domingo, 25 de noviembre de 2018

Serie: House of Cards

House of Cards es la gran serie de Kevin Spacey y verdadera serie bandera de Netflix durante unos años. Pero en algún momento la desgracia se cebó en ella, y ha terminado de una forma completamente indigna para sus protagonistas, Spacey y Robin Wright (La Princesa Prometida y después la novia de Forrest Gump).

La serie ha tenido 6 temporadas, cinco de trece capítulos y esta última de 8. La duración de los mismos fue cayendo, empezó siendo de 1 hora, aunque en las temporadas 4 y 5, andaba más bien por los 50 minutos. En esta última está entre los 55 y la hora.

Aún recuerdo la primera vez que vi sus créditos iniciales, con esa música elevada y esas magníficas panorámicas de Washington. Se notaba que estábamos ante una serie de clase alta, de calidad. Y en cuanto empezaba y veías a sus protagonistas, los ya citados Spacey y Wright, acicalados hasta el techo con sus trajes, se confirmaba lo esperado. Pero lo que es la marca ineludible de la serie son esas declaraciones que Spacey dedica directamente a la cámara, como confiándole un secreto al espectador. (Viene SPOILER) Solo en el último capítulo de la quinta temporada, hace Robin Wright otro tanto, cuando queda confirmada como nueva Presidente de los USA.

No obstante su elegancia, la pareja son malas personas, amorales, dispuestos a todo para conseguir sus fines, hasta fines poco imaginables y nunca vistas en series políticas, (Viene SPOILER) como el asesinato de una periodista por el propio Spacey.

La serie tiene/tenía un acabado impecable, desde los ya citados créditos iniciales hasta el final, con todas las escenas y personajes exquisitamente cuidados. No obstante, para el espectador español, no habituado a los procedimientos políticos estadounidenses, la cosa era un poco difícil de seguir y por momentos aburrida, pues las trama se centraba en este tipo de intrigas, que uno no acaba de valorar con precisión.

En algún momento de la serie, quizá la cuarta temporada, las tramas se aligeran y se hacen más sencillas, al tiempo que se aceleran los acontecimientos. Por supuesto, la serie gana en dinamismo, pero pierde en profundidad y esa garantía de trama cuidada. Empieza a parecerse a una serie de buenos y malos al uso, en que los amorales Underwood (los buenos a efectos de la serie) van derrotando con cada vez menos sutileza a sus enemigos. El tema es que los Underwood son muy intrigantes, y en cambio sus rivales parecen hermanitas de la caridad. Qué se lo digan a su rival republicano por la presidencia en la cuarta temporada, al que lían de una forma indigna de las primeras temporadas de la serie.

Pero lo lamentable ha sido el colofón que le han dado. Ya la quinta temporada se me había hecho bola y estaba a punto de abandonar la serie. Pero cuando pillaron a Spacey en no sé qué escándalo de esos que se llevan ahora, y se decidió concluir la serie sin su actor insignia con una sexta temporada corta, decidí que si me había tragado 65 episodios, podía chuparme otros 8 y completar la serie.

En mala hora. Eliminado Spacey del reparto, todo el protagonismo recae sobre Wright (con la ayuda del fiel ayudante Doug Stamper-Michael Kelly). Creo que ella hubiera podido sostener el tipo con un guión digno, pero es que le han hecho una verdadera chapuza. (Vienen SPOILERS) Para empezar, la presencia de Francis es inmanente, aunque no puedan sacar ni una imagen de él. Se lo han quitado del medio con un asesinato o accidente, pero no hay ninguna imagen del evento o de noticias, o de nada. Ese precio estaba claro que había que pagarlo. Pero, claro, de eso a embarazar (!) a Claire para resolver el problema de la herencia de Francis, o a crear un gabinete de ministros a base de féminas para resolver las intrigas palaciegas, hay un trecho grande. Se ha pasado de una serie de política-ficción de high standing a una telenovela chusca.

Ese es el remate de esta gran serie. El único punto que parecía que podía salvar la temporada es que los "malos" son en esta ocasión unos intrigantes que persiguen, parece que honestamente, reducir el tamaño del Gobierno, para lo que es necesario echar a Claire de su puesto. Pero, bueno, la cosa no pasa de una declaración de intenciones en uno de los primeros capítulos, y no hay más.

Ay, si Kevin Spacey (y tantos otros grandes actores que han participado en esta serie: Mahershala Ali, Paul Sparks, Molly Parker, Elizabeth Marvel o Joel Kinnaman) levantara la cabeza.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Serie: Ozark

Esta serie la tenía guardada como oro en paño para una ocasión especial. Y cuando empecé a verla pensé que mi apreciación era cierta, pues el primer capítulo es fantástico, al nivel de esos capítulos que se te quedan fijados en la memoria hasta el fin de la serie, tipo los de Breaking Bad y The Walking Dead. Tenemos el giro argumental que rompe la previsión inicial (en forma de la aparición del cartel méxicano) y sobre todo la escena final con esa panorámica elevándose sobre el embalse Ozark, en que va a transcurrir el resto de la acción y que da nombre a la serie.

