificable ni mucho menos asesinar a alguien simplemente porque impide que le roben lo suyo, aunque la mayoría del pueblo griego esté de acuerdo con ese robo. Por supuesto, la cosa cambia cuando el Recaudador empieza a ir a por los políticos y muestra su lado corrupto.
Bueno, pues eso tenemos, lectura ligerita de verano, no exenta de interés y desde luego entretenida, pero que no tan enjundiosa como para dedicar más tiempo a las andanzas del tal Jaritos. Encantado de haberles conocido.
sábado, 17 de junio de 2017
lunes, 12 de junio de 2017
Una historia de Venecia ("A history of Venice"), de John Julius Norwich
La principal motivación para leer este libro viene de la teoría económica. Me explico, de forma breve: de acuerdo a la teoría económica, la única forma de generar riqueza y progreso es teniendo libertad. La libertad en la sociedad depende muy directamente de las instituciones con que se dote, o sea, del poder real que esas instituciones tengan sobre el resto de los ciudadanos, o, dicho de otra forma, de los contrapesos existentes sobre las decisiones de las instituciones.
Por otro lado, una sociedad u organización que ha llegado a ser poderosa y además durante bastante tiempo, necesariamente tiene que haber construido su base sobre una generación inicial de riquera, que a su vez se basaría en la libertad y por ende en las instituciones. Para contrastar empíricamente la teoría descrita, hay por tanto que conocer las instituciones originales de las grandes naciones que durante la historia han sido: el imperio romano, el imperio chino, el español o el turco, por ejemplo, pero también las ciudades hanseáticas, Florencia o, como el caso que nos ocupa, Venecia.
Con este objeto, en cuanto supe de esta obra de Norwich me hice con ella, con la intención de tarde o temprano leerla. Y le llegó el momento. El libro no me ha decepcionado en ningún sentido: ni por contenido, ni por forma de contarlo, ni por rigor, ni tampoco por la permanente atención a las instituciones que gobernaban Venecia. He leído excelentes libros de historia que, sin embargo, apenas se refieren a las instituciones, con lo que no cubren la necesidad teórica planteada. Pero, como digo, no es el caso de la obra de Norwich.
La historia de Venecia, per se, es apasionante. Una ciudad-estado metida durante unos mil años en todos los lios europeos, y en muchos casos con la voz cantante. Por las páginas del libro transitan los longobardos, los turcos, papas corruptos y papas santos, los piratas croatas, los imperios germánicos, los reyes hungaros (y hasta algún polaco), los normandos, Génova, Florencia y Milan... pero sobre todo Francia, España y Bizancio. No sé si muchos conocerán que Venecia fue en algún momento de la historia la cabeza de facto del imperio bizantino. O que la península italiana solo quedó pacificada con la llegada del poderoso imperio español bajo el mando de Felipe II. De hecho, uno de los escasos aspectos que me resultan un poco sospechosos en la historia que cuenta Norwich es lo tarde que aparece algún reino de la península ibérica involcucrado en el destino de Venecia.
Norwich construye la historia tomando como marco los sucesivos mandatos de los Dogos, de la misma forma que Tito Livio en su Ad urbe condita la describe basándose en los mandatos de los consules. Es sistemático, pero a veces algo aburrido, porque no con todos los dogos suceden cosas de importancia, pero sin embargo este sistema obliga a citarlos a todos.
Pese a su foco esencialmente histórico, Norwich no pierde de vista la evolución urbanística y arquitectónica de la ciudad. Al fin y al cabo, según confiesa en el prólogo, fue la belleza de la ciudad la que le atrapó en esta narrativa. El estilo de Norwich, por lo demás, es fluido y atrapa al lector, que raramente se verá obligado a interrumpir la lectura por cansancio o aburrimiento. Me atrevería a decir que, pese a ser un libro largo, y no novelístico, se podría leer de una sentada. Por destacar un capítulo, me quedaría con el de la batalla de Lepanto, que describe magistralmente, aunque sin llegar al tono dramático que un Posteguillo habría conseguido insuflar para mayor goce del lector.
