Relato corto del autor de "Der Zauberberg" y "Die Bruddenbrook". Ya leí el segundo, y me gustó bastante, aunque entiendo que es una novela típica de saga familiar y no quizá la obra más representativa de Mann. El problema que tengo con "Der Zauberberg", o con "Der Tod in Venedig" es que me dan bastante miedo por su extensión; así, novelitas como ésta de Mario espero que me sirvan de carrerilla para dar el salto a las grandes obras de Mann. Porque, eso lo tengo claro, tarde o temprano leeré "Der Zauberberg", lo mismo que tarde o temprano leeré "Der Mann ohne Eigenschaften", de Robert Musil, pues poder leer estas novelas en su lenguaje original ha sido lo que me ha motivado para aprender alemán.
Mientras esos temidos y deseados momentos llegan, procedamos a comentar brevemente esta que acabo de leer.
Los hechos ocurren durante unas vacaciones familiares del autor en una playa italiana que no llega a identificar. Claro, que al ser Torre di Venere cerca de Portoclemente, y en las proximidades de la Toscana, poca duda cabe de que se trate de Portovenere, visitada por el mismísmo Lord Byron.
El acontecimiento principal es la actuación de un mago, el señor Cipolla, que en realidad es un hipnotizador. Esta función ocupa casi tres cuartas partes de la narración. Sin embargo, se ve precedida de un par de hechos inquietantes, que quizá deberían poner en contexto lo que ocurre en la función, pero que yo no acabo de enlazar.
En primer lugar, ante las quejas de una señora italiana por miedo a que el hijo de Mann les contagie una enfermedad con sus toses, se ven obligados a abandonar el hotel en que estaban y cambiarlo por una pensión, algo que hacen sin demasiado arrepentimiento, pues no acababa de gustarle demasiado.
La otra escena ocurre en la playa, donde hay una especie de pique con los niños italianos, empezando por una ridícula escena de lloros por el mordisco de un cangrejo, que Mann describe con gran ironía: "Eines Tages nämlich hatte ihn im Wasser ein Taschenkrebs in die Zehe gezwickt, und das antikische Heldenjammergeschrei, das er ob dieser winzigen Unannehmlichkeit erhob, war markerschütternd und rief den Eindruck eines schrecklichen Unglücksfalls hervor."
Las risas internacionales serán vengadas posteriormente cuando se le monta un pollo a los Mann por dejar que su hija (de nueve años) corra desnuda un momento para limpiarse la arena en la playa. Una vez más, Mann recurre a la épica para describir el rapapolvo: "Er tritt vor uns hin, und eine Philippika geht auf uns nieder, in der alles Pathos des sinnenfreudigen Südens sich in den Dienst spröder Zucht und Sitte gestellt findet."
Así que al comienzo de la función, parece que el orgullo local está algo tocado. Y en eso llega Cipolla, aunque algo tarde: "Alle waren spät gekommen, aber niemand zu spät; Cipolla ließ auf sich warten.". El desarrollo de la función es tenso, confiesa Mann, llegando a arrepentirse de haber llevado a los niños a un espectáculo que se muestra como poco infantil. Cipolla no tiene reparos en hacer bromas a costa de los habitantes de Torre di Venere, a los que una y otra vez "humilla" con sus ejercicios de hipnosis, al forzarles a hacer cosas contra su voluntad (que es, precisamente, en lo que consiste la gracia de los números de hipnosis, no?). "Die Freiheit existiert, und auch der Wille existiert; aber die Willensfreiheit existiert nicht, denn ein Wille, der sich auf seine Freiheit richtet, stößt ins Leere." No sé si la frase explica algo, pero ahí la dejo porque es chula.
En el momento culminante, Cipolla doblega la voluntad del más vocal de los espectadores, con lo cual deja claro quién manda en la sala. Antes de eso, ha puesto a prueba la virtud de la dueña de la pensión en que se hospedan los Mann, consolando al marido con esta frase "es Mächte gibt, die stärker als Vernunft und Tugend und nur ausnahmsweise mit der Hochherzigkeit der Entsagung gepaart sind!
Sin embargo, la sorpresa vendrá después, cuando el otro nombre del título, el tal Mario, aparece en el escenario. Mario está enamorado secretamente de una moza, algo que revela al publico Cipolla. No contento con eso, le hace creer que él, Cipolla, es la tal chavala, hasta conseguir que Mario le bese en los labios... a Cipolla. Esta es la humillación definitiva, y da lugar al trágico desenlace que no revelaré.
Mann escribe bien, pero escribe difícil, como se pone de manifiesto en las frases que he escogido. Su sutil análisis de las escenas y personajes, similar al de nuestro Javier Marías, es difícil de seguir si no se cuenta con un enorme vocabulario alemán, superior al que los diccionarios normales proporcionan (recuérdese que en alemán se inventan palabras combinando raíces, que difícilmente pueden aparecer en diccionarios). Supongo que ahora ya se entiende mejor mi respeto a la hora de sumergirme en sus obras mayores.