Desafortunadamente, la impresión causada por estos capítulos se va difuminando conforme avanza la serie, y ahora que he terminado con la segunda temporada (cada temporada son 10 capítulos de 1 hora de duración), tengo serias dudas sobre si proseguiré cuando salga la ya anunciada tercera. A estas alturas de la serie lo único que la salva, en mi opinión, es Jason Bateman, el protagonista y padre de la familia metida en líos. Esos silencios de reflexión, esos rostros de ceño ligeramente fruncido, con que recibe Bateman cada nuevo contratiempo, son los mejores momentos de la serie desde su mismo comienzo, pero quizá no justifican una hora de visionado.

La historia que se nos cuenta es la de la familia Byrde (marido, mujer-Laura Linney, hija e hijo). que se ven obligados a huir de su vida en Chicago, y lo hacen con destino a la región del embalse Ozark, solo gracias a que la labia de Bateman en relación a un folleto inmobiliario a sus pies en el momento crítico, le permite salvar la vida. El precio a pagar es blanquear 8 millones de dólares en tres meses, en este sitio desconocido para él.

Su llegada a Ozark será saludada por un creciente plantel de personajes a cual más oscuro: una familia de rateros de baja estofa, otra de productores de heroína (los Snell) y distintos propietarios de negocios. Todos ellos se unen al cartel méxicano y al FBI en hacer la vida de nuestros protagonistas un verdadero infierno.

Y de ello trata la serie, de ver cómo van saliendo de estos conflictos crecientes (nuevos agentes de presión aperecen en la segunda temporada), con la familia viva y unida. Por ello es impagable la interpretación de Bateman (Martin Byrde): todos estos problemas son saludados desde la reflexión, sin stress apenas, muchas veces con un mero pestañero, antes de decir la frase que hay que decir, aunque muchas veces el espectador no se la espere. Esta frialdad, esta capacidad de gestión y planificación, es la que nos hace ver a Martin como un nuevo tipo de héroe, de gran atractivo sobre todo al principio de la serie.

El tema es que los problemas y conflictos se hacen cada vez más exagerados, por no decir peregrinos (véase la trama relacionada con el predicador, por ejemplo). Y, claro, ni siquiera la interpretación de Bateman es capaz de mantener el interés ante el creciente chorro de tonterías. Por cierto, sería injusto olvidar que a su lado, tanto en interpretación como asociada a sus desventuras, está también Ruth Langmore (Julia Garner), que trata de ayudar a Bateman a sostener el interés del espectador.


viernes, 23 de noviembre de 2018

Intelectuales ("Intellectuals"), de Paul Johnson

Paul Johnson es un historiador inglés de bastante prestigio y, yo diría, tendencia claramente conservadora y religiosa. En este libro recoge biografías cortas de una serie de destacados intelectuales, comenzando por la de Jean Jacques Rousseau, quien para él es el fundador de la categoría.

El principal rasgo de los individuos a los que Johnson agrupa bajo la categoría de "Intelectuales" es que se ven como salvadores del mundo gracias a sus ideas, que proclaman como ciertas por encima de las costumbres y la religión. Su origen es lógicamente el periodo de la Ilustración, en que se ponen en cuestión la mayor parte de las ideas tenidas por ciertas hasta ese momento, y sobre todo las figuras del monarca y de Dios. Pues bien, los "intelectuales" a la Johnson son aquellos personajes que tratan de llenar ese vacío mediante el uso de su razón.

Johnson no hace una narración neutra de su biografía, sino que desde el principio pretende confrontar la vida que llevaron con las ideas que propugnaban para la humanidad a la que tanto decían amar.
De hecho, la frase que a poco de empezar endiña a Rousseau, se repite de una forma u otra para sus compañeros de libro, especialmente para Karl Marx:
"But loving as he did humanity in general, he developed a strong propensity for quarrelling with human beings in particular." (Pero amando como amaba a la humanidad en general, desarrolló una gran propensión a pelear con los seres humanos en particular, traducción propia). 
 
El libro tiene una gran carga irónica que se muestra constantemente en el tratamiento que da Johnson a los protagonistas de su libro. Dicha carga empieza a hacerse incómoda una vez superada la vida de Marx (que era un verdadero bicho malo) e impropia quizá de un historiador. De hecho, en mi caso terminó volviéndose contra las intenciones del autor, hasta el punto de que he cobrado simpatía e interés por algunos de estos personajes. Sobre todo en el caso de Sartre, al que tenía conceptuado como gran rojo sinvergüenza.

Y es que pese al claro ataque contra la vida de estos intelectuales, probablemente merecido, Johnson nos hace un buen resumen de la aportación y valor de cada uno de los protagonistas. Así, casi seguro que mis próximas lecturas van a ser de alguno de estos autores, debido al interés que me ha despertado Johnson. Hablo de Hemingway, Ibsen, Chomsky o el ya citado Sartre.

Algunos ataques me parecen desaforados, como el que hace a Ibsen, cuyos planteamientos me parecen perfectamente coherentes: nos lo pinta como anarquista y luego se queja de que esté contra a democracia! Y es que para Johnson la democracia es intrínsecamente buena. La dura vida que llevó Ibsen y su capacidad de superación creo que pueden justificar todos los posibles excesos que cometiera cuando le llegó el éxito.

