viernes, 26 de abril de 2024

Elección social y valores individuales ("Social Choice and Individual Values"), de Kenneth J. Arrow

Tenía curiosidad por leer algo a este señor, al que se atribuye la identificación del mercado en competencia perfecta con el óptimo del bienestar social, algo que ha tenido terribles efectos sobre el verdadero bienestar individual, empezando por todas las burradas que deciden las agencias antitrust.

Este es el libro que he leído del señor, y confieso que ha sido una verdadera tortura, no tanto por lo que dice, como por cómo lo dice. El objetivo del ensayo es analizar la viabilidad de construir una función de bienestar social a partir de las preferencias individuales, algo que hacemos hoy, de alguna manera, mediante las elecciones.

Su punto de partida es correcto (me temía lo peor ya desde aquí): se tiene cada individuo con su vector de preferencias, y además es imposible la comparación interpersonal de las utilidades. Sobre ese vector de preferencias ya podríamos discutir algo, ya que presupone información perfecta, esto es, que cada individuo tiene, de alguna forma, preferencias sobre todo y que todos opinan sobre lo mismo. Yo creo que esto solo se podría modelar con vectores infinitos, para lo que no sé si el álgebra de Arrow está preparada.

Al respecto de la comparación interpersonal y la cardinalidad de las preferencias, me quedo con este argumento que me parece muy bueno (contra la posibilidad de dar valores absolutos a las preferencias, como hacen los economistas neoclásicos): "if any course of behavior can be explained by a given utility function, it has been amply demonstrated that such a course of behavior can be equally well explained by any other utility function which is a strictly increasing function of the first."

A este punto de partida corresponden dos axiomas, que se cumplen tanto a nivel individual como social: conexión (de cada pareja de estados puedo decir cuál prefiero o si me son indiferentes) y transitividad (racionalidad, por tanto). Con esto ya empieza el ensayo a apuntar maneras, pues la consecuencia de ambos axiomas es que se puede definir una relación de cuasiorden entre los estados, y a partir de aquí el señor Arrow puede entrar con toda la fuerza del álgebra a un análisis social. Pero sigamos. 

A la función del bienestar social le exige una serie de condiciones que parecen razonables, aunque al lector le cueste entender su descripción, y más aún su formalización algrebaica. Las cinco condiciones son:

1) Los individuos pueden tener cualquier orden de preferencias (si no la entiendo mal)

2) Si una estado concreto aumenta en las preferencias de un inviduo y todas las demás preferencias permanecen constantes, ese estado también mejora a nivel social

3) Independencia de las alternativas irrelevantes: el estado óptimo no depende de aquellas alternativas carentes de sentido

4) Soberanía del individuo (ciudadano en la terminología Arrow): no hay ninguna relación de orden social que sea independiente de los individuos

5) Inexistencia de dictador: las preferencias sociales no se basan en las de un individuo.

Bueno, pues una vez discutidas y formalizadas estas condiciones, Arrow se lanza a un proceso de demostraciones algebraícas que pretenden demostrar, y según él lo hacen, que no existe ninguna función social que las cumpla. En otras palabras, que es imposible determinar el estado óptimo del bienestar social a partir de las preferencias individuales. Algo que todos sabíamos sin necesidad de dedicar 50 o 100 páginas a embrollo algebraíco. En mis good old times, hubiera tratado de seguirlo, como hacía cuando estudiaba Álgebra en teleco, asignatura que me encantaba. Pero entonces el esfuerzo tenía cierta motivación, porque las conclusiones eran válidas y además había un examen que aprobar. Pero, claro, razonar algebráicamente para el bienestar social me parece tan absurdo (y con resultados tan previsibles) que me resisto a hacer el esfuerzo.

Para Arrow, ni siquiera el mercado (entiendo que libre) puede cumplir esta función, aunque es porque el mercado no cumple la condición de racionalidad (la transitividad de su axioma): "Similarly, the market mechanism does not create a rational social choice."

Una vez constatado lo obvio a lo largo de cuatro capítulos, llega lo más interesante en el último de ellos. Pero, eso sí, por el camino ha demostrados grandes trivialidades, como que si hay solución cuando solo hay un bien en la sociedad. O que "the only methods of passing from individual tastes to social preferences which will be satisfactory and which will be defined for a wide range of sets of individual orderings are either imposed or dictatorial." lo que prepara el terreno para el sueño de todo estatista.

Como decía al último capítulo llega constatando lo obvio:"The results of this section suggest strongly that the difficulties in forming a social welfare function arise from the differing social attitudes which follow from the individualistic hypothesis, especially in the case of similar tastes for individual consumption. It follows that the possibility of social welfare judgments rests upon a similarity of attitudes toward social alternatives.". Lo que inevitablemente conduce a una discusión moral, filosófica e incluso psicológica sobre si existe un estado óptimo más allá de nuestras necesidades básicas y superficiales.

Como es lógico, Arrow va a argumentar que sí, apoyándose en grandes estatistas como Rousseau, y en filósofos más fiables como Kant. Esta frase es ilustrativa y traiciona la visión de Arrow y su implícita superioridad moral al resto de los mortales. Habla sobre longevidad: "This desire is essentially
individualistic, extending to only a few individuals at most; but, since the means for achieving increased longevity are in such large part social, there is a strong factor making for like attitudes on special issues. Differences may still arise owing to imperfect knowledge.
". O sea, para todos los individuos lo más importante es la vida, y divergencias de este postulado solo se deben a la ignorancia. Lo que me recuerda a las medidas que se tomaron durante el COVID básicamente con esa asunción.

Arrow parece sostener que el individuo tiene dos órdenes de preferencias: uno por el que se guía en el día a día, sujeto a emociones e irracionalidad, y luego otro que "would be relevant under some ideal conditions and which is in some sense truer than the first ordering". Por supuesto, este del que no somos conscientes, es que se considera relevante para la elección social, y además es que "there is complete unanimity with regard to the truer individual ordering."

Sigue añadiendo ya consideraciones casi metafísicas, como que es durante las elecciones y en nuestro voto que aflora ese verdadero orden individual, lo que me recuerda a los cónclaves para elegir al nuevo Papa, en que el Espíritu Santo habla por la boca de los reunidos. Y, claro, es que ambas cosas son cuestión de fe, por mucho que se empeñe Arrow en ponerle álgebra.

Eso sí, la existencia de este orden superior se carga la posibilidad de que el mercado sea óptimo para la sociedad:

"Any view which depends on consensus as the basis for social action certainly implies that the market mechanism cannot be taken as the social welfare function since that mechanism cannot take account of
the altruistic motives which must be present to secure that consensus."
"If, in particular, the consensus in question is that of moral imperatives, the case is even worse since the market can certainly only express pragmatic imperatives."

No hay demostraciones ni teoremas algebraícos para esta proposición, por cierto, esta se la ha sacado del coleto. Pero sí tenemos esta prueba anecdótica, con la que cierro el descojone, y en la que aflora de nuevo la omniscencia y sabiduría de Arrow en comparación con la plebe. Para que explicarle la teoría del valor a este señor, si no es una relación de cuasi-orden,
"The reality of the first type of ignorance in economic life is well evidenced by the fact that the price
ratio between two chemically indistinguishable brands of aspirin has exceeded ten to one; here the hierarchy of instrumental values leads to different preferences for different brands of aspirin, though they are in fact equally efficacious in achieving the ultimate end of mitigating headaches."

En suma, se trata de un libro obsoleto, muy duro de leer, y que no recomendaría a nadie. Es una forma de hacer economía que ya no entienden ni los maisntream actuales, que han optado por el cálculo diferencial para sus modelos del ser humano. Y pensar que este señor se llevó un premio Nobel de Economía.

martes, 9 de abril de 2024

Yo confieso, de Jaume Cabré

Yo también confieso, primero de todo, que no sé si este libro se escribió en catalán o en castellano, y esto supone que si es lo primero, entonces he leído una traducción, cosa que me incomoda después de todas las veces que he despotricado en contra de leer traducciones. En mi descargo diré que ni se me ocurrió que pudiera serlo y que, cuando me asaltó la duda ya llevaba mucho libro leído como para empezarlo de nuevo (además de que tampoco sé si podría leer en catalán).

En todo caso, el libro me ha parecido escrito como si fuera directamente en castellano, y tampoco tiene tanto recurso estilístico como para que sea relevante (creo) que se lea en uno u otro idioma. 

Esta novela ha empezado a aparecer en listas de libros clásicos de esas que circulan por Internet, y en muchas de ellas era el único que no conocía. Ese espíritu de completitud que no me abandona me forzó a hacerme con el libro y leerlo, pese al desconocimiento que tengo del autor.

