lunes, 27 de septiembre de 2021

Humillación en las redes ("So you've been publicly shamed"), de Jon Ronson

Este libro lo estaba leyendo la protagonista del capítulo "Extraños en un tren" de la serie Modern Love, capítulo que, por cierto, transcurre en los días inmediatamente anteriores al confinamiento por el COVID en Irlanda. Como era sugerente, decidí ver, primero, si existía realmente, y, segundo, hacerme con él si era el caso. Esta entrada prueba que tanto autor como libro existen realmente.

Jon Ronson es un periodista de cierta fama, y este libro es una crónica de la investigación que hace para comprender el fenómeno del "shaming público", algo resucitado en el ámbito de las redes sociales y que estuvo en vigor hasta el siglo XIX: "The common assumption is that public punishments died out in the new great metropolises because they’d been judged useless. Everyone was too busy being industrious to bother to trail a transgressor through the city crowds(...) They didn’t fizzle out because they were ineffective. They were stopped because they were far too brutal."

Para esta investigación, el primer paso es entrevistarse con personajes que han sufrido tal castigo, el primero de ellos uno bastante famoso, un psicólogo académico llamado Jonah Lehrer, al que pillaron con una cita apócrifa de Bob Dylan, a raíz de la cual se investigaron sus textos para descubrir que su ciencia era bastante imaginativa. Claro, en casos como este, el castigo del "shaming" por las redes sociales puede estar incluso justificado.

Sin embargo, no lo parecen tanto en los casos con los que Ronson continúa su investigación: Justine Sacco, apedreada por hacer una broma aparentemente racista justo antes de subirse a un vuelo a Sudáfrica, o Lindsey Stone, en su caso por circular una foto poco respetuosa en el cementerio de Arlington. Ninguna de estas chicas tenía relevancia en las redes, y sin embargo fueron lapidadas de forma inclemente. De hecho, son casos que dan que pensar para cualquiera que esté un poco activo (como yo con este blog), pues se pueden hacer virales cosas que nadie esperaría, y encima con interpretaciones completamente erróneas de lo dicho o escrito.

Entre ambos casos tenemos el de una tal Adria Richards, quien en una convención de informáticos sacó una foto de dos sentados detrás de ella que estaban haciendo chistes subiditos de tono (entre ellos, no en alto9, y la colgó en Internet quejándose de la actitud. Ello supuso un golpe a las carreras de ambos tipos, de la que se pudieron recuperar. Hay una sensación de justicia cuando Ronson nos cuenta que, una vez uno de los denunciados anunció que le habían despedido, la red reaccionó llevándose por delante a Richards, que no llegó a recuperarse del castigo.

Como se ve, la humillación pública es muy dañino para el que lo sufre (y eso que Ronson no había vivido en ese momento fenómenos como el MeToo, o BlackLivesMatter), y el problema es que las redes sociales se pasan casi siempre de frenada, haciendo daños desproporcionados en relación con el "delito" cometido.

La descripción de estos casos, y las entrevistas con sus protagonistas, son de lo más interesante del libro, junto con el análisis que hace al final del comportamiento de Google y cómo contrarrestarlo. Por en medio, tenemos reflexiones válidas en muchos casos, pero carentes de un método más o menos riguroso que permita su contraste. Básicamente, Ronson comparte con nosotros su camino de descubrimiento, mostrando sus dudas y sus posibles soluciones. Ello le lleva, por ejemplo, al juez Poe, conocido en EEUU por poner este tipo de condenas a los culpables en su tribunal, con resultados bastante contundentes: "‘I have put my share of folks in the penitentiary. 66 per cent of them go back to prison. 85 per cent of those people we publicly shamed we never saw again. It was too embarrassing for them the first time. It wasn’t the theatre of the absurd. It was the theatre of the effective. It worked.’" Ronson intenta comprender mejor por qué funcionan los castigos del juez Poe entrevistando a uno de sus sufridores/beneficiados, y se encuentra con que la cosa tiene que ver con la localidad de la condena vs la globalidad que conllevan las redes sociales: "This was especially true, he told me, because the onlookers had been so nice. He’d feared abuse and ridicule. But no. ‘90 per cent of the responses on the street were “God bless you,” and “Things will be OK,”’ En cambiom constata Ronson: "You don’t have any rights when you’re accused on the Internet. And the consequences are worse. It’s worldwide forever."

