jueves, 21 de octubre de 2021

La violación de Nanking ("The rape of Nanking"), de Iris Chang

Nanking era la capital de China con anterioridad a la segunda Guerra Mundial y fue testigo de una masacre con pocos precedentes en aquel momento. Estamos hablando de unos 400.000 chinos muertos a manos de japoneses, para empezar a hablar, más cientos de miles de violaciones y torturas. Sin embargo, es un acontecimiento relativamente poco conocido, si lo comparamos con otras fechorías de la época, especialmente las perpetradas por los Nazis. Precisamente si en la actualidad se conoce esta historia tiene mucho que ver con el esfuerzo realizado por esta autora, que conoció la calamidad gracias a sus padres, aunque no de primera mano.

De hecho, para valorar adecuadamente el libro hay que tener en cuenta esto último. La sensación al leerlo es de que está poco elaborado, que es sorprendentemente corto. Pero lo que pasa es que prácticamente cada frase que escribe Chang está documentada y tiene su fuente, algo a lo que dedica un tercio del libro. O sea, el mérito de Chang es pone juntas muchas cosas que debían de estar separadas y así uno se hace una verdadera idea de todo lo que sucedió.

Lo primero que trata de explicar la autora es cómo pudieron llegar los japoneses a cometer actos de tal brutalidad. Para ello, nos hace una somera historia de Japón, muy interesante, que tiene una inflexión fundamental en el siglo XIX, cuando se rompe su aislamiento con la humillación que ello supone, y cómo desde aquí rebota para convertirse en una gran potencia apoyándose en su papel de proveedor en la Primera Guerra Mundial.

En todo caso, las razones micro de tal brutalidad quedan resumidas así: "the modern Japanese army had great potential for brutality from the moment of its creation for two reasons: the arbitrary and cruel treatment that the military inflicted on its own officers and soldiers, and the hierarchical nature of Japanese society, in which status was dictated by proximity to the emperor."

Me gusta bastante el análisis que cita Chang sobre las causas que llevaron a Japón a convertirse en país invasor: "There are only three ways left to Japan to escape from the pressures of surplus population . . . emigration, advance into world markets, and expansion of territory. The first door, emigration, has been barred to us by the anti-Japanese immigration policies of other countries. The second door . . . is being pushed shut by tariff barriers and the abrogation of commercial treaties. What should Japan do when two of the three doors have been closed against her?" Es una nueva versión de Mises y de su "si no pasa el pan, pasarán los tanques".

El caso es que tenemos a un Japón convertido en superpotencia regional y un ejército entrenado a lo antigua usanza, que considera a los chinos como verdaderos cerdos. A ello se une la negligencia del mando chino, bien descrita por Chang, y, tras 4 días de asedio, tenemos a los japoneses haciendo lo que quieren con los pobres ciudadanos de Nanking. Y la verdad es que la descripción de las cosas que hicieron es sencillamente brutal. Pero como no soy morboso, no recogeré nada de esto. Recuérdese, eso sí, que cada cosa que dice Chang está perfectamente documentada, esto es, que de verdad ocurrieron las cosas.

El principal contrapeso resultó ser la zona neutra internacional, promovida por un grupo de extranjeros residentes en Nanking, principalmente alemanes y estadounidenses. Chang describe con cierto detalle el comportamiento heroico de estas personas, centrándose en tres de ellos. El más conspicuo es sin duda el Nazi bueno, Rabe, quien acudió al mismísimo Hitler para denunciar las fechorías japonesas y además consiguió, según parece, que los bombardeos japoneses no alcanzaran la zona neutral.

Otro contrapeso fueron los periodistas, que dieron a conocer al mundo lo que estaba ocurriendo, incluido a Japón. Y Chang denuncia cómo los esfuerzos del gobierno japonés se dedicaron más bien a tapar lo que estaba ocurriendo, que a tratar de disciplinar a sus ejército. En la línea, lo más llamativo es cómo las quejas de los administradores de la zona neutral eran atendidas educadamente por la embajada japonesa, al tiempo que reconocían su incapacidad para influir en lo que hacían los soldados. Y es que, opina Chang, "Japan’s behavior during World War II was less a product of dangerous people than of a dangerous government".

