La primera vez que me tropecé con Poincaré fue leyendo The Black Swan, de Taleb. Y este autor le ponía por las nubes, como uno de los tipos más brillantes de la ciencia francesa, en un momento en que yo estaba leyendo "C'est qu'on voit et c'est qu'on ne voit pas", de Bastiat, que también me pareció muy brillante. Así que Poincaré quedo marcado en algún lugar de mi cabeza como un tipo del que debería leer algo.
Pasó el tiempo, hasta que hará unos meses un amigo me recomendón la lectura de este ensayo. El hecho de que fuera de Poincaré, aparte del propio interés del tema, hizo que de inmediato me pusiera con su localización y lectura, lectura que por fin he concluido.
Y digo "por fin" porque se trata de un ensayo extraordinariamente complicado, pese a su brevedad. Me ha costado enormemente seguirlo, aunque espero haber obtenido alguna recompensa del esfuerzo.
Como indica el título, Poincaré se centra en el papel y la importancia, y la ubicuidad, de las hipótesis en las ciencias, con especial énfasis en las experimentales. Sí, esas ciencias que supuestamente avanzan mediante la observación y se construyen sólo con la experimentación (en oposición a las ciencias sociales como la economía). Pues bien, Poincaré nos muestra hasta la saciedad como hasta en las teorías más sencillas subyacen hipótesis implícitas que casi se podrían calificar de axiomas, y que son difícilmente demostrables por la experiencia. Ello enlaza en cierta forma con los postulados de Kuhn sobre las revoluciones científicas y sus paradigmas.
A modo de ejemplo, recojo éste relacionado con la igualdad de figuras. La definición, dice Poincaré, es que dos figuras son iguales cuando se pueden superponer. Sin embargo, para superponerlas es necesario desplazar uana de ellas hasta que coincida con la otra. Claro que dichos desplazamiento deberá hacerse sin deformar la figura movida, esto es, como un sólido invariable. Y volvemos a estar como al principio: ¿cómo podemos saber que el desplazamiento ha dejado el sólido invariable sino es aplicando la misma regla? Brillante, ¿verdad?
Pues Poincaré hace lo mismo con la mayoría de las disciplinas que consideramos científicas y experimentales, aunque empieza con las matemáticas y la geometrías, para luego dedicarse a la mecánica, a la termodinámica, la óptica, la electricidad, la probabilidad, la electrodinámica e incluso la materia (Poincaré es anterior en el tiempo a Einstein). La verdad es que el argumento queda sobradamente corroborado desde el principio; sin embargo, cada vez es más difícil seguir la argumentación de Poincaré, a menos que se tengan sólidos conocimientos de las disciplinas analizadas.
A parte de la idea de fondo, me ha resultado muy revelador el análisis que hace de la geometría, en concreto de la euclidea, y sus consecuencias, perfectamente coherentes con la teoría del emprendimiento.
Lo que dice Poincaré es que la geometría euclídea no es verdad, ni tampoco mentira; nuestro mundo o universo no es "euclídeo". Y demuestra con varios ejemplos como otros tipos de geometría darían lugar a resultados idénticos a los que arroja la euclídea. Aunque, eso sí, con más complejidad y por tanto coste para el análisis. Poincaré concluye, como digo, que la geometría euclídea no es verdad, pero es cómoda: es el sistema más cómodo para representar el universo conocido y las interacciones de sus cuerpos.
Así pues, la elección y evolución de la geometría, como todos los productos de los empresarios, está sujeto al eterno análisis coste-beneficio al que nos fuerza cada decisión que tomamos. Y la geometría que tenga éxito será aquella para cuyos usuarios los beneficios sean superiores a sus costes. Como con la adopción de cualquier producto.
En fin, ideas interesantes, pero complicada lectura, que no me atrevo a recomendar más que a los muy interesados en la filosofía de la ciencia. Y, aún así, creo que solo les merecerán la pena los primeros capítulos.
martes, 27 de diciembre de 2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
Farmacia doméstica lírica del Dr. Erich Kästner ("Doktor Erich Kästners Lyrische Hausapotheke"), de Erich Kästner
Al contrario de las otras obras que he leído del autor, que son del género narrativo, en esta Kästner nos presenta una colección de poesías más o menos en verso. Se trata, como digo, de una serie de poesías relativamente cortas, pero a las que el autor trata de darle un propósito, que ahora explico, y de ahí el título de la obra.
Digamos que Kästner propone la lectura de sus poemas para confrontar, esto es, curar, sentimientos o estados espirituales de los que sufrimos constantemente en nuestras vidas. El autor argumenta que, de la misma forma que todos tenemos en casa una serie de medicinas para hacer frente a las dolencias físicas cotidianas, deberíamos tener también un botiquín para suavizar las dolencias espirituales.
Por ello, Kästner dota a su colección de poemas de un índice de uso, en el que básicamente recopila los poemas que conviene leer en cada caso de dolencia espiritual. Por ejemplo, si une se siente triste por su edad, el autor recomienda la lectura de los poemas 16, 41, 44... Si le aflige la pobreza, el 32, el 39... Si tiene problemas de pareja, el 35, el 86...
Confieso que yo le leído el libro de forma secuencial y me he leído todos los poemas sin necesidad de estar sufriendo la aflicción para la que se recomiendan, por lo que no puedo afirmar si son efectivos o no para dichas "dolencias". Pero tampoco me creo demasiado el concepto este de farmacia lírica, por lo que lo único que he buscado es tratar de disfrutar con una nueva obra del autor.
En cuanto al contenido, son historias bastante líricas, pero no escapan al estilo ingenuo que siempre caracteriza a Kästner, incluso aunque trate a sus lectores como adultos en muchas ocasiones. El problema aquí es que alguna de las aflicciones a que se refiere, por no decir toda, son cosas serias. Y no encaja mucho ess estilo Kästneriano con, por ejemplo, un poema sobre la tragedia de una pareja.
Poco más puedo decir de este libro. Tenía muchas ganas de leerlo (es la primera obra de poesía que leo en alemán), pero he de decir que me ha dejado frío. No puedo decir que sea peor que otras obras de Kästner, pues está bien escrita, y tiene pasajes brillantes. Pero, al mismo tiempo, quizá por el formato, no permiten al lector engancharse tanto como para resultarle emocionantes.
En fin: lo voy a dejar en el kindle y quizá lea algún poema suelto de vez en cuando, sea para "curar" alguna aflicción o simplemente para practicar alemán en pildoras. A lo mejor así le veo más gracia.
Digamos que Kästner propone la lectura de sus poemas para confrontar, esto es, curar, sentimientos o estados espirituales de los que sufrimos constantemente en nuestras vidas. El autor argumenta que, de la misma forma que todos tenemos en casa una serie de medicinas para hacer frente a las dolencias físicas cotidianas, deberíamos tener también un botiquín para suavizar las dolencias espirituales.
Por ello, Kästner dota a su colección de poemas de un índice de uso, en el que básicamente recopila los poemas que conviene leer en cada caso de dolencia espiritual. Por ejemplo, si une se siente triste por su edad, el autor recomienda la lectura de los poemas 16, 41, 44... Si le aflige la pobreza, el 32, el 39... Si tiene problemas de pareja, el 35, el 86...
Confieso que yo le leído el libro de forma secuencial y me he leído todos los poemas sin necesidad de estar sufriendo la aflicción para la que se recomiendan, por lo que no puedo afirmar si son efectivos o no para dichas "dolencias". Pero tampoco me creo demasiado el concepto este de farmacia lírica, por lo que lo único que he buscado es tratar de disfrutar con una nueva obra del autor.
En cuanto al contenido, son historias bastante líricas, pero no escapan al estilo ingenuo que siempre caracteriza a Kästner, incluso aunque trate a sus lectores como adultos en muchas ocasiones. El problema aquí es que alguna de las aflicciones a que se refiere, por no decir toda, son cosas serias. Y no encaja mucho ess estilo Kästneriano con, por ejemplo, un poema sobre la tragedia de una pareja.