También pasa su investigación por Gustave Le Bon, del que era fans Mussolini y Goebbels. Le Bon explica el comportamiento del individuo como parte de una masa: "humans totally lose control of their behaviour in a crowd. Our free will evaporates. A contagious madness takes over, a complete lack of restraint. We can’t stop ourselves. So we riot, or we jubilantly tear down people" Pero la cuestión no es si la gente pierde su individualismo en la multitud si no cómo llega a constituirse esa multitud al principio: "the question we have to ask - which “contagion” can’t answer - is how come people can come together, often spontaneously, often without leadership, and act together in ideologically intelligible ways."

O le lleva a la industria pornográfica, para tratar de entender como las estrellas porno superan su vergüenza. Aquí lo que parece descubrir es que las causas de la vergüenza varían con el tiempo y con las personas. Lo que es vergonzoso para unos en un momento, no lo es para otros o en otro momento ("I think we all care deeply about things that seem totally inconsequential to other people. We all carry around with us the flotsam and jetsam of perceived humiliations that actually mean nothing. We are a mass of vulnerabilities, and who knows what will trigger them?") De esta forma, constata algunos casos de gente que supuestamente habían superado su escarnio público, en que lo que había pasado es que la gente no daba realmente importancia a eso que parecía vergonzoso (¿puede ser el caso de la corrupción en España?).

Y, como no podía ser de otra forma, tarde o temprano termina en el derecho al olvido reconocido en la UE, y, sobre todo, en cómo luchar contra el algoritmo de Google, para evitar que los hechos vergonzantes de una persona aparezcan una y otra vez los primeros cuando se haga una búsqueda sobre la misma. "‘What the first page looks like,’ Michael’s strategist Jered Higgins told me during my tour of their offices, ‘determines what people think of you.’" Los capítulos en que se describe cómo los consultores especializados tratan de contrarrestar este efecto son apasionantes. Como lo es también el momento en que se ponen a estimar si Google gana dinero, y cuánto, cada vez que hay un escarnio público (no se entiende porque no extienden el análisis a Twitter). Las estimaciones son muy burdas, pero aquí las dejo: "Every time we typed anything into Google: 38 cents to Google. Of those 12.2 billion searches that December, 1.2 million were people searching the name Justine Sacco. And so, if you average it out, Justine’s catastrophe instantaneously made Google $456,000." Por cierto, para aquellos ingenuos que puedan cree que el derecho al olvido funciona: "As it happened the judgment wasn’t working out well for a lot of its applicants. They were finding themselves less forgotten than ever, given that so many journalists and bloggers had dedicated themselves to outing them. But nobody was scrutinizing the client lists of the online reputation-management companies."

Como decía, Ronson nos deja acompañarle en su proceso de descubrimiento, pero las conclusiones que cada uno saque son bastante abiertas. Ronson, bastante activista en los escarnios públicos iniciales, sí saca algunas que pueden ser útiles: "We were creating a world where the smartest way to survive is to be bland. (...) I, personally, no longer take part in the ecstatic public condemnation of anybody, unless they’ve committed a transgression that has an actual victim,"

Más interesante aún, al identificar correctamente el fenómeno de la radicalización que producen las redes sociales como consecuencia del autosesgo psicológico: "feedback loops are leading to a world we only think we want. Maybe they’re turning social media into ‘a giant echo chamber where what we believe is constantly reinforced by people who believe the same thing’". Y termina con una frase demoledora, muy de periodista y de punchline: "We are defining the boundaries of normality by tearing apart the people outside of it."

En fin, interesantísimo ensayo periodístico, sin el rigor que cabría esperar de una obras más científica, pero ciertamente bien hilado y con mucho aprovechable. El único pero puede ser su obsolescencia, pues al ser de 2015 no recoge fenómenos más recientes y seguramente más importantes. Aún así, las bases para la reflexión seguirían siendo válidas.

lunes, 20 de septiembre de 2021

Electrico W, de Hervé Le Tellier

Sigo con el monográfico de Hervé Le Tellier, que comencé tras leer su premio Goncourt "L'Anomalie". Aunque tras la lectura de éste, ha llegado el momento de darle un poquito de aire para que no asfixie, y desaparezca en mi el entusiasmo por el autor, que ha ido decreciendo ligeramente con cada lectura (como manda la ley de los rendimientos decrecientes).

Esta novela vuelve a centrarse en diversas historias de amor, y no tanto en temas cómicos o costumbristas. Asimismo, el brillante estilo de Le Tellier no parece haber alcanzando la madurez de obras posteriores, aunque sí lo haga en riqueza de vocabulario.