Completan el elenco del libro, junto a los ya citados, Shelley, Tolstoi, Bertrand Russell, Berthold Brecht y luego una serie de intelectuales que a mí me parecen menores, quizá por desconocidos, tipo 
Edmund Wilson, Gollancz, Lillian Hellman (con Dashiell Hammet) y otros.
 
Una cosa que tienen casi todos ellos en común, empezando por el propio Rousseau, es su capacidad de hacerse auto-marketing. Por ejemplo, con sus costumbres o su forma de vestir. Dejaban su impronta allí donde fueran. Ello me hace preguntarme hasta qué punto su obra fue especialmente genial e innovadora, o simplemente que eran los que mejor sabían vender su producto en un entorno de productos similares o incluso mejores. Todos estos intelectuales "geniales" conocieron el éxito y la fama en vida, lo que contribuye a la sospecha.

Termina Johnson advirtiéndonos sobre los peligros que representan los intelectuales para nuestro modo de vida. Recomienda no solo no fiarte de ellos, sino tener especial precaución. Y nos llama la atención de qué gente que ha conseguido prestigio en campos muy específicos (Chomsky en lingüística o Russell en matemáticas) de repente se sientan legitimados para decirnos cómo vivir nuestras vidas. No puedo evitar un recuerdo al premio Nobel Krugman, metido a consejero aúlico de los gobiernos en cosas sobre las que no le dieron tal premio. Y es que las ideas pueden ser parecer buenas, pero como dice Johnson "The cruelty of ideas lies in the assumption that human beings can be bent to fit them" (La crueldad de las ideas yace en la asunción de que se puede doblar a los seres humanos para que encajen en ellas, traducción propia).
 
Termino con una selección de frases que dedica el autor a algunos intelectuales.
- De Marx:  "He was not interested in finding the truth but in proclaiming it. There were three strands in Marx: the poet, the journalist and the moralist. "
 
- "Shelley was an exceptionally thin-skinned person who seems to have been totally insensitive to the feelings of others (a not uncommon combination)."
 
- Sobre Brecht: "The actors became mere political instruments, men-machines rather than artists, and the characters in the plays were not individuals but types, performing highly formalized actions. Such artistic merit as this art form possessed lay in the brilliance of the staging, at which of course Brecht excelled" (añado, con grandes cantidades de dinero público).
 
- Sobre Russell (creo): "The person who is in the weakest moral position to attack the state is he who has largely ignored its potential for evil while strongly backing its expansion on humanitarian grounds and is only stirred to protest when he falls foul of it through his own negligence."
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lunes, 19 de noviembre de 2018

Serie: Daredevil

Daredevil es uno de los superhéroes más originales del universo Marvel, y a la vez de los más verosímiles. Se trata al final de un tipo más o menos normal, buen gimnasta, con una ceguera que compensa con el hiperdesarrollo de los otros sentidos, especialmente el oído. O sea, que casi todo el tiempo su vida, en el barrio neoyorkino de Hell's Kitchen, es razonablemente normal.

Lógicamente, no podía permanecer ajeno al alud fílmico a que nos ha sometido Marvel desde hace unos años, gracias al recientemente fallecido (y genial) Stan Lee. Para Daredevil y otros superhéroes similares (Los Defensores: Jessica Jones, Luke Cage, Ironfist), Marvel y Netflix optaron por el formato de serie, dado que pretendían hacer algo más serio y más para adultos que sus películas.

Y la cosa empezó francamente bien. La primera temporada de Daredevil fue excelente, y la de Jessica Jones, sobresaliente. Muy buenas ambas. Así las cosas, uno esperaba con fruición Luke Cage, Ironfist y las siguientes temporadas de los dos primeras, y, por supuesto, su culminación en los Defensores. Y es que estas series tienen muchos puntos de conexión, que las hacen constituir casi un continuo. Como digo, Stan Lee era un genio, y una de sus grandes innovaciones fue mezclar unos superhéroes en las vidas de otros, de forma que el lector de comic no podía perderse ninguno so pena de quedarse descolgado en su favorito. Por cierto, también ha usado el truco de forma inclemente en las películas.

El caso es que con Luke Cage la cosa se empezó a torcer. Quizá debido a que es una serie dirigida al público afroamericano (la verdad es que no sé cómo poner "negro" sin ofender a nadie), pero el caso es que a mí no me gustó. Pero lo peor llegó con la segunda temporada de Daredevil y, sobre todo, con Ironfist. Ambas son infantiloides y dejaban mucho que desear respecto a las primeras series. Claro, cuando la cosa llegó a los Defensores, ya uno no podía tener demasiadas ilusiones. El único ancla era Jessica Jones, todavía impoluta. Y aunque la mujer aguanta como puede, al final Defensores también la corrompe hacia una superheroína convencional, y no la magnífica que vimos en la primera temporada. Desgraciadamente, la segunda temporada también decayó, aunque no hasta los extremos de la de Daredevil.