Poco más puedo decir de este libro. Tenía muchas ganas de leerlo (es la primera obra de poesía que leo en alemán), pero he de decir que me ha dejado frío. No puedo decir que sea peor que otras obras de Kästner, pues está bien escrita, y tiene pasajes brillantes. Pero, al mismo tiempo, quizá por el formato, no permiten al lector engancharse tanto como para resultarle emocionantes.
En fin: lo voy a dejar en el kindle y quizá lea algún poema suelto de vez en cuando, sea para "curar" alguna aflicción o simplemente para practicar alemán en pildoras. A lo mejor así le veo más gracia.
sábado, 17 de diciembre de 2016
Cuentos para enrojecer a las caperucitas ("Contes à faire rougir les petits chaperons"), de Jean-Pierre Enard
A quién se pregunte qué hago leyendo el libro de referencia, he de decirlo que Destiny is all. Buscando cosas de Mathias Enard (del que acabo de leer el reseñado en la última entrada), me encontré con este libro que al principio atribuí al mismo Enard. Luego me di cuenta de que era otro Enard, pero de todas formas decidí leerlo porque me hizo gracia el título, aún presintiendo que se trataría de una novelita subida de tono.
Lo que me encontrés es literatura puramente pornográfica. Y la única razón por la que terminé el libro es porque era corto. Insisto, pornográfica, porque entiendo que la literatura erótica tiene más preámbulo, más insinuación, más juego con el lector, y menos guarrería cutre.
En la novela se nos cuentan los cuadros sexuales que establece el autor con sus tres coprotagonistas: su amante Carol, su criada Louise, y una Alicia adolescente tras volver de más allá del espejo. Estas escenas, por así decirlo "domésticas", se intercalan con los cuentos que dan título al libro, y que básicamente consisten en más de lo mismo, pero ahora protagonizadas por personajes de cuentos infantiles.
Así, se nos ofrecen sucesivamente Pinocho (fácil imaginar el uso de la nariz), Blancanieves y los siete enanitos (junto a los tres orificios convencionales y las manos, se usan el ombligo y las dos orejas), Pulgarcito y los ogros, y el Gato con Botas. Además, hay un cuadro multicolor en que se describe secuencialmente una orgia involucrando a conocidos personajes de comic.
En cuanto a la narrativa, he de reconocer que Enard no escribe mal. Sin embargo, como digo, apenas hay un preámbulo que justifique la acción y de algo de empaque literario al libro. Directamente se va a describir las escenas pornográficas y la participación en cada una de ellas de los distintos personajes. Se necesitan grandes dosis de imaginación visual (y un mínimo de interés) para hacerse una idea de las posturas y acciones de los participantes. Francamente, un aburrimiento.
Dos observaciones finales. Me ha llamado la atención la plétora de términos que tiene el francés para referirse tanto a órganos sexuales como a las acciones que se pueden hacer con ellos. Y eso que en español también disfrutamos de una importante variedad léxica en este ámbito.
Y la otra es más psicalíptica. ¿De verdad es agradable que te meen encima? ¿Y más si es en la propia boca? ¿Puede haber alguien que se excite tragando semén o, puaj, intercambiéndolo de boca en boca?¿Y qué decir del ano?
En fin. De estos no se me vuelve a colar ni uno.
Lo que me encontrés es literatura puramente pornográfica. Y la única razón por la que terminé el libro es porque era corto. Insisto, pornográfica, porque entiendo que la literatura erótica tiene más preámbulo, más insinuación, más juego con el lector, y menos guarrería cutre.
En la novela se nos cuentan los cuadros sexuales que establece el autor con sus tres coprotagonistas: su amante Carol, su criada Louise, y una Alicia adolescente tras volver de más allá del espejo. Estas escenas, por así decirlo "domésticas", se intercalan con los cuentos que dan título al libro, y que básicamente consisten en más de lo mismo, pero ahora protagonizadas por personajes de cuentos infantiles.
Así, se nos ofrecen sucesivamente Pinocho (fácil imaginar el uso de la nariz), Blancanieves y los siete enanitos (junto a los tres orificios convencionales y las manos, se usan el ombligo y las dos orejas), Pulgarcito y los ogros, y el Gato con Botas. Además, hay un cuadro multicolor en que se describe secuencialmente una orgia involucrando a conocidos personajes de comic.
En cuanto a la narrativa, he de reconocer que Enard no escribe mal. Sin embargo, como digo, apenas hay un preámbulo que justifique la acción y de algo de empaque literario al libro. Directamente se va a describir las escenas pornográficas y la participación en cada una de ellas de los distintos personajes. Se necesitan grandes dosis de imaginación visual (y un mínimo de interés) para hacerse una idea de las posturas y acciones de los participantes. Francamente, un aburrimiento.
Dos observaciones finales. Me ha llamado la atención la plétora de términos que tiene el francés para referirse tanto a órganos sexuales como a las acciones que se pueden hacer con ellos. Y eso que en español también disfrutamos de una importante variedad léxica en este ámbito.
Y la otra es más psicalíptica. ¿De verdad es agradable que te meen encima? ¿Y más si es en la propia boca? ¿Puede haber alguien que se excite tragando semén o, puaj, intercambiéndolo de boca en boca?¿Y qué decir del ano?
En fin. De estos no se me vuelve a colar ni uno.
viernes, 16 de diciembre de 2016
Habladles de batallas, reyes y elefantes ("Parle-leur de batailles, de rois et d'éléphants"), de Mathias Enard
Novelilla que leo a modo de exploración de su autor, Mathias Enard, del que nada he leído, aunque tiene algunos premios relevantes. Por ejempo, este libro fue premio Goncourt (des Lyceens) en 2010.
Habiéndolo leído justo tras Los Herederos de la Tierra, lo primero que me llama la atención es que los franceses sigán teniendo agallas de escribir y publicar libros tan cortos, cuando en España parece que es imposible si no superas determinada extensión (véase los volúmenes recientes de Posteguillo, Ruiz Zafón o el que acabo de citar Falcones, y eso que estos son escritores de éxito consolidado).
Y hasta aquí la comparación, claro, por la que la finalidad y la estética de este relato nada tiene que ver con las novelas históricas antes citadas, con independencia de la extensión de cada uno. Enard aprovecha un episodio relativamente poco conocido de la vida de Miguel Ángel Buonarrotti, y nos cuenta su estancia en Estambul para diseñar/construir un puente sobre el Cuerno del Oro, a petición del sultán Bayazid.
La narración se construye sobre una serie de capítulos muy cortos, en los que se alternan la pura biografía de Miguel Ángel, las cartas que éste escribe a sus hermanos desde el "exilio" y los capítulos vocativos en que una música andaluza amante del artista, le dice cosas. De hecho, es este vocativo el que utiliza el autor para dar título al libro, como consejo para conseguir la atención de los hombres. Obsérvese además que la traducción al español del título es ligeramente errónea, y debería ser "Háblales" en vez de "Habladles".
El estilo es más bien lírico e íntimo, lo que sienten cada uno de los personajes durante los distintos sucesos del breve episodio. Junto a Miguel Ángel, el principal protagonista es el poeta Mesihi, que llega a sacrificar su amor por el artista para salvar su vida (la de Miguel Ángel) en el cenit de la narración.
Llaman la atención las cargas de profundidad que el escritor mete contra los Reyes Católicos, causantes del éxodo andalusi de los musulmanes, parte de los cuales terminaron recalando en Estambul. A cambio de dichas cargas, tenemos las poéticas remembranzas de la amante de Miguel Ángel sobre el reino de Granada.