La acción transcurre en Lisboa, a donde Vincent Balmer, el protagonista y narrador, se ha trasladado como corresponsal de su periódico. Allí recupera su relación profesional con Antonio, fotógrafo a cuyas fotos del Okavango puso texto en un trabajo previo. En un momento de debilidad, Antonio cuenta a Balmer la historia de su primer amor con una chica llamada Canard, cuyo momento culminante ocurre en el túnel del Electrico W (más sobre esto ahora). Ello le llevará a ponerse como objetivo reencontrar a la tal Canard.

Por su parte, Balmer ha sufrido un desengaña a manos de la sensual Irene ("La plupart des femmes portent sur le corps des vêtements, Irène affichait sa nudité sous les étoffes."), con la que parece tener un affair el amigo Antonio. Otro par de señoritas aderezan el relato, Aurora y Manuela, y de fondo tenemos un juicio de un asesino en serie ("Devenir le mémorialiste de son silence me convenait.") y la aventura del Okavango, aunque lo más importante es la traducción que hace Balmer de los Contos Aquosos de un supuesto autor portugués, Montestrela, que dará bastante juego a Tellier para incluir sus párrafos en determinados momentos de la novela.

Con estos mimbres, se construye un relato que me ha parecido algo tedioso y carente de interés, a duras penas salvado por el talento literario del autor. Solo hay un momento que me ha parecido brillantísimo y posiblemente justifique la lectura de esta novela, que tampoco es muy largo. Me refiero al encuentro de Vicent con Manuela, a la que aquel aborda de improviso en una café en la plaza del Rossio, con la esperanza de hacer ver a Irene que realmente tiene una amante. La reacción de Manuela y la subsiguiente escena es divertida y original, y consigue engancharte a la lectura como no había sucedido hasta el momento, ni siquiera con la referencia a los cuentos líquidos esos.

Por cierto, resulta que la señor Le Tellier le dieron un premio por esos Contes Liquides que atribuye a Montestrela, de lo que se deduce que tanto autor como obra son una invención del escritor. El premio en cuestión es a la mejor obra de humor negro en 2013, y creo que la hace acreedora de lectura. Sería curioso que lo mejor de este libro fuera la referencia a esta obra apócrifa.

Y volviendo sobre el Electrico W, una de las cosas más interesantes de esta novela era descubrir qué quería decir el título. No se tarda mucho en averiguar: resulta ser el nombre de uno de los tranvías que trepan por las calles de Lisboa, tranvía en el que se conocen Antonio y Canard, y en cuyo túnel culmina su amor.

Por lo demás, rescato algunas de esas frases brillantes del Le Tellier, que se hacen rogar más de lo normal en esta obra:

"les talons cognaient sur les dalles et les conversations claquaient contre les murs."

Sobre los celos de Irene, tras el encuentro con Manuela: "Ce n’était pas une jalousie de maîtresse, qu’aurait colorée une douleur, c’était juste le dépit d’une femme qui détestait ne plus être le centre de gravité du monde."

Consejo de Manuela a Vincent si quiere alguna vez relacionarse exitosamente con mujeres: "Quand quelqu’un a l’air d’un chien battu, on a envie de lui faire mal. C’est la règle." Otro, más práctico: "avoir de la chance avec les femmes, ça n’existe pas. Ce qui existe, c’est deviner qu’une femme vous donne votre chance, et la saisir."

La siguiente creo que es cita de algún otro autor, pero es muy buena: "« Ayez raison un jour avant tout le monde, vous passerez pour un fou pendant une journée. »"

Cierro con mi reflexión preferida, que se refiere al Okavango: "Tous les fleuves coulent vers la mer et la mer n’est jamais remplie, dit l’Ecclésiaste. Ce n’est pas vrai : le Kalahari est immense, et toute l’eau de l’Okavango s’évapore peu à peu, disparaît dans la boue et les sables." Esto le valdrá más adelante para comparar su vida sin conseguir su propósito con el fin entre arenas del caudaloso Okavango.

