lunes, 18 de marzo de 2024

The Firm, the Market, and the Law, de Ronald Coase

Ronald Coase es uno de los grandes economistas de la historia y con un merecido premio Nobel. En este volumen recopila algunos de sus artículos más famosos, y que a él le parecen más imporantes. Entre otros tenemos "The nature of the firm", "The problem of social cost" y "The lighthouse in economics". A ellos se une un par que no conocía: "The marginal cost controversy" y el sorprendente "Industrial Organization: A Proposal for Research". 

Antes de entrar al fondo, hay que decir que leer a Coase es un placer; tiene el don de explicar las cosas con interés, que se une a su genialidad para proporcionar teorías elegantes a fenómenos económicos que sin él carecerían de ella. Además, como apoya sus razonamiento en la evidencia empírica, te cuenta montones de casos reales, algunos antiguos, que son a su vez apasionantes.

Para Coase, hay un tema común en todas sus aportaciones: la importancia que tiene la existencia de costes de transacción para explicar la realidad que observamos, lo que automáticamente conlleva una crítica para la mayor parte de la profesión económica, que prefiere obviarlos.

Es tal la importancia del fenómeno, que toda la teoría de la firma de Coase se sustena precisamente en la existencia de costes de transacción. Sin ellos, no haría falta organizar la actividad de la forma que lo hace la empresa, y es su existencia, la que comparada con el ahorro que supone internalizar la actividad explica la dimensión de la firma. La teoría de la firma de Coase ha resistido el tiempo y para mí es la mejor explicación de la existencia de empresas. Algo que, por lo demás y como reconoce Coase, parece no preocupar a los economistas, las dan por supuestas.

La otra gran aportación de Coase es su teorema, aunque ni a él (ni a mí) nos gusta su enunciado y su interpretación. En "The problem of social cost" Coase arremete contra Pigou y su solución para las externalidades económicas (externalidad: efectos que causamos en terceros con nuestra actividad de los que no sacamos ni beneficio ni perjucio; ejemplo típico, la contaminación). Lo que explica magníficamente Coase y con profusión de ejemplos estilizados y reales (sacados de la jurisprudencia inglesa) es que no existen externalidades unidireccionales, sino que siempre hay efectos mutuos.

La fábrica que contamina genera una externalidad al que vive en su proximidad, esta es "la que se ve". La que no se ve sería la que causa el residente a la fábrica por vivir en su cercanía por impedirle contaminar. Una vez se ven los dos lados de la moneda, lo que explica Coase es que en un mercado sin costes de transacción las partes siempre llegarán a la solución de máximo bienestar, exactamente igual que en un intercambio directo. Y ello con independencia del reparto inicial de "derechos" o de la decisión judicial. Esto último no en nada intuitivo.

El tema, por supuesto, es que en la realidad sí existen costes de transacción, por lo que el reparto inicial de derechos importa y mucho. Leyendo el artículo uno se da cuenta de que Coase lo dedica casi entero a explicar lo primero (al fin y al cabo, trata de argumentar que no tiene sentido intervenir para resolver la externalidad) y muy poco lo segundo, que sin embargo me parece lo más importante. Por cierto, el viaje que le mete a Pigou por su ejemplo de los ferrocarriles es de época. Es básicamente el mismo que le va a a pegar en el artículo del faro.

Este es muy sencillo: Coase constata que economistas de tanto prestigio como Stuart Mill, y sus némesis Pigou y Samuelson, afirman sin ambages que los faros son el ejemplo paradigmático de servicio que ha de prestar el Estado, pues no se puede cobrar. Ni corto ni perezoso, Coase se empolla la historia de los faros en Inglaterra y constata, como no podía ser de otra forma, que se han desarrollado con iniciativa privada y que, incluso en el momento de escribir, no es un servicio que suministre el Estado inglés y que, de hecho, lo pagan las navieras. Sorpresa! Se pregunta Coase como tipos tan sabios como los citados hacen estas afirmaciones, y se responde que evidentemente hablan sin saber de lo que hablan. "The system apparently favoured by Samuelson, finance by the government out of general taxation , has never been tried in Britain."