El universo se completa con una sorpresa, la excelente The Punisher, no prevista originalmente. Aquí tenemos al Shane de los Walking Dead haciendo de veterano militar acosado por los remordimientos.

¿Qué lecciones se pueden aprender de estos éxitos y fracasos? Pues una muy sencilla: en las series y pelis de superhéroes, lo más importante es el "malo". En la primera de Daredevil es Fisk o Kingpin, y en la primera de Jessica Jones tenemos al espectacular David Tenant (Dr. Who) haciendo de Kilgrave.
En Ironfist, Daredevil 2 y Defensores, los malos pasan a ser The Hand, y la cosa pierde mucho.

Afortunadamente, en esta tercera temporada de Daredevil, han recuperado a Fisk como malote, que a los pocos capítulos encontrará compañía en otro de los malos clásicos de Marvel, que no desvelo por no hacer spoiler. Y aunque no llega a los niveles de la primera, la serie mantiene su interés. Y consigue hacernos esperar con una moderada dosis de interés la cuarta temporada, en que seguramente el rival de Daredevil pase a ser el segundo. Tal vez lo más interesante sea la sorpresa que nos da el complot preparado por Walter Fisk, algo que descubrimos en el tercer o cuarto capítulo.
Y la mejor escena de la temporada es, sin duda, la batalla de la cárcel, algo reminiscente de la clásica escena del barrio de drogas en True Detective 1.

Como he dicho, Daredevil completa así su tercera temporada. Son temporadas largas, de 13 episodios, cada uno de 50 minutos a 1 hora de duración.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Serie: The Deuce

The Deuce es la última serie de David Simons, el creador de The Wire, para los despistados, aunque también el de Treme, Generation Kill o Show me a Hero. Todas las he visto, me han gustado, y todas llevan la marca personalísima de Simons, ese estilo a mitad entre drama y documental.

En The Deuce, Simons retrata la Nueva York de finales de los 70, centrada en el mundo de la prostitución, el sexo y la pornografía. The Deuce es, de hecho, el nombre del barrio en que se produce toda la acción.

Y para tal retrato, como siempre hace Simons, elige prototipos de cada uno de los estamentos participantes. Aquí tenemos prostitutas, chulos, productores de cine, dueños de bares, mafiosos, policías y, como siempre, políticos tendentes a corruptos. Para dar carne a tanto personaje, Simons utiliza un buen número de actores, algunos de sus fetiches clásicos que ya vimos en The Wire. Esta vez deja descansar a Clarke Peters, un fijo en sus producciones.

Pero los protagonistas absolutos y coproductores son James Franco, que encarna a los hermanos gemelos Martino, y Maggie Gyllenhaal (la novia de Batman en la segunda peli de la trilogía de Nolan), que hace de Candy, una prostituta con sueños y personalidad, la única sin chulo del barrio. A estos hay que añadir a Emile Meade, que actúa como Lori, otra prostituta que devendrá actriz porno, y que sostiene ella sola la segunda temporada, haciendo de Caperucita Roja en una peli.

La primera temporada fue magnífica. Simons limaba bastante sus defectos (lentitud de la acción y la narración, sobre todo en los primeros capítulos de cada temporada de sus series) y nos ofrecía una serie al ritmo de los tiempos, pero con su habitual rigor documental y narrativo. En esta primera temporada hay una escena de esas que son inolvidables y que pueden catapultar una serie a clásica. Creo que ocurre en uno de los últimos capítulos, y tiene como protagonista a la referida Candy, mientras es acosada por un chulo para que empiece a trabajar con él, en el momento más bajo de su vida como prostituta. La escena es sencillamente sobrecogedora y te dejará sin aliento y al borde de las lágrimas. Todo, gracias a la interpretación de Gyllenhall.

En esta segunda temporada, Gyllenhaal se vuelve a llevar las escenas de impacto (su entrevista con la TV, o cuando tiene que convencer al Martino malo para que le deje dinero para su película), pero no llegan al nivel de la antes descrita.

Además, en esta temporada, Simons parece haber perdido el ritmo narrativo que tan bien lleva en la primera, y hay momentos en que la cosa resulta algo aburrida. Es previsible la paulatina toma de importancia de mafiosos en el escenario, así como la creciente participación de policía y políticos.
Pero, desafortunadamente, muchas tramas carecen de interés. El principal aliciente será el rodaje de la película porno de high standing por Candy, en la que, como ya he dicho, Lori nos da los mejores momentos de la temporada. Y es que el pelirrojo le sienta de cine a esta chica.

Ni siquiera la secuencia final de la temporada, algo en que Simons siempre ha destacado (no olvidemos esos finales tendidos de cada temporada de The Wire al ritmo de buena música, que actúan como apéndice para ver dónde queda cada uno de los protagonistas), está a la altura de su producción previa. Es que realmente es un final con poco que finalizar.

La serie tiene de momento dos temporadas, una de 8 y otra de 9 capítulos, en ambos casos de 1 hora de duración. Hay anunciada ya una tercera de otros 8 para el próximo año, que, por supuesto, veré.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Serie: Upstart Crow

Ya anticipo que esta serie me ha entusiasmado como pocas, y como hacía mucho que no me entusiasmaba un sitcom inglés. Es un retorno a los elementos clásicos de este tipo de serie, y con enorme éxito.

