miércoles, 3 de marzo de 2021

The Dictatorship of Woke Capital, de Stephen R. Soukup

Este ensayo va sobre uno de los temas de moda en la gestión de las grandes corporaciones, la llamada Responsabilidad Social Corporativa (RSC), o en inglés ESG (Environmental Social Government). Como de costumbre, es relativamente fácil encontrar literatura justificando las bondades de estas cosas (basta asomarse a la página web de cualquier cotizada), y mucho más difícil encontrar alguien escéptico. Y como la RSC es algo a primera vista contrario a los intereses de los accionistas, que normalmente lo que quieren es ganar valor para sus acciones, no perseguir objetivos sociales determinados por terceros, se hace extraño que haya poca gente analizando el fenómeno de una óptica más objetiva, o sea, que no encomie directamente las bondades de que el dinero en busca de rentabilidad de terceros se dedique a otros fines.

Esta laguna me parecía que podría quedar cubierta por este libro, pero no sé hasta qué punto lo consigue. Para empezar, se echa de menos un sencillo análisis explicando rigurosamente por qué la RSC es mala para los accionistas. A lo mejor es algo tan sencillo que no hace falta explicarlo, no sé. A mí me hubiera gustado ver ese análisis. Sin él mismo, la sensación  que da el autor es que lo que le parece mal es que la RSC persiga objetivos típicamente de izquierdas, pero que si los objetivos fueran de derechas no le parecería tan mal. 

Yo puedo compartir su deseo de que se despoliticen mercados y capitales. Pero, al mismo tiempo, como el respeto a la propiedad privada me parece la condición más importante para generar bienestar, he de aceptar que los dueños hagan con su dinero lo que quieran, sea de izquierdas, de derechas o de arriba. Otra cosa es que utilicen dinero que no es suyo, como puede pasar con los ejecutivos de las grandes corporaciones. Pero, una vez más, hay un mecanismo de disciplina para con ellos, que es la venta de las acciones de su empresa. ¿Qué eso tiene pocos efectos, o no los que quisiera Soukup? Pues mala suerte, no sé cómo decirlo, igual es que a la gente no le importan tanto estas cosas. O, al contrario, le importan lo suficiente como para renunciar a un poquito de beneficio.

Esa carencia del libro se hará mucho más notoria en su segunda parte, cuando Soukup se dedique a identificar protagonistas en ambos lados de la batalla por la ideologización del capitl. En efecto, ausente el análisis económico, cuando Soukup se mete con Apple, Disney o Amazon, a cada uno con su capítulo dedicado, nos suena a prensa amarillista y ataque de anécdotas. Lo único que se puede sacar en conclusión es que esas empresas tienen un punto de hipócritas, sobre todo en la comparación del comportamiento en China respecto a los EEUU. Pero también es cierto que pueden detectar inquietudes políticas en sus clientes completamente diferentes a ambos lados del charco Pacífico y actuar coherentemente en cada jurisdicción. Del ataque a Amazon mejor no hablar, porque en realidad el caso lo construye contra una ONG (Southern Poverty Law Center) con la disculpa de que Amazon Smile se guia para sus donativos por las recomendaciones de la tal SPLC ( y no digo que estos sean guays, solo digo que no sé por qué ataca a Bezos y a Amazon por esto). 

Bastante más interesante resulta, por suerte, la primera parte del libro, en la que Soukup traza con bastante completitud y sencillez las corrientes filosóficas de las que se nutre el movimiento ESG. Una vez más, no acaba de justificar rigurosamente que el ESG venga de ahí, pero lo cierto es que los tres análisis están muy bien y son bastante instructivos.