Sin embargo, la amargura alcanza su punto cenital en los capítulos finales, cuando Chang denuncia y constata que Japón se fue de rositas. Allí donde los alemanes tuvieron que hacer frente a graves responsabilidades por lo realizado, los japoneses casi ni reconocen la matanza, mucho menos han compensado a los numerosos perjudicados. Es muy ilustrativa la polémica sobre su inclusión en los libros de historia de texto que estudian los chavales japoneses. 

Lo que sí hay que reprocharle a Iris Chang, y la razón por la que no me ha caído nada simpática, es que no se haya documentado también (y tan bien) sobre las victimas de la Santa Inquisición. Parece mentira que una persona que, según su marido, ha investigado "the Armenian Genocide, the rise of the Nazis and their persecution of the Jews, multiple World War II atrocities, the Chinese Civil War, the Great Leap Forward, and the Cultural Revolution.", ponga en la misma categoría lo ocurrido en Nanking o las matanzas del Gran Tamerlán, con  lo que hicieron, cito textualmente, "the Christian armies during the Spanish Inquisition". Y no lo haga una vez, si no dos. No tuvo tiempo en su corta vida la señora Chang de documentarse sobre este episodio, y se quedó en el consumo de leyenda negra tan habitual en las universidades americanas. Pero es que estamos hablando de varios órdenes de magnitud de diferencia en víctimas, sin contar que la Inquisición no iba violando señoras ni haciendo prácticas de bayoneta con los no creyentes. Vamos, que me ha parecido una comparación vergonzosa e impropia.

Por lo demás, el estilo de la autora es extremadamente sobrio, como corresponde a un libro casi documental, aunque ello no dificulta su lectura. Destila un cierto tufo izquierdista (los grupos japoneses que tratan de ocultar o justificar la masacre son calificados sistemáticamente como de "right wing") que puede incomodar al lector, pero en todo caso los acontecimientos descritos no admiten partidismo y son contados con gran objetividad.

Yo creo que este libro conviene leerlo por varias razones. La principal es, por supuesto, conocer la magnitud de la masacre. Adicionalmente, se aprende un poco de la historia de Japón, Y, por último, permite conocer algunos grandes héroes a los que no se les ha hecho película, y confirmar que los estereotipos son muchas veces malos consejeros, y que se puede ser Nazi y buena gente. Por increible que parezca a los desalmados comunistas, que de estos no hubo ninguno salvando gente en Nanking.

lunes, 18 de octubre de 2021

Los vencejos, de Fernando Aramburu

Fue Patria la novela que puso a Aramburu en mi radar. Aunque me da algo de pereza que sea con efectos retroactivos (esto es, leer la obra previa de este autor), sí voy a estar atento a la producción nueva, empezando por "Los vencejos", la primera novela tras Patria. Y su lectura no ha hecho más que ratificarme en esta decisión.

"Los vencejos" no tiene nada que ver con Patria, salvo en ese estilo narrativo que utiliza, que yo llamaría desordenado. En vez de contarte los sucesos de una forma lineal, Aramburu opta por ir dando trazos de los mismos en espiral, por así decirlo. Te cuenta un poco aquí y un poco allá, pero con el suficiente talento como para que al final te quede un paisaje coherente de lo sucedido.

En esta ocasión, el planteamiento es el siguiente: el narrador ha decidido suicidarse justo un año después del comienzo del libro, y ésta consiste en las anotaciones diarias que el narrador se compromete a hacer hasta llegado ese momento. Así, todo comienza el 1 de agosto y terminará el 31 de julio del siguiente año. Las anotaciones consistirán típicamente en recuerdos de su vida familiar y conyugal, aunque poco a poco se irán deslizando hacia el presente y a lo que le ocurre cada día, que cobran peso conforme avanza el libro. Junto a ellas hay, de vez en cuando, alguna reflexión general o sobre acontecimientos del momento, muchas de ellas con bastante miga.

