jueves, 15 de noviembre de 2018

Serie: The Deuce

The Deuce es la última serie de David Simons, el creador de The Wire, para los despistados, aunque también el de Treme, Generation Kill o Show me a Hero. Todas las he visto, me han gustado, y todas llevan la marca personalísima de Simons, ese estilo a mitad entre drama y documental.

En The Deuce, Simons retrata la Nueva York de finales de los 70, centrada en el mundo de la prostitución, el sexo y la pornografía. The Deuce es, de hecho, el nombre del barrio en que se produce toda la acción.

Y para tal retrato, como siempre hace Simons, elige prototipos de cada uno de los estamentos participantes. Aquí tenemos prostitutas, chulos, productores de cine, dueños de bares, mafiosos, policías y, como siempre, políticos tendentes a corruptos. Para dar carne a tanto personaje, Simons utiliza un buen número de actores, algunos de sus fetiches clásicos que ya vimos en The Wire. Esta vez deja descansar a Clarke Peters, un fijo en sus producciones.

Pero los protagonistas absolutos y coproductores son James Franco, que encarna a los hermanos gemelos Martino, y Maggie Gyllenhaal (la novia de Batman en la segunda peli de la trilogía de Nolan), que hace de Candy, una prostituta con sueños y personalidad, la única sin chulo del barrio. A estos hay que añadir a Emile Meade, que actúa como Lori, otra prostituta que devendrá actriz porno, y que sostiene ella sola la segunda temporada, haciendo de Caperucita Roja en una peli.

La primera temporada fue magnífica. Simons limaba bastante sus defectos (lentitud de la acción y la narración, sobre todo en los primeros capítulos de cada temporada de sus series) y nos ofrecía una serie al ritmo de los tiempos, pero con su habitual rigor documental y narrativo. En esta primera temporada hay una escena de esas que son inolvidables y que pueden catapultar una serie a clásica. Creo que ocurre en uno de los últimos capítulos, y tiene como protagonista a la referida Candy, mientras es acosada por un chulo para que empiece a trabajar con él, en el momento más bajo de su vida como prostituta. La escena es sencillamente sobrecogedora y te dejará sin aliento y al borde de las lágrimas. Todo, gracias a la interpretación de Gyllenhall.

En esta segunda temporada, Gyllenhaal se vuelve a llevar las escenas de impacto (su entrevista con la TV, o cuando tiene que convencer al Martino malo para que le deje dinero para su película), pero no llegan al nivel de la antes descrita.

Además, en esta temporada, Simons parece haber perdido el ritmo narrativo que tan bien lleva en la primera, y hay momentos en que la cosa resulta algo aburrida. Es previsible la paulatina toma de importancia de mafiosos en el escenario, así como la creciente participación de policía y políticos.
Pero, desafortunadamente, muchas tramas carecen de interés. El principal aliciente será el rodaje de la película porno de high standing por Candy, en la que, como ya he dicho, Lori nos da los mejores momentos de la temporada. Y es que el pelirrojo le sienta de cine a esta chica.

Ni siquiera la secuencia final de la temporada, algo en que Simons siempre ha destacado (no olvidemos esos finales tendidos de cada temporada de The Wire al ritmo de buena música, que actúan como apéndice para ver dónde queda cada uno de los protagonistas), está a la altura de su producción previa. Es que realmente es un final con poco que finalizar.

La serie tiene de momento dos temporadas, una de 8 y otra de 9 capítulos, en ambos casos de 1 hora de duración. Hay anunciada ya una tercera de otros 8 para el próximo año, que, por supuesto, veré.

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