Upstart Crow nos narra en tono cómico la vida de Shakespeare, interpretado por un magnífico David Mitchell, desconocido por mí hasta ahora. No pretende ser biográfica ni de lejos, pero sí se desarrolla en torno a la obra del autor. Por ejemplo, sigue cronológicamente la producción de sus obras, y también refleja determinados sucesos reales de su vida. Asimismo, los personajes que le acompañan, imagino que son reales en general. Tenemos a su mujer y sus tres hijos, sus padres, su ama de llaves (Kate) y su criado (Bottom), su mejor amigo (Wallace), los actores de su compañía y su enemigo (Robert Green). Todos ellos hacen un papel memorable, cada uno con sus rasgos distintivos que rápidamente nos acostumbramos a esperar. Mi preferido es, sin duda, el malvado Green, con su Guuuuuud Day al llegar e irse, y su enfática pronunciación del nombre del protagonista. Muy cerca le siguen Bottom y Kate.

Con estos magníficos mimbres, Ben Elton, el guionista y de quien me he leído toda la obra, como podréis comprobar si miráis otras entradas de este blog, encuentra una mina para hacer chistes y sketches, sobre tantos temas como os podáis imaginar. Ejemplo, sin ánimo de ser exhaustivo, de cosas que podemos esperar en cada capítulo:
- Chistes sobre el tráfico y la situación de las carreteras, cada vez que Shakespeare viaja entre Londres y Stratford.
- Referencias a costumbres y eventos actuales, tratados como absurdos desde la perspectiva de la época.
- Chistes con los comentarios que se han hecho sobre la obra y persona del protagonista.
- Chistes sobre determinados momentos extraños en las obras concretas de Shakespeare. Cada capítulo se enfoca en una de ellas, lo que además contribuye a despertar la curiosidad del espectador sobre la obra, en caso de que no las haya leído. No os perdáis el capítulo que se dedica a Hamlet, que es simplemente desternillante.
- Chistes sobre la situación de la mujer en la época y, en particular, sobre la prohibición para actuar en teatro. De estos, es Kate la gran protagonista.
- Chistes sobre interpretaciones de las obras. En particular, los sonetos dan mucho juego, sobre los homenajeados y sobre la sexualidad del propio Shakespeare.
- Juegos de palabras y uso extemporáneo de metáforas por el protagonista, que nadie entiende.
- La hija mayor es un prototipo de adolescente cabreada, y el padre el prototipo de patán. Ambos dan mucho juego para chistes y bromas.

No sigo. Las risas son continúas. Digo, las risas de verdad, no las impostadas como las que nos endosan en The Big Bang Theory.

Y he de decir que solo hablo de lo que pillo. Al fin y al cabo, no vivo en Inglaterra y no estoy inmerso en su cultura televisiva. Para que os hagáis una idea del nivel: uno de los comediantes (Kempe), al parecer, parodia a David Brent/Rick Gervais, el protagonista de The Office (que acabo de comentar). Otrosí: en el capítulo 1 de la tercera temporada, Kate se tiene que prometer a un noble anciano; pues bien, este anciano es interpretado por uno de los actores de The Young Ones (serie del propio Ben Elton, gran éxito en los 80). También creo que hay referencias a la otra gran serie de Ben Elton, Black Adder, que lanzó a la fama, ni más ni menos, que a Rowan Atkinson (Mr Bean) y a Hugh Laurie (Dr. House).

De verdad, no os la perdáis. La disfrutaréis de principio a fin. Por cierto, de momento son tres temporadas de seis capítulos de 30 minutos, más un especial de Navidad de unos 50. Hay anunciado otro especial para estas Navidades, e imagino que la serie seguirá, porque de momento le quedan muchas obras al protagonista por escribir.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Serie: Oficina de Infiltrados

Oficina de Infiltrados es una serie francesa, de título original Le Bureau des Legendes, bastante más evocador. En estos momentos se está emitiendo la cuarta temporada. Las temporadas son de diez episodios de duración 50-55 minutos.

Es una serie excelente, que no puedo dejar de recomendar, aunque los dos primeros episodios cuestan lo indecible. Estuvimos a punto de abandonarla aquí, y menos mal que no lo hicimos.

Se trata de una serie de espías (de hecho, más que espías, estamos hablando de infiltrados, la gente que se encarga de captar espías), pero a la francesa. O sea, arrastrada por la realidad de un oficio que, no lo olvidemos, desempeñan funcionarios y burócratas. Vamos, es como Homeland, pero de verdad.

Y es precisamente esa verosimilitud la que se agradece y se valora. Uno tiene la sensación de estar viendo una historia de espías, sí, pero de espías de verdad, de los que te puedes cruzar por la calle sin identificarlos, de los que tratan de sobrevivir como los demás humanos, tienen su sueldo, y sus reuniones de trabajo, su jefe y sus vacaciones.

