La lectura de este libro me ha parecido interesantísima, he aprendido mucho y de una fuente que me parece bastante fiable y creíble. Y eso que el comienzo me pareció bastante renqueante, y, en general, no me gusta cómo escribe el autor, un estilo tosco y poco fluido. Pero, como decía una nota de las cartas de S Pablo (otro que también escribe de pena), el poder de su convicción y, en este caso, datos, supera todas las barreras literarias.
Lo primero que hay que decir es que Shcllenberg es un ecologista y bien comprometido, de los que empezaron cuando eran pequeñitos y han pasado por múltiples etapas en el proceso, pero siempre con el objetivo vital claro. El amor que tiene por la naturaleza y por la gente se refleja en muchos pasajes del libro, y especialmente cuando habla de los habitantes del Congo, humanos o no. Y precisamente por su compromiso, ha hecho de la ciencia su principal herramienta, ya que es la única vía que ve para conseguir la conservación del medio ambiente.
Su conclusión vital es que desarrollo económico, energético y medioambiental van de la mano, que no se puede hacer uno contra el otro, que es imposible, y por eso su libro concluye de forma lapidaria: "Environmental humanism will eventually triumph over apocalyptic environmentalism, I believe, because the vast majority of people in the world want both prosperity and nature, not nature without prosperity." Esta conclusión vital de Shellenberg es coherente con las enseñanzas de la teoría económica: el mercado libre es la forma en que se satisfacen las necesidades humanas al menor coste posible, y eso tiene que tener repercusión en la naturaleza, pues una necesidad satisfecha a menor coste, necesariamente supone un menor consumo de recursos. Shellenberg aporta numerosos ejemplos de esto en su libro, aunque sin referirse en ningún momento a la teoría económica que lo sustenta.
Por ejemplo, de los plásticos nos dice que son una forma mucho más barata de satisfacer necesidades humanas que antes requerían mayor consumo de recursos naturales (peines de huesos de ballena o de márfil, por ejemplo). Así, "The plastics parable teaches us that we save nature by not using it, and we avoid using it by switching to artificial substitutes."
En todo caso, el ejemplo por excelencia, y al que un tratamiento más completo va a dar, es, no podía ser de otra forma, el de la energía. Para empezar, "How wealthy we are is thus reflected in the amount of energy we consume. The average Congolese person consumes the energy equivalent of 1.1 kilograms of oil per day (kg/day). The average Indonesian consumes the energy equivalent of 2.5 kg/day. The average U.S. citizen consumes 19 kg/day." Siendo así, la clave para mejorar el bienestar es el abaratamiento de la energía.
¿Y qué energía tiende a ser más barata? La solución es clara y coherente, una vez más, con lo recién dicho de teoría económica: aquella que tiene una mayor "densidad energética", esto es, que produce más watios por unidad de masa empleada. Lógica y necesariamente, la energía más barata será también la que tenga un menor impacto medioambiental, por la misma razón que es la más barata. Y así queda explicado algo que intuitivamente nos llama mucho la atención: ¿cómo puede ser que los enormes huertos solares, o los paisajes repletos de molinillos, sean más respetuosos con el medio ambiente que una central nuclear que solo echa humo blanco al aire, y ocupa muchísimo menos espacio por Watio producido (que además no depende del clima ni de la hora del día)?
Efectivamente, nos explica Shellenberg apoyado en multitud de datos científicos y técnicos, no es así: las energías renovables dañan más el medio ambiente que la nuclear y las solares o eólicas, más que las hidroeléctricas. El criterio es siempre el mismo: densidad energética del combustible. "The fact that the energy density of fuels, and the power density of their extraction, determine their environmental impact should be taught in every environmental studies class."
Un dato curioso, soportando también la tesis anterior, ante por unos derroteros quizá inesperados: ¿qué contamina más, un automóvil o un carro de caballos? Siguiendo el criterio anterior, nos da el contraintuitivo resultado de que el automóvil. Y así efectivamente es, cuando comparamos caballos y coche para un mismo recorrido o uso. Nos cuenta Shellenberg: "Horse-drawn carriages made New York City unlivable in the years before the introduction of the automobile. The streets were dirty and dusty and stank of urine and feces, which brought flies and disease. Petroleum-powered vehicles allowed for much higher power densities with much less pollution."
Observa Shellenberg que con el tema energético la sociedad ha caído otra vez en el mito del naturalismo, de que las energías renovables son mejores porque son naturales "Just as people imagined “natural” products from tortoiseshell and ivory to wild salmon and pasture beef are better than “artificial” alternatives, people imagine that “natural” energy from renewables like solar, wood, and wind is better than fossil fuels and nuclear." Pero ya hemos visto que la ciencia desmonta el mito, y que desde todos los puntos de vista, incluido el medioambiental, son mejores las alternativas artificiales que las naturales.
Esta, por supuesto, es la explicación benevolente. Para una explicación menos ingenua, y seguramente más realista, Shellenberg nos habla de muchos ecologistas de pro, tanto individuales como organizaciones. Entre otros, Al Gore, o un tal Brown activista contra las nucleares. Entre las organizaciones, tenemos a Greenpeace y a otras americanas. Nos llevaremos la (relativa) sorpresa, que detrás de estos tipos y organizaciones suele haber empresas de combustibles fósiles, haciendo campaña para que las nucleares se cierren. Claro, la de pasta que puede ganar esta gente si toda la energía generada por nucleares o hidroeléctricas se tiene que generar con combustibles fósiles. Y, a su vez, tenemos a los fabricantes de molinilllos y solares (entre otros, ese personaje lleno de sombras llamado Elon Musk) haciendo lo propio con las fósiles. Mucho dinero en juego y mucha aparente corrupción política, sobre todo en las administraciones Demócratas de los EEUU.
Shellenberg no se conforma con documentar la situación a la que hemos llegado, Además, trata de buscar explicaciones sociológicas y psicológicas a las actitudes de la gente. Ya hemos visto cómo da una explicación basada en el mito del naturalismo. Me ha gustado especialmente esta reflexión que hace sobre el Neomalthusianismo, y cómo esta corriente de pensamiento se empeña en atacar las tecnologías que hacen inválidas sus profecías catastrofistas. Empezando por el propio Malthus, quien "had to attack birth control to predict overpopulation." y siguiendo con Holdren and Ehrlich, que predecían que todos moriríamos de hambre, y "had to claim fossil fuels were scarce to oppose the extension of fertilizers and industrial agriculture to poor nations and to raise the alarm over famine." En la actualidad, el testigo lo han recogido los activistas del cambio climático que "have to attack natural gas and nuclear energy, the main drivers of lower carbon emissions, in order to warn of climate apocalypse."
Este es un libro escrito por un activista ecologista. Explica con base científica la magnitud real del cambio climático, y las formas prácticas de combatirlo. Y nos llevamos la sorpresa de siempre cuando hay políticos por medio: las soluciones impulsadas por esta gentuza van, como siempre, en contra de la sociedad y del medio ambiente al que dicen proteger. Como es "de siempre", no es una sorpresa, pero es interesante verlo constatado por alguien que sí parece creer (o haber creído) en la política para resolver esta clase de problemas.
Para los que ya sabíamos que la política nunca es solución, es refrescante ver los argumentos científicos y técnicos que se dan a favor de dejar que los mercados funcionen sin interferencia política, aunque en ningún momento Shellenberg lo diga así y quizá ni siquiera lo piense. Muy instructiva y muy recomendable lectura.