lunes, 12 de julio de 2021

Travesía del horizonte, de Javier Marías

Tras leer Berta Isla y Tomas Nevinson, y por mi inveterado afán de completitud, me puse a leer un par de cosillas que tenía por ahí de Javier Marías. "Cuando fui mortal", de cuentos, pasó sin más pena ni gloria. Esta en la segunda de dichas obras, y la verdad es que no dará mucho de sí la entrada.

Es un libro escrito a principios de los 70, donde Marías dista de ser un escritor madura. La novela es mediocre y carente de interés. No interesa lo que cuenta, ni Marías ha descubierto todavía su inconfundible estilo, por lo que tampoco tiene interés la forma narrativa.

Es en cierto modo un experimento, pues se nos cuenta la lectura de una novela por parte de un amigo al protagonista, una novela que para el lector es una verdadera obra maestra, hasta que, precisamente por su lectura al amigo, descubre que la obra no deja de ser mediocre: "no había asociado La travesía del horizonte más que conmigo y con las cuatro paredes de mi despacho, sin calcular el efecto que podría hacer en otras personas, en otros lectores. Sin pensar verdaderamente en ello, estaba convencido de que sólo podrían opinar lo mismo que yo." Lo que, en el fondo, expresa el drama o tragedia del escritor y, en general, de cualquier creados: a uno lo que hace le suele parecer una obra maestra, pero lo cierto es que tal sanción corresponde únicamente al mercado, a los lectores (y no a los críticos, ni mucho menos a la Administración Pública).

Por lo demás, Marías da muestras de su pericia técnica, al ser capaz por momentos de anidar hasta tres relatos: el primero en que se está leyendo la novela (llamada casi igual que la de Marías, salvo por el artículo inicial); el segundo, los hechos que cuenta la novela que se está leyendo; y el tercero, la historia que cuenta Victor Arledge, uno de los protagonistas de la novela que se está leyendo, a los demás personajes de la misma. De hecho es esta historia, sobre aventuras en la Polinesia del capitán Karrigan, la única que en cierto modo me resultó de interés.

Poco más que decir, salvo quizá esta frase que explica el título de ambas novelas: "Genuinos representantes de una sociedad que -como la nuestra- sólo concibe la existencia como una travesía del horizonte liberada de obstáculos y colinas, como una travesía realizada con fines eminentemente contemplativos".

No puedo recomendar la lectura de esta novela, aunque no exija una gran inversión de tiempo. No creo que guste ni a los acérrimos de Marías.

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