Los personajes son sobrios, duros, y cuesta tomarlos cariño, pero poco a poco se consigue. Son dos los principales: Malotrou y, algo menos, Phenomene. El primero es un espía de muchísima experiencia, uno de los más brillantes del departamento, pero que se ve envuelto en una serie de circunstancias que pondrán a prueba todo su ingenio y sabiduría hasta extremos insospechados. De hecho, hasta el punto de poner en crisis el control que las agencias de espías pueden ejercer sobre sus trabajadores.

Por su parte, Phenomene es una recién llegada al departamento. Es experta en sismología y, al comienzo de la serie, está terminando de formarse antes de su primera misión. A esta también le tocan buenos marrones, en las que tendrá que demostrar una sangre, no ya fría, congelada, y una gran astucia, siempre tras un rostro de mosquita muerta.

La acción ocurre en países africanos y del Medio Oriente: Argelia (primera temporada), Irán, Turquía, mucho en Siria, Azerbayán. Y el Estado Islámico está omnipresente una vez superada la primera temporada. Pero, por supuesto, la mayor parte de la narración ocurre en las oficinas de Paris, desde donde se gestiona a los infiltrados y se toman las decisiones que condicionan sus vidas, como quienes son los objetivos de sus actuaciones.

La interpretación es muy sobria, los actores son muy secos, puramente funcionarios franceses. Pero poco a poco se van conociendo sus intimidades, y cobran su verdadera dimensión. Sobre todo, Malotrou (Matthew Kassovitz), en torno a cuya historia de amor con la siria Nadia El Mansour (Zineb Triki) se construye prácticamente toda la narrativa. Malotrou se vuelve un verdadero héroe trágico, perseguido por todos y con único punto de referencia en la vida, en esa vida de espía en que tan fácil resulta perderse.

Las historias que se nos cuentan, razonablemente entrelazadas, son muy atractivas. Yo me quedo, no obstante, con los momentos en la DSO francesa se tiene que relacionar con otras agencias de espionaje, sea la CIA, el Mossad o los servicios iraníes. Me da la impresión de que son especialmente descriptivos de ese mundo de sombras en que tienen que vivir estos funcionarios. Que al final son como nosotros, pero en otro trabajo, seguramente mal pagado para el riesgo que corren.



jueves, 8 de noviembre de 2018

Serie: The Office (UK)

The Office es una de esas series de culto que cualquier amante que se precie del género debe poder decir que ha visto. Se trata de una serie atipica, incardinada dentro del género cómico.

Su formato es especialmente novedoso. Está rodada como si fuera un documental: un cámara se va a a pasar una temporada en las oficinas de la sucursal de una empresa cualquiera (una empresa de papel, en este caso) y el resultado son los capítulos de esta serie, dos temporadas de 6 capítulos de media hora, más dos especiales de Navidad de unos 50 minutos.

Así, junto a las escenas propias de lo que ocurre en la oficina, se intercalan preguntas a los protagonistas, a modo de extractos de entrevistas, puntualizando lo que la cámara nos ha mostrado. Es un recurso que, bien utilizado, da mucho juego. El otro recurso es el comportamiento de los personajes, una vez ha pasado la escena, las caras que ponen, que son captadas por el documentalista; además, los personajes no pueden evitar estar pendientes de la cámara, como ocurriría en un documental real, lo que da de nuevo mucho juego para la narración.

Por cierto, otra de las grandes series cómicas de los 2000, Parks and Recreation, inició su andadura con un formato similar (en este caso, se trataría de un documental sobre una oficina gubernamental). No obstante, P&R evolucionó de este formato a uno más convencional, y pasó de ser una serie mediocre (la primera temporada es para olvidar) a una sobresaliente.

Volviendo a The Office, una vez descrito el formato, toca hablar de sus protagonistas. El principal, sobre el que órbita la narrativa, es David Brent, el director de la sucursal, interpretado por Rick Gervais, que también es el director y creador de la serie. El éxito que tuvo en Reino Unido permitió a Gervais emigrar a los EEUU donde hizo un remake de la serie que duró bastantes temporadas, que yo no he visto. Por eso, el título de esta entrada incorpora un UK entre paréntesis, para diferenciarlo de la otra serie.

Pues bien, el tal David Brent es el típico jefe que va de colega y graciosillo, pero que es un verdadero hijo de p. Así que ya podéis imaginar el juego que da el amigo, y de las reacciones de los trabajadores a, por un lado, sus bromas, y, por otra, a sus decisiones de gestión (por así llamarlas). Es cabróncete y ridículo hasta la vergüenza ajena.

Aunque aún dan más vergüenza algunas de las escenas en que participa su principal fiel, Gareth Keenan, interpretado por Mackenzie Crook, luego secundario de lujo en Los Piratas del Caribe. Eso sí, la mejor interpretación la hace el hobbit Martin Freeman, claramente el mejor preparado y más noble de los personajes, que se pasa la vida haciendo bromas al pobre Keenan.

Las temporadas convencionales de la serie se completan con un especial de Navidad partido en dos entregas, que básicamente sigue el mismo estilo, aunque nos cuenta lo que ha pasado dos años después del rodaje del documental inicial. Aquí tendremos una especie de conclusión de la historia con algún momento realmente emotivo.

