jueves, 19 de abril de 2018

Diez días de junio, de Jordi Serra i Fabra

De Jordi Sierra i Fabra no creo haber leído nada con anterioridad a esta novela, y el caso es que el nombre me suena mucho. Tras consultar su obra, lo primero que me llama la atención es su magnitud, brutal la cantidad de libros que ha escrito, en su mayoría dentro del género de narrativa juvenil. Tal magnitud puede explicar mi desmemoria: podría ser que haya leído alguno de estos libros, sea en mi juventud o para mis hijos en su infancia.

El caso es que nunca es tarde si la dicha es buena, y aunque ésta tampoco lo sea, no pasa nada por asomarse a la obra de un autor tan prolífico y aparentemente reconocido. Porque lo cierto es que esta novela, sin ser mala, tampoco me ha parecido algo digno de recuerdo, por lo que no puedo afirmar que la dicha sea buena, es una dicha, pues eso, normal.

La novela trancurre en los 10 días que le dan título, en junio de 1951. O sea, que estamos en la España franquista de la pos-posguerra, 12 años tras terminar el conflicto. El protagonista de la novela es el antiguo inspecto Miquel Mascarell, quien ya ha aparecido en ocho entregas previas, por lo que asumo que tendrá un buen número de fieles lectores. En estos diez días, Miquel tendrá que reverdecer laureles para buscar al verdadero culpable de un crimen que se le achaca a él, y para ello contará con la ayuda de un viejo conocido, David Fortuny, en lo que se presume el comienzo de una larga amistad. Esto es, seguro que habrá futuras entregas con esta pareja al timón. Esto da lugar a una trama de cierta predictibilidad aunque con algún pequeño giro argumental.

El problema principal de la trama es su punto de partida, que de paso revela el sesgo ideológico del autor. En efecto, Miguel se tropieza con un antiguo criminal con el que tuvo ocasión de enfrentarse antes de la Guerra Civil. ¿De quién se trata? Ni más ni menos que de un sacerdote pederasta al que ya encarceló en una ocasión, y que ha salido libre después de la guerra, esto es, con la protección del regimen franquista. Esto es, los malos son la Iglesia y Franco, ¿a alguien le suena el tema?

Para más INRI, resulta que el tal Padre Andrada estuvo prisionero en la carcel de Barcelona durante la guerra civil y sus prolegómenos, lo que además dota de inverosimilitud a la historia. ¿No sabe Jordi Sierra a cuántos sacerdotes y monjas asesinaron las distintas facciones republicanas antes y durante la guerra civil, sobre todo en Cataluña? La verdad es que la probabilidad de supervivencia de un sacerdote prisionero en Barcelona por pederastía se antojan cero. Pero bueno, qué se le va a hacer.

Para disimular el sesgo, construye en David Fortuny más pro-Franco, de forma que pueda haber alguna discusión con el protagonista. Pero es que el estilo de Serra tampoco es propicio a la reflexión: se trata de párrafos muy cortos, muchas veces de una sola línea, que se suceden a ritmo de metralleta. Le funciona en una novela de detectives, quede claro.

Para mi gusto, lo mejor de la novela es la descripción, hasta cierto punto costumbrista, de la época. Son estupendas las referencias a los precios de las distintas cosas que adquiere, por ejemplo, las 650 pesetas que cuesta el alquiler de una casa con tres habitaciones (para los Millenials, 650 pesetas son 4 euros), o la moto con sidecar de Fortuny, que les llevará de Barcelona a Olot en la friolera de 3 horas.

De hecho, creo que el señor Serra debería haber aprovechado esta descripción de la vida cotidiana para ilustrarnos de forma efectiva sobre las restricciones de libertad que suponía el régimen franquista, sobre las que tanto insiste Miquel, sin que el lector llegue a percibir las mismas. Porque lo cierto es que sus protagonistas hacen lo que quieren durante los diez días del relato, sin restricciones visibles. Lo que no es óbice para que Miquel se sienta "como perro enjaulado en la inmensa cárcel de la España franquista", quizá la mejor frase del libro.

En el debe, a parte del inverosímil arranque ya comentado, están los ataques al funcionamiento de orfanatos y seminarios (igual el problema no era del franquismo, sino de la pobreza tras la guerra. ¿Hubieran sido muy distintos los orfanatos comunistas? Los precedentes no invitan al optimismo). También que resulta algo repetitivo en sus temas: ¿cuántas veces se repite Miquel lo feliz que es con su nueva vida, ie, su mujer y su hijita? ¿Y cuántas repite Fortuny el buen equipo que forman?

Y claramente le sobra la explicación final, ya que no aporta nuevos elementos a los que ya conoce el lector: el recurso de la explicación final en una novela policiaca funciona si hay algo de lo que el detective se ha dado cuenta, pero no el lector, y que le permite encajar todas las piezas hasta ese momento dispersas.

En resumen, una novela policiaca sin pretensiones, con la que se puede pasar un rato entretenido, que lo sería aún más sino fuera por el evidente sesgo antifranquista y anticlerical del autor.

2 comentarios:

Daniel Rodri­guez dijo...

De ese autor le tengo bastante cariño a "En un lugar llamado Tierra", una de ciencia ficción bastante resultona, y que debió vender lo suficiente como para continuarla en otros dos libros más, bastante más flojos. Para que te hagas una idea, era una historia de abogados, con su juicio, en un futuro en que hemos emigrado a un nuevo planeta y robots y hombres conviven en plano de más o menos igualdad y en más o menos armonía.

Ferhergón dijo...

Muchas gracias, Dani.

A mí me la impresión que este autor debe de brillar más en sus novelas juveniles que en las de adultos. Aunque solo sea porque evitará el sesgo histórico que introduce en las segundas.