Y no me ha decepcionado, es una lectura que merece la pensa. Cabré tiene pinta de ser autor de un libro, como tantos otros lo han sido (me viene a la memoria Angelas Ashes, o Les bienveillantes, de cuyos autores poco más se supo), lo cual quizá sea malo para él, pero no para el lector, que puede disfrutar de una quintaesencia de sus pensamientos, conocimientos y visiones de la vida.

La historia que nos cuenta Caubré en alrededor de 1000 páginas es, en realidad, la historia de un violín, del artesando Storionio, cremonense que aprendió sus artes del más conocido Stradivari. Lo que pasa es que la historia está contada de forma desordenada, torcida y, si se quiere, disfrazada de carta a su amada de toda la vida, Sara Voltes-Epstein.

No solo el desorden anima la confusión, sino el propio estilo del autor, quien mezcla constantemente en la narración la primera persona (lo que le permite, por ejemplo, tutear al destinatario de sus líneas) y la tercera persona. Por si fuera poco, también hay una cierta confusión con los personajes que pueblan la historia, en los que hay veces en que parece que se encarna, mientras que en muchas habla con ellos (sus dos muñecos, el jefe indio Águila Negra y el sheriff Carson). Es más, incluso los personajes de distintos momentos históricos parecen a veces encarnarse unos en otros o tener vidas paralelas. ("La operación se repitió varios días seguidos. La prisionera 615428 se arrodillaba, desnuda, y el Obersturmbannführer Höss la penetraba y Su Excelencia Nicolau Eimeric le recordaba, jadeando, como se lo cuentes al desgraciado del Bizco de Salt, serás tú quien vaya a la hoguera por bruja, que me tienes embrujado, y la 615428 no decía nada, porque sólo podía llorar de horror.")

Con todo, no se amedrente el potencial lector, porque la narración fluye muy bien y no tendrá problemas para seguir sus derroteros, eso sí, aceptando que se va a ir enterando a saltos, no de forma continua como ocurriría en una narración convencional.

Las historias que se nos cuentan y que (descubriremos) tienen como hilo conductor el ya citado violín, transcurren en diversos momentos históricos y lugares geográficos. La primera es a finales del XIV, en las juderías y monasterios de Gerona; tenemos otra a finales del XVII entre Pardac, Cremona y Paris, y de ahí se salta a la Segunda Guerra Mundial y a los nazis, siempre los malos en cosas de antigüedades.

También hay una historia, breve, en Al Hisw. Y luego esta la vida del padre del protagonista y narrador, que nos lleva por la Primera Guerra Mundial y, cómo no, a la Barcelona franquista. Todo ello entrelazada con la propia vida del protagonista, Adriá Ardevol, y su íntimo amigo Bernat Plensa.

Con tanto lío, parece quedar poco resquicio para la sorpresas, pero doy fe de que este libro las tiene, alguna en la mejor tradición de las series policíacas. Esta última no se desvela hasta las últimas páginas, y no la reventaré, solo diré que tiene que ver con la historia del violín como no podía ser de otra forma. 

La otra se revela más adelante, cuando de repente el texto empieza a aparecer en cursiva, para señalarnos una visión objetiva de algo que no te cuenta Adriá, ni en primera ni en tercera persona. Lo quiero dejar aquí, porque creo que puede animar a la lectura del libro. Bueno, ahi va el spoiler: resulta que Adriá escribe toda esta cara ya aquejado de Alzheimer, y con la urgencia que da querer dejar por escrito todos sus recuerdos antes de perderlos. Es por eso que, cuando se vaya acercando el final del libro, ya casi todo pasa a estar en esa cursiva de observador externo. Y esto le llevará incluso a dudar de sí mismo: "entonces resulta que todos somos pura ficción. ¡Incluso yo!" "Mi muerte será lenta, no como la de Boecio. Mi emperador asesino no se llama Teodorico sino Alzheimer el Grande."

Cabré escribe bien y, con tanto texto, es inevitable que aparezcan secuencias, diálogos y frases lindando con la genialidad. Por ejemplo, este debate terminológico entre Adriá y Jaume de pequeños con otro amigo:

"—Prostíbulo: mancebía, lupanar o burdel.

—Ostras. Hay que buscar en el volumen de mancebía. Éste.

—Mancebía: prostíbulo, lupanar, casa pública de mujeres mundanas. 

Silencio. Los tres un tanto desorientados.

—¿ Y lupanar?

—Lupanar: mancebía, burdel, prostíbulo. Ostras, qué pesados. Lugar o casa que sirve de guarida a gente de mal vivir."

Y este diálogo minimalista, en que se lleva al locutor al final de la frase para conseguir el efecto deseado:

"—Y también quiero estudiar Filosofía (yo).

—¿ Filosofía? (madre).

—¿ Filosofía? (Manlleu).

—¿ Filosofía? (Bernat).

—Peor todavía (madre)."

Adriá es un gran poliglota, lo que le permite algunos alardes. Este, de fuerza bruta: "Adéu, ciao, à bientôt, adiós, tschüss, vale, dag, bye, avrío, noká, la revedere, viszlát, head aega, lehitraot, tchau, maa as- salama, puix beixlama, amigo mío." Mientras que este es un analisis más sutil: "Del inglés me apasionó la pronunciación, siempre maravillosamente inesperada si la comparábamos con la palabra escrita. Y me maravilló la simplicidad morfológica."

Análisis sintáctico de palabra soez: "No dijo pputa porque usó la palabra como sustantivo, no como adjetivo, al contrario que la otra vez que se lo oí decir. Me gustó la finura del matiz lingüístico de mi madre."

Algo con sentido del humor; "¿Cómo sabe mi nombre?—Ya le he dicho que soy tasador." (aunque no espere el lector mucho más).

Dejo también un par de frases brillantes: "cuando la Tierra era redonda para casi todo el mundo y, si las enfermedades desconocidas, los salvajes sin Dios y las fieras del mar y de las tierras, el hielo y la tempestad y las lluvias excesivas no lo impedían, los barcos que se perdían por occidente volvían por oriente con los marineros más delgados, demacrados, perdida la mirada y plagadas de pesadillas sus noches."

"empezaba a añorar la posibilidad de añorar el paisaje frío de Tübingen."

Y cierro ya con esta, que me parece muy adecuado para conectar con el libro que estoy leyendo ahora y sobre el que seguramente trate la próxima entrada, aunque solo coincido con el autor para Vermeer, estoy completamente en desacuerdo con la apreciación a Proust:

"Cuando se ha degustado una vez la belleza del arte, la vida cambia. Cuando has oído cantar al coro Monteverdi la vida cambia. Cuando has visto a Vermeer de cerca, la vida cambia; cuando has leído a Proust, ya no eres el mismo."







 

 

lunes, 18 de marzo de 2024

The Firm, the Market, and the Law, de Ronald Coase

Ronald Coase es uno de los grandes economistas de la historia y con un merecido premio Nobel. En este volumen recopila algunos de sus artículos más famosos, y que a él le parecen más imporantes. Entre otros tenemos "The nature of the firm", "The problem of social cost" y "The lighthouse in economics". A ellos se une un par que no conocía: "The marginal cost controversy" y el sorprendente "Industrial Organization: A Proposal for Research". 

Antes de entrar al fondo, hay que decir que leer a Coase es un placer; tiene el don de explicar las cosas con interés, que se une a su genialidad para proporcionar teorías elegantes a fenómenos económicos que sin él carecerían de ella. Además, como apoya sus razonamiento en la evidencia empírica, te cuenta montones de casos reales, algunos antiguos, que son a su vez apasionantes.

Para Coase, hay un tema común en todas sus aportaciones: la importancia que tiene la existencia de costes de transacción para explicar la realidad que observamos, lo que automáticamente conlleva una crítica para la mayor parte de la profesión económica, que prefiere obviarlos.

Es tal la importancia del fenómeno, que toda la teoría de la firma de Coase se sustena precisamente en la existencia de costes de transacción. Sin ellos, no haría falta organizar la actividad de la forma que lo hace la empresa, y es su existencia, la que comparada con el ahorro que supone internalizar la actividad explica la dimensión de la firma. La teoría de la firma de Coase ha resistido el tiempo y para mí es la mejor explicación de la existencia de empresas. Algo que, por lo demás y como reconoce Coase, parece no preocupar a los economistas, las dan por supuestas.

La otra gran aportación de Coase es su teorema, aunque ni a él (ni a mí) nos gusta su enunciado y su interpretación. En "The problem of social cost" Coase arremete contra Pigou y su solución para las externalidades económicas (externalidad: efectos que causamos en terceros con nuestra actividad de los que no sacamos ni beneficio ni perjucio; ejemplo típico, la contaminación). Lo que explica magníficamente Coase y con profusión de ejemplos estilizados y reales (sacados de la jurisprudencia inglesa) es que no existen externalidades unidireccionales, sino que siempre hay efectos mutuos.