Y, por último, lo más importante: en cada momento relevante, Norwich se detiene en las instituciones políticas de la República, y nos cuenta cómo funcionaban y cómo evolucionaron, así como las causas de dichos cambios. Es más, dicho análisis es parte integral del trabajo realizado por Norwich, como lo prueba el extenso espacio que dedica en las conclusiones a relacionar la longevidad de Venecia con el funcionamiento de las instituciones, y a desmontar el mito de que era un estado policial por no ser democrático.
No es este el sitio para realizar un análisis en profundidad de las mismas (eso es algo que dejo a mi segunda tesis doctoral, jajajaja). Pero sí quiero dejar escritas algunas ideas al respecto:
- El Dogo casi siempre era una persona de mucha edad (70-80 años) y generalmente reconocido como con gran prestigio. Y aún así, apenas se le dejaba poder. Apasionante la descripción que se hace de su sistema de elección conforme avanza el tiempo.
- Cuando Venecia fracasaba en alguna empresa, una de las cosas que se revisaba era el sistema de checks & balances para ver si estaba funcionando bien. La cuestión no era tanto quién había cometido el error (todos nos podemos equivocar), sino si la decisión errónea había progresado sin obstáculos en las instituciones debido a ausencia de contrapesos.
- Los derechos reconocidos a los ciudadanos venecianos eran envidiados por los ciudadanos de otras repúblicas, como también sus gobernantes, hasta el punto de que muchas ciudades contrataban ciudadanos venecianos para su gobierno.
- Es especialmente interesante la figura del Consejo del Diez, investido de grandes poderes, pero con importantes contrapesos en su propia formación: imposibilidad de repetir mandato, imposibilidad de dos miembros de una misma familia, la forma de tomar decisiones, el requisito de ampliación en sus componentes para las decisiones más graves...
En resumen, un libro apasionante casi desde todos los puntos de vista, e imprescindible para los amantes de la historia de Europa, de la libertad y, por supuesto, de Venecia.
Por otro lado, una sociedad u organización que ha llegado a ser poderosa y además durante bastante tiempo, necesariamente tiene que haber construido su base sobre una generación inicial de riquera, que a su vez se basaría en la libertad y por ende en las instituciones. Para contrastar empíricamente la teoría descrita, hay por tanto que conocer las instituciones originales de las grandes naciones que durante la historia han sido: el imperio romano, el imperio chino, el español o el turco, por ejemplo, pero también las ciudades hanseáticas, Florencia o, como el caso que nos ocupa, Venecia.
Con este objeto, en cuanto supe de esta obra de Norwich me hice con ella, con la intención de tarde o temprano leerla. Y le llegó el momento. El libro no me ha decepcionado en ningún sentido: ni por contenido, ni por forma de contarlo, ni por rigor, ni tampoco por la permanente atención a las instituciones que gobernaban Venecia. He leído excelentes libros de historia que, sin embargo, apenas se refieren a las instituciones, con lo que no cubren la necesidad teórica planteada. Pero, como digo, no es el caso de la obra de Norwich.
La historia de Venecia, per se, es apasionante. Una ciudad-estado metida durante unos mil años en todos los lios europeos, y en muchos casos con la voz cantante. Por las páginas del libro transitan los longobardos, los turcos, papas corruptos y papas santos, los piratas croatas, los imperios germánicos, los reyes hungaros (y hasta algún polaco), los normandos, Génova, Florencia y Milan... pero sobre todo Francia, España y Bizancio. No sé si muchos conocerán que Venecia fue en algún momento de la historia la cabeza de facto del imperio bizantino. O que la península italiana solo quedó pacificada con la llegada del poderoso imperio español bajo el mando de Felipe II. De hecho, uno de los escasos aspectos que me resultan un poco sospechosos en la historia que cuenta Norwich es lo tarde que aparece algún reino de la península ibérica involcucrado en el destino de Venecia.
