martes, 20 de septiembre de 2022

Pachinko, de Min Jin Lee

 Cuando estuve por Japón hubo algo que me llamó la atención enormemente: los salones de Pachinko. Te asomabas por la puerta de locales a los que daba miedo entrar, y veías extrañas máquinas repletas de bolas de metal con sus respectivos jugadores haciendo lo que fuera, una mezcla de billar y máquina tragaperras. Como todo estaba en japonés y también los jugadores, era difícil enterarse de qué iba la vaina, así que me volví del país del Sol Naciente con una curiosidad insatisfecha y ni una sola foto, ya que estaban terminantemente prohibidas en su interior.

Andando el tiempo me tropecé por casualidad con un libro llamado Pachinko. Me recordó mis inquietudes, pero no me animé a leerlo, pensé que sería algo cutre. Siguió andando el tiempo, y me encontré una serie llamada igual, con gran puntuación y en Apple. Esta ver sí que decidí darle una oportunidad, y con éxito, pues es una serie de una excelente factura, histórica, entretenida y sobre un tema del que raramente tratamos los occidentales, como es la discriminación de los coreanos en Japón.

 La tal serie estaba basada en el libro que había desdeñado unos años antes, que resultó ser un best-seller en los Estados Unidos. Ahora ya sí tenía todas las disculpas para leerlo: por un lado, la historia; por otro, a ver si me enteraba de una vez de cómo se juega al Pachinko.

Una vez leído, me temo que sigo sin saber cómo funciona el Pachinko de las narices, pero eso no quita para que haya disfrutado mucho con su lectura. Min Jin Lee tiene un estilo muy simple y sencillo, sus frases son cortas y "to the point", A veces tienes la sensación, correcta, de estar oyendo a un coreano hablar en inglés.

Sin embargo, utiliza ese estilo de forma magistral para describir psicológicamente a los personajes que van apareciendo. Esto es lo que más destaca de su narración, para mi gusta, como con tres o cuatro párrafos te da para cada personaje la visión que tienen de él quienes comparten escena. Es realmente brillante. Ejemplo: "In a way, the two women tried to obey Yoseb in their disobedience—they did not want to hurt Yoseb by defying him, but the financial burdens had become impossible for one man to bear alone."

O aquí, Sonja imaginando lo que pensarian sus padres de ella: "There was no shame in her work, but it couldn’t be what they’d wanted for her. Nevertheless, she felt her parents would have wanted her to make money, especially now."

La novela es una saga familiar de tres-cuatro generaciones de coreanos conviviendo con japoneses. La primera generación, de la Sunja y sus padres, con japoneses colonizadores de Corea, la segunda y la tercera, viviendo en un Japón que les margina y desprecia, pero sin posibilidad de retorno a su Corea original, porque la cosa no está para bollos (véase Corea del Norte) o porque allí también serán despreciados por haber emigrado a Japón.

Aunque el tema del Japón-Corea siempre está presente, la vida de los protagonistas transcurre dentro de cauces razonablemente normales, aunque puntualmente sea desviada por esa marginación. "The Japanese think Koreans are filthy, but they have no choice but to live in squalor." Esta marginación no impide a los coreanos buscarse la vida allá donde puedan, lo que les lleva a los salones de Pachinko, algo que muchos japoneses asocian a la yakuza y en donde trabajar es visto con desprecio. No obstante, la autora deja un recado para estos japoneses y su superioridad moral: 
"the players also came to escape the eerily quiet streets where few said hello, to keep away from the loveless homes where wives slept with children instead of husbands, and to avoid the overheated rush-hour train cars where it was okay to push but not okay to talk to strangers."
Impresionante el retrato que traza de los japoneses en tres líneas.

Como buena saga familiar, tiene un montón de personajes, algunos propiamente de la familia, otros a los que la familia nuclear toca y permiten extender la trama. Pero quizá la clave la tienen tan solo 3: Sunja, la protagonista y originadora de la saga, y los dos hombres de su vida, el mafioso Koh Hansu y el hermano de su marido, Yoseb. Ambos presentan formas casi completamente opuestas de enfocar la vida, y, sin embargo, para ambos lo más importante es la familia y en ambos llama la atención su desconfianza absoluta en Estados y los políticos.
"Yoseb didn’t see the point of anyone dying for his country or for some greater ideal. He understood survival and family." Y esto es lo que dice Hansu: “I’ll take care of myself and my people. You think I’d trust my life to a bunch of politicians? The people in charge don’t know anything. And the ones who do don’t care.”

Tampoco se detiene la novela en los grandes acontecimientos históricos que les tocan vivir a los personajes, como la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea y su división en dos países con regímenes diametralmente opuestos. Por supuesto, estos acontecimientos afectan a sus vidas, cómo no, pero no se entretiene especialmente en ellos la autora.

