martes, 6 de julio de 2021

El zapatero y su hija ("The shoemaker and his daughter"), de Conor O'Clery

 Conor O'Clery es un periodista irlandés casado en segundas nupcias con una ciudadana rusa de ascendencia armenia, llamada Zhanna. Zhanna es hija de Stanislav, de oficio zapatero. En resumen, esta en la historia, real, de la esposa del autor y de su familia.

La virtud que tiene es que ello nos lleva a un recorrido de la historia moderna de la URSS y sus países sucesores, desde la perspectiva de ciudadanos normales. Aunque no del ciudadano medio, pues la familia de Zhanna es próxima a la elite comunista, con algunos miembros incluso formando parte de las altas instancias (una tía fue miembro del Soviet Supremo). En resumen, estamos hablando de clase media acomodada del régimen comunista. Además, el relato se desarrolla básicamente después de Stalin, con lo que nos ahorramos los años duros del comunismo. Finalmente, las raíces de la familia son armenias, más en concreto de Nagorno-Karabaj, ese enclave metido en Azerbayan, y sus primeros años transcurren en Grosny, Chechenia, o sea, relativamente lejos del centro de poder comunista ("The stores are better stocked and cheaper than in the provinces. But even here there are shortages."). Vamos, que es una familia con potencial para no vivir muy mal dentro del malhadado régimen, y como prueba, la propiedad del coche que causará la principal inflexión en la historia.

Y así nos encontramos con los padres de Zhanna, uno de los cuales le acompaña en el título, aunque perfectamente podría haber sido la madre, pues en el fondo no destaca ninguno de los dos sobre el otro. Quizá Stanilav, el zapatero, destaca por su carácter más emprendedor ("While risky, such small-scale private enterprise is widely practised in the USSR, thwarting the state’s aspiration to own and control all the means of production."), que le lleva a buscar siempre buenas relaciones para asegurar la supervivencia y bienestar de su familia. Por su parte, la madre tiende más al funcionariado dentro de la jerarquía comunista.

La vida de esta familia hubiera podido seguir su curso sin más altibajos, salvo por las arbitrariedades del poder, en este caso de Krushev, el sucesor de Stalin. Stanislav vende su coche tras tres años para comprarse uno mejor, obteniendo un beneficio de la venta, con la mala suerte de que a Krushev le ha dado en esos momentos por perseguir a los viles especuladores, por lo que Stanislav termina condenado a 7 años de cárcel por su inocente transacción. y nada podrá impedir que cumpla un cierto número de ellos, aunque cambie la política, sobre todo con la llegada de Breznev, de quien el autor nos cuenta esta deliciosa anécdota, posiblemente apócrifa: "His mother, they say, comes to visit him and, seeing all the cars, asks, ‘But Leonid, what if the Bolsheviks come back?’"

Tras salir de prisión, la familia no ve claro el futuro en Chechenia por el estigma sufrido, y deciden trasladarse a Krasnoyersk, en plena Siberia ("Despite being associated with isolation, cold and deprivation, Siberia never experienced serfdom, and it is synonymous with independence and self-sufficiency, notions attractive to the shoemaker."). Quede claro que el traslado a Siberia es voluntario y no algo forzado por la condena de Stanislav, como da a entender el resumen del libro para así dar más morbo a la historia. Stanislav no llega a pisar el gulag ni de cerca. En tal ciudad reharán su vida, lo que da pie al autor para contarnos un poco las condiciones de vida en Siberia, una vez más de una familia acomodada para los estándares soviéticos, con sus buenas relaciones e incluso su dacha.

Allí podrán vivir la llegada de Gorbachov y su política de glasnost, y posteriormente el gobierno-desgobierno de Yeltsin hasta la toma del poder por Putin. Es sin duda ésta la parte más interesante del relato: cómo evoluciona la vida de una familia media-acomodada desde el régimen comunista hasta uno capitalista, con sus dosis de desorden y mafia, cómo se caen los valores sobre los que ha construido su vida la madre, y en menor medida Zhanna, cómo descubren la verdad de muchos de los mitos, cuando ven que Lenin también fue malo (que Stalin lo había sido ya lo tenían aceptado desde Krushev).

El estilo de O'Clery es sobrio, sin demasiadas concesiones, aunque punteado por bastantes chistes rusos (que en el fondo contribuyen a mostrar que, incluso en condiciones tan penosas como era la vida en la URSS, la gente trata de vivir como en todos los sitios). La historia que nos cuenta, sin llegar a ser apasionante por carecer de elementos trágicos, sí es lo suficientemente interesante para que el lector quiera seguir leyendo.

Otro de los grandes valores del libro son las anécdotas que nos cuenta del día a día, sobre todo en la URSS:

"the idiocies of central planning make it almost impossible to find a decent pair of shoes or boots. In one case a shoe factory is ordered to produce one hundred thousand pairs of shoes, but faced with a shortage of leather, fulfils the quota by making only children’s shoes."

"Windscreen wipers are such a rare commodity that it is common to see drivers pull into the side of the road in the event of a sudden downpour to attach the wipers they keep hidden inside the car."

Además, O'Clery cita bastantes películas y libros gracias a los cuales los ciudadanos soviéticos fueron cargándose el mito, muchas y algunos de los cuales he ido apuntando con la intención de ver o leer. Asimismo, se refiere a la obsesión por revisar el pasado de los mandatarios rusos, incluso en la actualidad: "People wonder not just what the future will look like in a year’s time but what their past will look like." o, con más sorna, las biografías de Lenin "were moved from the non-fiction to fiction sections in state libraries."

Por su parte, el epílogo muestra las contradicciones en sentimientos y creencias al que la Perestroika y sus consecuencias llevaron a esta familia. Por un lado, respecto al "crimen" de Stanislav en el contexto de la liberalización del mercado, en que la especulación es precisamente la fuente de riqueza, " The offence for which he did time in prison, as a result of which he uprooted his family and moved to Siberia, is no longer a crime but a patriotic act, the very foundation of the new Russia.".

Sin embargo, por otro, llegan a la siguiente conclusión, sorprendente desde cualquier punto de vista que uno pueda imaginar: "In Soviet times those prepared to work hard could provide for themselves. There was free healthcare, free education and free housing. Everyone was equal. Everybody had a piece of bread." La verdad es que no creo que haya ni una sola afirmación en la frase anterior que se pueda sostener con un mínimo de datos y conocimiento histórico, pero la tenemos como casi conclusión tras los decepcionantes inicios del libre mercado en Rusia.

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