La fábrica que contamina genera una externalidad al que vive en su proximidad, esta es "la que se ve". La que no se ve sería la que causa el residente a la fábrica por vivir en su cercanía por impedirle contaminar. Una vez se ven los dos lados de la moneda, lo que explica Coase es que en un mercado sin costes de transacción las partes siempre llegarán a la solución de máximo bienestar, exactamente igual que en un intercambio directo. Y ello con independencia del reparto inicial de "derechos" o de la decisión judicial. Esto último no en nada intuitivo.

El tema, por supuesto, es que en la realidad sí existen costes de transacción, por lo que el reparto inicial de derechos importa y mucho. Leyendo el artículo uno se da cuenta de que Coase lo dedica casi entero a explicar lo primero (al fin y al cabo, trata de argumentar que no tiene sentido intervenir para resolver la externalidad) y muy poco lo segundo, que sin embargo me parece lo más importante. Por cierto, el viaje que le mete a Pigou por su ejemplo de los ferrocarriles es de época. Es básicamente el mismo que le va a a pegar en el artículo del faro.

Este es muy sencillo: Coase constata que economistas de tanto prestigio como Stuart Mill, y sus némesis Pigou y Samuelson, afirman sin ambages que los faros son el ejemplo paradigmático de servicio que ha de prestar el Estado, pues no se puede cobrar. Ni corto ni perezoso, Coase se empolla la historia de los faros en Inglaterra y constata, como no podía ser de otra forma, que se han desarrollado con iniciativa privada y que, incluso en el momento de escribir, no es un servicio que suministre el Estado inglés y que, de hecho, lo pagan las navieras. Sorpresa! Se pregunta Coase como tipos tan sabios como los citados hacen estas afirmaciones, y se responde que evidentemente hablan sin saber de lo que hablan. "The system apparently favoured by Samuelson, finance by the government out of general taxation , has never been tried in Britain."

Y es que a los economistas mainstream les encantan los modelos, pero muy poco conocer la realidad que dicen explicar. Esta es la queja que transmite Coase en su propuesta para la Organización Industrial, y que le lleva a formular un programa que consiste, básicamente, en que los economistas estudien la microeconomía de los diferentes sectores económicos, pues sin ellos sus modelos son absurdos. Cualquiera que esté al tanto de la academia económica sabe que la propuesta de Coase cayó en saco roto, y hoy en día toda la teoría económica mainstream se construye a base de modelos estilizados y un desconocimiento del sector concreto modelado. Si estos modelos no tuvieran repercusiones, echaríamos unas risas, pero como las tienen (que se lo digan a MasMóvil y Orange con su reciente fusión), la cosa es terrible.

Como se observa, me ha encantado este libro, y eso que ya conocía sus capítulos principales. Aunque sea económico, yo creo que se puede disfrutar y aprender con él sin ser economista. Claro que a los no economistas no les preocupan demasiado las cosas que trata de explicar Coase.

No me despido sin rescatar una frase humorística de Coase, que citaré cada vez que tenga oportunidad: "In my youth it was said that what was too silly to be said may be sung. In modern economics it may be put into mathematics."

domingo, 17 de marzo de 2024

Tragedia en los Andes, de Nando Parrado

Con la reciente película La sociedad de la nieve, se ha vuelto a despertar el interés por esa increible tragedia y aventura ocurrida en los 70 en los Andes, ahora para una nueva generación. La historia es sobradamente conocida: un equipo de rugby uruguayo viaja a Chile para jugar unos partidos allá. Lo hacen en un avión militar; al atravesar los Andes se desorienta y el avión no es capaz de superar una montaña, con lo que cae a la nieve. Unos cuantos de los viajeros sobreviven al accidente, ya increíble de por sí, y sobrevivirán varias semanas en un valle nevado en las alturas de la cordillera, por increible que siga pareciendo.

Eventualmente, tres de ellos, liderados e insistidos por Nando Parrado, se ponen en camino para llegar a Chile en un recorrido, una vez más, increible. A los 9-10 días restablecen contacto con la civilización en Chile, y los supervivientes son rescatados. El punto más polémico y morboso de la historia, con el que toda la gente se queda, es que estos supervivientes "se comieron a sus compañeros muertos" (y lo entrecomillo sobre todo para matizar que no comieron personas, sino carne de cadáveres, que el matiz fue muy importante para os afectados).

Aunque la historia ya la conocía por haber visto Viven, y por eso no tenía demasiado interés para mí la película, ante la insistencia de algunos amigos, terminé viéndola. No me entusiasmó demasiado, precisamente por ya conocer la historia, pero sí que me animó a la reflexión, y no tanto esta vez por el tema de comer carne humana, sino por la vertiente psicológica que hizo que esta gente pudiera sobrevivir en unas condiciones en que ningún ser vivo lo hubiera podido hacer, ni muchos humanos tampoco.

Y es parte importante de esta caracterización psicológica la persona de Nando Parrado, pues es el verdadero salvador del grupo, un personaje excepcional, un emprendedor de categoría sobrehumana, que se echa a los hombros nada menos que una travesía por los Andes sin material ni preparación ni conocimientos ni casi comida. Decir que lo hace para salvar a sus amigos es quizá mucho decir (y que nadie me interprete mal, él mismo confiesa sus pensamientos en el libro que comento), pero el caso es que los salva. Sin Nando Parrado no tiene pinta de que hubieran sobrevivido ninguno, aunque nunca se sabe si alguno de sus compañeros hubiera asumido el liderazgo, e incluso lo hubiera hecho menos dramáticamente.

El caso es que, con esta nueva visión del suceso, la narración que más me interesaba de las disponibles (3 ó 4, creo), la que más me atraía era la de Parrado, pues es el único que te puede contar qué le impulsó y cómo consiguió salir de aquella "tumba de nieve" a través de uno de los lugares más hostiles al ser humano. La película, de hecho, pasa muy de puntillas sobre la gesta.

Ya estos prolegómenos son una muestra de lo que me ha interesado del libro, poco más habría que añadir. Parrado no es un gran escritor, pero su narrativa tiene la fuerza del que lo ha vivido, lo ha sufrido y lo recuerda (aunque a mí me cuesta creer que se acuerde de lo que pensabe en determinados momentos, no precisamente en la expedición, pero sí durante los días en que está en el avión con todos sus compañeros). 

A eso hay que añadir el análisis psicológico que aporta en muchos momentos, claramente producto de la reflexión posterior, pero no por eso menos válido. Ayuda a entender cómo sobrevivían todos en condiciones tan hostiles, y los roles peculiares que juegan algunos de ellos en cada momento para permitir tal supervivencia. Aquí creo que la película también tiene mucho que aportar, incluso más que Parrado, que quieras que no se perdió los primeros días tras el accidente a causa de su traumatismo craneal.

Curiosamente, es el mismo traumatismo el que parece que le hizo ver las cosas de otra forma cuando al fin se despertó con vida. Se había ahorrado el trauma psicológico que sufrieron los demás tras el accidente: él cuenta como veía a todos demacrados y, sin embargo, él estaba razonablemente bien, Y eso pese a haber perdido a su madre y tener a la hermana a punto de seguir el mismo camino.

Como digo, la narración de estos días en el avión, siendo interesante, aporta poco respecto a la película. El tema de comer la carne de los cadáveres es tratado, cómo no, pero más bien de paso. En la película se hace con más profundidad. De hecho, toda esta parte del libro puede ser un poco aburrida para quien conozca la historia.

La cosa cambia radicalmente cuando por fin Parrado, Roberto Conesa y Tintín emprenden su aventura de retorno a la civilización, ya aceptado por el grupo que no hay otra solución, y tras considerable insistencia por parte de Parrado. Esta parte de la historia es sencillamente brutal y solo leyéndola se puede hacer una idea de la gesta, de la locura que todo eso supone, y de la que Parrado no será consciente realmente hasta que sobreviva y reflexione sobre ella.

Es impresionante cómo superan un desnivel de 1600 metros escalando a mano en la nieve sin equipos y con el vacio a la espalda. Cómo se equivocan una y otra vez en sus aproximaciones, tanto bajando como subiendo, con el esfuerzo que supone cada avence. Y todo esto a alturas sobre el nivel del mar entre 4300 y 5900 metros, a las que, por ejemplo, un servidor no ha estado nunca. 