Norwich construye la historia tomando como marco los sucesivos mandatos de los Dogos, de la misma forma que Tito Livio en su Ad urbe condita la describe basándose en los mandatos de los consules. Es sistemático, pero a veces algo aburrido, porque no con todos los dogos suceden cosas de importancia, pero sin embargo este sistema obliga a citarlos a todos.
Pese a su foco esencialmente histórico, Norwich no pierde de vista la evolución urbanística y arquitectónica de la ciudad. Al fin y al cabo, según confiesa en el prólogo, fue la belleza de la ciudad la que le atrapó en esta narrativa. El estilo de Norwich, por lo demás, es fluido y atrapa al lector, que raramente se verá obligado a interrumpir la lectura por cansancio o aburrimiento. Me atrevería a decir que, pese a ser un libro largo, y no novelístico, se podría leer de una sentada. Por destacar un capítulo, me quedaría con el de la batalla de Lepanto, que describe magistralmente, aunque sin llegar al tono dramático que un Posteguillo habría conseguido insuflar para mayor goce del lector.
Y, por último, lo más importante: en cada momento relevante, Norwich se detiene en las instituciones políticas de la República, y nos cuenta cómo funcionaban y cómo evolucionaron, así como las causas de dichos cambios. Es más, dicho análisis es parte integral del trabajo realizado por Norwich, como lo prueba el extenso espacio que dedica en las conclusiones a relacionar la longevidad de Venecia con el funcionamiento de las instituciones, y a desmontar el mito de que era un estado policial por no ser democrático.
No es este el sitio para realizar un análisis en profundidad de las mismas (eso es algo que dejo a mi segunda tesis doctoral, jajajaja). Pero sí quiero dejar escritas algunas ideas al respecto:
- El Dogo casi siempre era una persona de mucha edad (70-80 años) y generalmente reconocido como con gran prestigio. Y aún así, apenas se le dejaba poder. Apasionante la descripción que se hace de su sistema de elección conforme avanza el tiempo.
- Cuando Venecia fracasaba en alguna empresa, una de las cosas que se revisaba era el sistema de checks & balances para ver si estaba funcionando bien. La cuestión no era tanto quién había cometido el error (todos nos podemos equivocar), sino si la decisión errónea había progresado sin obstáculos en las instituciones debido a ausencia de contrapesos.
- Los derechos reconocidos a los ciudadanos venecianos eran envidiados por los ciudadanos de otras repúblicas, como también sus gobernantes, hasta el punto de que muchas ciudades contrataban ciudadanos venecianos para su gobierno.
- Es especialmente interesante la figura del Consejo del Diez, investido de grandes poderes, pero con importantes contrapesos en su propia formación: imposibilidad de repetir mandato, imposibilidad de dos miembros de una misma familia, la forma de tomar decisiones, el requisito de ampliación en sus componentes para las decisiones más graves...
En resumen, un libro apasionante casi desde todos los puntos de vista, e imprescindible para los amantes de la historia de Europa, de la libertad y, por supuesto, de Venecia.
viernes, 9 de junio de 2017
La sala de profesores ("Das Lehrerzimmer"), de Markus Orths
Este es uno de esos libros que escojo aleatoriamente de mi biblioteca en alemán, para ver si hay suerte y hago algún descubrimiento. Luego he visto que estaba traducido al español, lo que revela un cierto grado de éxito en lugar aborigen de la obra.
Dos cosas me atraían a priori de él: que es muy breve, y que supuestamente es un relato sarcástico, en este caso de las aventuras de los profesores del instituto del pueblo alemán Goppinger. Se trata de un libro extraño (¿humor alemán? ¿no es una contradicción en los propios términos?), pero con un cierto atractivo, e innegables momentos de humor.
Una cosa que llama mucho la atención es la longitud de los párrafos. Kafka también utiliza párrafos super-largos. Pero, claro, lo suyo no es literatura de humor. Uno asocia ésta con párrafos cortos y ligeros (sin ir más lejos, Mieses Karma), pero nada de eso en este relato. Creo que algunos de los capítulos solo tienen uno de estos párrafos eternos.
