miércoles, 7 de noviembre de 2018

Serie: Better Call Saul

Como es bien sabido, esta serie es un spin-off y "precuela" de la imprescindible Breaking Bad. Básicamente, el objetivo es (parece ser, por lo que vamos viendo) llevarnos al punto de inicio de ésta.
Pero no solo en lo referente al abogado James McGill, el Saul del título, sino también respecto a otros personajes míticos, como Gustavo Brigg (el dueño de los Pollos Hermanos) o su asistente para todo Mike (Ehrmantraut), versión revivida del gran Henry Lobo de Pulp Fiction, o el malvado paralítico Hector Salamanca, sin olvidar a los gemelos matones.

Y este es sin duda el gran atractivo de la serie: conocer el pasado de estos personajes. Una está esperando todo el rato que salga alguno de los grandes de Breaking Bad. ¿Por qué no los amigos de Jesse? ¿O el propio Jesse? ¿Y Hank, el policia? O, por qué no, el propio Heisenberg.

El caso es que, con independencia de este aliciente, la serie se puede ver por sus méritos. Vince Gilligan y Peter Gould son garantía de guiones originales y buenos, de historias simples que se vuelven intrincadas por la negligencia y el destino, y de escenas en los Estados Unidos profundos de Santa Fe y Albuquerque, en Nuevo México.

Lo cierto es que las dos primeras temporadas descansan básicamente en las desventuras de McGill (la relación con su hermano, con el bufete y con su amiga), complementadas con la evolución de Mike tras retirarse de la policía tratando de reconstruir su vida. Aunque también es cierto que, en la mayor parte de los momentos, me interesa más lo que ocurre con Mike que con Saul, quizá porque su trama se ve más próxima a los restantes personajes de Breaking Bad. Sobre todo a Gustavo, cuya aparición es un secreto a voces desde que aparecen en acción los Salamanca.

Hay una oposición clara entre ambos protagonistas. Por un lado tenemos a McGill que es básicamente un matado con ideas de bombero; es simpático, pero con ribetes de mala gente; todo lo que le parecen soluciones sencillas termina siendo una chapuza que le fastidia la vida; el genio de los guionistas es especialmente palpable en sus aventuras.

Por el otro, Mike Ehrmantraut, es todo lo contrario. Evita las complicaciones en la medida de la posible; trata de buscar soluciones a largo plazo, para lo que se ayuda de su gran experiencia; evita dejar flecos sin contemplar. Es arisco, pero no parece mala persona, como prueba el cariño por su nieta y sus relaciones con su nuera. Es inevitable por su experiencia que termine en contacto con gentes de mal vivir, pero siempre actúa con eficacia y ciertos principios, algo de lo que parece carecer McGill.

Esta cuarta temporada ya ha puesto a converger la serie hacia un final más o menos cercano. Es aquí donde se nos explica como James McGill va a terminar siendo Better Call Saul, y también los enormes esfuerzos realizados por Gustavo y Mike para construir ese sótano que terminará siendo escenario principal de las aventuras de Heisenberg, incluido el inefable episodio de la mosca.

La temporada es bastante regular, en el sentido de que no hay capítulos que destaquen especialmente, ni tampoco que sean más flojitos. Las interpretaciones siguen siendo magníficas, con un Bob Odenkirk que me atrevería a calificar como actor de moda (pone una voz en Los Increíbles 2, por ejemplo) y Giancarlo Exposito bordando a Gustavo Friggs, ese prototipo de emprendedor eficiente y trabajador, que no tiene reparos en dedicar parte de sus esfuerzos al negocio de las drogas. Un ejemplo para la juventud, salvo por el detalle no ser legal el comercio de droga.

La serie es muy recomendable, excelente, e imprescindible para los que disfrutaron con Breaking Bad. Como digo, esta es la cuarta temporada, hay anunciada una quinta (que me aventuro a decir que será la última, tanto por avance de la trama como por paralelismo con Breaking Bad). Los capítulos duran en torno a 50 minutos.


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