Y es que a los economistas mainstream les encantan los modelos, pero muy poco conocer la realidad que dicen explicar. Esta es la queja que transmite Coase en su propuesta para la Organización Industrial, y que le lleva a formular un programa que consiste, básicamente, en que los economistas estudien la microeconomía de los diferentes sectores económicos, pues sin ellos sus modelos son absurdos. Cualquiera que esté al tanto de la academia económica sabe que la propuesta de Coase cayó en saco roto, y hoy en día toda la teoría económica mainstream se construye a base de modelos estilizados y un desconocimiento del sector concreto modelado. Si estos modelos no tuvieran repercusiones, echaríamos unas risas, pero como las tienen (que se lo digan a MasMóvil y Orange con su reciente fusión), la cosa es terrible.

Como se observa, me ha encantado este libro, y eso que ya conocía sus capítulos principales. Aunque sea económico, yo creo que se puede disfrutar y aprender con él sin ser economista. Claro que a los no economistas no les preocupan demasiado las cosas que trata de explicar Coase.

No me despido sin rescatar una frase humorística de Coase, que citaré cada vez que tenga oportunidad: "In my youth it was said that what was too silly to be said may be sung. In modern economics it may be put into mathematics."

domingo, 17 de marzo de 2024

Tragedia en los Andes, de Nando Parrado

Con la reciente película La sociedad de la nieve, se ha vuelto a despertar el interés por esa increible tragedia y aventura ocurrida en los 70 en los Andes, ahora para una nueva generación. La historia es sobradamente conocida: un equipo de rugby uruguayo viaja a Chile para jugar unos partidos allá. Lo hacen en un avión militar; al atravesar los Andes se desorienta y el avión no es capaz de superar una montaña, con lo que cae a la nieve. Unos cuantos de los viajeros sobreviven al accidente, ya increíble de por sí, y sobrevivirán varias semanas en un valle nevado en las alturas de la cordillera, por increible que siga pareciendo.

Eventualmente, tres de ellos, liderados e insistidos por Nando Parrado, se ponen en camino para llegar a Chile en un recorrido, una vez más, increible. A los 9-10 días restablecen contacto con la civilización en Chile, y los supervivientes son rescatados. El punto más polémico y morboso de la historia, con el que toda la gente se queda, es que estos supervivientes "se comieron a sus compañeros muertos" (y lo entrecomillo sobre todo para matizar que no comieron personas, sino carne de cadáveres, que el matiz fue muy importante para os afectados).

Aunque la historia ya la conocía por haber visto Viven, y por eso no tenía demasiado interés para mí la película, ante la insistencia de algunos amigos, terminé viéndola. No me entusiasmó demasiado, precisamente por ya conocer la historia, pero sí que me animó a la reflexión, y no tanto esta vez por el tema de comer carne humana, sino por la vertiente psicológica que hizo que esta gente pudiera sobrevivir en unas condiciones en que ningún ser vivo lo hubiera podido hacer, ni muchos humanos tampoco.

Y es parte importante de esta caracterización psicológica la persona de Nando Parrado, pues es el verdadero salvador del grupo, un personaje excepcional, un emprendedor de categoría sobrehumana, que se echa a los hombros nada menos que una travesía por los Andes sin material ni preparación ni conocimientos ni casi comida. Decir que lo hace para salvar a sus amigos es quizá mucho decir (y que nadie me interprete mal, él mismo confiesa sus pensamientos en el libro que comento), pero el caso es que los salva. Sin Nando Parrado no tiene pinta de que hubieran sobrevivido ninguno, aunque nunca se sabe si alguno de sus compañeros hubiera asumido el liderazgo, e incluso lo hubiera hecho menos dramáticamente.

