miércoles, 27 de julio de 2016

Estación Once ("Station Eleven"), de Emily St. John Mandel

Esta novela la recomendó el verano pasado (o las Navidades, no recuerdo), Federico Jiménez Losantos, que parece un avezado lector en los escasos tiempos que le dejan sus otras ocupaciones, como flagelar políticos.

Se trata de una historia ambientada en un futuro catastrófico, en este caso por causa de una epidemia de gripe Georgiana. Los que vemos The Walking Dead, ya sabemos qué se van a encontrar los protagonistas en su vagar por el nuevo mundo: atascos de coches con cadáveres, supermercados y otros locales comerciales más o menos saqueados, y sobre todo tipos muy raros, y algunos bastante malos.

Pero Station Eleven no va principalmente de la historia de los supervivientes, sino que transita constantemente entre el pasado, el momento de la catástrofe y los años posteriores a ésta, sin ninguna cronología predefinida. La historia se construye en torno a los protagonistas del epílogo de una representación de El Rey McLear, de Shakespeare, en Nuevo York, pocos días tras la cual comienza la vertiginosa expansión de la epidemía,

Los tres protagonistas en cuestión son un actor de fama (Arthur), una niña (Kirsten) que participa en la representación citada, y un paparazzo (Jeevan) devenido en paramédico que trata de revivir al actor tras sufrir éste un infarto. En la novela se nos cuentan los primeros veinte años en el mundo postapocalíptico de Kirsten, Jeevan y Clark, el mejor amigo de Arthur.

La verdad es que el libro me ha dejado indiferente, quizá por falta de sensibilidad. Ni las aventuras que se nos narran son especialmente originales, ni hay sorpresas inesperadas, ni tampoco se entiende la fijación de la escritora por Shakespeare y algunos músicos. Ni siquiera acabo de entender el papel que juega el comic que da título a la novela, comic de tirada muy limitada realizado por la primera esposa del actor, y que parece ir a tener algo que influir.

El libro no está mal escrito, aunque tiene ese tono triste que se encuentra en muchas novelas fantásticas que no se atreven a deslizar ni un atisbo de broma en la narración. Todo lo que le pasa a los protagonistas es serio y trascendente, aunque el lector no acabe de entender por qué lo último. Y tiene algunas frases que son hallazgo, como el lema de la compañía de tesatro: "Survive is not enough".

A menos que alguien me explique las sutilezas de la trama argumental o su simbolismo, y sea así capaz de apreciar mejor esta obra, me temo que la señora Mandel pasa al cajón de escritores prescindibles.

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