El momento culminante, también reflejado en la película, es el de la coronación del monte que llama Parrado Segler, ese monte que parecía accesible desde abajo y que sin embargo han tenido que "coronar" varias veces., en el sentido de que varias veces han creído que llagaban a lo más alto. Ante ellos no esta Chile, como pensaban que iba a estar, sino un montón de valles y montañas en los que no se ve salida. En este momento culminantemente trágico, Parrado y Conesa asumen que están muertos, pero Parrado entiende, de repente, que solo le puede salvar el amor (a su padre, en este caso). Él deja de huir de la muerte y camina hacia el amor. Y eso es lo que él cree que le permitió sobrevivir. Luego insiste sobre ello en la reflexión final.

En este trayecto de varios días, el sufrimiento será total. Parrado no piensa en rescatar a sus compañeros ni siquiera en Conesa que se arrastra tras él. Solo piensa en seguir adelante (ha entrado en ese estado de flow de que te hablan los psicólogs). Sabemos que lo va a conseguir, y que lo hace no por altruismo sino por amor a su padre. Aquí me llama la atención la conexión con la película Interstellar de Christopher Nolan: en la peli, en Matthew McConaughey quien salva a la humanidad por el "egoismo" de querer salvar a su hija. Aquí, Nando Parrado salva a sus amigos porque quiere "egoistamente" volver con su padre.

Al hilo, hay otra serie de reflexiones relacionadas con cómo son los emprendedores quienes héroicamente hacen avanzar a la sociedad en las que no me detendré, pero que dimanan directamente de lo que acabo de decir.

A priori, este parece un libro de autoayuda, sobre cómo superarse en condiciones adversas, y por eso me echaba para atrás su lectura. Pero no es eso, no lo es aunque se puedan sacar ese tipo de lecciones. Es un relato potente, directo, de primera mano, de una persona que sobrevivió a una gesta, a una verdadera locura, de las que pensábamos que ya no se hacían a finales del siglo XX. Dejará impactado a quién lo lea, aunque no sería mucho decir que lo disfrutará.

sábado, 16 de marzo de 2024

La guerra futura ("The future of war"), de Lawrence Freedman

Tenía una curiosidad moderada por leer algo más o menos riguroso sobre la guerra, que al mismo tiempo no me resultara demasiado aburrido. Lo bélico no es un tópico que me interese demasiado, pero como uno tiene ansia de completitud, también algo quería conocer.

Este libro me fue recomendado por no recuerdo quién, y el autor es el típico académico inglés que parece sabérselo todo, así que para un buen punto de partida (aunque como no pienso seguir explorando el tópico también lo es final).

La lectura no decepciona, por lo menos a alguien que no tenga conocimientos del tema, como un servidor. Quizá a otros les parezca básico. Hay análisis conceptual, sumario teórico, repaso histórico, y. también, ciencia ficción. Vamos poco a poco.

Para empezar, un definición de guerra: "We define war through this duality, acknowledging its inescapable violence but requiring that at least this be organised and purposive. Random acts of violence or conflicts that are conducted without violence do not count as wars." Lo que pasa es que la guerra, así conceptualizada o de cualquier otra forma, es originada por individuos y, por tanto, sujeta a emprendimiento. "By stressing this aspect of thinking about war, peace, and the use of armed force this book provides a reminder that history is made by people who do not know what is going to happen next.

Pero aquí hay ya que introducir un importante matiz, y es que la guerra no tiene su origen tanto en los individuos como en los Estados, lo que tiene consecuencias fundamentales para entender sus problemas, sus orígenes y su devenir. En pocas palabras, los individuos que toman las decisiones referentes a la guerra, empezando por su declaración, no internalizan los costes de las mismas, por lo menos no desde hace unos 200 años.

Si algún mandatorio puede ganar mucho dinero o prestigio declarando o manteniendo una guerra cuyos costes sufren otras personas, va a tender a promover tal guerra. Hay ejemplos a puñados, muchos de ellos reflejados en novelas o películas. Como el general que manda a la batalla a sus hombres sabiendo que a las 12 va a empezar el armisticio.

O sea que uno de los principales problemas de la guerra es que su sujeto son los Estados y no las personas individuales. Eso hace que todo el cálculo coste-beneficio esté distorsionado, empezando por el cálculo de riesgos para el futuro: 

"Predictions of the future are never anything but projections of present automatic processes and procedures, that is, of occurrences that are likely to come to pass if men do not act and if nothing unexpected happens; every action, for better or worse, and every accident necessarily destroys the whole pattern in whose frame the prediction moves and where it finds its evidence."

A esto únase la distorsión en incentivos, y ya podemos explicarnos el gran peso que cobra la ciencia ficción en el libro de Freedman. Porque resulta que los Estados y sus cúpulas militares se toman muy en serio las amenazas que imaginan escritores y guionistas de cine. Son inquietantemente frecuentes los ejemplos de esto que recoge Freedman, empezando por la película "On the beach" y siguiendo con otras más predecibles como "Wargames". Pero la cuestión es que los mandos militares se toman en serio estas cosas, y, claro, siendo el Estado, es difícil discernir si es porque realmente es una amenaza seria, o porque les da disculpas para conseguir recursos y poder adicional. Volvemos al tema de las distorsiones de incentivos.

Me llama la atención especialmente porque es el mismo patrón que observo para la intervención en los mercados, solo que en este caso son hordas de economistas imaginando de qué forma las empresas pueden fastidiar a los consumidores y pidiendo regulación que lo impida. Al menos en el caso económico se mantiene una apariencia de seriedad (para quien no sepa teoría económica) a la que en el caso bélico parece renunciarse. Anoto antes de seguir que Freedman también muestra su escepticismo sobre esta forma anticiparse a las guerras del futuro, reconociendo que los efectos se tienden a exagerar.

Lo que trata de hacer Freedman es analizar en el pasado como se veían las guerras del futuro (ya pasadas desde nuestra perspectiva) supongo que para ver su grado de acierto. Lo que pasa es que, claro, aparece el problema de la profecía autocumplida: "How people imagined the wars of the future affected the conduct and course of those wars when they finally arrived. Unanticipated wars, in forms that had not been imagined, left participants and commentators struggling to understand where they had come from and how they might best be fought.

Y recuérdese la cita anterior sobre la imprevisibilidad del ser humano, emparejada con los incentivos de los Estados.  "Moscow and Washington miscalculated in their assessments of the risks they faced because they did not appreciate that others might miscalculate so badly in the risks they were prepared to take.En la misma línea, recuérdese como los gobiernos siempre dicen que el conflicto se va a resolver en poco tiempo y fácilmente (Primera Guerra Mundial, Irak, o más recientemente Ucrania): ¿ es porque son negligentes calculando los riesgos de unos costes que no van a sufrir los individuos que deciden, o porque quieren convencer a la opinión pública de que hay que ir al conflicto? Elijan su respuesta, que ninguna es buena para nuestra visión del Estado.

Freedman hace un interesante repaso histórico de conflictos y cómo se veían, practicamente hasta la primera invasión rusa de Ucrania, incluyendo guerras civiles y coloniales. Evidentemente, el libro no alcanza la reciente guerra de Ucrania. Tras este repaso, se mete a ver cómo se está imaginando la guerra del futuro y las nuevas tendencias bélicas. El primer repaso me ha parecido más interesante y entretenido, mientras que la segunda parte, junto a la dedicada a la "ciencia de la guerra", se me ha hecho algo bola.

Cierro con un par de cosas, un poco off-topic, que me han parecido interesantes. La primera es una cita de Salvador de Madariaga: "Technical difficulties are political objections in uniform." Se refiere a las excusas que los burócratas emiten para no ejecutar las decisiones políticas cuando no les conviene. Imagino que Milei en Argentina estará encontrando constantes "dificultades técnicas" para desregular los mercados. La solución la sabe él bien: no hacer caso y desregular aunque se caiga el mundo.

La segunda es la cínica visión que tiene Freedman de la Declaración de los Derechos Humanos, una perspectiva que me ha pillado por sorpresa, pero que es ciertamente interesante aunque siniestra: "whatever was said about justice and human rights, the charter at its core was about removing all excuses for wars of conquest and a celebration of sovereignty." puesto que "Even if states were acting against their people in an unjust or discriminatory matter, so long as they were not actually disturbing international peace and security, they should be left alone." En otras palabras, otros Estados no se inmiscuirían en lo que la URSS (oooops) otros páises hacían a sus ciudadanos puesto que todos se habían comprometido a respetar los Derechos Humanos. De coña, claro.