El caso es que, con esta nueva visión del suceso, la narración que más me interesaba de las disponibles (3 ó 4, creo), la que más me atraía era la de Parrado, pues es el único que te puede contar qué le impulsó y cómo consiguió salir de aquella "tumba de nieve" a través de uno de los lugares más hostiles al ser humano. La película, de hecho, pasa muy de puntillas sobre la gesta.

Ya estos prolegómenos son una muestra de lo que me ha interesado del libro, poco más habría que añadir. Parrado no es un gran escritor, pero su narrativa tiene la fuerza del que lo ha vivido, lo ha sufrido y lo recuerda (aunque a mí me cuesta creer que se acuerde de lo que pensabe en determinados momentos, no precisamente en la expedición, pero sí durante los días en que está en el avión con todos sus compañeros). 

A eso hay que añadir el análisis psicológico que aporta en muchos momentos, claramente producto de la reflexión posterior, pero no por eso menos válido. Ayuda a entender cómo sobrevivían todos en condiciones tan hostiles, y los roles peculiares que juegan algunos de ellos en cada momento para permitir tal supervivencia. Aquí creo que la película también tiene mucho que aportar, incluso más que Parrado, que quieras que no se perdió los primeros días tras el accidente a causa de su traumatismo craneal.

Curiosamente, es el mismo traumatismo el que parece que le hizo ver las cosas de otra forma cuando al fin se despertó con vida. Se había ahorrado el trauma psicológico que sufrieron los demás tras el accidente: él cuenta como veía a todos demacrados y, sin embargo, él estaba razonablemente bien, Y eso pese a haber perdido a su madre y tener a la hermana a punto de seguir el mismo camino.

Como digo, la narración de estos días en el avión, siendo interesante, aporta poco respecto a la película. El tema de comer la carne de los cadáveres es tratado, cómo no, pero más bien de paso. En la película se hace con más profundidad. De hecho, toda esta parte del libro puede ser un poco aburrida para quien conozca la historia.

La cosa cambia radicalmente cuando por fin Parrado, Roberto Conesa y Tintín emprenden su aventura de retorno a la civilización, ya aceptado por el grupo que no hay otra solución, y tras considerable insistencia por parte de Parrado. Esta parte de la historia es sencillamente brutal y solo leyéndola se puede hacer una idea de la gesta, de la locura que todo eso supone, y de la que Parrado no será consciente realmente hasta que sobreviva y reflexione sobre ella.

Es impresionante cómo superan un desnivel de 1600 metros escalando a mano en la nieve sin equipos y con el vacio a la espalda. Cómo se equivocan una y otra vez en sus aproximaciones, tanto bajando como subiendo, con el esfuerzo que supone cada avence. Y todo esto a alturas sobre el nivel del mar entre 4300 y 5900 metros, a las que, por ejemplo, un servidor no ha estado nunca. 

El momento culminante, también reflejado en la película, es el de la coronación del monte que llama Parrado Segler, ese monte que parecía accesible desde abajo y que sin embargo han tenido que "coronar" varias veces., en el sentido de que varias veces han creído que llagaban a lo más alto. Ante ellos no esta Chile, como pensaban que iba a estar, sino un montón de valles y montañas en los que no se ve salida. En este momento culminantemente trágico, Parrado y Conesa asumen que están muertos, pero Parrado entiende, de repente, que solo le puede salvar el amor (a su padre, en este caso). Él deja de huir de la muerte y camina hacia el amor. Y eso es lo que él cree que le permitió sobrevivir. Luego insiste sobre ello en la reflexión final.

En este trayecto de varios días, el sufrimiento será total. Parrado no piensa en rescatar a sus compañeros ni siquiera en Conesa que se arrastra tras él. Solo piensa en seguir adelante (ha entrado en ese estado de flow de que te hablan los psicólogs). Sabemos que lo va a conseguir, y que lo hace no por altruismo sino por amor a su padre. Aquí me llama la atención la conexión con la película Interstellar de Christopher Nolan: en la peli, en Matthew McConaughey quien salva a la humanidad por el "egoismo" de querer salvar a su hija. Aquí, Nando Parrado salva a sus amigos porque quiere "egoistamente" volver con su padre.