Como dicen los adolescentes de ahora, esta novela es "sin más". Tiene algún momento muy bueno, pero en general se hace aburrida. A algunos les compensará, a otros no. A mí me sirve para aparcar momentáneamente al autor, al menos hasta que encuentre esos Cuentos Líquidos.


miércoles, 15 de septiembre de 2021

Heridas del Viento, de Virginia Mendoza

 Me enteré de la existencia de este libro visitando las cuevas que se hizo debajo de su casa un tipo armenio, en los alrededores de la capital del aquel país, Yerevan. Me lo enseñó, de hecho, su viuda. Asumí que dichas cuevas aparecían de una u otra forma en dicho libro, de una autora española, y me entró una irrefrenable curiosidad por su lectura, sin saber muy bien de qué iría.

Se trata de una colección de recuerdos del viaje de la autora a Armenia, viaje por cierto pagado con fondos de la Comisión Europea (de lo que presume la autora), aunque me supera el propósito de que se gaste dinero de mis impuestos (y de los alemanes) en que chavalillas medio estudiantes se pasen un año por el Cáucaso. Quizá eso me haya sesgado algo en contra del libro.

La primera parte del libro son propiamente estos recuerdos. En ellos la autora nos cuenta cosas más o menos curiosas que le ocurrieron en sus excursiones a distintas partes de Armenia, sin separarse mucho de la capital, todo hay que decirlo. Son los capítulos que más me han interesado. 

Las dos partes siguientes utilizan un estilo muy tributario de Svetlana Aleksievich, la periodista bielorrusa autora de Chernobyl y premio Nobel de literatura. Básicamente, el estilo consiste en recoger las voces de los distintos afectados por algún suceso, que lo cuenten sus protagonistas. Mendoza lo aplica al "genocidio" armenio en primer lugar, y posteriormente las consecuencias del terremoto de 1988, y los problemas fronterizos que parecen permanentes en el Cáucaso, y en particular en Armenia. ("Si en el norte las guerras caucásicas han estallado por intentos secesionistas, en el sur más bien responden a la necesidad de aclarar quién lleva aquí más tiempo, y son la respuesta tardía a una chapucera división de fronteras.").

Respecto al tema del genocidio, sin discutir que muchos turcos hicieron muchas borradas con los armenios, parece que en general hay dudas sobre el sistematismo y las causas del mismo, que siembran dudas razonables sobre si aquello fue un genocidio o no. "Turquía se aferró a su idea de que aquello no fue un genocidio, sino cosas que pasan en las guerras y los académicos se encargaron de reescribir la historia." De hecho, como bien dice la autora, solo 20 países lo han reconocido oficialmente. En mi tímida opinión, lo que hicieron los turcos con los armenios no está en el nivel de horror y sistematismo de lo que hizo Hitler con los judíos, o de lo que pasó en Ruanda. Y, en todo caso, no creo que la señora Mendoza debiera tomar partido sin haber analizado, y descrito en su caso, el fenómeno, Se ve claramente que su simpatía por Armenia le hace asumir que eso fue un genocidio.

Pero los propios testimonio que recoge nos hacen dudar sobre el carácter del fenómeno. Uno de sus entrevistados nos dice: "En realidad, los kurdos nos han derrotado más que los turcos." Otro: "No hay naciones en el mundo tan enemistadas como Armenia y Turquía. Pero es que Alemania aceptó su error y su responsabilidad por lo que hizo, mientras que Turquía no quiere aceptarlo. Somos enemigos por su culpa: ellos nos empujaron y nos echaron…" O sea, los turcos no querían el exterminio sistemático del pueblo armenio, simplemente que abandonaran el territorio que ellos consideraban turco. O eso parece.

Pero, bueno, hechas estas observaciones, lo cierto es que estas partes son un poco aburridas. Por un lado, la autora no cuida la traducción de lo que dicen sus entrevistados; por otro, normalmente no da con historias especialmente interesantes; finalmente, se hace algo repetitivo.

En la parte positiva del libro, me ha gustado cómo describe algunas costumbres del país, que he podido yo también observar en mi mucho más breve y autofinanciada estancia en el país. Por ejemplo, el fenómeno de los vaqueros motorizados: "Somos vaqueros en coche y suena una alegre canción yazidí." O la ubicuidad de los Lada, aunque en estos años creo que el parque automovilístico ha mejorado ("Un Lada puede parecer eterno, pero cada tramo de su vida es impredecible.").

También me ha servido para aprender algunos hechos curiosos sobre Armenia: que es "el único país actual grabado en el mapa más antiguo del mundo" o que "Hayk es el patriarca fundador de Armenia, el tataranieto de Noé que derrotó al gigante Bel y de quien Armenia tomó el nombre con el que los armenios llaman a su tierra: Hayastán."