Poco más que añadir: un librito prescíndible, por lo menos para lectores de poca sensibilidad como es mi caso. Lo mejor, el conocimiento de este episodo real de la vida de Miguel Ángel, que, según el autor, podría explicar algunas influencias de la obra del genio. En particular, la más destacada, la de la cúpula de la basílica Aya Sofia sobre la de S Pedro en el Vaticano (aunque no la única).
Habiéndolo leído justo tras Los Herederos de la Tierra, lo primero que me llama la atención es que los franceses sigán teniendo agallas de escribir y publicar libros tan cortos, cuando en España parece que es imposible si no superas determinada extensión (véase los volúmenes recientes de Posteguillo, Ruiz Zafón o el que acabo de citar Falcones, y eso que estos son escritores de éxito consolidado).
Y hasta aquí la comparación, claro, por la que la finalidad y la estética de este relato nada tiene que ver con las novelas históricas antes citadas, con independencia de la extensión de cada uno. Enard aprovecha un episodio relativamente poco conocido de la vida de Miguel Ángel Buonarrotti, y nos cuenta su estancia en Estambul para diseñar/construir un puente sobre el Cuerno del Oro, a petición del sultán Bayazid.
La narración se construye sobre una serie de capítulos muy cortos, en los que se alternan la pura biografía de Miguel Ángel, las cartas que éste escribe a sus hermanos desde el "exilio" y los capítulos vocativos en que una música andaluza amante del artista, le dice cosas. De hecho, es este vocativo el que utiliza el autor para dar título al libro, como consejo para conseguir la atención de los hombres. Obsérvese además que la traducción al español del título es ligeramente errónea, y debería ser "Háblales" en vez de "Habladles".
El estilo es más bien lírico e íntimo, lo que sienten cada uno de los personajes durante los distintos sucesos del breve episodio. Junto a Miguel Ángel, el principal protagonista es el poeta Mesihi, que llega a sacrificar su amor por el artista para salvar su vida (la de Miguel Ángel) en el cenit de la narración.
Llaman la atención las cargas de profundidad que el escritor mete contra los Reyes Católicos, causantes del éxodo andalusi de los musulmanes, parte de los cuales terminaron recalando en Estambul. A cambio de dichas cargas, tenemos las poéticas remembranzas de la amante de Miguel Ángel sobre el reino de Granada.
Poco más que añadir: un librito prescíndible, por lo menos para lectores de poca sensibilidad como es mi caso. Lo mejor, el conocimiento de este episodo real de la vida de Miguel Ángel, que, según el autor, podría explicar algunas influencias de la obra del genio. En particular, la más destacada, la de la cúpula de la basílica Aya Sofia sobre la de S Pedro en el Vaticano (aunque no la única).
jueves, 15 de diciembre de 2016
Los herederos de la tierra, de Ildefonso Falcones
Primero, Falcones es, con Posteguillo, mi autor español favorito desde hace unos años. He disfrutado enormemente con cada una de sus tres novelas previas, La Catedral del Mar, La Mano de Fátima y La Princesa Descalza.
¿Es quizá por las expectativas generadas que me ha decepcionado tanto esta novela? Posiblemente, pero creo que hay otras causas, más adelante hablaré sobre ello. Ya el comienzo me tenía que haber hecho sospechar de que Falcones no iba a estar muy lúcido en esta novela: se me atragantaba, no acababa de engancharme. Solo la fe en la calidad de las historias de Falcones me hizo superar esos insulsos comienzos, con la esperanza que se pospuso mucho tiempo, de que en algún momento aparecería el Falcones de siempre. Es curioso que ni La Mano de Fátima ni La Princesa Descalza me parecían novelas atractivas a priori, y, sin embargo, en cuanto empecé a leerlas, quedé atrapado en la historia y el estilo del novelista. Aquí me pasó casi lo contrario.
El protagonista de la historia es un tal Hugo Llor, protegido de Micer Arnau Estanyol (el protagonista de La Catedral del Mar), que empieza trabajando en las atarazanas, pero rápidamente entra en contacto con la que será su pasión, el vino, que le llevará a trabajar en todas las profesiones relacionadas con el dicho caldo. Junto a Hugo, tenemos dos "malos": el malo del primer nivel es Roger Puig, quien también lo fuera en La Catedral, y el malo de segundo nivel es quien menos se lo puede esperar uno (spoiler), el hijo de Arnau.
Pero las verdaderas protagonistas de la novela son las mujeres que rodean a Hugo, todas ellas marginales en la sociedad de la época, lo que nos lleva a una verdadera familia disfuncional estilo serie americana, pero hasta un punto exagerado en mi opinión. Así, tenemos a Caterina, una esclava-liberta rusa; tenemos a una exclava mora que se convierte; tenemos a una judia conversa; tenemos a la hija de una monja, y tenemos también a la monja-madre de la hija. Sin olvidar a la propia madre de Hugo, maltratada por su marido, tonelero en Sitges. Vamos, que Falcones sube la apuesta de mujeres desgraciadas que ya venía alta de La Princesa Descalza.
El problema principal de la novela es que la historia, la usual ruleta de la fortuna que acompaña a los personajes de Falcones, no llega a enganchar, se hace aburrida y repetitiva. Siempre saber que les va a pasar una nueva desgracia que rayará el absurdo, y que se repondrán de alguna forma casi inesperada, para caer en una nueva desgracia. Por ejemplo, muchas de las "desgracias" provienen del empeño de Hugo de mantener mentiras en su relación con las mujeres: ¿por qué no le puede decir a su "hija" desde el principio que no lo es, y que en realidad es su tío? En este sentido, la relación con el malo final es insoportable: ¿cómo puede ser tan malo el hijo de Arnau en sus relaciones con Hugo? ¿Cómo tan intolerante?¿Cómo tan brusco y sin posibilidad de entrar en razón? ¿Y por qué siendo así se empeña Hugo una y otra vez en confrontarle? La verdad es que resulta una serie de eventos cansina.
Dos de los puntos fuertes de Falcones se vuelven esta vez en su contra. Me refiero a la incardinación de la trama en los eventos históricos reales, por un lado, y a la referencia los usos y costumbres (leyes si se quiere) que afectan a sus personajes.
En cuanto al primer punto, la mayor parte de las veces uno no entiende por qué Falcones te cuenta determinados retazos históricos que poco parecen tener que ver con la trama, y que tampoco son importantes para el contexto. Los líos del Papa Luna, o los de Fernando de Antequera, poco tienen que ver con lo que les está ocurriendo a los personajes, y sin embargo, interrumpen el flujo de eventos. Creo que muchos de estos pasajes sobran a la novela; por ello mismo, tengo la sospecha de que el autor se ha visto obligado a introducirlos para alcanzar un cierto vólumen de texto que justifique la publicación.
Respecto al segundo punto, que personalmente es lo que más atractivo me suele resultar en las novelas de Falcones (aún recuerdo las normas por las que se rigen los cambistas - La Catedral del Mar, los líos según la jurisdicción fuera morisca o cristiana - La Mano de Fátima, o las costumbres gitanas - La Princesa Descalza), también aquí padece. Sigue siendo apasionante lo que nos cuenta al respecto, pero, no sé, queda menos encajado que otras veces. Parece en algún caso que está dando una lección de derecho (por ejemplo, el procedimiento que le cuenta el abogado al Hugo al respecto de la detención de Mercé). ¿Quizá sea una vez más debido a la necesidad de expandir el texto?
Volviendo a la trama principal, casi todo el tiempo es carente de interés y no parece ir a ninguna parte, salvo a mostrarnos los vaivenes del destino, que en el caso de Hugo Llor son más abruptos de los que corresponden a la gente normal. Solo cobra vigor e interés en el momento en que desaparece Mercé y se inicia su búsqueda y, sobre todo, la investigación para saber por qué ha deseparecido. Pero, desgraciadamente, esta trama se queda en un bluff inverosímil (spoiler): o sea que la deja prisionera su marido cuando se entera de que es la hija del diablo (sic); sin embargo, no tiene repercusiones para su hijo, que, siguendo la misma lógica, sería el nieto del diablo.