Y la verdad es que la narración es la de un tipo normal y corriente, quizá con peor suerte de lo normal en sus relaciones personales. Cree odiar y ser odiado por prácticamente todas las personas con las que ha tenido relación, quizá con la excepción de su madre: su padre, su hermano Raúl, su ex-mujer y su hijo ("De hecho, ya en mi infancia quería ser de mayor padre para pegarles a mis hijos."). Solo tiene un amigo, al que llama Patachula en la narración, además de un perro y de una muñeca hinchable, Tina. Por ello, la novela discurre mucho tiempo, sobre todo al principio, por territorios oscuros y pesimistas, recordando en cierta forma a otra que leí recientemente, The appointment, de Katharina Volckmer. Una frase que refleja el existencialismo a que me refiero: "En esto consiste la madurez, en resignarse a hacer un día y otro y otro, hasta la jubilación e incluso más allá, lo que a uno no le apetece. Por conveniencia, por necesidad, por diplomacia, pero sobre todo por una cobardía que se va convirtiendo en hábito."

Las reflexiones son, aunque bien escritas, las que cabe esperar de una persona normal y corriente, e imagino que muchos lectores se identificarán con algunas o incluso muchos de ellas. Y ello hace que surja el interrogante de hasta qué punto esta es una novela con mucha carga autobiográfica, con las implicaciones que se desprenden, por ejemplo, de la minuciosa descripción que hace de su relación con Tina.

El talento narrativo de Aramburu se puede apreciar muy bien en lo poco que necesita para introducir buenas dosis de suspense en su narración, aunque sea a base de acontecimientos domésticos. Así, tenemos las misteriosas notas anónimas recibidas por el protagonista, que ha atesorado durante años, y a las que va dando salida en los momentos adecuados. Aramburu consigue perfectamente que el lector comparta la incertidumbre del narrador, y desee también saber quién las escribe. Otro "misterio" tiene que ver con una mamá estupenda llamada Diana Martín.

De las reflexiones sobre política hay algunas que merecen la pena. Esta, por divertida: "Yo milito desde hace largos años en el PPES, en el Partido de los que Prefieren Estar Solos, donde no desempeño cargo alguno. Lo integra un solo militante, yo, y ni siquiera soy el jefe. Todo el programa de mi partido se reduce a un lema: Dejadme en paz." Y esta otra, por su rabiosa actualidad: "Ahora los gobernantes se meten a regular con propósito restrictivo nuestros sentimientos como quien dicta las normas del tráfico. Da un poco de asco esta época."; de hecho, se están metiendo ahora mismo a regular lo que tenemos que pensar sobre la Guerra Civil y la Segunda República.

Sobre las religiones, esta descarnada: "No hay mayor fraude ético que la negación de la muerte. Me reafirmo en el convencimiento de que la ilusión de inmortalidad está en la base de las peores tragedias colectivas. Vivir en función de una Idea, qué horror, aunque sea un horror susceptible de aportar consuelo. Sacrificar congéneres para que prospere una Idea y perpetuarse en ella, qué asco." También esta: "¿Y para qué me ha servido ser infeliz? Para nada. «No creo que exista superioridad mental alguna en el hecho de ser desgraciado.»" o esta: "No siento obligación ninguna de ser feliz. Le tengo alergia al concepto de utopía. Lo mismo digo de las tierras prometidas, los paraísos sociales y la paleta habitual de engañifas a menudo preconizadas por famosos intelectuales."

Hay mucho escrito sobre las relaciones entre hombres y mujeres, y no precisamente desde un punto de vista positivo, ya que la mayor parte de las reflexiones tienen su origen en la relación con su ex. Así: "Me figuro de pronto que esta escena es uno de tantos lances de la guerra inmemorial entre hombres y mujeres, librada en una sucesión infinita de batallas a dos en todo el mundo; guerra, con resultado incierto, que durará lo que dure la especie."