Al hilo, hay otra serie de reflexiones relacionadas con cómo son los emprendedores quienes héroicamente hacen avanzar a la sociedad en las que no me detendré, pero que dimanan directamente de lo que acabo de decir.

A priori, este parece un libro de autoayuda, sobre cómo superarse en condiciones adversas, y por eso me echaba para atrás su lectura. Pero no es eso, no lo es aunque se puedan sacar ese tipo de lecciones. Es un relato potente, directo, de primera mano, de una persona que sobrevivió a una gesta, a una verdadera locura, de las que pensábamos que ya no se hacían a finales del siglo XX. Dejará impactado a quién lo lea, aunque no sería mucho decir que lo disfrutará.

sábado, 16 de marzo de 2024

La guerra futura ("The future of war"), de Lawrence Freedman

Tenía una curiosidad moderada por leer algo más o menos riguroso sobre la guerra, que al mismo tiempo no me resultara demasiado aburrido. Lo bélico no es un tópico que me interese demasiado, pero como uno tiene ansia de completitud, también algo quería conocer.

Este libro me fue recomendado por no recuerdo quién, y el autor es el típico académico inglés que parece sabérselo todo, así que para un buen punto de partida (aunque como no pienso seguir explorando el tópico también lo es final).

La lectura no decepciona, por lo menos a alguien que no tenga conocimientos del tema, como un servidor. Quizá a otros les parezca básico. Hay análisis conceptual, sumario teórico, repaso histórico, y. también, ciencia ficción. Vamos poco a poco.

Para empezar, un definición de guerra: "We define war through this duality, acknowledging its inescapable violence but requiring that at least this be organised and purposive. Random acts of violence or conflicts that are conducted without violence do not count as wars." Lo que pasa es que la guerra, así conceptualizada o de cualquier otra forma, es originada por individuos y, por tanto, sujeta a emprendimiento. "By stressing this aspect of thinking about war, peace, and the use of armed force this book provides a reminder that history is made by people who do not know what is going to happen next.

Pero aquí hay ya que introducir un importante matiz, y es que la guerra no tiene su origen tanto en los individuos como en los Estados, lo que tiene consecuencias fundamentales para entender sus problemas, sus orígenes y su devenir. En pocas palabras, los individuos que toman las decisiones referentes a la guerra, empezando por su declaración, no internalizan los costes de las mismas, por lo menos no desde hace unos 200 años.

Si algún mandatorio puede ganar mucho dinero o prestigio declarando o manteniendo una guerra cuyos costes sufren otras personas, va a tender a promover tal guerra. Hay ejemplos a puñados, muchos de ellos reflejados en novelas o películas. Como el general que manda a la batalla a sus hombres sabiendo que a las 12 va a empezar el armisticio.

O sea que uno de los principales problemas de la guerra es que su sujeto son los Estados y no las personas individuales. Eso hace que todo el cálculo coste-beneficio esté distorsionado, empezando por el cálculo de riesgos para el futuro: 

"Predictions of the future are never anything but projections of present automatic processes and procedures, that is, of occurrences that are likely to come to pass if men do not act and if nothing unexpected happens; every action, for better or worse, and every accident necessarily destroys the whole pattern in whose frame the prediction moves and where it finds its evidence."

A esto únase la distorsión en incentivos, y ya podemos explicarnos el gran peso que cobra la ciencia ficción en el libro de Freedman. Porque resulta que los Estados y sus cúpulas militares se toman muy en serio las amenazas que imaginan escritores y guionistas de cine. Son inquietantemente frecuentes los ejemplos de esto que recoge Freedman, empezando por la película "On the beach" y siguiendo con otras más predecibles como "Wargames". Pero la cuestión es que los mandos militares se toman en serio estas cosas, y, claro, siendo el Estado, es difícil discernir si es porque realmente es una amenaza seria, o porque les da disculpas para conseguir recursos y poder adicional. Volvemos al tema de las distorsiones de incentivos.