En fin, una verdadera decepción. Falcones queda muy por debajo de las expectativas que su obra previa nos ha generado. Primer aviso. Esperemos que en su siguiente novela (si la llega a haber) vuelva a estar a la altura.
¿Es quizá por las expectativas generadas que me ha decepcionado tanto esta novela? Posiblemente, pero creo que hay otras causas, más adelante hablaré sobre ello. Ya el comienzo me tenía que haber hecho sospechar de que Falcones no iba a estar muy lúcido en esta novela: se me atragantaba, no acababa de engancharme. Solo la fe en la calidad de las historias de Falcones me hizo superar esos insulsos comienzos, con la esperanza que se pospuso mucho tiempo, de que en algún momento aparecería el Falcones de siempre. Es curioso que ni La Mano de Fátima ni La Princesa Descalza me parecían novelas atractivas a priori, y, sin embargo, en cuanto empecé a leerlas, quedé atrapado en la historia y el estilo del novelista. Aquí me pasó casi lo contrario.
El protagonista de la historia es un tal Hugo Llor, protegido de Micer Arnau Estanyol (el protagonista de La Catedral del Mar), que empieza trabajando en las atarazanas, pero rápidamente entra en contacto con la que será su pasión, el vino, que le llevará a trabajar en todas las profesiones relacionadas con el dicho caldo. Junto a Hugo, tenemos dos "malos": el malo del primer nivel es Roger Puig, quien también lo fuera en La Catedral, y el malo de segundo nivel es quien menos se lo puede esperar uno (spoiler), el hijo de Arnau.
Pero las verdaderas protagonistas de la novela son las mujeres que rodean a Hugo, todas ellas marginales en la sociedad de la época, lo que nos lleva a una verdadera familia disfuncional estilo serie americana, pero hasta un punto exagerado en mi opinión. Así, tenemos a Caterina, una esclava-liberta rusa; tenemos a una exclava mora que se convierte; tenemos a una judia conversa; tenemos a la hija de una monja, y tenemos también a la monja-madre de la hija. Sin olvidar a la propia madre de Hugo, maltratada por su marido, tonelero en Sitges. Vamos, que Falcones sube la apuesta de mujeres desgraciadas que ya venía alta de La Princesa Descalza.
El problema principal de la novela es que la historia, la usual ruleta de la fortuna que acompaña a los personajes de Falcones, no llega a enganchar, se hace aburrida y repetitiva. Siempre saber que les va a pasar una nueva desgracia que rayará el absurdo, y que se repondrán de alguna forma casi inesperada, para caer en una nueva desgracia. Por ejemplo, muchas de las "desgracias" provienen del empeño de Hugo de mantener mentiras en su relación con las mujeres: ¿por qué no le puede decir a su "hija" desde el principio que no lo es, y que en realidad es su tío? En este sentido, la relación con el malo final es insoportable: ¿cómo puede ser tan malo el hijo de Arnau en sus relaciones con Hugo? ¿Cómo tan intolerante?¿Cómo tan brusco y sin posibilidad de entrar en razón? ¿Y por qué siendo así se empeña Hugo una y otra vez en confrontarle? La verdad es que resulta una serie de eventos cansina.
Dos de los puntos fuertes de Falcones se vuelven esta vez en su contra. Me refiero a la incardinación de la trama en los eventos históricos reales, por un lado, y a la referencia los usos y costumbres (leyes si se quiere) que afectan a sus personajes.
En cuanto al primer punto, la mayor parte de las veces uno no entiende por qué Falcones te cuenta determinados retazos históricos que poco parecen tener que ver con la trama, y que tampoco son importantes para el contexto. Los líos del Papa Luna, o los de Fernando de Antequera, poco tienen que ver con lo que les está ocurriendo a los personajes, y sin embargo, interrumpen el flujo de eventos. Creo que muchos de estos pasajes sobran a la novela; por ello mismo, tengo la sospecha de que el autor se ha visto obligado a introducirlos para alcanzar un cierto vólumen de texto que justifique la publicación.
Respecto al segundo punto, que personalmente es lo que más atractivo me suele resultar en las novelas de Falcones (aún recuerdo las normas por las que se rigen los cambistas - La Catedral del Mar, los líos según la jurisdicción fuera morisca o cristiana - La Mano de Fátima, o las costumbres gitanas - La Princesa Descalza), también aquí padece. Sigue siendo apasionante lo que nos cuenta al respecto, pero, no sé, queda menos encajado que otras veces. Parece en algún caso que está dando una lección de derecho (por ejemplo, el procedimiento que le cuenta el abogado al Hugo al respecto de la detención de Mercé). ¿Quizá sea una vez más debido a la necesidad de expandir el texto?
Volviendo a la trama principal, casi todo el tiempo es carente de interés y no parece ir a ninguna parte, salvo a mostrarnos los vaivenes del destino, que en el caso de Hugo Llor son más abruptos de los que corresponden a la gente normal. Solo cobra vigor e interés en el momento en que desaparece Mercé y se inicia su búsqueda y, sobre todo, la investigación para saber por qué ha deseparecido. Pero, desgraciadamente, esta trama se queda en un bluff inverosímil (spoiler): o sea que la deja prisionera su marido cuando se entera de que es la hija del diablo (sic); sin embargo, no tiene repercusiones para su hijo, que, siguendo la misma lógica, sería el nieto del diablo.
En fin, una verdadera decepción. Falcones queda muy por debajo de las expectativas que su obra previa nos ha generado. Primer aviso. Esperemos que en su siguiente novela (si la llega a haber) vuelva a estar a la altura.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
La tierra en llamas ("The Burning Land"), de Bernard Cornwell
Quinta entrega de la serie "The Last Kingdom". A estas alturas, más o menos mitad de la saga, ya hay pocas cosas que me pueden sorprender en el estilo de Cornwell o en qué esperar de la lectura de la novela.
Como supongo que ya habré dicho en posts anteriores, la saga cuenta la historia de la unificación de los reinos previos a Inglaterra en este nuevo reino, bajo el liderazgo (de momento) del rey Alfred. Dicha historia está aderazada por la presencia constante en dichos reinos de unos amables invasores, los Daneses y los Noruegos/Normandos, que también se quieren abrir hueco en el territorio. Y todo se nos cuenta a través de las andanzas de un personaje de ficción, Uhtred de Babanburgh, que navega entre ambas aguas (sajones y daneses) con soltura por diversos episodios de su niñez.
Dicho esto, se trata de una saga de novelas históricas, pero en que la narración histórica cede preponderancia ante la propia narración de aventuras, que es lo que realmente domina la novela, y la razón por lo que la saga cada vez me resulta menos interesante. Además, ya en la quinta entrega, las aventuras y las salidas de las mismas empiezan a ser previsibles. Hay un número limitado de combinaciones entre sajones y daneses para posibles conflictos, y en el rol que puede jugar el protagonista en ellos.
Así pues, aquí volvemos a encontrarnos a un Uhtred desterrado por Alfred, y otra vez está acompañado de una sibila, una tipa con supuestos poderes de adivinación. Así que previsiblemente nos encontramos con Uhtred liderando una tropa de daneses contra algún sajón u otro pueblo. En fin, más de lo mismo, hasta el punto de que he decidido dar descanso a la serie, leer otras cosas, y ver si pasado un tiempo me puedo reconciliar con ella, porque no me gusta dejar las lecturas a medias.
¿Cosas interesantes? Alguna hay. Aparece con algo más de vigor un tema apuntado en las novelas previas: cómo luchar contra el destino (las nornas) y el papel que tienen los juramentos y la fidelidad en tratar de domesticar la incertidumbre asociada.
