viernes, 2 de febrero de 2024

Tres enigmas para la Organización, de Eduardo Mendoza

Aunque leer a Mendoza no es garantía de satisfacción, no puedo evitar hacerme con sus novelas según se publican. Esta que aquí comento ha sido una excepción, pues creo que se lanzó la semana pasada, y ya estoy comentándola, lo que en mi caso significa que la he leído.

Así como resumen, estamos ante una obra normal del autor, ni entusiasma como otras, ni decepciona, como muchas de las recientes. El Mendoza más habitual, que ya no sorprende con su estilo, lo que resta interes a su lectura.

En esta ocasión, los protagonistas son nueve miembros de la llamada Organización: "Antes de empezar, pese a ser pocos y a tenerlos a todos delante, el jefe pasó lista: la señora Grassiela con su perrito, Monososo, el nuevo, el jorobado, Pocorrabo, la Boni e incluso Buscabrega, con un permiso escrito de su mujer. Sólo faltaba el taxista, al cual se había negado la entrada", Ya se observa el sello habitual del autor de no darnos el nombre de sus protagonistas (el jefe, el nuevo...) o de que constituyan en sí una broma (Monososo, Pocorrabo...).

Con estos personajes y tres misterios por resolver, que obviamente se conectarán, don Eduardo teje la historia con su estilo narrativo habitual: irónico, con un punto negro, oscuro o triste, según se mire. Extraigo algunas de las frases que en esta ocasión más me han llamado la atención:

"Según se deduce del atestado, la razón por la que el ya mencionado cliente no había dejado la habitación era porque colgaba del techo, suspendido de una soga, la cual, a su vez, estaba atada a una viga de madera.

"Un viudo con bigote me pareció una redundancia."

Aquí le mete un viaje al actual Papa, bien merecido por cierto: "El sacerdote dijo que había estado dudando entre guardar el secreto de confesión o comportarse como un buen ciudadano. Al final decidió que las enseñanzas pontificias iban en esta última dirección."

"A diferencia de los móviles y de internet, el fax era un medio seguro, porque los hackers eran jóvenes y ni siquiera sabían de su existencia."

"mi relación con esa señorita es estrictamente profesional.—¿ Profesional? ¿Te refieres a tu profesión o a la de ella?—dijo el jefe con retintín."

Sin embargo, la clave para entender bien esta novela la da esta frase: "—Las novelas, las películas y las series sólo cuentan tonterías para entretener a un público de subnormales"

En efecto, con esta novela Mendoza hace una parodia de las modernas series policíacas de TV, en que se mezclan los casos con las peripecias personales de los detectives o policías. Mendoza trazará la correspondiente vida complicada para cada uno de sus protagonistas. Por ejemplo, del japonés Monososo: "No se sabe cómo, por el instituto había corrido el rumor de que su madre había sido geisha, y sólo le salvó de recibir alusiones salaces, escarnios y quizá agresiones físicas el rumor concurrente de que su padre era yakuza y, si bien había abandonado a la madre y al hijo, cabía la posibilidad de que un buen día, sin previo aviso, se presentara en Sant Andreu con su catana e hiciera una escabechina en el instituto."

Y con estas y otras cosas nos tiene entretenidos Mendoza hasta que se resuelve el caso, algo que he de decir que hila muy bien, y a la perfección con el papel que juega la Organización en una España de poderes fragmentados y descoordinados, por las burocracias autonómicas y estatales. La verdad es que es un final excelente.

Claro, Mendoza no puede evitar dejarnos con su "Continuará", pues, ya lo dije, está parodiando una serie: "No importa: volverá el compañerismo a la hora de afrontar riesgos, de ayudarse mutuamente, de resolver con éxito un caso enrevesado. Luego, finalizada la investigación, se reanudarán las rencillas: los agentes no serían humanos si no adolecieran de estas y otras debilidades."

No quiero terminar sin referirme a una frase que pone el contrapunto y se mofa de una de Cervantes que a mí me encanta. "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". A esto responde el Mendoza más cínico: "El tiempo pasa con increíble celeridad, y si uno ha sabido enriquecer su entendimiento con lecturas sustanciosas, viajes instructivos y serenas reflexiones, al final recibe la recompensa del sabio, que consiste en comprobar que todo lo aprendido es inútil, toda experiencia es tardía y toda vida es de una vulgaridad sin paliativos."

Pues ya está. A los amantes de Mendoza esta novela les agradará. Y a quienes no le conozcan, puede que les sorprenda su estilo y les guste. Si optan por leer esta sin conocer a Mendoza, y no les convence, denle otra oportunidad con "El misterio de la cripta embrujada" o "Sin noticias de Gurb" antes de darlo por perdido.

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