Con la siguiente imagino que se identificaran todos los varones que alguna vez hayan tenido que discutir con su señora, o sea, todos: "Son silencios de varón que calla para no empeorar las cosas, para no perder el dominio sobre sus impulsos, para no abrir nuevos cauces a la discusión, para no dejar residuos dialécticos que pudieran acarrearle complicaciones y desventajas en peleas futuras, para acabar cuanto antes con el espectáculo bochornoso que acaso se esté escuchando al otro lado de techos y paredes, para evitar que la discordia comporte restricciones sexuales y porque la parla veloz de ella no le permite meter baza en la conversación y porque él ya no recuerda bien cómo empezó la zaragata ni por qué."

Lógicamente, su visión del amor no es la más positiva: "Ese estimulante de las glándulas sudoríparas que en lenguaje popular se denomina amor y que sirve, entre otras cosas, para ensamblar individuos y a continuación amargarles la existencia, a mí hoy día me produce alergia. Más aún, pánico. Te sale de pronto un amor como te sale un carcinoma."

En suma, un libro entretenido, sin llegar a apasionante, agradable de leer, con muchas reflexiones que compartir o sobre las que discrepar. A mí me parece que se puede recomendar.



sábado, 16 de octubre de 2021

A nadie le interesan tus anuncios, de Iván Fanego

Pequeño ensayo relacionado con el futuro de la publicidad, cuya lectura se le exige en una de sus asignatura a mi hija y que, como pasaba por allí y el libro es corto, he aprovechado para leer, pensando que algo podría aprender.

Hombre, y algo siempre se aprende, pero hay muy poco que me haya sorprendido en estas páginas, lo que es algo de demérito en un tipo que lleva más de 15 años trabajando en el tema, frente a un servidor que le ha dedicado poco más que pensamientos y un trabajo en la suficiencia del doctorado.

Primera idea fuerte con la que me he quedado: la publicidad no va a desaparecer (claro, cómo íbamos si no a enterarnos de lo que venden las empresas). La que tiene sus días contados es la que el autor llama "publicidad de interrupción", o sea, la que se inmiscuye inmisericordemente en nuestro consumo de contenidos, o sea, los anuncios de toda la vida.

Y ello nos lo ilustra viajando a los orígenes de Internet y cómo se pensaba entonces ya que los días de la publicidad estaban contados, puesto que se acababa la época dorada en que el entorno tenía "dos características únicas: 1) la audiencia estaba concentrada y era relativamente cautiva, y 2) informarse seguía teniendo un coste que hacía que la persona media fuera más “inocente”." Ambas cosas se reventaron con Internet. Por cierto, permitidme ser malo. Confiesa el señor Fanego que "Cuando mi madre me compró a plazos el primer ordenador con conexión a Internet, a mediados de los 90, quedé fascinado: por primera vez podía leer lo que quería, sin interrupciones ni intermediaros." ¿Cabe deducir que no había cogido un libro en su vida? Bueno, eso explicaría la baja calidad de su escritura.

Pero, da igual, yo no estaba leyendo estas páginas para disfrutar de capacidad literaria, sino para informarme sobre el futuro de la publicidad, así que sigo.

En el nuevo entorno de Internet, "Interrumpir en medios masivos se había vuelto cada vez menos rentable. La única forma de destacar entre el ruido es… Hacer más ruido. Ocupar nuevos espacios y ser más llamativo." Pero eso haría que la interrupción fuera cada vez menos rentable para el anunciante. Se debería evolucionar a un esquema en que, de alguna forma, se cuenta con el permiso o la complicidad del cliente (marketing de permiso, como lo llamo uno de los autores referencia de Fanego), donde la interrupción "sólo tendría sentido como una primera llamada de atención, y sólo sería rentable con un plan de desarrollo detrás." En suma, se auguraba "un futuro dominado por la conversación, la autenticidad y las relaciones personales."

Sin embargo, constata Fanego, 20 años después de aquello, nada de eso ha tenido éxito, y lo que ha pasado es que Internet ha tendido a concentrarse en grandes empresas, y más en concreto, en el ámbito publicitario, en Google y Facebook. O sea, se mantiene el modelo de publicidad por interrupción, pero ahora en otros formatos. Lo que pasa es que lo hace en medio de una "crisis de atención" en que la inflación de contenidos es tan brutal que, por ejemplo "Según un estudio de Facebook, los usuarios dedican una media de 1,7 segundos a una pieza concreta de contenido cuando interactúan con el móvil." Y si esto es lo que dedican a contenidos que supuestamente les interesan, ¿qué atención pueden dedicar a la publicidad? 