Contrariamente a otros libros de humor sobre colegios, éste apenas se refiere a las relaciones de los alumnos con los profesores, que es donde suele estar la mina de anecdotas. Como el propio título indica, aquí solo hay relaciones entre profesores, y de estos con sus superiores y, en general, la burocracia educativa.
El libro comienza con toda una declaración de intenciones: el director del colegio recibe al autor con un discurso lleno de consejos, en él que le deja claro que toda la vida académica se construye sobre cuatro pilares: Angst (Miedo), Schein (Apariencia), Lüge (Mentira) y Jammer (Misería). Y eso se lo dice el director al novato. Hala, para evitar que nadie se haga ilusiones desde el principio.
Lo cierto es que el relato, sin ser desternillante, y encima tener un estilo ciertamente complicado, el autor consigue algunas imágenes ciertamente hilarantes, casi cercanas a Tom Sharpe. Por ejemplo, la escena del lío de las llaves que hay a poco de empezar, cuando hacen al recién llegado cambiar de aula con todo su grupo de alumnos, o las reflexiones sobre el profesor que tiene llegar antes que sus alumnos a la puerta del patio (para abrirla con la llave) pero tiene que salir el último del aula (para cerrarla).
Tampoco hay que perderse la descripción que da un formador de profesores sobre cómo dos compañeros triunfaron en su clase de inglés sobre el verbo to kill. O esa escena con los profesores afectados por la inspección del Ministerio, que un magistral Orths transforma con un par de toques en una situación post-apocalípctica.
Este librito es un relato curioso. Como es muy corto, creo que puedo recomendar su lectura, y asegurar al que la acometa que un par de veces se reirá.
Dos cosas me atraían a priori de él: que es muy breve, y que supuestamente es un relato sarcástico, en este caso de las aventuras de los profesores del instituto del pueblo alemán Goppinger. Se trata de un libro extraño (¿humor alemán? ¿no es una contradicción en los propios términos?), pero con un cierto atractivo, e innegables momentos de humor.
Una cosa que llama mucho la atención es la longitud de los párrafos. Kafka también utiliza párrafos super-largos. Pero, claro, lo suyo no es literatura de humor. Uno asocia ésta con párrafos cortos y ligeros (sin ir más lejos, Mieses Karma), pero nada de eso en este relato. Creo que algunos de los capítulos solo tienen uno de estos párrafos eternos.
Contrariamente a otros libros de humor sobre colegios, éste apenas se refiere a las relaciones de los alumnos con los profesores, que es donde suele estar la mina de anecdotas. Como el propio título indica, aquí solo hay relaciones entre profesores, y de estos con sus superiores y, en general, la burocracia educativa.
El libro comienza con toda una declaración de intenciones: el director del colegio recibe al autor con un discurso lleno de consejos, en él que le deja claro que toda la vida académica se construye sobre cuatro pilares: Angst (Miedo), Schein (Apariencia), Lüge (Mentira) y Jammer (Misería). Y eso se lo dice el director al novato. Hala, para evitar que nadie se haga ilusiones desde el principio.
Lo cierto es que el relato, sin ser desternillante, y encima tener un estilo ciertamente complicado, el autor consigue algunas imágenes ciertamente hilarantes, casi cercanas a Tom Sharpe. Por ejemplo, la escena del lío de las llaves que hay a poco de empezar, cuando hacen al recién llegado cambiar de aula con todo su grupo de alumnos, o las reflexiones sobre el profesor que tiene llegar antes que sus alumnos a la puerta del patio (para abrirla con la llave) pero tiene que salir el último del aula (para cerrarla).
Tampoco hay que perderse la descripción que da un formador de profesores sobre cómo dos compañeros triunfaron en su clase de inglés sobre el verbo to kill. O esa escena con los profesores afectados por la inspección del Ministerio, que un magistral Orths transforma con un par de toques en una situación post-apocalípctica.
Este librito es un relato curioso. Como es muy corto, creo que puedo recomendar su lectura, y asegurar al que la acometa que un par de veces se reirá.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)