Sigo con un par de frases ingeniosas, que muestran un atisbo de talento en la autora de entre un estilo generalmente mediocre: "En Armenia casi todo es posible, pero tener nietos sin haber tenido hijos antes es algo que todavía no ha ocurrido. Creo. Aunque existe un apellido que sugiere tal posibilidad: Papikian significa hijo del abuelo." o "Le gusta el rock y se declara fan de The Rolling Stones, como si su amor por las piedras fuese extensible a los sonidos.". También está: "Su rostro ajado, su mirada lánguida y su sonrisa hastiada, componen el dibujo de una mujer cansada que corre."

Y cierro con un pensamiento brillante: "El desterrado convierte el pasado en utopía; la infancia en ideal y el lugar añorado se eleva a la categoría de paraíso."

Este libro no pasa de mediocre, y no lo hubiera leído si no tratara de Armenia. Así las cosas, se salva la primera parte, las anécdotas del viaje, mientras que la lectura de la parte de "Voces" al estilo Aleksievich, tiene muy poco interés. Se lo tenía que haber currado un poquito más doña Virginia.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Señores del Olimpo, de Javier Negrete

Javier Negrete es un valor seguro, un escritor al que siempre puedes acudir si no se te ocurre otra cosa que leer, y que sabes que va a cumplir de forma solvente la tarea de entretenerte y hasta de informarte. Es el tercer libro que leo de él, y sique pareciéndome de interés. Y eso que en este caso es una apuesta más arriesgada, ya que se trata de una novela construida sobre la mitología griega, en lugar de la novela histórica que le he leído anteriormente.

La historia va del alzamiento de un titán, Tifón, contra el Olimpo liderado por Zeus y, por ende, contra el mundo humano frente al mundo mítico de nereidas, centauros y sátiros. Y Negrete borda la historia combinando de forma más o menos fiel multitud de mitos griegos más o menos conocidos, incluidos, por ejemplo, el de Jason y los Argonautas, aunque también hay otros muchos, que el autor desglosará en el apéndice para el lector que no los haya pillado. En el mismo apéndice confesará que "Hay que tener en cuenta que los mitos griegos tienen orígenes y procedencias muy variados, y que ponerlos todos de acuerdo es una tarea imposible.", pero, pese a ello, creo que hace un gran trabajo conciliándolos. Me llama la atención cómo consigue dar rasgos particulares a diosas como Gea, Rea y Hera, que para mí constituían un totum revolutum hasta la lectura de este libro.

La verdad es que hay poco más que pueda decir de este libro. El estilo de Negrete es bastante correcto, pero sin florituras ni brillantez. Cumple su misión de hacernos llegar la historia, pero, claro, no consigue la emotividad narrativa de un Posteguillo. Tampoco tiene demasiadas concesiones a la ironía o el humor, aunque alguna se le ha escapado ("- Deja eso en mis manos. (dice Zeus) Cécrope miró con desconfianza el muñón de Zeus y se mordió el labio.")

La historia es original, pese a carecer de elementos originales, entretenida, y permite poner a los mitos griegos en su sitio. Me gusta además como establece la relación Zeus-razón-orden contra titanes-descontrol-caos. O sea, Zeus es el amigo de los hombres que vino con sus leyes a poner orden en el reino caótico previamente dominado por los titanes. "¿Te he contado que en aquel tiempo, hasta que cargué a Atlas con la bóveda del cielo, ni siquiera los días y las estaciones tenían la misma duración? Los campesinos se habrían vuelto locos intentando seguir un calendario. Pero por entonces ni siquiera había campesinos, y los hombres malvivían recolectando y cazando lo que podían."

Por tanto, el enfrentamiento con Tifón no va solo del trono del Olimpo, sino que es la lucha por la civilización humana. Todo ello permite a Negrete un tratamiento épico de algunas escenas, como la gigantomaquia, pero, claro, sin alcanzar los extremos descriptivos con que Posteguillo o Tolkien consiguen hacer saltar las lágrimas al lector. Por cierto, hablando de Tolkien, ¿alguien puede imaginar cómo consigue Zeus la victoria? "- Éste es uno de los anillos de Urano -dijo Zeus, mirando a Prometeo a los ojos. El hijo de Jápeto sonrió, pero no dijo nada-. Sí, tú tienes uno de esos anillos." Obviamente, en el ya citado apéndice, Negrete reniega de cualquier influencia Tolkieniana, aunque me parece que más claro agua. Incluso esos anillos cambian de tamaño para adaptarse al portador.

