martes, 22 de septiembre de 2020

La hipótesis de la felicidad ("The happiness hypothesis"), de Jonathan Haidt

 Este el tercer libro que leo del autor, aunque fue el primero que publicó en el ámbito divulgativo. Dado que en los otros dos aprendí muchísimo, era cuestión de tiempo que abordara éste, aunque su título me repelía algo, por recordar al de libros de autoayuda.

Como era de esperar, el libro no está a la altura de los otros dos. Se nota que era el primero que escribía, por un lado, y, por otro, no es tan sorprendente, pues muchos de los contenidos los he encontrado, más madurados, en los dos posteriores ("The righteous Mind" y "The cuddling of the American mind"). En todo caso, es una lectura amena y muy buena introducción a las ideas del autor.

El punto de partida es sugerente. Haidt ha recopilado un montón de máximas históricas de fuentes tanto orientales como occidentales, sobre como obtener la felicidad. Su propuesta es contrastarlas con los conocimientos que aporta la psicología moderna.

Y para introducirnos a la psicología, Haidt empieza explicando como el cerebro no es único, sino un conjunto de "cerebros" con sus propios procesos e inclinaciones, pero que al final solo dan un resultado. Lógicamente, nos lleva de esta forma a su satisfactoria metáfora del elefante y el jinete, cuya explicación no repetiré. Destaca asimismo la relativa madurez de los procesos automáticos, que llevan perfeccionándose evolutivamente mucho más tiempo que los controlados, esto es, los que usan la razón. De hecho, estos son exclusivos del ser humano y producto de una competición evolutiva intraespecie "to master the arts of social manipulation, relationship aggression, and reputation management, all of which require yet more brain power.", mecanismos todos ellos muy relacionados con la hipótesis de la felicidad.

Constatada la debilidad del jinete para guiar al elefante (en otras palabras, como el jinete no es más que otra herramienta del elefante: "So convenient a thing is it to be a reasonable creature, since it enables one to find or make a reason for every thing one has a mind to do."), Haidt propone tres formas de tratar de redirigir al elefante, algo que solo se puede hacer activamente y ejercitándose durante un periodo largo: La meditación, la terapia cognitica y, sorpresa (para mí), el Prozac.

Uno de los mecanismos que hemos desarrollado para conseguir nuestros propósitos es el de pensar que siempre tenemos razón (self-serving bias). Las evidencia empírica al respecto es apabullante. Cuando ese sesgo se eleva a nivel del grupo, aprovechando nuestra tendencia a agruparnos, se crea el mito del mal puro para dedicarlo a los rivales: "The myth of pure evil is the ultimate self-serving bias, the ultimate form of naive realism", citando un autor al que merecerá la pena leer, Baumeister.

Tras los prolegómenos más generales, Haidt aborda la hipótesis que da título al libro. De acuerdo a su interpretación de la literatura científica, hay tres componentes en la felicidad:

- S: nivel base, establecido genéticamente (los que usan la parte izquierda del frontal del cerebros tienen mejores mimbres para poder ser felices).

- C: condiciones de vida. A estas nos adaptamos, por lo que solo son fuente de felicidad durante un periodo más o menos corto. Esta adaptación explica porque se producen carreras para ver quién tiene más ("conspicuos consumation"), y es que el elefante quiere ganar en reputación porque es lo le hace sobrevivir, y no persigue la felicidad. A este proceso Haidt le llama "hedonic treadmill": somos como hamsters en nuestra rueda creyendo que estamos más cerca de la felicidad con cosas a las que nos adaptamos.

-V: actividades voluntarias en las que no se produce adaptación. Normalmente, referente a relaciones sociales, y también a la sensación de flow, cuyas claves son: "There’s a clear challenge that fully engages your attention; you have the skills to meet the challenge; and you get immediate feedback about how you are doing at each step (the progress principle)." Viendo C y V, puede concluir Haidt que "Activities connect us to others; objects often separate us".

Entre las relaciones sociales, Haidt dedica especial atención al amor, que nos lo explica psicológicamente como la combinación de dos sistemas evolucionario: el de attachment (de hijos respecto a padres, con el estudio clásico de los monos de Harlow) y el de caregiving (de padres respecto a hijos). Según Haidt, dichos sistemas son duales y coevolucionaron hacia el más complicado del amor. A su vez, este amor, para ser exitoso, tendrá que ser "passionate" (relacionado con el sexo, para asegurar la reproducción de la especie) y "companionate" (al largo plazo).