Como dije, he disfrutado mucho con esta novela. Creo, además, que la serie es bastante fiel al contenido y, como está muy bien, puede ser una alternativa a la lectura. Yo solo digo que aquí la dejo recomendada, y cierro con un consejo que Hansu a su hijo, cuando Noa aún no sabe que lo es: "“Learn everything. Fill your mind with knowledge—it’s the only kind of power no one can take away from you.”. Quizá por eso hay mucha gente que prefiere más vacaciones a más dinero (pista: ¿se paga impuestos por irse de vacaciones?)


martes, 6 de septiembre de 2022

Historia de las formas del Estado, de Dalmacio Negro

 A Dalmacio Negro le dimos el premio Juan de Mariana este año. Como siempre, los encomios que se le hacen al premiado impulsan e invitan a conocer su obra, y en este caso no fue una excepción, Aunque después de oír el discurso del premiado se me habían pasado bastante las ganas, investigué in situ para saber qué leer de él, y me lleve apuntada esta obra que ahora comento.

No me atraía este señor ni su obra, y la lectura de esta no ha hecho más que ratificar mis expectativas: una lectura rayana en la pérdida de tiempo. Para empezar, se trata de un libro de filosofía, y ya se sabe como escriben los filósofos, al menos los mediocres, con una constante auto-referencia (lo Social, lo Político y expresiones por el estilo, como aquí: "Y lo Político y la Política, que proceden de lo Sagrado, la localización de lo Divino, sólo pueden legitimarse a partir de una instancia religiosa, pues la religión se refiere a lo Divino, que como la última realidad, la realidad de realidades, es por tanto la fuente decisiva de las legitimaciones.") complementado con referencias a tipos nisu, pero que deben de decir las cosas que a él le gustan. Lo típico de completar un razonamiento diciendo "Tenía mucha razón Pepito de los Palotes cuando decía....".

Además, es que el señor Negro escribe muy mal. No ya solo por esas auto-referencias que fuerzan su estilo. Es muy común que deje frases sin verbo, o con el verbo en infinitivo. Y tiene la manía de incorporar palabros en distintos idiomas, desde el latín al alemán, pasando por el francés o el inglés, para a continuación ponerlos en español, sin que se sepa muy bien por qué no se limita a lo segundo.

Por último, en cuanto al fondo, pues tampoco me ha aportado grandes cosas. Me parece un libro asistemático, desordenado, difícil de seguir, con repeticiones y circunloquios. Si está haciendo una historia, ¿por qué no sigue una cronología? ¿Por qué no da pruebas un poco más verificables de las conexiones sucesivas?¿Por qué dice infinitas veces que el Estado es una cosa europea y nunca explica qué es lo que hay en otras geografías y por qué no es Estado? ¿Por qué dice que no hay Estado en Inglaterra o los EEUU? 

O desde otro punto de vista, cuando dice "Los principales órdenes naturales en que se estructura lo prepolítico son: en sentido horizontal y jerárquico, el orden religioso (directamente relacionado con el orden de lo sobrenatural o divino), el moral, el jurídico, el económico y el cultural. En sentido vertical y transversal, los órdenes principales son el estético, el intelectual, el técnico y el científico." Esto es, ¿por qué sí? ¿por qué lo dice él? ¿No hay más? ¿Son excluyentes o superpuestos? No sé, es que hay mucha de esta categorización sin justificar, y eso a mí me resulta incómodo, porque siempre me cabe la sospecha de que se ha dejado algo fuera.

En suma, me ha parecido un libro muy decepcionante en todos los sentidos. Ni siquiera recuerdo que haya dado una definición explícita de Estado, por increíble que parezca. No obstante, alguna cosa interesante hay. Por ejemplo, el origen histórico que da al Estado. Lo radica en Italia y justifica su creación en la necesidad de poner fin a las luchas intestinas que se producían en las ciudades. Nos dice: "A fin de acabar con las luchas intestinas que corroían a las comunas republicanas haciéndolas inseguras, idearon contratar un podestá (juez) o un capitano del popolo (jefe de guerra, condottiero), según los casos, cuyo prestigio redundaría en el de la ciudad. El contrato era temporal (generalmente por un año) para que gobernase como un poder neutral. A cambio, le juraban lealtad las partes en discordia. Sin embargo, los dictadores comisarios, aprovechando su poder, se acostumbraron a quedarse como señores de las ciudades al expirar el contrato."