Al ver esta serie, uno puede comprender la sensación que causó. El formato es novedoso, y también lo es que el protagonista sea odioso. Ahora bien, reírte, reírte, no te ríes mucho. Te sonríes, pero a veces te avergüenzas. Personalmente, el episodio más divertido me pareció el primero. Luego ya hay menos momentos. Eso sí, cada vez que el Keenan se acerque a una mujer prepararos para la burrada. Y también son muy provechosas las caras de Freeman ante algunas de las acciones o frases de sus compañeros.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Serie: Better Call Saul

Como es bien sabido, esta serie es un spin-off y "precuela" de la imprescindible Breaking Bad. Básicamente, el objetivo es (parece ser, por lo que vamos viendo) llevarnos al punto de inicio de ésta.
Pero no solo en lo referente al abogado James McGill, el Saul del título, sino también respecto a otros personajes míticos, como Gustavo Brigg (el dueño de los Pollos Hermanos) o su asistente para todo Mike (Ehrmantraut), versión revivida del gran Henry Lobo de Pulp Fiction, o el malvado paralítico Hector Salamanca, sin olvidar a los gemelos matones.

Y este es sin duda el gran atractivo de la serie: conocer el pasado de estos personajes. Una está esperando todo el rato que salga alguno de los grandes de Breaking Bad. ¿Por qué no los amigos de Jesse? ¿O el propio Jesse? ¿Y Hank, el policia? O, por qué no, el propio Heisenberg.

El caso es que, con independencia de este aliciente, la serie se puede ver por sus méritos. Vince Gilligan y Peter Gould son garantía de guiones originales y buenos, de historias simples que se vuelven intrincadas por la negligencia y el destino, y de escenas en los Estados Unidos profundos de Santa Fe y Albuquerque, en Nuevo México.

Lo cierto es que las dos primeras temporadas descansan básicamente en las desventuras de McGill (la relación con su hermano, con el bufete y con su amiga), complementadas con la evolución de Mike tras retirarse de la policía tratando de reconstruir su vida. Aunque también es cierto que, en la mayor parte de los momentos, me interesa más lo que ocurre con Mike que con Saul, quizá porque su trama se ve más próxima a los restantes personajes de Breaking Bad. Sobre todo a Gustavo, cuya aparición es un secreto a voces desde que aparecen en acción los Salamanca.

Hay una oposición clara entre ambos protagonistas. Por un lado tenemos a McGill que es básicamente un matado con ideas de bombero; es simpático, pero con ribetes de mala gente; todo lo que le parecen soluciones sencillas termina siendo una chapuza que le fastidia la vida; el genio de los guionistas es especialmente palpable en sus aventuras.

Por el otro, Mike Ehrmantraut, es todo lo contrario. Evita las complicaciones en la medida de la posible; trata de buscar soluciones a largo plazo, para lo que se ayuda de su gran experiencia; evita dejar flecos sin contemplar. Es arisco, pero no parece mala persona, como prueba el cariño por su nieta y sus relaciones con su nuera. Es inevitable por su experiencia que termine en contacto con gentes de mal vivir, pero siempre actúa con eficacia y ciertos principios, algo de lo que parece carecer McGill.

Esta cuarta temporada ya ha puesto a converger la serie hacia un final más o menos cercano. Es aquí donde se nos explica como James McGill va a terminar siendo Better Call Saul, y también los enormes esfuerzos realizados por Gustavo y Mike para construir ese sótano que terminará siendo escenario principal de las aventuras de Heisenberg, incluido el inefable episodio de la mosca.

La temporada es bastante regular, en el sentido de que no hay capítulos que destaquen especialmente, ni tampoco que sean más flojitos. Las interpretaciones siguen siendo magníficas, con un Bob Odenkirk que me atrevería a calificar como actor de moda (pone una voz en Los Increíbles 2, por ejemplo) y Giancarlo Exposito bordando a Gustavo Friggs, ese prototipo de emprendedor eficiente y trabajador, que no tiene reparos en dedicar parte de sus esfuerzos al negocio de las drogas. Un ejemplo para la juventud, salvo por el detalle no ser legal el comercio de droga.

La serie es muy recomendable, excelente, e imprescindible para los que disfrutaron con Breaking Bad. Como digo, esta es la cuarta temporada, hay anunciada una quinta (que me aventuro a decir que será la última, tanto por avance de la trama como por paralelismo con Breaking Bad). Los capítulos duran en torno a 50 minutos.


martes, 6 de noviembre de 2018

Serie: Gigantes

Movistar está tratándo de abrirse paso en el competitivo mundo de las series. Y de momento no lo va haciendo mal. Aunque aún no ha conseguido un gran hit, sus series tienen una calidad razonable y es cuestión de tiempo que acierte con más plenitud. Otra cosa es discutir sobre si tiene sentido que Telefínica se dedique a estas cosas, pero de eso no toca hablar aquí.

Gigantes sigue el formato habitual de las últimas series de Movistar, que también es el que está siguendo la BBC con sus series de más éxito. Se trata de una temporada de seis capítulos de unos 50 minutos de duración. Así te garantizas que, aunque la serie no sea muy buena, la gente la termine. Total, son solo 6 capítulos. Ya habrá tiempo de hacer temporadas largas si la cosa interesa.