No me he referido a ello, pero también es constante en estas novelas la contraposición entre la capacidad de batalla de determinadas personas, los guerreros, entrenados y amantes de su violenta tarea, y la gente reclutada y obligada a batallar para defender sus tierras (o, peor, la visión de su señor). Ello explica el éxito inicial de los daneses y noruegos en tierras inglesas, aún en clara inferioridad en otras facetas: aman la lucha, y se enfrentan a gente que la teme. Por supuesto, esto no dura para siempre, pues los segundos poco a poco aprenden a defenderse y las oportunidades de enriquecimiento rápido disminuyen en consecuencia: los invasores tendrán que hacer poco a poco más "inversión" (en vidas, en armas, en aparatos) para conseguir menor riqueza. Nada que un economista no sepa: el proceso emprendedor en libertad hace que la rentabilidad tienda a ser uniforme.
Señalo también que los escoceses empiezan a tomar un rol más activo, con la aparición de un tal Constantino, que se compromete a respetar las fronteras del norte mientras los danes tratan de llevar a cabo una invasión de Wessex.
Por último, me ha llamado la atención cómo se lleva a la práctica el Conflicto de Visiones, véase el libro homónimo de Sowell, en este caso entre el protagonista, Uhtred, y el rey sajón unificador. Así, nos comenta Uhtred, el rey Alfred piensa que el mundo se puede mejorar, y por eso se dedica a hacer reglas, planes, detalles...Uhtred, por su parte, es escéptico al respecto, y prefiere que cada cual campe a sus aires sin intereferencias de señores. Obviamente, es claro con quien se identifica más un servidor.
Como supongo que ya habré dicho en posts anteriores, la saga cuenta la historia de la unificación de los reinos previos a Inglaterra en este nuevo reino, bajo el liderazgo (de momento) del rey Alfred. Dicha historia está aderazada por la presencia constante en dichos reinos de unos amables invasores, los Daneses y los Noruegos/Normandos, que también se quieren abrir hueco en el territorio. Y todo se nos cuenta a través de las andanzas de un personaje de ficción, Uhtred de Babanburgh, que navega entre ambas aguas (sajones y daneses) con soltura por diversos episodios de su niñez.
Dicho esto, se trata de una saga de novelas históricas, pero en que la narración histórica cede preponderancia ante la propia narración de aventuras, que es lo que realmente domina la novela, y la razón por lo que la saga cada vez me resulta menos interesante. Además, ya en la quinta entrega, las aventuras y las salidas de las mismas empiezan a ser previsibles. Hay un número limitado de combinaciones entre sajones y daneses para posibles conflictos, y en el rol que puede jugar el protagonista en ellos.
Así pues, aquí volvemos a encontrarnos a un Uhtred desterrado por Alfred, y otra vez está acompañado de una sibila, una tipa con supuestos poderes de adivinación. Así que previsiblemente nos encontramos con Uhtred liderando una tropa de daneses contra algún sajón u otro pueblo. En fin, más de lo mismo, hasta el punto de que he decidido dar descanso a la serie, leer otras cosas, y ver si pasado un tiempo me puedo reconciliar con ella, porque no me gusta dejar las lecturas a medias.
¿Cosas interesantes? Alguna hay. Aparece con algo más de vigor un tema apuntado en las novelas previas: cómo luchar contra el destino (las nornas) y el papel que tienen los juramentos y la fidelidad en tratar de domesticar la incertidumbre asociada.
No me he referido a ello, pero también es constante en estas novelas la contraposición entre la capacidad de batalla de determinadas personas, los guerreros, entrenados y amantes de su violenta tarea, y la gente reclutada y obligada a batallar para defender sus tierras (o, peor, la visión de su señor). Ello explica el éxito inicial de los daneses y noruegos en tierras inglesas, aún en clara inferioridad en otras facetas: aman la lucha, y se enfrentan a gente que la teme. Por supuesto, esto no dura para siempre, pues los segundos poco a poco aprenden a defenderse y las oportunidades de enriquecimiento rápido disminuyen en consecuencia: los invasores tendrán que hacer poco a poco más "inversión" (en vidas, en armas, en aparatos) para conseguir menor riqueza. Nada que un economista no sepa: el proceso emprendedor en libertad hace que la rentabilidad tienda a ser uniforme.
Señalo también que los escoceses empiezan a tomar un rol más activo, con la aparición de un tal Constantino, que se compromete a respetar las fronteras del norte mientras los danes tratan de llevar a cabo una invasión de Wessex.
Por último, me ha llamado la atención cómo se lleva a la práctica el Conflicto de Visiones, véase el libro homónimo de Sowell, en este caso entre el protagonista, Uhtred, y el rey sajón unificador. Así, nos comenta Uhtred, el rey Alfred piensa que el mundo se puede mejorar, y por eso se dedica a hacer reglas, planes, detalles...Uhtred, por su parte, es escéptico al respecto, y prefiere que cada cual campe a sus aires sin intereferencias de señores. Obviamente, es claro con quien se identifica más un servidor.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Los Buddenbrook ("Buddenbrooks"), de Thomas Mann
Los Buddenbrook es uno de los grandes clásicos de la literatura alemana, y posiblemente también una de las obras más conocidas de dicha literatura. Su autor, Thomas Mann, fue premio Nobel de literatura y entre otras son bien conocidas sus obras "Muerte en Venecia" y "La montaña mágica".
Confieso que empecé la lectura de este libro con bastante respeto. Se trataba de leerla en alemán, y era el libro más largo en tal idioma, con diferencia, al que me enfrentaba. Al ser en alemán, para mí tiene doble riesgo: a la posibilidad de que el libro fuera un rollo, se unía otra: que tuviera un alemán que me costara mucho entender, con lo que la lectura se alargaría sine die.
Afortunadamente, como buena obra clásica, hay méritos en el libro que le impiden ser un rollo, algo que uno observa según empieza a leerlo. Y, por otro, como toda la buena literatura, no necesita construcciones rebuscadas o vocabulario innaccesible para que el escritor demuestre su valía, por lo que se entiende más que razonablemente bien.
Los Buddenbrooks es una novela estilo saga familiar, en este caso, la historia de la familia que le da título. Se nos va a contar la vida de cuatro generaciones de esta familia. Es una familia de comerciantes que vive en una ciudad hanseática, casi con absoluta seguridad, la preciosa Lubeck.
Sin embargo, contrariamente a otras novelas del estilo, en ésta no pasa nada: no hay aventuras, no hay intrigas, no hay odios. Es simplemente el fluir de la vida misma que nos lleva, con sus accidentes, en su dirección. Nada más... y nada menos.
Se trata un libro super-descriptivo. De cada personaje, y casi en cada momento, Mann nos va a contar sus rasgos faciales, su vestimenta, su posición e incluso su acento al hablar. A priori, esto parece un poco rollo. Pero supongo que hay es donde está la maestría de los grandes escritores: no se hace pesado en absoluto.
También es muy descriptivo en los principales acontecimientos que se describen, no acontecimientos especiales, sino la celebración de las Navidades, de picnic en el campo o algunos otros más luctuosos, como un funeral. Mann dedica espacio y espacio a contarnos cómo los Buddenbrooks celebran estos acontecimientos, y, vuelvo a decirlo, lo hace magníficamente y sin aburrir.
Durante la narración, hay referencias a los eventos históricos externos, como el establecimiento del Zollverein o algunas guerras. Pero son referencias de pasada, y el foco vuelve rápidamente a la vida cotidiana de la familia, lo que para mí es una pena. Compárese con Guerra y Paz de Leon Tolstoi.
