martes, 30 de octubre de 2018

Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister ("Wilhelm Meisters Lehrjahre"), de J. W. von Goethe

Uffff, por fin. Qué placer ver que ya he acabado esta novela, creí que no lo haría nunca. Alguno me dirá que por termino los libros incluso aunque no me gusten. Y poco podré argumentar a favor de hacerlo, pero el caso es que yo lo hago. Me gusta terminar lo que empiezo, aunque sea con sufrimiento. No sería la primera vez que dicha persistencia tiene recompensa: me acuerdo lo que me constó terminar el capítulo introductorio de El Señor de los Anillos, el libro que estaba destinado a ser mi preferido de todos los que he leído (de momento) y que habría de leer cinco veces.

En fin, el caso es que este libro, que me dejó de interesar relativamente pronto, ha supuesto un reto adicional por el hecho de leerlo en alemán, y además no ser especialmente fácil la escritura del autor.

Una de las razones por las que he tratado de aprender alemán es para leer sus obras clásicas en versión original. Ello explica que me embarcara en esta lectura de Goethe, del que ya leí el genial Faust y también Werther, que me gustó bastante menos. Por otro lado, esta obra la tenía conceptuada, erróneamente, como una novela al estilo de Tom Jones o las picarescas.

No es así, claro. Se trata de una novela al estilo clásico, pero con una fuerte carga romántica y sin ningún tipo de concesión a la sonrisa. Se puede estructurar en tres partes claramente diferenciadas, donde la segunda interrumpe la historia del protagonista y sirve de transición para un giro argumental. La primera se enfoca en el teatro alemán y la compañía que trata de poner en funcionamiento el protagonista; la segunda parte es el diario de una dama de fuertes convicciones religiosas; en la tercer parte, nos encontramos de nuevo a Wilhelm Meister, pero ya tras haber abandonado sus pretensiones teatrales. Esta última sirve un poco para explicar el origen de los distintos personajes que han aparecido en la primera, a base de las típicas historias turbulentas propias del género romántico (y que personalmente encuentro muy aburridas a estas alturas de vida de lector).

Lo más interesante está en la primera parte, y no tanto por los sucesos que ocurren, como las reflexiones que se producen. Como digo, en esta parte Wilhelm Meister trata de establecer una compañía de teatro, pasión que tiene su origen en unos títeres que le regalaron sus padres de niño.
Con esta disculpa, Goethe aprovecha para compartir, en medio de las vicisitudes de la compañía, diversas reflexiones relacionadas con el teatro.

En ocasiones, las reflexiones son las especificidades del teatro alemán respecto al de otros países. Se nota aquí el nacionalismo de Goethe, pues este tipo de comentarios no suelen aparecer en otras novelas de tinte similar. Por ejemplo, el Quijote no tiene reflexiones sobre la idiosincrasia española, ni tampoco las recuerdo en obras francesas o inglesas. Pero aquí sí aparecen. Curioso. Parece ser un fenómeno general de la literatura alemana, pues no es la primera vez que lo detecto.

También tiene una interesante diatriba sobre las diferencias entre el desarrollo de una novela y el de un drama teatral. A mí lo más atractivo me ha resultado, aunque confieso que no habré entendido mucho al respecto, es todas las discusiones y reflexiones que surgen cuando están preparando la escenificación de Hamlet, tanto sobre la propia obra en sí, como sobre Shakespeare, como sobre las diferencias del teatro inglés y el alemán.

Hay reflexiones fuera del ámbito del teatro, como las diferencias entre la burguesía y la aristocracia alemana (una vez más, lo alemán), o una discusión sobre el destino a poco de empezar la novela. En todo caso, no hay demasiada diatriba para lo que yo esperaba. La mayor parte de la novela consiste en la narrativa de lo que ocurre o de lo que ha ocurrido, esto es, historias que se cuentan unos personajes a otros.

Lo siento, no me ha gustado, me he aburrido. La obra de Goethe pasa al frigorífico de momento, ya veremos si encuentro tiempo en el futuro para volver a él. Por supuesto, añado disclaimer, quizá no me ha gustado porque no la he entendido bien, dado que era un alemán, si bien no demasiado complejo en vocabulario, sí de frases largas y convolutas.

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