No es de extrañar que se esté incrementando exponencialmente el uso de bloqueadores de anuncios y la migración de clientes a plataformas de pago, lo que junto al fraude de la publicidad on-line (los bots clicadores). hacen que la publicidad por interrupción en este mundo esté también disminuyendo su rentabilidad e incluso llamada a desaparecer. Como dice Fanego: "Sólo habrá dos tipos de personas viendo anuncios: Los que no sepan cómo librarse de ellos. Los que no puedan pagar plataformas premium." Y los bots, claro.

El problema de la crisis de la publicidad no es solo de las agencias publicitarias, claro. Si no hay dónde o cómo hacer publicidad, también se resentirá el negocio de los anunciantes, que encontrarán muy difícil hacer llegar su mensaje al público. Y de los medios de masas "obligados a ofrecer una experiencia cada vez peor a sus usuarios", que no podrán sobrevivir sin la financiación de los anunciantes, y de las grandes marcas de consumo.

Y es que "Puede que la mayor parte del mundo la odie, la intente bloquear, la ignore o pague por no verla, pero seguimos sin una alternativa." (a la publicidad)

La verdad es que el análisis que hace Fanego de la evolución del negocio y su problemática es bastante lúcido y para mí muy interesante, Identifica bien los principales factores que le afectan, y eso es algo que desde fuera siempre es difícil de determinar, 

La tercera parte del libro se dedica a proponer posibles salidas o alternativas, siempre en el contexto de que la publicidad es necesaria y no va a desaparecer, cosa que me parece innegable. En su opinión, "Cualquier respuesta que busquemos al dilema publicitario tiene que dar solución a al menos uno de estos 3 problemas: (1) tiene que ser una alternativa al duopolio hacia el que nos avecinamos (o bien, adaptarse al mismo y sacar partido de las plataformas líderes), (2) debe resolver la enorme opacidad en la compra de medios y el click-fraud o (3) debe ser capaz de despertar un interés genuino, real, en las personas.

Y se moja aún más: "Mi apuesta personal es que el futuro de la publicidad y el marketing pasa por la integración de estrategias pagadas, ganadas y propias (...) Apuesto por la creación de un contenido relevante que se apoye en publicidad para ganar escala y en prescriptores e influencers para conseguir más credibilidad y vinculación. No será la única vía, pero sí la más lógica para muchos." Sobre esto, un servidor no se atreve a opinar, porque la verdad es que ni idea, pero aquí lo dejo para el futuro.

Por último dejo aquí un párrafo super-interesante, y que seguramente analice desde el punto de vista de la teoría económica en otro foro:
"¿Dónde eran los precios más bajos, en los estados que permitían la publicidad o en los que no? Si nos dejamos llevar por el sentido común, podemos pensar que los estados donde la publicidad estaba permitida tendrían precios más altos. Al fin y al cabo, la publicidad es un coste para las empresas. No es descabellado suponer que si eliminamos un coste, el beneficio se puede trasladar al cliente final. Sin embargo, en los estados donde la publicidad era legal los precios eran un 20% más bajos."

A ver, creo que he sido demasiado crítico con el autor al principio de la entrada. Lo cierto es que el análisis coste-beneficio de leer este libro es bastante positivo: se extraen una nociones y reflexiones interesantes y completas del mundo de la publicidad y sus problemas, dedicando un poco de tiempo a su lectura. Así que no estará de más que cualquier interesado, aunque no sea mucho, en el mundillo, le eche un vistazo.

domingo, 10 de octubre de 2021

Lesabéndio, de Paul Scheerbart

Segunda novela que leo del autor en los últimos meses. Me gustó razonablemente la de Tarud  y ya me dije que leería más novelas suyas. Están bien escritas y en un alemán bastante accesible. Lo que falla en esta segunda que he leído es que es una chorrada, y habrá que plantearse si es útil leer chorradas, aunque sea en alemán.