El libro es algo interesante para quien quiera introducirse al proceloso mundo de la guerra, pero tengo dudas sobre si no habrá mejores introducciones. A mí me ha ido decepcionando crecientemente conforme avanzaba en su lectura, y no tengo claro sin recomendarlo.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Me alegraría de otra muerte ("No longer at ease"), de Chinua Achebe

Con este termino la lectura de la trilogía africana del autor, tras el excelente Things fall Apart y el menos sorprendente Arrow of God. Las novelas siguen una secuencia lógica, con una creciente integración de las tribus indígenas en la vida occidental que traen los ingleses a Nigeria. Y. según va creciendo la presencia del hombre blanco, decrece el interés de la lectura para un servidor, como ya puede apreciar en la segunda entrada de la serie.

Y es que dicha integración dinamita los modos de vida y las historias que tienen que contar los nativos, todas esas costumbres y sabiduría que empapaban principalmente esa maravillosa primera entrega. O sea, no hay pérdida en el talento narrativo de Achebe, que continúa con su estupendo estilo, solo un, por así decirlo, retorno a lo normal, a lo occidental, a lo que nos resulta familiar.

El protagonista, por cierto, es un descendiente de aquel rebelde Okonkwo que protagonizaba la primer aparte. Obi, que así se llama, es ya un producto híbrido de la sociedad nigeriana: de raíces en la tribu de Umuofia, los componentes de ésta hacen un esfuerzo colectivo para mandarle a estudiar a Inglaterra y que así pueda optar a un cargo administrativo de vuelta a casa. ("A university degree was the philosopher’s stone. It transmuted a third-class clerk on one hundred and fifty a year into a senior civil servant on five hundred and seventy, with car and luxuriously furnished quarters at nominal rent.")

Lo que pasa es que al retorno lo que espera al ingenúo Obi es una situación de corrupción rampante, de la que quienes primero esperan beneficiarse son sus colegas de tribu. Esto es lo que parece denunciar Achebe: que parece imposible que un Estado funcione con los nativos nigerianos, que aprenden la corrupción y la practican con absoluta normalidad ("There is no single Nigerian who is prepared to forgo a little privilege in the interests of his country. From your ministers down to your most junior clerk."). 

Ya algo así se apuntaba en el segundo libro. Y de hecho este tercero comienza con esta declaración: "The African is corrupt through and through."

Si bien Obi trataré de resistirse al ambiente, lo cierto es que entre su negligencia y su ingenuidad, acompañada por un amor con Clara, inglesa, mal visto en su familia, llevarán a Obi a una espiral en que termina entrando al juego de costumbre, si bien para él no terminará bien, como también se desvela en el primer capítulo.

Como decía, la narrativa es prácticamente en su totalidad sobre la vida en Lagos, y deja poco resquicio a costumbres y dichos tradicionales, de los que poblaban las anteriores novelas. Ello la deja en una novela bien escrita sin mayor interés para un español acostumbrado a los tejemanejes de sus gobiernos. Puede que a Achebe le escandalice o le apene la corrupción de los suyos, pero es peccata minuta comparado con lo que ocurre aquí, y vamos tirando.

Hay poco costumbrista, y lo que hay ya está mezclado con las costumbres traídas por los europeos.

"The second generation of educated Nigerians had gone back to eating pounded yams or garri with their fingers for the good reason that it tasted better that way. (...) Also for the even better reason that they were not as scared as the first generation of being called uncivilized."

Obsérvese la ironiá de esta frase, que solo se aprecia si se han leído las novelas anteriores: "“A Christian house where kola nut is not eaten?” sneered the man."

Sobre la visión de los Nigerianos de su gobierno, lo que parece causar pesar a Achebe, Yo le diría que fuera menos idealista sobre la visión que tienen en los países más desarrollados, que no es muy distinta: "In Nigeria the government was “they.” It had nothing to do with you or me. It was an alien institution and people’s business was to get as much from it as they could without getting into trouble."

Muy interesantes estas reflexiones sobre la escritura, algo que traen los blancos y de que los nativos carecían. Para Achebe, tiene unas consecuencias fundamentales, sobre todo debido a su indelebilidad:
"the symbol of the white man’s power was the written word, or better still, the printed word."
"If you go to the native court and look at the books which clerks wrote twenty years ago or more, they are still as they wrote them. They do not say one thing today and another tomorrow, or one thing this year and another next year."

Por último, extracto una pequeña broma, de las escasas que se permite Achebe en estas novelas. Se está refiriendo a lo que hace una chica que quiere conseguir una beca para estudiar en Inglaterra: "She put down her name and her age. But when she came to sex she wrote: ‘Twice a week.’”"

Esta novela es el colofón lógico a la trilogia africana del autor, que empezaba con los primeros contactos con los ingleses, y que ahora nos lleva a unos nativos adaptados al sistema y tratándolo de exprimir al máximo en lugar de utilizarlo para mejorar las condiciones de vida de sus congéneres. 

martes, 13 de febrero de 2024

La montaña mágica ("Der Zauberberg"), de Thomas Mann

 "La montaña mágica" es uno de esos libros que tenía que escalar, nunca mejor dicho, tarde o temprano. Su larga extensión y un alemán presumiblemente complicado hacían que fuera postponiendo el reto sine die. Pero estas Navidades por fin decidí que era el momento, y me puse con su lectura, sin prisa pero sin pausa.

A favor de leerlo está que se considera la obra cumbre de Mann, de quien ya había leído sus dos clásicos. Buddenbrooks y Der Tod in Venedig, habiéndome gustado bastante sobre todo el primero. Esas previas lecturas me hacían confiar en que el libro estaría bien escrito y no sería tan complicado de leer como a primera vista se podía pensar. Acerté parcialmente en esta apreciación, y esa es la razón por la que ya lo he terminado (pensaba que me llevaría un par o tres meses leerlo), con los intermedios de Chinua Achebe y Eduardo Mendoza por medio.

Como digo, Mann escribe bien y su alemán no es demasiado complicado. Eso no quiere decir que yo me haya enterado de todo lo que ocurre, mejor, de todo lo que se habla en esta novela. Los fragmentos descriptivos y costumbristas se entienden sin problemas, pero otra cosa son las conversaciones con Settembrino y Naphta, que elevan el nivel y son bastante filosóficas. Aquí, como siempre en alemán, empiezan a aparecer palabras raras intraducibles y que hacen que sea dificil seguir la discusión, por interesante que esté pareciendo.

La novela se desarrolla de principio a fin en una residencia hospitalaria en medio de los Alpes, más en concreto en Davos. Solo uno de los primeros capítulos se permite salir de tal escenario, para contarnos un poco sobre el pasado y familia del protagonista, el ingeniero Hans Castorp. Esto ya lo hace con Castorp en Davos, donde ha ido a visitar a su primo Joachim Ziemssen, quien lleva con curas una temporada.

La idea inicial de Castorp es permanecer tres semanas de visita a su primo, pero dicha idea se va a ser superada por los acontecimientos, y Castorp permanecerá 7 añitos más en Davos, viendo pasar el tiempo, nunca mejor dicho de nuevo. De estos primeros compases de la novela, me quedo con esa imagen de los pacientes cada uno con su termómetro, midiéndose la temperatura en los momentos prescritos. O con las técnicas para abrigarse cuando se toma el aire en los balcones de la habitación. Tiene aquí la novela una vertiente cómica que no se va a desarrollar mucho.

Una vez transcurren esas primeras tres semanas, Mann y el lector comienzan a perder la noción del tiempo, y las cosas que ocurren ya no parecen radicar en momentos concretos ni necesitar de cronología. Continuará el paso de las estaciones más bien para marcar los ritmos ("Kurz, es gibt Wintertage und Sommertage und Frühlings- und Herbsttage, aber so richtige Jahreszeiten, die gibt es eigentlich nicht bei uns hier oben.”"), pero lo cierto es que Mann va a aprovechar en muchas ocasiones para reflexionar sobre lo que significa el tiempo.

"Leere und Monotonie mögen zwar den Augenblick und die Stunde dehnen und “langweilig” machen, aber die großen und größten Zeitmassen verkürzen und verflüchtigen sie sogar bis zur Nichtigkeit."

"Denn in der Ordnung ist es und diesen Gesetzen entipricht es, daß uns die Zeit genau so lang oder kurz wird, für unser Erlebnis sich genau ebenso breit macht oder zusammenschrumpft, wie dem auf so unerwartete Art vom Schicksal mit Beschlag belegten Helden unserer Geschichte, demjungen Hans Castorp;"

"die Ewigkeit ist nicht ‘geradeaus, geradeaus’, sondern ‘Karussell, Karussell.” “Hör auf!”"