Aunque la trama se refiere nominalmente a cuatro generaciones de la familia, en la práctica sorprende a la velocidad que desaparecen las dos primeras generaciones, para centrarse la novela en la tercera de ellas, a la que se dedica la mayor parte de la narración. También sorprende que ni siquiera toque toda esta generación, sino que el foco está en dos de los cuatro hermanos: el hermano mayor y heredero, Thomas, y la hermana mayor, Tony. Aparece de vez en cuando el segundo hermano, Christian, y muy poquito la otra hermana, a la que aparca el autor en Riga (otra ciudad hanseática) hasta que muere.
Digo que no hay intrigas, y no las hay. Ningún personaje que tiene tratos con la familia y termina mal con ella, del que típicamente esperas que reaparezca en algún momento con una sorpresa, reaparece. Estoy pensando por ejemplo en el primer marido de Tony, candidato obvio para ser el "malo" sorpresa, o en su segunda marido, que hubiera podido ser el "jinete blanco" sorpresa. Nada de esto hay en Buddenbrooks.
El remate de tan extraño devenir es, tal vez, el final: cuando parece que nos estaríamos teniendo que acercar a algún desenlace, tras la muerte de Thomas Buddenbrooks y las dudas sobre la continuidad de la familia que genera su hijo Hanno, Thomas Mann se atreve a contarnos con todo lujo de detalles un día en la vida del vástago, acudiendo con él al colegio clase por clase, contándonos cómo es cada profesor y cada compañero, y hasta el poema que recitan en clase de inglés. Y ya está. Porque tras ese capítulo, se nos va a narrar en detalle cómo se desarrolla la enfermedad del tifus, así, de forma impersonal. Y solo nos enteraremos en el capítulo final de que obviamente es Hanno el afectado por la misma.
Y, sin embargo, se disfruta enormemente con su lectura, no sabría decir por qué. Por supuesto, la lectura es constantemente agradable, y más que altibajos, lo que tiene son algunos puntos excelentes que conviene no perderse. Es espectacular la descripción que hace de la formación de una tormenta en uno de los capítulos iniciales, y como pasa de la tormenta a eventos más trágicos. Otros momentos destacados son las dos estancias en Travemunde, primero de Tony de jovencita, y luego de Thomas maduro, en un septiembre lluvioso. Muy interesante la reflexión que hace éste sobre la diferencia entre el viajero de montañas y el de playas: el primero busca obstáculos que superar, tiene todos los retos por delante; el segundo, solo quiere contemplar la vida sin problemas. Y, poco después, el que tal vez sea el momento cenital del libro: la reflexión de Thomas sobre la vida, la muerta, la inmortalidad y la descendencias, unas páginas que exigen una lectura cuidadosa para atender a todos los matices que revela, y que contribuye a explicar muchas de las cosas que hace y hará Thomas.
Mención aparte merece el momento en que, tras volver del colegio, Hanno toca una obra en el piano. Y digo que merece mención aparte porque nunca me he encontrado pasajes similares leyendo en español, en inglés o en francés, y en ningún autor en otras lenguas (traducido, claro). Y, sin embargo, es la segunda vez que tropiezo un pasaje similar en literatura alemana, el otro el alucinante Momento Estelar de la Humanidad que Zweig dedica a la composición del Mesias por Haendel. Está claro que los alemanes viven la música de otra manera. Ahora que recuerdo, también entraría aquí Kafka con su cuento "Josefine, die Sängerin oder Das Volk der Mäuse".
Creo que cualquier lector interesado en la literatura clásica ha de leer esta novela, aunque pueda parecer poco atractiva a priori. He de decir, además, que pese a su fama de libro largo, no lo es. Cualquiera de los best-sellers que nos acompañan en estos momentos, tipo "Los herederos de la tierra" o "El laberinto de los espíritus", o los libros de Juego de Tronos, son bastante más largos que Buddenbrooks.
Confieso que empecé la lectura de este libro con bastante respeto. Se trataba de leerla en alemán, y era el libro más largo en tal idioma, con diferencia, al que me enfrentaba. Al ser en alemán, para mí tiene doble riesgo: a la posibilidad de que el libro fuera un rollo, se unía otra: que tuviera un alemán que me costara mucho entender, con lo que la lectura se alargaría sine die.
Afortunadamente, como buena obra clásica, hay méritos en el libro que le impiden ser un rollo, algo que uno observa según empieza a leerlo. Y, por otro, como toda la buena literatura, no necesita construcciones rebuscadas o vocabulario innaccesible para que el escritor demuestre su valía, por lo que se entiende más que razonablemente bien.
Los Buddenbrooks es una novela estilo saga familiar, en este caso, la historia de la familia que le da título. Se nos va a contar la vida de cuatro generaciones de esta familia. Es una familia de comerciantes que vive en una ciudad hanseática, casi con absoluta seguridad, la preciosa Lubeck.
Sin embargo, contrariamente a otras novelas del estilo, en ésta no pasa nada: no hay aventuras, no hay intrigas, no hay odios. Es simplemente el fluir de la vida misma que nos lleva, con sus accidentes, en su dirección. Nada más... y nada menos.
Se trata un libro super-descriptivo. De cada personaje, y casi en cada momento, Mann nos va a contar sus rasgos faciales, su vestimenta, su posición e incluso su acento al hablar. A priori, esto parece un poco rollo. Pero supongo que hay es donde está la maestría de los grandes escritores: no se hace pesado en absoluto.
También es muy descriptivo en los principales acontecimientos que se describen, no acontecimientos especiales, sino la celebración de las Navidades, de picnic en el campo o algunos otros más luctuosos, como un funeral. Mann dedica espacio y espacio a contarnos cómo los Buddenbrooks celebran estos acontecimientos, y, vuelvo a decirlo, lo hace magníficamente y sin aburrir.
Durante la narración, hay referencias a los eventos históricos externos, como el establecimiento del Zollverein o algunas guerras. Pero son referencias de pasada, y el foco vuelve rápidamente a la vida cotidiana de la familia, lo que para mí es una pena. Compárese con Guerra y Paz de Leon Tolstoi.
Aunque la trama se refiere nominalmente a cuatro generaciones de la familia, en la práctica sorprende a la velocidad que desaparecen las dos primeras generaciones, para centrarse la novela en la tercera de ellas, a la que se dedica la mayor parte de la narración. También sorprende que ni siquiera toque toda esta generación, sino que el foco está en dos de los cuatro hermanos: el hermano mayor y heredero, Thomas, y la hermana mayor, Tony. Aparece de vez en cuando el segundo hermano, Christian, y muy poquito la otra hermana, a la que aparca el autor en Riga (otra ciudad hanseática) hasta que muere.
Digo que no hay intrigas, y no las hay. Ningún personaje que tiene tratos con la familia y termina mal con ella, del que típicamente esperas que reaparezca en algún momento con una sorpresa, reaparece. Estoy pensando por ejemplo en el primer marido de Tony, candidato obvio para ser el "malo" sorpresa, o en su segunda marido, que hubiera podido ser el "jinete blanco" sorpresa. Nada de esto hay en Buddenbrooks.
El remate de tan extraño devenir es, tal vez, el final: cuando parece que nos estaríamos teniendo que acercar a algún desenlace, tras la muerte de Thomas Buddenbrooks y las dudas sobre la continuidad de la familia que genera su hijo Hanno, Thomas Mann se atreve a contarnos con todo lujo de detalles un día en la vida del vástago, acudiendo con él al colegio clase por clase, contándonos cómo es cada profesor y cada compañero, y hasta el poema que recitan en clase de inglés. Y ya está. Porque tras ese capítulo, se nos va a narrar en detalle cómo se desarrolla la enfermedad del tifus, así, de forma impersonal. Y solo nos enteraremos en el capítulo final de que obviamente es Hanno el afectado por la misma.