Haidt también propone un papel positivo a las experiencias traumáticas, toda vez que ofrecen una oportunidad única para cambiar al elefante. Nos explica que después de una experiencia traumática la gente puede constatar algunos beneficios: se descubren nuevas habilidades incrementándose la autoconfianza, se filtran relaciones, y se cambian las prioridades. Se constata que "disclosure" para combatir el trauma es bueno, siempre que se haga buscándole el sentido, buscando la sabiduría. Y, por último, nos dice en qué condiciones se ha de producir para que el beneficio sea máximo: "For adversity to be maximally beneficial, it should happen at the right time (young adulthood), to the right people (those with the social and psychological resources to rise to challenges and find benefits), and to the right degree (not so severe as to cause PTSD)."

El último capítulo lo dedica a la "elevation" y a temas más místicos, trademark del autor tras su visita a Bubahneswar. Este capítulo, aún siendo interesante, me ha parecido más flojito que los anteriores y más de opiniones que de hechos. Uno de los ejes por los que transcurre es el de coherencia entre las distintas capas de nuestra personalidad (fisiológica, psicológica y social), y como ello nos lleva sentido y propósito vital. El ejemplo que pone de un Brahman es ilustrativo, pero poco generalizable, me ha parecido. Muy interesante es también el estudio neurológico sobre el estado de "elevation": "At the very moment when people report achieving states of mystical union, these two areas appear to be cut off. Input from other parts of the brain is reduced, and overall activity in these orientation areas is reduced, too. But Newberg believes they are still trying to do their jobs: The area on the left tries to establish the body’s boundaries and doesn’t find them; the area on the right tries to establish the self’s location in space and doesn’t find it."

En resumen, buen libro de Haidt, aprovechable sobre todo si no has leído los dos posteriores, por lo que es más recomendable para recién llegados a este autor. Y como no he sabido poner esta reflexión en otro sitio, la dejo aquí al final: "the world we live in is not really one made of rocks, trees, and physical objects; it is a world of insults, opportunities, status symbols, betrayals, saints, and sinners. All of these are human creations which, though real in their own way, are not real in the way that rocks and trees are real."





 

martes, 15 de septiembre de 2020

Niños sabios ("Wise Children"), de Angela Carter

No tenía yo fichada a esta escritora y periodista británica, y sin embargo tiene cierto tufillo de escritora clásica de mediados del XX. Vamos, que por mucho que creamos haber leído, siempre hay autores conocidos que se nos escapan. En el caso de la señora Carter, esta novela que he leído es, al parecer, su obra cumbre, algo de lo que me informa la prologuista de esta edición, tras haberme contado que se trata de una escritora feminista y socialista, además comprometida.

Por suerte, no tengo prejuicios si la literatura es buena, y eso solo lo sé si leo las novelas propuestas, por lo que raramente me arredran estos calificativos, a menos que se trate de libros con pretensión científica. Por otro lado, tampoco creo que haber sido un pecado ser feminista y socialista a mediados del siglo XX, con el conocimiento y situación que se tenía entonces. Quiero pensar que en la actualidad doña Ángela no vería motivos para el feminismo, y habría desechado el socialismo como solución de convivencia.

Pero vayamos con la novela, que destaca sobre todo por su originalidad. Es una historia familiar, pero de una familia extremadamente singular: "Grandma invented this family. She put it together out of whatever came to hand – a stray pair of orphaned babes, a ragamuffin in a flat cap." Una parte de la singularidad proviene de que no conviven por consanguinidad (ie, padres con hijos), y de hecho hay constantes dudas sobre la filiación de muchos de los personajes ("‘I thought I’d ask,’ I said, ‘seeing as how you’re everybody else’s.’, tras preguntar la narradora a otro personaje si es su padre)

Otra componente de la singularidad es el gran número de gemelos/as que la conforman, empezando por las hermanas Dora y Nora Chance, la primera de las cuales es la narradora. El tercer punto singular es que todos están más o menos relacionados con el mundo de la farándula, y específicamente con el teatro de Shakespeare. Por ejemplo, tenemos a los hermanos "Gareth and Tristram, the priest and the game-show presenter. Not so different, really, I suppose. Both of them in show business. Both, in their different ways, carrying on the great tradition of the Hazard family – the willing suspension of disbelief."

