martes, 11 de abril de 2017

Fausto I ("Faust I"), de Johann W, von Goethe

Bueno, bueno, bueno. He aquí uno de los grandes clásicos de la literatura alemena, uno de esos libros que pueden, o no, justificar las horas invertidas en aprender alemán. Y ya lo puedo anunciar, prueba superada, libro leído, ahora hablaré de mis impresiones.

Pero lo primero es explicar que, dada la importancia de la obra, no me he atrevido con ella a pelo, y la he leído en paralelo a una traducción al español y con sus anotaciones. Y la primera observación relevante es que es una obra casi intraducible. No es que yo comprendiera 100% el alemán, pero sí lo suficiente para darme cuenta de que hay mucha elipse, y que el traductor tiene que hacer virguerías para completar el sentido en español, sentido que muchas veces no está claro.

O sea que este Fausto I es bastante difícil, no por el alemán en sí, sino por el estilo elíptico utilizado por Goethe. El vocabulario no es especialmente rico y las frases son cortas (para ser alemán), aunque es cierto que desordenadas y con mucha elipse. Pero es que estamos hablando de poesía, claro.

Pero lo que más me ha chocado es que no se trata de una obra de teatro al uso. Tras haber leído Guillermo Tell, obra convencional, pensaba que Fausto sería una obra de teatro con sus actos, su trama y sus reflexiones. Pero no es así. Esta obra de teatro es muy rara (aunque no tanto como Fausto II, que ya he comenzado a leer) y nada convencional.

No se estructura en actos, sino es escenas sucesivas, que además cambian completamente de escenario. Tiene al comienzo una especie de prólogo en que debaten un poeta, un director y un empresario, sobre las condiciones para que el teatro triunfe. A continuación, le sigue otro nuevo prólogo, este con Dios, los arcángeles y Mefistopheles, en que éste es autorizado a actuar con Fausto. Y solo entonces empieza propiamente la obra.

Y empiezan pasar cosas sin aparente hilazón. Tenemos un monólogo inicial de Fausto en que éste se queja de que ninguno de sus esfuerzos filosóficos o científicos le valen para nada, lo que dará pie a que Mefistopheles le tiente con el mundo exterior. Y este consistirá básicamente en tres escenas: una en una taberna con estudiantes, otra en una cueva con brujas, y la última en que se desarrolla su relación con Margaret ("Gretchen"). Nadie nos explica el paso de una a otra, ni por qué son estas las muestras del mundo real escogidas por Mefisto.

Es por supuesto en la última de las escenas donde tienen lugar los momentos más brillantes de la obra, y los que, supongo, serán los que le han dado fama. Dos son los que yo destacaría: el discurso sobre la honra de Valentine, hermano de Margaret, antes de morir, y la escena final de la obra, en que Gretchen pasa de la esperanza del rescate de la prisión cuando aparece Fausto, a darse cuenta de que su caída es ya irremediable con indepencia de que huya o no. En ambos casos, Fausto es un mero espectador.

Así pues, curiosamente, la obra de Goethe no es la arquetípica sobre el mito de Fausto. De hecho, este mito antecede a Goethe, y el poeta alemán únicamente lo usa como pretexto para sus fines, que tampoco tengo muy claros, aunque sí hay algo burlarse de algunos de sus rivales.

La mayor parte de las referencias de la obra son a la alquimía y a Paracelso, no ha simbología mitológica extraña, como sí ocurre con nuestros poetas complicados, tipo Góngora. Por tanto, tampoco es por esto que no la acabo de entender. El caso es que esta primera parte la he devorado con gran interés, y al final no he encontrado demasiado para comprender por qué es un clásico.

Y ahora he empezado con la segunda, también apoyándome en traducción, y he de decir que es mucho más rara que la primera, y que encima, de momento, ni siquiera parece haber una trama. Así que no sé muy bien a qué atenerme. Sigo leyéndola de todas formas.

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