viernes, 23 de noviembre de 2018

Intelectuales ("Intellectuals"), de Paul Johnson

Paul Johnson es un historiador inglés de bastante prestigio y, yo diría, tendencia claramente conservadora y religiosa. En este libro recoge biografías cortas de una serie de destacados intelectuales, comenzando por la de Jean Jacques Rousseau, quien para él es el fundador de la categoría.

El principal rasgo de los individuos a los que Johnson agrupa bajo la categoría de "Intelectuales" es que se ven como salvadores del mundo gracias a sus ideas, que proclaman como ciertas por encima de las costumbres y la religión. Su origen es lógicamente el periodo de la Ilustración, en que se ponen en cuestión la mayor parte de las ideas tenidas por ciertas hasta ese momento, y sobre todo las figuras del monarca y de Dios. Pues bien, los "intelectuales" a la Johnson son aquellos personajes que tratan de llenar ese vacío mediante el uso de su razón.

Johnson no hace una narración neutra de su biografía, sino que desde el principio pretende confrontar la vida que llevaron con las ideas que propugnaban para la humanidad a la que tanto decían amar.
De hecho, la frase que a poco de empezar endiña a Rousseau, se repite de una forma u otra para sus compañeros de libro, especialmente para Karl Marx:
"But loving as he did humanity in general, he developed a strong propensity for quarrelling with human beings in particular." (Pero amando como amaba a la humanidad en general, desarrolló una gran propensión a pelear con los seres humanos en particular, traducción propia). 
 
El libro tiene una gran carga irónica que se muestra constantemente en el tratamiento que da Johnson a los protagonistas de su libro. Dicha carga empieza a hacerse incómoda una vez superada la vida de Marx (que era un verdadero bicho malo) e impropia quizá de un historiador. De hecho, en mi caso terminó volviéndose contra las intenciones del autor, hasta el punto de que he cobrado simpatía e interés por algunos de estos personajes. Sobre todo en el caso de Sartre, al que tenía conceptuado como gran rojo sinvergüenza.

Y es que pese al claro ataque contra la vida de estos intelectuales, probablemente merecido, Johnson nos hace un buen resumen de la aportación y valor de cada uno de los protagonistas. Así, casi seguro que mis próximas lecturas van a ser de alguno de estos autores, debido al interés que me ha despertado Johnson. Hablo de Hemingway, Ibsen, Chomsky o el ya citado Sartre.

Algunos ataques me parecen desaforados, como el que hace a Ibsen, cuyos planteamientos me parecen perfectamente coherentes: nos lo pinta como anarquista y luego se queja de que esté contra a democracia! Y es que para Johnson la democracia es intrínsecamente buena. La dura vida que llevó Ibsen y su capacidad de superación creo que pueden justificar todos los posibles excesos que cometiera cuando le llegó el éxito.

Completan el elenco del libro, junto a los ya citados, Shelley, Tolstoi, Bertrand Russell, Berthold Brecht y luego una serie de intelectuales que a mí me parecen menores, quizá por desconocidos, tipo 
Edmund Wilson, Gollancz, Lillian Hellman (con Dashiell Hammet) y otros.
 
Una cosa que tienen casi todos ellos en común, empezando por el propio Rousseau, es su capacidad de hacerse auto-marketing. Por ejemplo, con sus costumbres o su forma de vestir. Dejaban su impronta allí donde fueran. Ello me hace preguntarme hasta qué punto su obra fue especialmente genial e innovadora, o simplemente que eran los que mejor sabían vender su producto en un entorno de productos similares o incluso mejores. Todos estos intelectuales "geniales" conocieron el éxito y la fama en vida, lo que contribuye a la sospecha.

Termina Johnson advirtiéndonos sobre los peligros que representan los intelectuales para nuestro modo de vida. Recomienda no solo no fiarte de ellos, sino tener especial precaución. Y nos llama la atención de qué gente que ha conseguido prestigio en campos muy específicos (Chomsky en lingüística o Russell en matemáticas) de repente se sientan legitimados para decirnos cómo vivir nuestras vidas. No puedo evitar un recuerdo al premio Nobel Krugman, metido a consejero aúlico de los gobiernos en cosas sobre las que no le dieron tal premio. Y es que las ideas pueden ser parecer buenas, pero como dice Johnson "The cruelty of ideas lies in the assumption that human beings can be bent to fit them" (La crueldad de las ideas yace en la asunción de que se puede doblar a los seres humanos para que encajen en ellas, traducción propia).
 
Termino con una selección de frases que dedica el autor a algunos intelectuales.
- De Marx:  "He was not interested in finding the truth but in proclaiming it. There were three strands in Marx: the poet, the journalist and the moralist. "
 
- "Shelley was an exceptionally thin-skinned person who seems to have been totally insensitive to the feelings of others (a not uncommon combination)."
 
- Sobre Brecht: "The actors became mere political instruments, men-machines rather than artists, and the characters in the plays were not individuals but types, performing highly formalized actions. Such artistic merit as this art form possessed lay in the brilliance of the staging, at which of course Brecht excelled" (añado, con grandes cantidades de dinero público).
 
- Sobre Russell (creo): "The person who is in the weakest moral position to attack the state is he who has largely ignored its potential for evil while strongly backing its expansion on humanitarian grounds and is only stirred to protest when he falls foul of it through his own negligence."
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