lunes, 20 de febrero de 2017

El descubrimiento de la lentitud ("Die Entdeckung der Langsamkeit"), de Sten Nadolny

Novela prácticamente biográfica de John Franklin, un tipo relativamente desconocido, al menos para mí, conocido por sus dos intentos por encontrar el llamado "Pasaje Noroeste". Esto es, el trayecto que permitiría pasar de Europa a Asia por el norte de Canadá, a través de los hielos del océano polar Ártico.

La principal característica del personaje, según nos lo pinta el autor, es fácil de imaginar: su lentitud o, en términos positivos, su paciencia. Mr. Franklin desde pequeñito muestra escasa propensión a la acción, y en cambio una excepcional para la observación, hasta el punto que destaca entre sus compañeros por su capacidad para sujetar durante horas los cordones del juego que practican.

Sin embargo, John tiene también una pasión, los viajes marinos, que le harán superarse a sí mismo y sus problemas, para ser un marinero eficaz y eventualmente excepcional, hasta que le lleguen a encargar la primera misión de búsqueda del citado pasaje Noroeste. Hasta entonces habrá de superar algunas batallas marítimas (se nos cuentan con cierto detalle una ocurrida en Copenhague y otra contra los franceses cerca de Cádiz), y también un viaje de exploración por el mar Australis y las costas de Australia.

Su obsesión con la lentitud le exige constantemente prepararse para desempeñarse como un marinero normal, siendo estas acciones las partes más interesantes al principio del libro. El tema de la lentitud llega hasta a preocupar a uno de sus profesores, que elaborará un ensayo al respecto.

Sin embargo, la historia empieza a cobrar verdadero interés cuando por fin Franklin se embarca para explorar el océano Ártico y buscar el pasaje Noroeste. Aquí la novela se transforma en puro género de aventuras, y se nos narra una verdadera odisea por aquellas desoladas y deshabitadas tierras, en que hay cierta colaboración de los indígenas, pero hostilidad de los esquimales. La tripulación tiene que invernar, sufrir mosquitos, y eventualmente comer líquenes de las rocas como único alimento accesible. Lógicamente, Franklin casi no consique sobrevivir a la expedición, de la que vuelve con unos pocos compañeros.

De vuelta a Londres, se encuentra con que está lleno de relojes (han mejorado mucho en la medida del tiempo), pero sin embargo la gente ya no tiene tiempo para nada. Típica reflexión de alguien obsesionado por la lentitud. Como él si lo tiene, escribo un relato con su periplo canadiense, y de la noche a la mañana se encuentra famoso, reconocido y elevado a la categoría de Sir.

Pese al casi trágico desenlace de su primer intento, seguirá persiguiendo la difícil meta. Y, por fin, tras un periodo como gobernador de Tasmania, conseguirá el apoyo para dirigir una segunda expedición a las tierras árticas, que en esta ocasión sí tendrá un fin trágico, y siento el spoiler.

Aparte de sus aventuras y andanzas, Franklin comparte con los lectores reflexiones acerca de cómo debe de ser el gobierno o la educación, y sus intentos de avances tecnológicos en relación con imágenes en movimiento, o colaborando con Babbage para desarrollar la primera calculadora. Son más interesantes las primeras. Así, al respecto de la educación, la teoría de Franklin es que los profesores deben ser "descubridores" y ayudar a sus alumnos a descubrir el mundo, más que explicársel o contárselo.

Y en relación con la forma de gobernar, su visión es la misma que ha aplicado como capitán de barcos (el Sistema) y precisamente en respuesta a su lentitud-paciencia. Es necesario que haya dos perfiles: uno rápido que tome las decisiones tácticas y operativas, combinado con uno lento, que sea capaz de observar pacientemente y dirigir a largo plazo. A ello le responden que precisamente es eso lo que hace la Monarquía, donde el rey se preocupa del largo plazo, y el gobierno y los políticos, del corto. Yo a eso añadiría que el Sistema es una extrapolación o generalización de la mente humana tal como la entiendo Kahneman en "Thinking fast and slow".

La novela no está mal, aunque tampoco es el libro más apasionante de la historia (cómo podría serlo si la lentitud está hasta en el título). Lo más curioso resulta leer cómo un alemán te cuenta la vida de un inglés, es chocante ver palabras inglesas (nombres de las ciudades y calles, por ejemplo) en un libro en alemán: estamos muy acostumbrados a lo contrario (palabras alemanas en un libro en inglés), pero no tanto a esto. Y, por supuesto, la reivindicación de un personaje relativamente desconocido como Sir John Franklin.

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