Segundo libro de novelista británica consecutivo. Paso de Nancy Mitford, de estilo ligero y cómica, a Elizabeth Gaskell, de estilo más comprometido y sesudo. Si Nancy Mitford es la respuesta femenina a la PG Woodehouse, Gaskell tal vez lo sea de Charles Dickens.
Ambos autores me encantan, más Dickens que Woodehouse. Siento decir que las féminas no me han gustado tanto, aunque se ha mantenido también la relación de que me ha gustado más Gaskell que Mitford.
La novela que nos ocupa es un folletín en toda su dimensión, y de hecho se publicó en su momento por entregas. La autora hizo diversos ajustes, como confiesa en la introducción, para adaptar el texto a la lectura convencional. La protagonista en Margareth Hale y la novela trata básicamente de su historia de amor frustrada con el industrial Thornton, frustrada obviamente solo hasta el último capítulo de la novela.
La historia comienza con la boda de la prima de Margareth, Edith, con el capitán Lennox. Edith reaparece en forma presencial y epistolar en la novela, y es el contrapunto superficial de Margareth, con su vida de fiestas. La acción se traslada rápidamente a Helstone, comunidad rural del sur de Inglaterra donde Margareth vive con sus padres. Sin embargo, una crisis paterna de identidad les fuerza a trasladarse a Milton-Northern, ciudad industrial de finales del XIX, con el gran contraste vital que ello supondrá y que, además, justifica el título de la novela.
En Milton, seguimos con contrastes, Margareth establecerá relaciones con dos personajes principalmente. Sí, lo adivináis: el dueño de una fábrica, Mr. Thornton, y el líder del sindicato, Nicholas Higgins. Ello da oportunidad a múltiples debates bilaterales sobre comercio, industria, trabajadores, huelgas y, en general, economía, con el sabor de estar produciéndose en tiempo real en paralelo a la industrialización del país, en un entorno de gran libertad, económica y general.
Por lo demás, la parte dramática de la narrativa es la usual: fallecimientos, accidentes, pequeñas cosas, y un hermano exiliado en Cádiz por un falso amotinamiento, que protagoniza con Margareth y Thornton las escena fundamental de la historia, en la estación de tren de Milton. En cuanto a estilo, los capítulos son relativamente cortos, siempre encabezados por una cita poética (recuérdese que la novela aparició originalmente por entregas) y con transcripción fonética de las frases de los lugareños, lo que hace algo difícil la lectura en algunos momentos, sobre todo cuando habla Higgins.
Está claro, tras el párrafo anterior, que lo que más me ha gustado de este libro no es la historia, sino las reflexiones que al hilo de la misma, hacen los personajes sobre distintas facetas de la industrialización, las relaciones con los trabajadores y, en general, la economía.
Una primer reflexión sobre el origen del proceso industrializador en Milton: "It was the opening of this street from a lane into a great thoroughfare, thirty years ago, which has caused his property to rise so much in value." No hay mejor forma de analizar un proceso de consecuencias inesperadas. Estando al comienzo del proceso, ya tienen los empresarios una gran preocupación por la regulación y la intervención del Estado, que ya está regulando el humo que pueden emitir ("Parliamentary Smoke" le llaman). Esta frase es toda una declaración de principios: "We will hardly submit to the decision of an umpire, much less to the interference of a meddler with only a smattering of the knowledge of the real facts of the case, even though that meddler be called the High Court of Parliament." Si viera lo que hoy regulan los parlamentos nacionales y europeos, aunque es justo decir que muchos empresarios han aprendido a lidiar y beneficiarse con el proceso, como bien postulaba Stigler.
También en esta línea de regular la vida en la fábrica, e incluso fuera de ella, defiende Thornton que "if I were a workman, I should be twenty times more impressed by the knowledge that my master, was honest, punctual, quick, resolute in all his doings, than by any amount of interference, however kindly meant, with my ways of going on out of work-hours." Vamos, que al trabajador lo que le tiene que preocupar es que su jefe o dueño gestione bien, no que sea rico.
También tenemos la problemática de los obreros, que se va a manifestar en una larga huelga que ocupa casi todo el tiempo que Margareth pasa en Milton y que permite algún que otro episodio dramática. Las condiciones laborales son lamentables, vistas desde el presente pero también para la época, como nos cuenta una de las hermanas de Higgins sobre los efectos de la pelusa de algodón en los pulmones de los trabajadores más débiles, y la resistencia de los empresarios a incrementar sus costes invirtiendo en una especie de rueda que limpiaría el aire. Aún así, cuando Higgins se plantea la posibilidad de escapar al sur, Margareth le confronta con la dura realidad: por malas que sean las condiciones de las ciudades en industralización, aún son peores las del trabajo en el campo: "after their work is done; they go home brutishly tired, poor creatures! caring for nothing but food and rest. You could not stir them up into any companionship, which you get in a town as plentiful as the air you breathe, whether it be good or bad". Vaya esto para todos los creyentes en el mito del buen salvaje y en que todo tiempo pasado fue mejor.
Junto al contraste industria-campo, también destaca el contraste trabajador-empresario, en la línea de la serie "An English Game", muy recomendable por cierto. Y sobre las dificultades de subir el sueldo a los empleados en huelga sin poner en riesgo el negocio, tenemos esta frase enunciando una ley económica: "Wages find their own level". O sea, hay una conciencia de que no se pueden subir sin más los salarios, pero no solo porque la merma directa en beneficios, sino por la sostenibilidad de la industria. Al mismo tiempo, la aportación del obrero se va a reconociendo paulatinamente (a la fuerza ahorcan) sobre todo por le fracaso que suponen las "Irish hands" traídas de aquel país. Esta realidad es constatada por Mr. Thornton, que en sus proyectos futuros planea nuevas formas de interacción entre trabajador y empresario que beneficien a ambas partes, como involucrarles en el desarrollo de los planes. Y es que, al final, se puede ver la gran asimetría de riesgos que hay entre ambas partes: el empresario empeña su fortuna y puede perderlo todo; el trabajador, solo una parte de su vida, y puede abandonar al empresario sin demasiada pérdida.
También tiene Gaskell algún dardo para la beneficiencia y la religión, en este caso por boca de Higgins y, por tanto, difícil de leer: "The purse and the gold and the notes is real things; things as can be felt and touched; them's realities; and eternal life is all a talk, very fit for--I ax your pardon, sir; yo'r a parson out o' work, I believe."
Cambiando de tema, dejo esta frase sobre la posibilidad y la forma de influir en terceras personas. Es larga: "'Just tell me, Miss Hale, are you yourself ever influenced--no, that is not a fair way of putting it;--but if you are ever conscious of being influenced by others, and not by circumstances, have those others been working directly or indirectly? Have they been labouring to exhort, to enjoin, to act rightly for the sake of example, or have they been simple, true men, taking up their duty, and doing it unflinchingly, without a thought of how their actions were to make this man industrious, that man saving?"
Y esta máxima, más corta, aunque no sé si útil: "Thinking has, many a time, made me sad, darling; but doing never did in all my life."
No sé si puedo recomendar este libro. Creo que trata temas interesantes, y que está razonablemente bien contado. Pero me he encontrado que muchas veces se me iba el santo al cielo y me costaba concentrarme en lo que contaba, como si lo hiciera largo o aburrido, o se detuviera demasiado en cosas innecesarias. No sabría decir por qué me ha pasado. Lo cierto es que no he disfrutado demasiado con esta lectura, o por lo menos no tanto como debería de haberlo hecho. No sé si volveré con Gaskell, casi prefiero recuperar algo de Dickens.