La historia que se nos cuenta tiene un tinte de "Peaky Blinders", en modo cañí. Se trata de una familia de mafiosos enfrentada a otra de gitanos. La acción transcurre entre Madrid y Cádiz, y sin duda uno de sus alicientes es reconocer las calles del Rastro por las que se mueven los protagonistas.

La familia consiste de un padre, interpretado por José Coronado, y sus tres hijos. El protagonista principal es tal vez el hijo mediano (como en Peaky Blinders), interpretado por Daniel Grao. Curiosamente, el hermano pequeño se dedica al deporte (boxeo, lucha), también como uno de los hermanos Shelby.

El primer capítulo nos sitúa en los 80, y nos describe el origen y crecimiento de la familia. Aquí sí que es Coronado el gran protagonista de la serie. Los cinco restantes se desarrollan más o menos en la actualidad, y en ellos cambia el protagonismo.

La serie tiene una buena estética, con algunas tomas de Madrid magníficas, y algunas escenas de esas que marcan una serie, como cuando los gitanos salen del barrio de Madrid. Desgraciadamente, el sonido sigue siendo una asignatura pendiente, como en tantas series españolas (La Peste la recuerdo con especial horror), y parece mentira que allá veces que no se entiendan los diálogos con claridad. A ver si van a necesitar subtítulos...

Las interpretaciones no son para dar un premio, pero los actores se desenvuelven con mucha dignidad. Las actrices lo hacen peor, para mi gusto, sobre todo la niña. Aunque me temo que el que menos me ha gustado ha sido precisamente Daniel Grao. No sé que transmite, le veo muy hierático.

Por lo demás, la historia carece de grandes sorpresas, no hay giros extraños ni grandes sorpresas en cartera. Una historia más o menos convencional e incluso predecible. Pese a ello, el último capítulo presenta momentos bastante absurdos, que además coinciden con los decisivos. Una pena, porque no se merecía un desenlace tan flojo, máxime teniendo en cuenta que se ha anunciado una segunda temporada.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Series

A partir de hoy, junto a los habituales comentarios de los libros que voy leyendo, incluiré también comentarios de las series que voy terminando de ver. Aquellas que abandone sin terminar no serán objeto de este honor.

Confieso que soy un recién llegado a este mundo de las series. Me explico, de pequeño sí que trataba de seguir algunas. Por supuesto, las de dibujos animados (inolvidable Mazinger Z o La Batalla de los Planetas), pero también algunas de carne, más para adultos, como Los hombres de Harrelson, Starsky y Hutch, o Los Ángeles de Charlie.

Conforme me hice mayor, sobre al empezar la vida de estudiante, y también en paralelo a una creciente afición por los videojuegos, abandoné completamente el formato. Las últimas series que recuerdo haber seguido en esa primera época eran El equipo A y la divertidísima Caída y Auge de Reginald Perrin.

Pasaron muchos años sin que supiera de series o me interesarán. Las poquísimas veces que trataba de seguir alguna (típicamente, a su comienzo), o bien se me olvidaba ver el primer capítulo, o bien se me olvidaba alguno posterior. O bien me aburría de esperar. Vamos, que el formato tradicional de series me resultaba muy hostil; eso de un capítulo a la semana no está hecho para mí.

Entonces ocurrieron dos cosas, posiblemente relacionadas causalmente. Por un lado, la calidad de las series ha crecido de forma espectacular e inimaginable. Antaño, eran las pelis las que atesoraban buenas historias, mientras que las series repetían personajes en relatos relativamente simples. Ahora la cosa ha cambiado completamente: son las series las que aportan historias magníficas y complejas, amparándose en la flexibilidad que les da el mayor metraje. Esto por un lado.

Por otro, la tecnología streaming o el disponer de los vídeos para descarga, elimina completamente la dependencia periódica que existía anteriormente. Ahora ya puedo ver todos los capítulos seguidos de cualquier serie, verlas cuando me dé la gana, y recuperar las temporadas anteriores si es que he empezado a verla tarde. Puedo ver, por ejemplo, Los Sopranos o The Wire, si me interesan, o las primeras temporadas de Homeland, si me ha gustado la última. Antes, la única alternativa era comprar los DVDs, si los encontrabas.

Con ambos alicientes, no me importó, un sábado allá por 2013, acceder a ver un capítulo de una serie muy recomendada, para ver si aquello merecía la pena. Y por supuesto que lo merecía. La serie era, ni más ni menos que The Walking Dead. A ésta la siguieron clásicos tan portentosos como Breaking Bad, True Detective (temporada 1), House of Cards (también la primera temporada) o Fargo. Evidentemente, se trata de algunas de las mejores series de la historia reciente, por lo que quedé enganchado de forma inmediata y, de momento, irreversible.

Desde entonces, sigo viendo y sigo buscando aquellas series que me fascinen como éstas lo hicieron. Y alguno encuentro. Aquí iré hablando de todas ellas. Espero que os interese.