jueves, 11 de agosto de 2022

Yo serví al rey de Inglaterra, de Bohumil Hrabal

A este autor lo descubrí hace unos meses, pese a ser otro de los grandes escritores checos, nación que nos ha dado a Kafka o Kundera, entre otros. Leí una de sus obras más conocidas. Una soledad demasiado ruidosa, que, sin entusiasmarme, me pareció lo suficientemente interesante como para leer alguno otra de sus novelas- Esta que comento es quizá su obra cumbre.

La he leído con curiosidad y entretenimiento, pero sin demasiada emoción. Es muy parecida a la otra: una sucesión de escenas surrealistas, en este caso conformando la vida de un camarero de hotel según escala en la profesión en la Chequia primeramente invadida por los nazis y posteriormente en el régimen comunista. Pero la verdad es que muy poco se traza de ambos regímenes pues, como digo, la novela no es histórica: solo le valen de escenario.

Como escenas surrealistas, para dar una idea del tono del libro, aquí dejo un par. En la primera tenemos una curiosa invasión.
"el fabricante no se acordaba de dónde lo había escondido, y cuando abrí la última maleta, ¡qué susto!, ¡qué horror!, estaba llena de dientes y de prótesis, de encías rosadas con dos hileras de dientes blancos, aquellas bocas parecían plantas carnívoras, algunas cerradas, otras abiertas como si bostezaran, y entonces me caí de espaldas y las dentaduras cayeron sobre mí, en las manos y en la cara sentía los besos glaciales de aquellas bocas, estaba en el suelo temblando, enterrado bajo el montón de dentaduras"

La segunda nos cuenta la preparación de un banquete: "el camello entero; cuando estuvo casi al punto, lo rellenaron con los dos antílopes rellenos de faisanes rellenos de pescado, y el hueco que quedaba lo llenaron con huevos duros,"

El título de la obra lo proporciona uno de los camareros, del que más aprende el protagonista, que utiliza la frase para explicar por qué es capaz de adivinar cosas de los huéspedes. Como el protagonista tendrá ocasión del servir, ni más ni menos, que al emperador de Etiopia (cuyos cocineros preparan el manjar antedicho), sustituirá el complemento y usará la misma frase para el mismo tipo de justificación.

Hrabal tiene un estilo sarcástico, pero que cabría calificar de amable, no hostil, siempre con un deje de ingenuidad. Por ejemplo, en esta sentencia anticlerical, que no lo parece: "la empresa más grande que existe es la Iglesia católica, que hace negocio con algo que nadie ha visto ni tocado, ni se ha podido encontrar en ninguna parte desde que el mundo es mundo y que se llama Dios". O en esta ácida reflexión: "bajo el ángulo de la guerra hasta los matrimonios se convertían en parejas de enamorados".

Su relación con los nazis comienza un poco al estilo Grass en Die Blechtrommel: "los dos teníamos la impresión de que el ejército del Reich se había apresurado a ocupar Praga a causa del asunto de las medias blancas y también para vengarme a mí, a quien habían cubierto de escupitajos". Y como se casa con una alemana de pura raza le toca pasar por un test con visos de verosimilitud: "conforme a la legislación del Reich, al examen fisiológico exigido por la legislación establecida en Nuremberg para determinar si, en tanto que miembro de una nación no germánica, era capaz de consumar el matrimonio y fecundar la pura sangre aria y germana."

En cuanto al régimen comunista, le toca cuando por fin consigue hacerse millonario con su propio hotel. De sus relaciones con los millonarios, aprende que "todo me hacía pensar en las bodas de Caná pero al revés, porque cuánto más bebían los millonarios, más sobrios estaban, como si el vino se hubiera convertido en agua". Por cierto, ante la llegada de los soviets, y esta escena sí parece muy creíble, muchos millonarios no se dan a la fuga "porque no tenían el valor de huir al extranjero, no tenían ganas de arriesgarse y se fiaban de América y de la ONU, que, decían, no permitirían algo parecido y conseguirían que todo el mundo pudiese volver a sus casas con sus familias…". Como se observa, ni en el mundo surrealista de Hrabal son fiables los gobiernos, no digamos las instituciones multilaterales.

Al final, el protagonista se retira a una aldea de montaña donde se tiene que encargar del mantenimiento de la carretera, otra escena delirante. Y entonces descubre: "Y con el tiempo veía más similitud entre el mantenimiento de este camino y el mantenimiento de mi vida, que en retrospectiva me pareció que no era mía, sino de otro, como si toda mi existencia hasta ahora hubiera sido una novela escrita por alguien", lo que le lleva a completar la alegoría de esta bonita forma "me dije que de día buscaría el camino hacia el pueblo y de noche escribiría, buscaría el camino hacia atrás y sacaría la nieve que había enterrado mi vida pasada…". Que justifica la escritura de esta "autobiografía".

Como dije antes, lectura interesante y amena, pero creo que aporta poco respecto a la otra novela que le leí. Hora de explorar otros autores, ha sido un placer leerle, señor Hrabal.


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