Me llama la atención especialmente porque es el mismo patrón que observo para la intervención en los mercados, solo que en este caso son hordas de economistas imaginando de qué forma las empresas pueden fastidiar a los consumidores y pidiendo regulación que lo impida. Al menos en el caso económico se mantiene una apariencia de seriedad (para quien no sepa teoría económica) a la que en el caso bélico parece renunciarse. Anoto antes de seguir que Freedman también muestra su escepticismo sobre esta forma anticiparse a las guerras del futuro, reconociendo que los efectos se tienden a exagerar.

Lo que trata de hacer Freedman es analizar en el pasado como se veían las guerras del futuro (ya pasadas desde nuestra perspectiva) supongo que para ver su grado de acierto. Lo que pasa es que, claro, aparece el problema de la profecía autocumplida: "How people imagined the wars of the future affected the conduct and course of those wars when they finally arrived. Unanticipated wars, in forms that had not been imagined, left participants and commentators struggling to understand where they had come from and how they might best be fought.

Y recuérdese la cita anterior sobre la imprevisibilidad del ser humano, emparejada con los incentivos de los Estados.  "Moscow and Washington miscalculated in their assessments of the risks they faced because they did not appreciate that others might miscalculate so badly in the risks they were prepared to take.En la misma línea, recuérdese como los gobiernos siempre dicen que el conflicto se va a resolver en poco tiempo y fácilmente (Primera Guerra Mundial, Irak, o más recientemente Ucrania): ¿ es porque son negligentes calculando los riesgos de unos costes que no van a sufrir los individuos que deciden, o porque quieren convencer a la opinión pública de que hay que ir al conflicto? Elijan su respuesta, que ninguna es buena para nuestra visión del Estado.

Freedman hace un interesante repaso histórico de conflictos y cómo se veían, practicamente hasta la primera invasión rusa de Ucrania, incluyendo guerras civiles y coloniales. Evidentemente, el libro no alcanza la reciente guerra de Ucrania. Tras este repaso, se mete a ver cómo se está imaginando la guerra del futuro y las nuevas tendencias bélicas. El primer repaso me ha parecido más interesante y entretenido, mientras que la segunda parte, junto a la dedicada a la "ciencia de la guerra", se me ha hecho algo bola.

Cierro con un par de cosas, un poco off-topic, que me han parecido interesantes. La primera es una cita de Salvador de Madariaga: "Technical difficulties are political objections in uniform." Se refiere a las excusas que los burócratas emiten para no ejecutar las decisiones políticas cuando no les conviene. Imagino que Milei en Argentina estará encontrando constantes "dificultades técnicas" para desregular los mercados. La solución la sabe él bien: no hacer caso y desregular aunque se caiga el mundo.

La segunda es la cínica visión que tiene Freedman de la Declaración de los Derechos Humanos, una perspectiva que me ha pillado por sorpresa, pero que es ciertamente interesante aunque siniestra: "whatever was said about justice and human rights, the charter at its core was about removing all excuses for wars of conquest and a celebration of sovereignty." puesto que "Even if states were acting against their people in an unjust or discriminatory matter, so long as they were not actually disturbing international peace and security, they should be left alone." En otras palabras, otros Estados no se inmiscuirían en lo que la URSS (oooops) otros páises hacían a sus ciudadanos puesto que todos se habían comprometido a respetar los Derechos Humanos. De coña, claro.

El libro es algo interesante para quien quiera introducirse al proceloso mundo de la guerra, pero tengo dudas sobre si no habrá mejores introducciones. A mí me ha ido decepcionando crecientemente conforme avanzaba en su lectura, y no tengo claro sin recomendarlo.