Quizá el momento culminante de esta relatividad del tiempo sea el extravío de Hans en una tormenta de nieve, que ocurre sobre los 2/3 de la novela cuando el protagonista se ha aficionado a salir con esquíes. La situación es angustiosa, magistralmente descrita por Mann, así como las alucinaciones del protagonista  ("Die blanken Regenschleier sanken: da lag das Meer - ein Meer, das Südmeer war das, tieftiefblau, von Silberlichtern blitzend, eine wunderschöne Bucht, dunstig offen an einer Seite, zur Hälfte von immer matter blauenden Bergzügen weit umfaßt, mit Inseln zwischenein, von denen Palmen ragten oder auf denen man kleine, weiße Häuser aus Zypressenhainen leuchten sah."). Sin embargo, al final resulta que solo han pasado unos minutos.

El personaje más destacado de la novela es, sin duda, el italiano Settembrini, que va a asumir el papel de tutor de los jóvenes, Hans y Joachimm. Serán numerosas las peroratas del cultivado caballero, sobre todo lo que le ocurra, y en particular sobre la muerte y la enfermadad. Un par de muestras de su discurso:
"Krank und dumm, - in Gottes Namen, das ist die Misere selbst, die Sache ist einfach, es bleibt nichts als Erbarmen und Achselzucken. Das Dilemma, mein Herr, die Tragik beginnt, wo die Natur grausam genug war, die Harmonie der Persönlichkeit zu brechen - oder von vornherein unmöglich zu machen -, indem sie einen edlen und lebenswilligen Geist mit einem zum Leben nicht tauglichen Körper verband."

"Nach Settembrinis Anordnung und Darstellung lagen zwei Prinzipien im Kampf um die Welt: die Macht und das Recht, die Tyrannei und die Freiheit, der Aberglaube und das Wissen, das Prinzip des Beharrens und dasjenige der gärenden Bewegung, des Fortschritts."

Complicadillo, ¿verdad? Pero jugoso, sin duda. Pasado el primer tercio de la novela, Mann introduce al contrapunto de Settembrini, Leo Naphta, al parecer antiguo jesuita. Los debates entre ambos sustituirán los monólogos del italiano, aunque darán lugar a un final trágico.

Aquí una muestra del pensamiento de Naphta: "Ein Individualismus dagegen, der von der kosmischen, der astrologischen Wichtigkeit der Einzelseele ausgeht, ein nicht sozialer, sondern religiöser Individualismus, der das Menschliche nicht als Widerstreit von Ich und Gesellschaft, sondern als den von Ich und Gott, von Fleisch und Geist erlebt, - ein solcher eigentlicher Individualismus verträgt sich mit bindungsvollster Gemeinschaft recht wohl ."

Sin estar muy seguro, creo que la posición de Settembrini es el individualismo y la libertad, mientras que Naphta se inclina más hacia el colectivisimo. Estamos a principios del siglo XX (1924), por lo que aún no se conocen los trágicos resultados que tendrán los estados totalitarios, expresión máxima del colectivismo.

El tercero en discordia de los personajes que influyen en nuestro protagonista no tiene mucho que ver con los dos filósofos: se trata más bien de un bon vivant, el autriaco millonario Mynheer Peperkorn, que introduce nuevas costumbres en el sanatorio, como bailes, fiestas y sesiones de espiritismo. De sus aportaciones hay que destacar el gramófono y los discos que nuestro héroe escuchará en solitario. Esta escena de la oportunidad a Mann de describir alguna obra musical, algo relativamente frencuente en los autores alemanes (me viene a la memoria el Mesias descrito por Zweig).

También aporta Peperkorn alguna sesión de cine, imagino que pionera para la época, y que Mann describe con originalidad: "Das Schweigen der Menge nach der Illusion hatte etwas Nervloses und Widerwärtiges. Die Hände lagen ohnmächtig vor dem Nichts. Man rieb sich die Augen, stierte vor sich hin, schämte sich der Helligkeit und verlangte zurück ins Dunkel, um wieder zu schauen, um Dinge, die ihre Zeit gehabt, in frische Zeit verpflanzt und aufgeschminkt mit Musik, sich wieder begeben zu sehen."

Hay dos momentos especialmente patéticos en la novela. los dos relacionados con el primo Joachim, y los dos son despedidas. Esta es la física cuando decide volver a la Flachland a ejercer su profesión militar, harto de no curarse; "Dann schwang er sich aufs Trittbrett. Die Tür schlug zu, es pfiff, die Wagen stießen aneinander, die kleine Lokomotive zog an, der Zug entglitt. Der Reisende winkte durchs Fenster mit dem Hut, der Zurückbleibende mit der Hand. Zerwühlten Herzens stand er noch lange, allein."

Recojo aquí también este párrafo magnífico con inventario de ruidos a la alemana:"Sie stürzten mit unsinnigem lärm, in welchem sich alle möglichen Geräuscharten und Lauthöhen zu mischen schienen, Donnern und Zischen, Gebrüll, Gejohle, Tusch, Krach, Geprassel, Gedröhn und Glockengeläut, - wahrhaftig wollten einem die Sinne davon vergehen."

Y cierro con la estupenda frase con la que termina la novela, ya con nuestro héroe vuelto del sanatorio ante el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en la que tendrá que participar. "Lebe wohl, Hans Castorp, des Lebens treuherziges Sorgenkind! Deine Geschichte ist aus. Zu Ende haben wir sie erzählt; sie war weder kurzweilig noch langweilig, es war eine hermetische Geschichte." Lo que no queda claro es si muere o no en la batalla.

Obras clásicas como esta "Der Zueberberg" es absurdo recomendarlas o no. Cualquier lector que presuma de serlo la va a tener que leer tarde o temprano, porque es un verdadero clásico. Que te guste más o menos, es distinto, pero que disfrutarás con su lectura es innegable. La cuestión pasa a ser si conviene leerla en alemán o traducida. Yo ya he respondido: no creo que sea muy traducible la parte filosófico, y la parte costumbrista se lee bien en alemán. Eso sí, quizá se disfrute mucho más con una segunda lectura, como recomienda el propio Mann en el prefacio de la edición que he leído. Pero si es ese el precio a pagar por disfrutar plenamente de la obra, me cuesta mucho recomendarla. Denme unos años a ver si echo ganas para releerla. 







lunes, 12 de febrero de 2024

Growth Theory: An exposition, de Robert M. Solow

Leer este ensayo es como leer alguno de los físicos primitivos que explicaban el universos con las esferas celestiales, o la luz con el éter, yo qué sé. Con la única, pero importante, diferencia que muchos de los economistas actuales se siguen creyendo las cosas de Solow, mientras que ningún físico actual discutiría seriamente sobre las esferas celestiales como explicación de fenómenos físicos.

Más grave aún: no solo es que los economistas actuales se siguen tomando en serio a Solow, sino que encima muchas de sus propuestas las hacen suyas los políticos. Yo quiero pensar que Solow premio Nobel de Economía, por cierto, era honesto en sus trabajos, y si viviera en la actualidad hubiera aceptado y reconocido sus tremendos errores. Lo cual, por cierto también, les daría igual a los políticos, que seguirían actuando con sus postulados, porque en el fondo les conviene.

Lo que hace Solow en este ensayo es aportar una teoría matemática para explicar por qué crecen las economías de los países o, más bien, como se puede explicar dicho crecimiento a través de otras magnitudes. Él no se cansa de repetir que su modelo no va más allá de una parabola, y que haría falta un trabajo más riguroso antes de formulas políticas económicas con base en él. Pero, bueno, aquí estamos, y el marco de su discusión  es bastante frecuente en los macroeconomistas mainstrema.

Solow afirma que el crecimiento económico se puede explicar con el crecimiento de la población y el crecimiento del ahorro. Luego complica el modelo para introducir dinero o deuda, y aparecen otras variables que contribuyen, como es el gasto público o el crecimiento de la masa monetaria, ya en manos del Estado.

Lo que el muestra es que el crecimiento estable (steady) solo se produce en las condiciones de Harrod-Domar. Si no se cumple, o bien se está invirtiendo más de lo que se puede utilizar con el empleo disponible (y tenemos exceso de capacidad) o bien se está invirtiendo menos, y el desempleo tiende al infinito. 

Pero, claro, para eso tiene que hacer unas suposiciones irrealistas y ridículas, cuya ridiculez solo se aprecia en toda su magnitud cuando se analiza la posible intervención  del gobierno. De entrada, solo existe un bien en la economía, que se produce solo con capital y mano de obra. Y ese capital es completamente homogéneo, y además con una tecnología dada, que se hace exógena al modelo. Esto es, Solow no se pregunta quién ha inventado la tecnología, la da por buena, y asume (en uno de sus modelos) que se va mejorando y, en general, que se pueden añadir activos al capital homogéneo siempre con éxito (todo el ahorro va a inversión en capital rentable).