Esta me parece una novela inclasificable por género. Por un lado, parece que es ciencia ficción, pero este género, como su nombre indica, tiene una cierta base de ciencia, algo a lo que renuncia Scheerbart cuando nos describe los alienígenas y Palas, el asteroide en que viven, pues son cosas imposibles. ¿Nos traslada por tanto al ámbito del cuento infantil? Tampoco lo creo, no es esta una novela sencilla y pasan algunas pequeñas barbaridades. ¿Entonces, será quizá una alegoría de algo, o una fábula? Si lo es, no lo he pillado. Así que calificaré esta novela como "ciencia ficción de época" y recalcaré su carácter de lectura obsoleta y sin interés, salvo para la práctica del alemán.

Resumen de la trama: Lesabendio en un Palasiano que se propone construir una torre muy alta en el asteroide en que habita; tan alta, que atraviese la nube que rodea el astro y le permita ver qué hay más allá. La novela nos cuenta las distintas peripecias y problemas que ha de resolver la comunidad palasiana para cumplir tal objetivo. Pero, claro, sobre unos supuestos tan alejados de la naturaleza humana en todos los sentidos, que se ha difícil ver en la práctica por qué lo son. Y los problemas de comprensión comienzan directamente con el cuerpo de los Palasianos y su forma de vida.

Por ejemplo, resulta que los Palasianos llevan toda su biblioteca colgando del cuello, porque escriben con letra muy pequeña dado que pueden adaptar sus ojos a microscopios (o telescopios) según sea necesario. O que se trasladan por todo el planeta usando cintas transportadores o enrollándose en cuerdas. Planeta, por cierto, formado por dos cráteres opuestos a modo de barril. 

Otras peculiaridades: cuando se aburren, deciden morir, y en la muerte otro Palasiano absorbe su cuerpo y así sus conocimientos no se pierden para la comunidad: "dieses große Sterben ist nur dazu da, damit die Überlebenden die großartigen Schauer der Ergebenheit kennen lernen. Man nennt das zuweilen auf andern Sternen auch Religion."

Durante su aventura, los Palasianos establecen contacto con otro planeta, Quikko, cuyos habitantes son pequeños y pueden cambiar de forma a voluntad, que  les ayudarán en el algunos momentos difíciles de la construcción de la torre. Esa polimorfía permite, por ejemplo, un diálogo como el siguiente, en que un palasiona contrasta su cabezonería con la habilidad de los Quikkones: "Wir verändern unsre Ideen nicht. Wir haben keinen veränderlichen Leib wie Ihr. Und wir haben auch keinen veränderlichen Kopf wie Ihr. Wir können nicht heute dieses und morgen jenes wollen. Wir bleiben immer in derselben Richtung, wenn auch die ganze Welt untergeht."

Creo que con esto ya se capta la idea.

Eventualmente, se termina la construcción de la torre, que resulta ser un faro, y nos encontramos una nueva visión de Palas: "In diesem Metallspiegel spiegelte sich der ganze Pallas– und da sah man erst, wie magisch und geheimnisvoll der große Lichtturm mit seiner hohen Laterne wirkte."

Más importante que esto es el viaje iniciático del protagonista, Lesabéndio, y su diálogo con el sol, que le explicará el sentido de la vida: "»Die Rätsel des Lebens«, sagte er mit harter Stimme und nach oben gerichtetem Gesicht, »kann man wohl sehr ernst nehmen." que resulta ser algo así: "wir sollen alle die größte Selbständigkeit erstreben und erlangen und gleichzeitig dabei stets darauf bedacht sein, uns dem Größeren unterzuordnen." O sea, que tienen que estar preparadoso para la autoaniquilación y alcanzar la inmortalidad como soporte del futuro, si no he entendido mal.

Cierro con una frase curiosa "Wenn das doch alle Wesen erkennen könnten– dieses Erkennen dessen, das nicht erkannt werden will und garnicht erkannt werden soll.«" y con la recomendación de no leer este libro salvo para la práctica del alemán. No por mal escrito o por aburrido, solo por absurdo.