Y, sin embargo, se disfruta enormemente con su lectura, no sabría decir por qué. Por supuesto, la lectura es constantemente agradable, y más que altibajos, lo que tiene son algunos puntos excelentes que conviene no perderse. Es espectacular la descripción que hace de la formación de una tormenta en uno de los capítulos iniciales, y como pasa de la tormenta a eventos más trágicos. Otros momentos destacados son las dos estancias en Travemunde, primero de Tony de jovencita, y luego de Thomas maduro, en un septiembre lluvioso. Muy interesante la reflexión que hace éste sobre la diferencia entre el viajero de montañas y el de playas: el primero busca obstáculos que superar, tiene todos los retos por delante; el segundo, solo quiere contemplar la vida sin problemas. Y, poco después, el que tal vez sea el momento cenital del libro: la reflexión de Thomas sobre la vida, la muerta, la inmortalidad y la descendencias, unas páginas que exigen una lectura cuidadosa para atender a todos los matices que revela, y que contribuye a explicar muchas de las cosas que hace y hará Thomas.
Mención aparte merece el momento en que, tras volver del colegio, Hanno toca una obra en el piano. Y digo que merece mención aparte porque nunca me he encontrado pasajes similares leyendo en español, en inglés o en francés, y en ningún autor en otras lenguas (traducido, claro). Y, sin embargo, es la segunda vez que tropiezo un pasaje similar en literatura alemana, el otro el alucinante Momento Estelar de la Humanidad que Zweig dedica a la composición del Mesias por Haendel. Está claro que los alemanes viven la música de otra manera. Ahora que recuerdo, también entraría aquí Kafka con su cuento "Josefine, die Sängerin oder Das Volk der Mäuse".
Creo que cualquier lector interesado en la literatura clásica ha de leer esta novela, aunque pueda parecer poco atractiva a priori. He de decir, además, que pese a su fama de libro largo, no lo es. Cualquiera de los best-sellers que nos acompañan en estos momentos, tipo "Los herederos de la tierra" o "El laberinto de los espíritus", o los libros de Juego de Tronos, son bastante más largos que Buddenbrooks.
jueves, 24 de noviembre de 2016
La canción de la espada ("Sword Song"), de Bernard Cornwell
Sigo leyendo la saga del Último Reino, de la que la presente novela constituye la cuarta entrega.
Estamos ante más de lo mismo, no hay grandes sorpresas, ni tampoco se esperaban. En esta ocasión, la historia comienza/ se retoma en Lundene (Londres), donde el protagonista, Uhtred, colabora en defender el reino de Wessex de la amenazas que le llegan por vía fluvial, a través del Tamesis.
En esta novela, Cornwell apuesta claramente por incrementar el detalle de las acciones bélicas y de aventura, sacrificando el avance de la historia, que es lo que a mí me interesa principalmente en estas novelas. Esa técnica es un verdadero filón si se trata de estirar y estirar la seria ad nauseam, que tal vez sea lo que pretenda. Pero no es necesario para conseguir buena novelas voluminosas, y sino que se lo digan a George Martin, claro que este se lo curra bastante más.
Así pues, por ejemplo, se describe con mucho detalle la acción de la conquista o reconquista de Londres, siguiendo al protagonista y a su cuadrilla casi esquina por esquina. Algo que ya había pasado con la toma de Durnham en la tercera entrega. No es que las escenas estén mal escritas, no es eso. Es simplemente que ya estoy un poco mayorcito para leer este tipo de aventuras, y que lo que quiero es que avance la trama y conocer de forma novelada la historia de Inglaterra en esta apasionante parte. Empiezo a dudar de si lo consguiré, claro.
Desde este punto de vista, lo más interesante es la aparición de los Normandos (Norrmen) en escena. Hasta ahora la amenaza a los sajones venía de los Daneses, pero ahora también aparecen un par de señores noruegos procedentes de Frankia, que constituyen la nueva amenza para los intereses sajones del rey. Este, por su parte, se hace con el control de Mercia al colocar allí a su yerno como hombre de paja, tras casarlo con su hija, necesario para involucrar Uhtred en la trama (dado el afecto que éste siente por aquella).
En esta ocasión, Cornwell no está tan brillante como en la tercera entrega a la hora de las bromas, aunque mantiene el sempiterno esceptecismo con las creencias cristianas, a las que confronta constantemente con las paganas y con la propia realidad. A ello añade algunas reflexiones sobre la naturaleza del amor y la lujuría, pues esta vez el amor tiene, por primera vez en la saga, un rol fundamental.
Por último, una de las reflexiones anarquicas a la que tampoco es ajeno Cornwell: cuando (creo que) Uhtred se refiere a los robos como un delito punible, salvo cuando son muy grandes, y entonces les llaman "política" o fortalecimiento del Estado. Muy bueno. Al respecto, es interesante la escena en que todos los señores están reunidos en torno a Albert para determinar cómo se va a pagar (SPOILER) el rescate de la princess, y lo bien que refleja Cornwell la inquietud reinante en el salón.
En fin: aunque no llegan a aburrirme, las escenas de combate empiezan a resultarme algo superfluas. Sigo con la quinta entraga, pero, por favor, que avance la historia.
Estamos ante más de lo mismo, no hay grandes sorpresas, ni tampoco se esperaban. En esta ocasión, la historia comienza/ se retoma en Lundene (Londres), donde el protagonista, Uhtred, colabora en defender el reino de Wessex de la amenazas que le llegan por vía fluvial, a través del Tamesis.
En esta novela, Cornwell apuesta claramente por incrementar el detalle de las acciones bélicas y de aventura, sacrificando el avance de la historia, que es lo que a mí me interesa principalmente en estas novelas. Esa técnica es un verdadero filón si se trata de estirar y estirar la seria ad nauseam, que tal vez sea lo que pretenda. Pero no es necesario para conseguir buena novelas voluminosas, y sino que se lo digan a George Martin, claro que este se lo curra bastante más.
Así pues, por ejemplo, se describe con mucho detalle la acción de la conquista o reconquista de Londres, siguiendo al protagonista y a su cuadrilla casi esquina por esquina. Algo que ya había pasado con la toma de Durnham en la tercera entrega. No es que las escenas estén mal escritas, no es eso. Es simplemente que ya estoy un poco mayorcito para leer este tipo de aventuras, y que lo que quiero es que avance la trama y conocer de forma novelada la historia de Inglaterra en esta apasionante parte. Empiezo a dudar de si lo consguiré, claro.
Desde este punto de vista, lo más interesante es la aparición de los Normandos (Norrmen) en escena. Hasta ahora la amenaza a los sajones venía de los Daneses, pero ahora también aparecen un par de señores noruegos procedentes de Frankia, que constituyen la nueva amenza para los intereses sajones del rey. Este, por su parte, se hace con el control de Mercia al colocar allí a su yerno como hombre de paja, tras casarlo con su hija, necesario para involucrar Uhtred en la trama (dado el afecto que éste siente por aquella).
En esta ocasión, Cornwell no está tan brillante como en la tercera entrega a la hora de las bromas, aunque mantiene el sempiterno esceptecismo con las creencias cristianas, a las que confronta constantemente con las paganas y con la propia realidad. A ello añade algunas reflexiones sobre la naturaleza del amor y la lujuría, pues esta vez el amor tiene, por primera vez en la saga, un rol fundamental.
Por último, una de las reflexiones anarquicas a la que tampoco es ajeno Cornwell: cuando (creo que) Uhtred se refiere a los robos como un delito punible, salvo cuando son muy grandes, y entonces les llaman "política" o fortalecimiento del Estado. Muy bueno. Al respecto, es interesante la escena en que todos los señores están reunidos en torno a Albert para determinar cómo se va a pagar (SPOILER) el rescate de la princess, y lo bien que refleja Cornwell la inquietud reinante en el salón.