Como digo, la historia familiar nos la cuenta Dora Chance desde sus 75 años. El estilo narrativo es muy original también, como una especia de cotilleo continúo (escribe una mujer), aunque un cotilleo de alto nivel, pues el vocabulario que usa es muy rico (desde Lolita no encontraba una novela con tanta palabra nueva) y las ideas se expresan con sutileza. Por ejemplo, refiriéndose a la belleza de la que llaman Grandma, "Lewis Carroll saw her, sent her an inscribed copy of Alice, invited her to tea and got her to slip her frock off after the crumpets, whereupon he snapped her in the altogether but she drew the line at imitating the action depicted upon certain other Greek vases". Esta teoría sobre el origen de la guerra también es muy marujil (no lo digo peyorativamene, sino a efectos de ilustrar el estilo de Carter: dice que los varones conforme envejecen, se ven superados por los jóvenes y para evitar la derrota, les mandan a la guerra:"They daren’t be seen to do it themselves, that would give the game away, the mothers wouldn’t stand for it, so all the men all over the world get together and make a deal: you kill off our boys and we’ll kill off yours."

Parte de la gracia de la novela es enterarse de las relaciones entre los diversos personajes y cómo llegaron a la situación actual, y esto es lo que nos cuenta Dora en las tres primeras partes del libro.  Por ejemplo, Imogen y Saskia son también gemelas, unos 10 años menores que Nora y Dora, y claramente sus principales "enemigas" (de Saskia nos dice que "was well in control of the situation being, unique amongst mammals, a cold-blooded cow"). El padre legal de Imogen y Saskia es Melchior Hazard, y la madre Lady A.(a la que llaman cariñosamente The Wheelchair); Melchior es también el padre de Nora y Dora, aunque no legal; Perry, uno de los grandes héroes de la novela, es hermano gemelo de Melchior y principal responsable de la educación de Nora y Dora (quienes le llaman "sugar daddy"); la madre de Nora y Dora es aparentemente desconocida. Bueno, pues llegado el momento (atención, spoiler), nos enteramos de que es Perry el padre real de Imogen y Saskia, aunque quien las educó, pensando ser el padre, fue Melchior. En fin, un juego de simetrías y espejos que podría parecer complicado, pero que se disfruta gracias al talento narrativo de Carter.

Si bien durante estas tres primeras partes hay escenas excelentes, como por ejemplo el viaje en tren a través de los EEUU, o el rescate tras el incendio de la mansión de Melchior, el gran momento de la novela es la cuarta parte, a la que todo lo anterior va encaminado para situarnos en un Gran Final en toda regla, digno del constantemente citado Shakespeare. La disculpa la pondrá el centésimo cumpleaños de Melchior, al que invita a toda su familia, por lo que aparecen en ella todos los personajes con los que nos hemos ido familiarizando a lo largo de los anteriores capítulos. Por otro lado, es únicamente aquí cuando la narradora se centra en las relaciones con su hermana Dora, proporcionándonos magníficos diálogos entre ambas sobre su vida, la vejez, la familia y tantas otras cosas, mientras se preparan cual adolescentes para la fiesta. "But, oh yes, tomorrow does come all right, and when it comes it lasts a bloody long time, I can tell you. But if you’ve put your past on celluloid, it keeps. You’ve stored it away, like jam, for winter."

He disfrutado irregularmente leyendo esta novela. Me ha gustado mucho el principio, y más el final, y por el medio he tenido sensación de bola. Carter es chispeante en su estilo, pero no acaba de arrancarme la carcajada, y rara vez soy capaz de darme cuenta que toca sonreir: "He was a man with a great future behind him, already.", "We watch so many old movies our memories come in monochrome." o hazlo "before her father finds out you wouldn’t do the right thing or your days of close-ups are numbered.. En todo caso, hay algo que me atrae en esta novela y en su autora, y tengo curiosidad por leer más cosas de ella, cosa que seguramente haga a no mucho tardar.
Cierro con una de las reflexiones que hace Nora al final cuando está oyendo a Lady A. declarar la verdadera filiación de sus hijas Imogen y Saskia: "Having made the distinction between ‘blood’and the actual procreative juice, what would she call the latter? ‘Jism’? ‘Come’? (Or do you spell it ‘cum’, I’m never sure.) Sperm and semen seemed altogether too technical for her rhetorical mode. I was glad she’d settled on the tasteful compromise of ‘seed’"

 

martes, 8 de septiembre de 2020

Vestidos de piedra ("Vêtus de pierre"), de Olga Forche

Sigo con literatura rusa. En esta ocasión, una escritora bastante desconocida de principios del XX, con la sospecha de que su desaparición se debe a que debió resultar inoportuna en algún momento a los mandatarios soviéticos, pues, según parece, fue uno de los grandes puntales de la literatura soviética. Aunque también podría ser esa la razón por la que ha pasado al olvido, cosa que me resultaría más extraña, pues la izquierda es fantástica creando ídolos.