Con estos supuestos, de lo único que hay que preocuparse es que el otro recurso "case" con el capital homogéneo. Ya está, no da más de sí el modelo. Luego le metemos la componente del Estado, y entonces vemos cómo Solow echa de menos la planificación central que le permitiría fijar las variables directamente al Estado para alcanzar la senda de crecimiento que deseara. Es tan ridículo como indignante. Hay momentos especialmente llamativos, como cuando discute el papel de la inversión pública, y nos convence de que básicamente da igual qué inversión se haga si se fija adecuadamente la tasa de retorno, mejor, se manipula con los instrumentos que maneja el Estado.

Todo muy lamentable, y que no daría para mayor comentario sino fuera porque los economistas macro mainstream siguen razonando en estos términos.

No procede aquí refutar sistemáticamente el modelo de Solow. Solo un par de apuntes: 1) el capital disponible en una economía, los medios de producción (fábricas, vehículos, maquinaría...), distan de ser homogéneos; muchos de ellos solo se pueden usar para determinadas actividades y no para otras; 2) la adición de capital a la estructura productiva es una actividad sujeta a incertidumbre, que no va a dar automáticamente ninguna rentabilidad; ello implica que no puede haber un óptimo de inversión, no puede haber exceso de inversión como postula Solow mirando al factor complementario de su modelo; 3) la evolución tecnológica no aparece de la nada; requiere recursos, inversiones, que necesariamente habrán de salir de la economía, no se puede poner como factor exógeno del modelo si se quiere que este dé resultados serios.

Solow es un keynesiano impenitente a quien nadie debería de leer en la actualidad. Si yo lo he hecho ha sido como parte de un club de lecturas, en ningún otro contexto hubiera perdido tiempo con este bodrio. Normalmente, me conformo con no recomendar los libros que no me gustan, En esta ocasión, recomendaré activa y encarecidamente que nadie lea esto, puede terminar con ideas equivocadas y dañinas.


   

 

viernes, 9 de febrero de 2024

Bargaining and Market Behavior, de Vernon L. Smith

Vernon L. Smith ganó el premio Nobel de economía en 2002, junto a otro viejo conocido, el gran psicólgo Kahneman, del que también tengo algo leído. Esta es quizá su obra más representativas, aunque, por desgracia, no se trata de un libro de divulgación (como han hecho muchos premios Nobel a partir de sus trabajos), sino de una colección de artículos que, asumo, le parecieron especialmente relevantes.

Posiblemente, Smith sea el principal representante de lo que se llama economía experimental, que consiste, como el propio nombre indica, en llevar a cabo experimentos controlados con individuos reales, para ver si se cumplen las distintas predicciones de la teoría económica, especialmente la neoclásica del equilibrio así como los resultados de la teoría de juegos. 

Desde un punto de vista austriaco, los resultados de estos experimentos poco podrían hacer para validar teorías económicas, aunque no tengo tan claro que no sean útiles para refutarlas. Entre los trabajos que recoge este libro que más me han interesado están sus experimentos tratando de comprobar si un monopolista es capaz de alcanzar el precio de monopolio que predicen los neoclásicos con sus modelos (pero que los austriacos ponemos en duda, ya que el precio dependerá sobre todo de las preferencias de la demanda, por lo que nos cuesta creer que un monopolista tenga el poder de mercado que le atribuyen aquellos en un mercado libre). Los resultados experimentales parecen corroborar la visión austriaca, al observarse que los precios que surgen en los experimentos están más cerca del nivel competitivo que del nivel de monopolio.

La obra de Vernon Smith se mueve entre la economía teórica (como en el ejemplo que acabo de poner) y la psicología. Con sus experimentos también trata de poner en dificultades a los psicólogos, que prefieren ver al individuo sin su componente económica. Al respecto, es bastante conocida la polémica que tuvo con su co-premiado Kahneman por la falta de rigor que achacaba a algunos de sus experimentos (Vernon L. Smith criticaba a Kahneman).

La lectura de estos artículos es una verdadera tortura para el amateur. Smith es riguroso y científico, y la mayor parte del texto consiste en la descripción del experimento/s analizado, sus resultados, y el análisis estadístico de los mismos. El lector transita con dolor y sopor entre el comienzo del artículo, en que se exponen las cuestiones a estudiar, y el final en que resume las conclusiones obtenidas. Hay algún artículo que se hace más llevadero, pero son la excepción más que la regla. Entre aquellos, me parece especialmente recomendable el capítulo 11. "Experimental Methods in the Political Economy of Exchange", en que se explican los fundamentos metodológicos de la economía experimental y la forma en que se construyen las curvas de oferta y demanda que permiten identificar el precio de equilibrio teórico (básicamente, se le da a los vendedores un coste de producción del que el precio no puede bajar, y a los compradores una utilidad, que el precio pagado no puede superar; los participantes en el experimento se llevan al final dinerito, según lo que hayan conseguido ganar de más). De hecho, mi recomendación al lector que se interne en este libro es que comience su lectura por este capítulo.

Es más, quizá le convenga empezar por la parte III, que son los artículos más económicos, en que Vernon L Smith pone a prueba conceptos de teoría económica, incluyendo el básico de que el precio de mercado tienda al de equilibrio que predice la teoría. Hay también experimentos sobre precios máximos y mínimos, sobre evolución de precios según la forma en que se publiquen, sobre oligopolio Bertrand-Edgworth (tratando de resolver empíricamente algo que no se ha podido resolver teóricamente) y cosas similares.

Esta parte incluye dos artículos extremadamente complejos, pero quizá útiles en la práctica: el porqué de la existencia de operaciones off-floor en los mercados organizados, y la aparición de burbujas en los mismos y cómo conseguir atenuarlas. Sorprendentemente, el resultado experimental de que se producen burbujas en los mercados bursátiles parece robusto y aparece una y otra vez cuando se experimenta sobre ellos.

Las dos primeras partes recogen artículos sobre la interralación con la psicología, y son bastantes difíciles como iniciación. Se analiza experimentalmente el endowment effect identificado por Kahneman, así como la influencia que tiene la percepción de precios fair en el comportamiento del mercado. Su conclusión es que solo afecta al recorrido del precio en el corto plazo, pero no al precio de equilibrio. Tanto en estos artículos como en otros de los citados, es de interés ver cómo se diseña el experimento para simular las distintas hipótesis que se quieren contrastar. Grandes dosis de ingenio se requieren: ya lo había visto en Kahneman, constatando que el diseño de los experimentos es en muchos casos el principal reto de estas ramas científicas.

Por fin, la II parte se centra en dos sencillos juegos: el juego de ultimatum (en que un participante recibe una cantidad de dinero y la puede repartir como quiera con otro de los participantes; si éste acepta el reparto, los dos se llevan el dinero; si no, ninguno se lleva nada) y el del dictador (un participante reparte una cantidad de dinero con otro de la forma que desee; el segundo no tiene opción más que aceptarla).

Pese a su simpleza, estos juegos permiten poner a prueba hipótesis sobre el marco institucional en que funciona el mercado. Por ejemplo, qué ocurre si hay derechos de propiedad o no, o si el tamaño de la recompensa influye en el resultado de los experimentos (los experimentos psicológicos asumen que no hace falta recompensa), o si el hecho de que te estén observando influye en tus acciones. ¿Cómo explicar si no que en el juego del dictador no se produzca lo racionalmente esperado, esto es, que el dictador se quede siempre con todo?

Como se ve, el libro tiene algunas conclusiones interesantes, hasta apasionantes, pero es una lectura muy ardúa que seguramente no compense el fruto extraído. La verdad es que mi recomendación sería leer el capítulo 11 ya citado, y luego limitarse a la introducción y conclusión de cada capítulo. No sé si vale.


  

 

viernes, 2 de febrero de 2024

Tres enigmas para la Organización, de Eduardo Mendoza

Aunque leer a Mendoza no es garantía de satisfacción, no puedo evitar hacerme con sus novelas según se publican. Esta que aquí comento ha sido una excepción, pues creo que se lanzó la semana pasada, y ya estoy comentándola, lo que en mi caso significa que la he leído.

Así como resumen, estamos ante una obra normal del autor, ni entusiasma como otras, ni decepciona, como muchas de las recientes. El Mendoza más habitual, que ya no sorprende con su estilo, lo que resta interes a su lectura.

En esta ocasión, los protagonistas son nueve miembros de la llamada Organización: "Antes de empezar, pese a ser pocos y a tenerlos a todos delante, el jefe pasó lista: la señora Grassiela con su perrito, Monososo, el nuevo, el jorobado, Pocorrabo, la Boni e incluso Buscabrega, con un permiso escrito de su mujer. Sólo faltaba el taxista, al cual se había negado la entrada", Ya se observa el sello habitual del autor de no darnos el nombre de sus protagonistas (el jefe, el nuevo...) o de que constituyan en sí una broma (Monososo, Pocorrabo...).