He disfrutado con esta lectura, y he puesto orden en mi visión de la mitología griega. Pero que ningún lector se llame a engaño: esto no es novela histórica, es solo entretenimiento. Nada se aprenderá de la historia de Grecia o de la humanidad con esta lectura.

lunes, 6 de septiembre de 2021

The Appointment, de Katharina Volckmer

Pensaba que esta alemana escribía en su lengua materna y sería una buena oportunidad para conocer otro escritor contemporáneo de aquel país. Sin embargo, la señora está afincada en Londres y escribe en inglés, y esta novela solo se encuentra en tal idioma o en español. Así que la primera en la frente. La segunda en la frente viene de que parecía que se iba a tratar de unas reflexiones ácidas sobre el pasado de Alemania, al hilo de una consulta con el psicólogo, pues en realidad esta novela es un monólogo que la autora le cuenta a su doctor, no sabemos si real o imaginado. 

Pero, en realidad, no es más que los exabruptos de una señora que quería haber sido señor ("I was so busy, so desperate to hate my dead brother, Emil, not because I couldn’t share but because I hated myself and I wanted nothing more than to be him...because he was a boy, the boy I always wanted to be"), aunque no quede tan claro al principio. De hecho, es aquí donde se concentran las referencias a la historia reciente de Alemania y parece que la cosa va a tener más interés. ("What is fascism anyway but ideology for its own sake; it carries no message, and in the end the Italians beat us to it.", "It was never feasible for us to hold down an empire for a thousand years with our deplorable cuisine")

Dicho esto, la lectura es amena, aunque no especialmente agradable, pues el estilo de la autora es procaz. Hay algunas reflexiones de cierta originalidad, y también algunos trazos de humor. Pero lo que hace soportable al libro es que es breve, no sé si hubiera dado para mucho más lo que tenía que contar la autora y la paciencia del lector.

Y es que es un texto lleno de amargor, donde el tema predominante es la soledad, que la autora parece atribuir, en su caso, a la frustración sexual antes referida. Son frases duras, como estas:

"Just imagine being someone’s pet, Dr. Seligman; the kind of unconditional love you would inspire. They would do anything for you—they’d leave the radiator on for you"

"...and finally understood why people are sometimes admitted to hospital with half their living room up their ass. I think that’s what loneliness does to people, Dr."

"And of course, horses don’t talk, Dr. Seligman, it must be so much easier to love them."

"the worst kind of conversation there is on this planet, that between family members, and in particular between aunts. It’s like sticking a hoover into your brain and pressing reverse, except that there is no mercy: your head won’t simply explode, which would be a blessing."

Que podemos rematar con esta: "K always told me that we don’t have the ability to make each other happy and that we should just accept loneliness as part of the human condition. That there is no way out of our skin and that we are all born with a broken heart."

Extraigo reflexiones sobre otros temas, siempre con ese amargor de fondo que persigue todo el libro. Una primera sobre la existencia del alma: "All that rubbish about souls is simply not true, that you can love a soul independent of the shape it comes in. Our brains are made so that we can only love a cat as a cat and not as a bird or an elephant.".

Otra bastante bonita sobre el amor paternal, comparado con el maternal: "father’s love can’t be compared to that; there is an element of choice in it—it’s something you can win and, of course, something that you can lose."

Reflexión curiosa sobre la relación de cada sexo con su órganos reproductores: "I was forever confused by the fact that as a girl you actually have less to hide than a man, but that was before I understood that a cock is some sort of sword, an object of pride and comparison, whilst a vagina is something weak, something the owner can hardly be trusted with."

Una frase con algo de humor, pero siempre negro: "not that K wasn’t a good man—he wasn’t the kind of man you would imagine fingering a dead chicken or who would aggressively watch credits at the end of a film."

Y lo dejo ya, que si no me voy a deprimir yo también: "For even if you bury yourself alive in a room without windows and declare yourself allergic to the entire world, someone will find a way to put their heart under your foot."

Bueno, ahí lo dejo. Si alguien está teniendo un día feliz que no cree merecer, puede leer este libro para compensarlo, no porque el libro sea malo, si no porque es amargo y deprimente, Por suerte, la autora no inspira demasiado empatía, por lo menos no a mí que tengo alienados mente y cuerpo en el tema del género.