Esta novela es ciertamente interesante, y se disfruta con su lectura, con independencia de cual fuera la filiación de doña Olga. La historia es narrada por uno de los protagonistas, Serguéi Roussanine, quien la está escribiendo en torno a 1920, en los últimos días de su vida, en que sobrevive mendigando por las avenidas de San Petersburgo tras el triunfo de la revolución. La historia se refiere a un amigo de su juventud, Mikhaïl Beidéman, revolucionario en tiempos del zar. El tercer elemento del triángulo es Vera Lagoutine, noble vecina de Serguei y co-revolucionaría con Mikhail.

El primer punto interesante es que nos describe el San Petersburgo post-revolucionario, desde la perspectiva de un antiguo militar muy venido a menos. Él pide "pour l’amour de Dieu (je n’emploie jamais la formule actuelle : « secourez un camarade en chômage»" ("por el amor de Dios (no empleo jamás la fórmala actual: socorred a un camarada en paro"). El panorama es bastante desolador, pese a la reciente aplicación de la NEP de Lenin. Y aunque Forche nos cuenta los fastos de una celebración del 1 de Mayo, lo que nos queda es a crisis, lo difícil que es hacerse con papel para escribir, que lleva a Serguei a esta declaración magistral: "Mais l’abus des digressions est ruineux pour mon écrit."

El segundo punto relevante de esta novela es la forma en que el narrador se inmiscuye completamente en el relato de los hechos supuestamente principales. Es por ello que conocemos el San Petersburgo revolucionario, y es por ello que teme que las disgresiones le impidan terminar su relato. Aquí un ejemplo: "Le lecteur s’étonne peut-être qu’en évoquant un instant décisif de ma vie, comme le début de ce chapitre le lui a laissé entendre, je puisse me complaire à détailler des conversations futiles. Et l’on en vient à se demander si j’ai vraiment retenu tout cela ou si je profite de l’occasion pour satisfaire mon penchant tardif d’écrivain en reconstituant de toutes pièces une soirée mondaine ?

El problema es que, a partir de la segunda parte, parece que Serguei empieza a volverse loco, lo que se traduce en una narración bastante más difícil de seguir. También hay aquí algún pasaje magistral, como la surrealista aparición del dios de las cabras en su visita a Crimea. Pero, llegado el momento en que dice que se ha tragado un tambor, nos damos cuenta, tanto el lector como el narrador, que la demencia se está apropiando de sus facultades, y de ahí la creciente dificultad de la lectura. Es cierto que es una circunstancia muy original, pero no parece que acabe de funcionar bien, y al final me resulta bastante peor la segunda que la primera parte.

Y el tercer punto de interés es, por supuesto, el propio relato principal, en que se nos cuenta la historia de un cadete militar revolucionario en tiempos del zar Alejandro II, y como termina en prisión por las sucesivas traiciones (hasta cuatro, nos cuenta el propio Serguei) del narrador. Dicha historia nos lleva a la corte con nobles rusos, nos pone en contacto con el mismísimo Dostoievsky, que queda impresionado por el espíritu del joven Mikhail,y nos lleva muchas a veces a la fortaleza de San Pedro y San Pablo donde languidece hasta la locura Mikhail tras las traiciones de su amigo. El título, de hecho, corresponde a un rótulo que lee Serguei en los muros de la misma (en español diríamos que los muros se han revestido de piedra) diciendo que el revestimiento lo hizo un zar. La cuestión es que desde ese momento utiliza el mismo término para referirse a los prisioneros en la misma.

Forche escribe muy bien, sobre todo es estupenda la primera parte de la novela. Un par de frases, para no perder la costumbre. Esta deliciosamente irónica: "Il n’avait pas l’ombre de cette amabilité prodigue, par laquelle une personne qui ne vous a rendu aucun service, sait mériter à jamais votre reconnaissance. 

Y esta de gran lirismo: "Cette matinée fut comme une tendre fleur de pommier que les Parques sans pitié auraient incluse par mégarde dans la trame sanglante de nos trois existences."