Con estos personajes y tres misterios por resolver, que obviamente se conectarán, don Eduardo teje la historia con su estilo narrativo habitual: irónico, con un punto negro, oscuro o triste, según se mire. Extraigo algunas de las frases que en esta ocasión más me han llamado la atención:

"Según se deduce del atestado, la razón por la que el ya mencionado cliente no había dejado la habitación era porque colgaba del techo, suspendido de una soga, la cual, a su vez, estaba atada a una viga de madera.

"Un viudo con bigote me pareció una redundancia."

Aquí le mete un viaje al actual Papa, bien merecido por cierto: "El sacerdote dijo que había estado dudando entre guardar el secreto de confesión o comportarse como un buen ciudadano. Al final decidió que las enseñanzas pontificias iban en esta última dirección."

"A diferencia de los móviles y de internet, el fax era un medio seguro, porque los hackers eran jóvenes y ni siquiera sabían de su existencia."

"mi relación con esa señorita es estrictamente profesional.—¿ Profesional? ¿Te refieres a tu profesión o a la de ella?—dijo el jefe con retintín."

Sin embargo, la clave para entender bien esta novela la da esta frase: "—Las novelas, las películas y las series sólo cuentan tonterías para entretener a un público de subnormales"

En efecto, con esta novela Mendoza hace una parodia de las modernas series policíacas de TV, en que se mezclan los casos con las peripecias personales de los detectives o policías. Mendoza trazará la correspondiente vida complicada para cada uno de sus protagonistas. Por ejemplo, del japonés Monososo: "No se sabe cómo, por el instituto había corrido el rumor de que su madre había sido geisha, y sólo le salvó de recibir alusiones salaces, escarnios y quizá agresiones físicas el rumor concurrente de que su padre era yakuza y, si bien había abandonado a la madre y al hijo, cabía la posibilidad de que un buen día, sin previo aviso, se presentara en Sant Andreu con su catana e hiciera una escabechina en el instituto."

Y con estas y otras cosas nos tiene entretenidos Mendoza hasta que se resuelve el caso, algo que he de decir que hila muy bien, y a la perfección con el papel que juega la Organización en una España de poderes fragmentados y descoordinados, por las burocracias autonómicas y estatales. La verdad es que es un final excelente.

Claro, Mendoza no puede evitar dejarnos con su "Continuará", pues, ya lo dije, está parodiando una serie: "No importa: volverá el compañerismo a la hora de afrontar riesgos, de ayudarse mutuamente, de resolver con éxito un caso enrevesado. Luego, finalizada la investigación, se reanudarán las rencillas: los agentes no serían humanos si no adolecieran de estas y otras debilidades."

No quiero terminar sin referirme a una frase que pone el contrapunto y se mofa de una de Cervantes que a mí me encanta. "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". A esto responde el Mendoza más cínico: "El tiempo pasa con increíble celeridad, y si uno ha sabido enriquecer su entendimiento con lecturas sustanciosas, viajes instructivos y serenas reflexiones, al final recibe la recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una vulgaridad sin paliativos."

Pues ya está. A los amantes de Mendoza esta novela les agradará. Y a quienes no le conozcan, puede que les sorprenda su estilo y les guste. Si optan por leer esta sin conocer a Mendoza, y no les convence, denle otra oportunidad con "El misterio de la cripta embrujada" o "Sin noticias de Gurb" antes de darlo por perdido.

lunes, 22 de enero de 2024

Flecha de Dios ("Arrow of God"), de Chinua Achebe

Ya dije tras leer Things fall Apart, primero de la trilogia africana del autor, que seguiría con los otros dos. Como es una lectura agradable y no muy ardúa, leí el segundo en un descanso tras el primer tercio de Der Zueberberg.

Por supuesto, en esta lectura ya no me sorprende el estilo del autor, que ya dejé calificado como el Amin Maaloouf de Nigeria. Perdida esta sorpresa, el interés de la lectura hay que buscarlo en otra parte. Es más, detecté cierta repetición en el tema de mitos, con algunas historias repetidas, y también me pareció excesiva la longitud con la que se describen ciertas ceremonias.

Es claro de lo anterior que Achebe acertó con lo que había gustado a sus lectores en la primera novela, y volvió a incidir sobre los mismos temas, aunque sin tanta fortuna esta vez, en mi opinión.

Por el contrario, el hombre blanco cobra un mayor protagonismo si se compara con la primera novela. Aparecen hombres blancos con perfil propio, o sea, como personajes de la novela a la misma altura de los indígenas, e incluso hay capítulos completamente dedicados a las costumbres inglesas. Es un contraste que se agradece y de bastante aire a la novela.

Con la mayor presencia del hombre blanco aparecen también sus empleados negros, y a su lado la corrupción administrativa. Achebe deja al inglés por encima del bien y el mal en esta ocasión, y se centra más en la corrupción de los propios indígenas y el trato abusivo que dan a sus vecinos, con base en el poder que les otorga su situación, El tema enlaza con la captura de esclavos que unas tribus hacían de otras en tiempo de los portugueses, o con el genocidio de Ruanda. Y es que aunque la perspectiva exterior sea de una población uniforme, lo cierto es que los africanos, nigerianos, negros, tienen los mismos piques entre sí que los blancos (o incluso mayores, vuelvo a pensar en Ruanda). Ante esta situación, el hombre blanco que trae sus instituciones, aparece en una especie de pedestal elevado, de impartición de justicia entre facciones que se odian. Supongo que justo lo contrario hubiera pasado de haber sido los africanos quienes colonizaran Europa.

Y esto nos lleva a un tercer tema, muy interesante y doloroso por empatía: como la gente que tenía su reputación y su prestigio en el antiguo orden (el protagonista de la novela es, por supuesto, el ejemplo paradigmático), se ven reducidos casi a la nada en presencia del nuevo poder, a menos que sean capaces de adaptarse. La humillante prisión a que se castiga a Ezeulu tras habérsele llamado  para ofrecerle un cargo honorable, muestra a la vez dicha quiebra y la falta de entendimiento entre ambas culturas, y eso en el marco de buenas intenciones que preside la primera decisión. ("One thing you must remember in dealing with natives is that like children they are great liars. They don’t lie simply to get out of trouble. Sometimes they would spoil a good case by a pointless lie.")

El blanco es superior al indígena en algunas cosas, y éste lo es en otras. Pero, claro, el orden establecido lo trae el blanco, por lo que son sus nuevos valores los que mandan. Obsérvese esta reflexión de Ezeulu, máximo sacerdote de seis tribus: "The first thought that came to Ezeulu on seeing him was to wonder whether any black man could ever achieve the same mastery over book as to write it with the left hand." (el funcionario inglés al que observa es zurdo).

Ocurre que esas cosas en que el blanco demuestra ser superior son mejores para el ser humano que las que domina el indígena, en muchos casos producto de la superstición. Es en el aspecto económico donde más visible es esta diferencia. El lector se dará cuenta de que los indígeneas siempre utilizan y se alimentan de las mismas cosas, algo que llevan haciendo cientos de años, y que demuestra su grado de desarrollo: la comida base es el yam; beben "palm wine", hacen los honores a un huesped partiendo la "kolanut" y se relajan con "snuff". Sota, caballo y rey, lo mismo en los dos libros, lo mismo en todas las tribus, lo mismo durante siglos.

A ello el hombre blanco opone mucha más variedad de útiles: "There were also two lengths of cloth, two plates and an iron pot. These last were products of the white man and had been bought at the new trading post at Okperi."

Es esta superioridad institucional, que se traduce en una mejor calidad de vida, la que hace que sean las habilidades del hombre blanco las que se consideren superiores a la sabiduría atesorada durante generaciones por Ezeulu y similares, que en el fondo no hace más que obstaculizar el posible progreso a una vida mejor. Eso sí, mientras tanto podemos disfrutar de estas perlas leyendo a Achebe:

"We are all men here but when we open our mouths we know the men from the boys."

"I have never heard of a messenger choosing the message he will carry. Go and tell the white man what Ezeulu says. Or are you the white man yourself?’"

"Our eye sees something; we take a stone and aim at it. But the stone rarely succeeds like the eye in hitting the mark.’"

En suma, otra excelente lectura, aunque por distintas razones que la primera. En esta ocasión, el disfrute por la descripción de las costumbres deja paso a la reflexión más institucional. Por supuesto, también leeré la tercera entrega de la trilogía.