Ese monopolio temporal que se da a estas personas sobre distintos poderes (armas, dinero, conflicto y derecho) tiende a hacerse permanente, y sienta las bases para que el Estado extienda dichos poderes a otros ámbitos sociales (los órdenes arriba citado). El proceso es bien conocido. A él añade Negro la asociación del capitalismo al Estado: al ser siempre el problema de este último uno de recursos, y ser capaz con sus monopolios de priorizar los distintos órdenes, tiende a priorizar el económico sobre los demás.

Con estos orígenes, el autor establece tres etapas en el desarrollo del Estado: las monarquías-Estado, el Estado Moderno, Estado Nación, producto de la Revolución Francesa, y el Estado totalitario, que es el que tenemos ahora, a las que dedicará la mayor parte del ensayo. Como curiosidad, y yo jamás lo hubiera pensado, la monarquía española la considera como sui generis. ya que se mantuvo en el primer estadio hasta la llegada de los Borbones y más allá. En España, según Negro, hubo muy poco espacio de Estado Moderno "al no aceptarse el paganizante derecho divino de los reyes ni la ratio status centralizadora e igualadora, se conservó la concepción del orden natural por creación, aunque por las necesidades del Imperio entrasen en franca decadencia las Cortes y el autogobierno municipal.". Sin embargo, pese a eso, hemos caído en picado tras la Dictadura franquista a la fase del estado Totalitario. Esta es la críptica descripción que otorga el autor a nuestro Estado: "al que el consenso parece decidido a darle finalmente a la socialdemocracia una forma totalitaria de tendencia eurocomunista del tipo Minotauro, es hostil a la religión tradicional y a la Iglesia, que unifican el éthos peninsular desde los tiempos visigodos". El consenso es el de los partidos políticos y no, yo tampoco sé qué es el éthos de un pueblo, aunque lo haya usado cientos de veces el señor Negro en su obra,

En la parte final describe las distintas formas del estado Totalitario en que, por supuesto y para sorpresa de algunos, está el Estado del Bienestar. Comparte fase con el Estado Soviético, el Estado Nacionalsocialista, el Estado Fascista. el Estado Social y de Derecho, y el efímero Estado Total. Y nos lleva al Estado Minotauro, siempre según el autor.

"El Estado Providencia o de Bienestar ha evolucionado siguiendo su lógica eudemonista hacia el Estado Minotauro, no sólo señor de las haciendas y dictador de la conducta, sino de la vida y la muerte de una manera distinta a la de los Estados Totalitarios paternalistas que le prepararon el camino."

Claro, leyendo estas cosas, uno se piensa si el señor Negro vive en la realidad o en una especie de mundo alternativo. Por mucho que yo esté de acuerdo en la amenaza que supone el Estado, y que puede llegar a extremos difícilmente imaginables (una vez más, el confinamiento COVIDiano resulta el paradigma para quienes se fíen de esta maquinaría), tampoco me atrevería a describir la situación actual en los términos que acabo de transcribir. Se puede aceptar como tendencia, no como realidad.

Por último, dejo anotadas dos ideas que me han parecido interesantes. La primera se refiera a como, por mucho que nos digan que el gobierno, o el Estado, es democrático, la Ley de Hierro de la Oligarquía se cumple, y al final el Gobierno no es ni puede ser democrático, sino que corre a cargo de un número reducido de personas, en cualquier ámbito de la actividad humana, no solo en lo político. Para Negro, "Ésta es la causa principal de los ingentes problemas de la democracia europea, empeñada en identificar el estado democrático de la sociedad con la democracia como forma del gobierno, lo que excluye por definición la posibilidad de jerarquizar el mando;" Yo añado, siguiendo a Hayek, que además el sistema estatal tiende a que dicha oligarquía no sea la de los mejores, y solo hay que ver la oligarquía que gobierna ahora mismo España como prueba.

La otra idea es la sustitución de la religión por ideologías, propuestas por los partidos para hacerse con el Estado que permita conducir a la sociedad al paraíso pintado por las mismas. Negro habla de una ideocracia. que "aspira fundamentalmente a liberar el EstadoNación, titular de la summa potestas, de las creencias intangibles que limitaban la Monarquía: las del Altar, la conciencia, el Derecho Natural y consuetudinario, la propiedad". Muy interesante la identificación de la propiedad como limitadora del poder del Estado.

Me cuesta recomendar este libro. Yo no lo he disfrutado, y si me he enterado de algo es porque llevo ya unas cuantas lecturas buenas sobre el tema a mis espaldas. Leoni, Hayek, Buchanan han explicado de forma mucho más sencilla los conceptos que aquí maneja el autor de forma abstrusa. Aunque hay algún descubrimiento interesante, normalmente tampoco está bien justificado (por ejemplo, las ideas en torno a la monarquía hispana). Así que devuelvo al señor Dalmacio Negro al archivo, de donde quizá fuera mejor que no hubiera salido.