Cierro con una cuestión sobre el destino, que Forche escribe en los últimos momentos de la novela: 
"Quelles sont ces forces psychiques mystérieuses, qui vous protègent et qui, à la vue de telle ou telle personne, vous remplissent d’angoisse, comme si vous pressentiez la fatale intersection de son destin avec le vôtre ?
 
Me ha resultado una lectura interesante y amena. Seguramente lea en el futuro algo más de Forche (esa de Palacio y Prisión tiene muy buena pinta), y por eso creo que se puede recomendar, aunque me temo que no está traducida al español.

 

viernes, 4 de septiembre de 2020

Ana Karenina, de Leon Tolstoi

No hacen falta demasiadas presentaciones de Leon Tolstoi, el mejor escritor de todas las Rusias. Esta novela, una de sus dos grandes, la leí en mi juventud, pero confieso que no recordaba prácticamente nada. Era cuestión de tiempo que abordara su relectura, tras haber leído hace ya unos añitos su otra gran novela, la magnífica Guerra y Paz, que para mí está entre las mejores de la historia, junto con Los Miserables, El Quijote o El señor de los Anillos.

 Lo que me he encontrado era lo esperado, una estupenda novela, pero al tiempo sorprendente. En efecto, Ana Karenina carece de la dimensión épica que tiene Guerra y Paz, que quizá fue lo que más me atrajo. Por el contrario, su dimensión es eminentemente íntima: se pasa de la descripción detallada de batallas y ejércitos, a la pormenorizada de sentimientos y pensamientos de los personajes. Y Tolstoi también triunfa en este embate, como corresponde con su merecido reconocimiento universal. Eso sí, se trata de una novela larga, por muy intimista que sea, aunque no llega a la extensión de la otra.

Dos son los protagonistas principales: Ana Karenina, bellísima mujer que se separa de su marido e hijo para vivir la pasión con su amante; y Constantin Levin, terrateniente acosado por dudas existenciales y de gestión empresarial. Ambos tienen su contraparte, Vronsky, el amante de la Karenina, y Kitty, la amada y finalmente esposa de Levin. Y, junto a ellos, una plétora de personajes de desigual importancia, pero a los que todos da Tolstoi su rasgo distintivo y su fino análisis psicológico cuando es necesario. Es un gran mérito de Tolstoi la facilidad con que introduce nuevos personajes en la novela, y cómo les sitúa en la estructura de relaciones de la misma, sin que el lector se pierda en ningún momento. De entre todos ellos, resultará difícil que alguno concite más simpatías que el gran Oblonsky, marido de Dolly (por tanto, cuñado de Kitty), hermano de Ana y, en general, caradura. Con él se abrirá la novela.

Como digo, lo más destacado de la narración es la disección psicológica que hace Tolstoi de la reacción de los personajes. Hay momentos magistrales, como cuando se mete en la cabeza de Karenin, el marido de Ana, para tratar de explicarnos sus celos y las causas de su actuación y reacción ante lo ocurrido con su mujer, simbolizado en la puerta cerrada de la habitación de Ana. Los sentimientos de culpabilidad de Ana respecto a su marido y a su hijo están presentes en toda la novela, aunque de forma muy diversa y contradictoria: "acusándolo de todo lo que de malo podía encontrar en él, no perdonándole nada por aquella terrible bajeza de que ella era culpable ante su marido." También nos acompañarán en el momento del perdón, transitorio, de Karenin, y, sobre todo, en los últimos momentos de la vida de Ana, donde su desesperación hace verdaderas olas sentimentales entre el amor y el odio. Es un final que me recuerda al de Miau, de Pérez Galdós, en que Ramón Villaamil llega a pensar que ni el suicidio le va a salir bien.

La causa de los males de Ana es Vronsky, noble de alta alcurnia y amante de la vida fácil, que se mete en un buen lío por gozar del amor de Karenina. "Llevar un paquete en la mano y hacer algo a la vez no es posible, pero sí lo es si te lo echas a la espalda. El matrimonio es así.", le dice un amigo para explicarle cómo proceder si quiere mantener su ritmo de vida. Parte de este ritmo lo constituye la cría de caballos de competición, lo que dará a Tolstoi disculpa para una escena costumbrista asistiendo a las carreras en el hipódromo de San Petersburgo. De Vronsky nos dice Tolstoi que "Sus reglas definían claramente que debía pagar a los fulleros y no al sastre; que no debía mentir a los hombres, aunque sí podía mentir a las mujeres; que no era lícito engañar a nadie, mas sí a los maridos; que era imposible perdonar las ofensas y que estaba permitido ofender", reglas trastocadas completamente por el amor a Karenina. Claro, que su amiguete Yachvin era aún peor "jugador y libertino, de quien no podía decirse que fuera un hombre sin principios, porque profesaba principios francamente inmorales", donde brilla uno de los escasos rasgos de ironía de Tolstoi. En Vronsky vemos la tensión entre amor y vida conyugal, entre imaginación y realidad, genialmente resumida por don Leon: "¡Eterna equivocación del hombre que espera la felicidad del cumplimiento de sus anhelos!"