En el primero, nos describe la aparición de la administración pública, de los burócratas, en los EEUU, haciéndola radicar en el presidente Wodroow Wilson. Sí, el mismo que metió al país en la Primera Guerra Mundial, propuso la creación de la Liga de las Naciones y creó la FED. Estatista de tomo y lomo. El sustento teórico es básicamente que los ciudadanos no saben bien cuales son sus intereses y se necesita a una clase superior, los burócratas, para gestionar sus vidas. Esta base queda completamente acicalada cuando se complementa con que dichos burócratas han de actuar de acuerdo a sus principios en todo caso, con lo que de facto dejan de estar sometidos a los mecanismos democráticos. En palabras del autor: "the conventional wisdom—among administrators, among academics, and even among elected officials —favored a political structure in which the traditional participants, the voters and their elected representatives, were supplemented and, indeed, superseded by the unelected and unaccountable “experts.” Moreover, these experts were encouraged to apply their values in lieu of the values of the people to create a better, more efficient, and more equitable society."

La segunda de las corrientes es la irrupción y generalización de ideas neomarxistas en las universidades americanas. Ya he leído unas cuantas descripciones de este fenómeno, pero creo que la de Soukup es la más completa y clara. Está tan bien hecha que incluso se me ha abierto el apetito por leer algo de la malhadada escuela de Frankfurt. "the Frankfurt School and its critical theorists integrated Freud’s social psychology with Rousseau’s state of nature fetishization, Gramsci’s aggressive anti-Christianity, and Lukács’s detestation of social and sexual mores to fashion the “Cultural Marxism”" Con el nazismo, la escuela de Frankfurt se trasladó a la universidad de Columbia, por donde pasó sin pena ni gloria hasta volverse a Alemana, dejando, por desgracia, una cagadita con el nombre de Marcuse quien se convirtió en el padre intelectual de los movimientos estudiantiles del momento "with his advocacy
of free love, sexual perversion, oppositional behavior, and suppression of “reactionary” thought".
Asimismo, también fundamental en la extensión mainstream del marxismo cultural el libro "The Dialectica Imagination", de Martin Jay, que, según nos dice Soukup, explica con bastante brillantez los desarrollos de la escuela de Franfurt. Quizá lo lea, o por lo menos lo empiece, para conocer al enemigo de primera mano.

La tercera y última de las corrientes descritas tiene que ver con la gestión y planificación empresarial. Aquí Soukup nos traza la historia de cómo los stakeholders (gente con la que se relaciona la empresa, como trabajadores, clientes, proveedores, administraciones públicas...) pasan de ser un factor importante a considerar por la empresa a la hora de perseguir sus objetivos (maximización del valor del accionista) a ser una finalidad en sí mismos cargada por consideraciones éticas subjetivas. A esto, Soukup le llama "neopragmatismo".

Tras esto, en el capítulo 6, se pasa a la acción, y Soukup describe en la práctica como se han impuesto y extendidos los criterios ESG a lo largo y ancho de las cotizadas, en EEUU (y supongo que en Europa). Nos cuenta cuáles fueron los primeros fondos de inversión en usar criterios sociales, y luego entre de llenos en las agencias de proxy advisory services, que son, al entender de Soukup, quienes han conseguido extender estos criterios con cierta sutileza. Lo describe así: "Create a set of principles that
serve as an effective extra-governmental regulatory regime and then turn the monitoring of that regime and investment in those who comply with it into nice multibillion-dollar side gigs. Meanwhile, all
you have to do is hope that no one figures out that you created a problem specifically so that you could solve it."

Por cierto, según Soukup, tan solo dos agencias, Institutional Shareholder Service (ISS), de Bloomberg, y Glass-Lewis controlan el 97% del mercado.

Desde aquí, empieza el pim-pam-pum y el libro pierde interés para mí. Es importante notar que Soukup se queja principalmente de que sean entidades no gubernamentales (como las recién citadas ISS) las que de alguna forma regulen el mercado, imponiendo de facto las leyes por encima de la voluntad popular que en el imaginario de Soukup quedarían reflejadas en las aprobadas por el Congreso. Termino diciendo que, desde un punto de vista anarcocapitalista, es bastante más preocupante lo segundo que lo primero, porque contra lo primero hay mecanismos de reacción, aunque sean difíciles, mientras que contra lo segundo solo tienes el voto cada 4 años. y tampoco eso vale de mucho,

1 comentario:

Mike rose �� dijo...
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