Frente al dúo Ana-Vronsky, se alza el de Levin-Kitty, aunque con clara asimetría en el interés de los personajes, al menos para mí, ya que, si bien Levin me parece el personaje más interesante de la novela, Kitty ofrece pocos rasgos de interés, una vez superada la tensión inicial de su amor por Vronsky (gracias a la Karenina, claro). En cambio Levin ofrece dos facetas a cual más interesante, que convergen al final de la novela, literalmente en su último capítulo y párrafo.

 Por un lado, tenemos la inquietud existencialista de Levin: cuál es el sentido de la vida, qué hacer para ser feliz, cuál es su papel en la sociedad. "Acaso soy feliz porque me contento con lo que tengo y no me aflijo por lo que me falta —dijo Levin pensando en Kitty." quizá con remordimiento porque sus actividades rurales le tienen constantemente entretenido y ocupado. Por otro lado, está su preocupación por cómo mejorar el interés común, por ejemplo, con el desdeño inicial por el Zemtsvo. Levin da excusa a Tolstoi para mostrar sus conocimientos sobre las tendencias económicas, sociales y políticas del momento, incluyendo disquisiciones sobre el comunismo, el trabajo en el campo, el uso de nuevas técnicas frente a las tradicionales o el papel del empresario. Miren esta opinión: "El señor no hace nada; el campesino trabaja, justo es que despoje al ocioso. Esto está en el orden natural de las cosas, y a mí me parece muy bien; me satisface incluso. Pero me indigna que la nobleza se arruine por candidez."

De sus lecturas económicas, Levin no sabe muy bien a qué atenerse, quizá como el propio Tolstoi en ese momento:  "La economía política decía que las leyes que regían y determinaban la riqueza europea eran leyes generales a indudables, mientras la escuela socialista afirmaba que el desarrollo según aquellas leyes conduce a la ruina."
 
Todas sus inquietudes se verán respondidas en los últimos compases de la novela, donde constata la eficacía de sus acciones para su comunidad ahora que únicamente se preocupa por Kitty, sus hijos y su propiedad. Al haber abandonado el interés común como guía de sus acciones, paradójicamente le va mejor, no solo a él, sino a los que trataba de ayudar. Un economista habrá identificado en este pasaje a la mano invisible de Adam Smith y más en general la eficiencia económica de las relaciones libres.
 
Pero el momento estelar, el que pone fin a la crisis existencialista de Levin y, como dije, casi al libro es este:  "«¿Dónde lo he recogido? ¿He llegado por el razonamiento a la conclusión de que hay que amar al prójimo y no causarle daño? Me lo dijeron en mi infancia y lo creí, feliz al confirmarme los demás lo que yo sentía en mi alma. ¿Y quién me lo descubrió? No lo descubrió la razón. La razón ha descubierto la lucha por la vida y la necesidad de aplastar a cuantos me estorban la satisfacción de mis necesidades. «Tal es la deducción de la razón. La razón no ha descubierto que se amase al prójimo, porque eso no es razonable.»"
 
O, en términos hayekianos, Levin y Tolstoi descubren que la única forma de conseguir el bien general es con la "rule of law" (ley del Bien para Levin). Y que, además, esta rule of law no se puede construir con la razón (con lo que destruye a Rousseau y, en general, a los positivistas), no procede de la razón, si no de algún otro sitio, la costumbre o la religión, no acaba Tolstoi de tenerlo claro. En términos jocosos, podríamos decir que Levin termina haciéndose "austriaco".

Sería absurdo que yo recomendase esta novela, una de las clásicas de todos los tiempos, o sea, que se lleva recomendando desde hace más de un siglo. Así que no lo haré... otra vez. Me gustaría decir que seguiré leyendo a Tolstoi, pero creo que lo tengo bastante agotado. Así que leanlo ustedes también, y disfruten, que no les de miedo la anchura del mamotreto, que se pasa volando.