En fin: aunque no llegan a aburrirme, las escenas de combate empiezan a resultarme algo superfluas. Sigo con la quinta entraga, pero, por favor, que avance la historia.
viernes, 18 de noviembre de 2016
El segador ("Reaper Man"), de Terry Pratchett
Segundo libro consecutivo que leo del Discworld de Pratchett, y aquí lo dejo. Esta novela es, según los expertos, la segunda de la sub-serie de la Muerte, pero no tiene relación alguna con la primera entrega (la recién leída Mort), salvo por el hecho de que el personaje Muerte vuelve a aparecer, vuelve a ser protagonista.
El problema con este libro es que el planteamiento es análogo al del anterior, que ya no me convenció demasiado. Dicho planteamiento supone sacrificar completamente la trama en ara de las ocurrencias graciosas y brillantes del autor. Está muy claro que Pratchett lo único que quiere son disculpas argumentales en las que ubicar sus magníficos gags. Ello desemboca en tramas tan absurdas y carentes de interés como la de este libro. Y, claro, mientras la lectura se sostiene con los gags, la lectura se hace pasable. Pero en el momento en que desciende el ritmo o la calidad de éstos, no hay quien lo aguante. En esta novela es particularmente pesado el final, que parece que nunca acaba de acabar, y eso que la trama ya se ha resuelto. Tras su lectura, he decidido revocar mi idea inicial de leer al menos las cinco novelas de la subsaga de la Muerte.
El punto de partida de la trama es que Azrael despide a la Muerte. Al dejar de hacer su trabajo, Muerte tiene tiempo para sus aficiones y se transforma en mozo en una granja, Bill Door. Pero lo que ocurre es que nadie recoge a los muertos una vez fallecidos, y el Discworld se llena de "vida", amenzando con caos. En paralelo, y no se sabe muy bien por qué, aparecen un montón de bolas de cristal de esas con miniaturas y nieve, que resultan ser huevos de ciudades (!), y que al eclosionar se transforman en... carritos de supermercado (!!) con los que tendrán que librar una cruenta batalla los magos. En fin.
Olvidando ya la trama, me centraré en los gags, en los que una vez más brilla Pratchett con esplendor. Dichos gags se concentran al principio de la novela, como también ocurría en Mort.
Entre los mejores, está el de dos diálogos sucesivos. El primero lo tienen unos bichos que son las criaturas con menor duración de vida de Discworld, y el segundo los árboles de duración más larga. Muy interesantes, invitan a la reflexión... y completamente irrelevantes para la trama.
El enterramiento del mago que muere pero no muere es una escena digna de los Monty Python, con el mago muerto saludando educadamente a los policías escépticos de su condición y confirmándoles en la misma. Otro momento espectacular son los diálogos con Mrs Cake, una adivina capaz de anticiparse a las preguntas que le van a hacer, y a las que por tanto responde antes de que se le hagan. Para volverse loco. Dos personajes inolvidables: el bogeyman agorafóbico y, sobre todo, el Banshee mudo, que se ve obligado a entregar una nota escrita con su grito a la gente que está a punto de morir.
Y cierro con algunas de esas frases brillantes que son las que dan vida a los libros de Pratchett, y que pueden justificar su lectura, siempre que su densidad se mantenga:
"If the past is visible and the future is hidden, they say, then it means you must be facing the wrong way." (Si el pasado es visible y el futuro está oculto, entonces es que estamos encarados de forma errónea) (para justificar los trolls por qué andan de espaldas)
"It was two hundred dollars per capita; if per capita was a problem, de-capita could be arranged."
(Son 200 dólares por cabeza; si el "per-capita" era un problema, "decapitar" podía hacerse)
“I suppose there’s not some kind of magic you don’t know about?”“If there is, we don’t know about it.” (-Supongo que no habrá alguna clase de magía de la que no sepáis. -Si la hay, no sabemos de ella)
"Tell someone you’re dead and they look at you as if they’ve seen a ghost,”
(Dile a alguien que estás muerto y te miran como si hubieran visto un fantasma)
El problema con este libro es que el planteamiento es análogo al del anterior, que ya no me convenció demasiado. Dicho planteamiento supone sacrificar completamente la trama en ara de las ocurrencias graciosas y brillantes del autor. Está muy claro que Pratchett lo único que quiere son disculpas argumentales en las que ubicar sus magníficos gags. Ello desemboca en tramas tan absurdas y carentes de interés como la de este libro. Y, claro, mientras la lectura se sostiene con los gags, la lectura se hace pasable. Pero en el momento en que desciende el ritmo o la calidad de éstos, no hay quien lo aguante. En esta novela es particularmente pesado el final, que parece que nunca acaba de acabar, y eso que la trama ya se ha resuelto. Tras su lectura, he decidido revocar mi idea inicial de leer al menos las cinco novelas de la subsaga de la Muerte.
El punto de partida de la trama es que Azrael despide a la Muerte. Al dejar de hacer su trabajo, Muerte tiene tiempo para sus aficiones y se transforma en mozo en una granja, Bill Door. Pero lo que ocurre es que nadie recoge a los muertos una vez fallecidos, y el Discworld se llena de "vida", amenzando con caos. En paralelo, y no se sabe muy bien por qué, aparecen un montón de bolas de cristal de esas con miniaturas y nieve, que resultan ser huevos de ciudades (!), y que al eclosionar se transforman en... carritos de supermercado (!!) con los que tendrán que librar una cruenta batalla los magos. En fin.
Olvidando ya la trama, me centraré en los gags, en los que una vez más brilla Pratchett con esplendor. Dichos gags se concentran al principio de la novela, como también ocurría en Mort.
Entre los mejores, está el de dos diálogos sucesivos. El primero lo tienen unos bichos que son las criaturas con menor duración de vida de Discworld, y el segundo los árboles de duración más larga. Muy interesantes, invitan a la reflexión... y completamente irrelevantes para la trama.
El enterramiento del mago que muere pero no muere es una escena digna de los Monty Python, con el mago muerto saludando educadamente a los policías escépticos de su condición y confirmándoles en la misma. Otro momento espectacular son los diálogos con Mrs Cake, una adivina capaz de anticiparse a las preguntas que le van a hacer, y a las que por tanto responde antes de que se le hagan. Para volverse loco. Dos personajes inolvidables: el bogeyman agorafóbico y, sobre todo, el Banshee mudo, que se ve obligado a entregar una nota escrita con su grito a la gente que está a punto de morir.
Y cierro con algunas de esas frases brillantes que son las que dan vida a los libros de Pratchett, y que pueden justificar su lectura, siempre que su densidad se mantenga:
"If the past is visible and the future is hidden, they say, then it means you must be facing the wrong way." (Si el pasado es visible y el futuro está oculto, entonces es que estamos encarados de forma errónea) (para justificar los trolls por qué andan de espaldas)
"It was two hundred dollars per capita; if per capita was a problem, de-capita could be arranged."
(Son 200 dólares por cabeza; si el "per-capita" era un problema, "decapitar" podía hacerse)
“I suppose there’s not some kind of magic you don’t know about?”“If there is, we don’t know about it.” (-Supongo que no habrá alguna clase de magía de la que no sepáis. -Si la hay, no sabemos de ella)
"Tell someone you’re dead and they look at you as if they’ve seen a ghost,”
(Dile a alguien que estás muerto y te miran como si hubieran visto un fantasma)
viernes, 11 de noviembre de 2016
Mort, de Terry Pratchett
La lectura de Terry Pratchett ha estado rondándome desde mi juventud, cuando me dedicaba casi full-time a leer fantasía épica. Ya entonces descarté su lectura debido a algo tan sencillo como las portadas de sus ediciones españolas, que me parecían demasiado infantiles o poco serias para un género como mi preferido de entoces.
El tiempo pasó, y Pratchett cayó en mi olvido, y, cuando afloraba su recuerdo, solo era para fortalecer mi convicción de evitar su lectura. Hasta que un día mi hijo me pidió uno de sus libros del Discworld, uno llamado Mort. Empezó a leerlo y surgieron las carcajadas. El libro le gustó hasta el punto de recomendármelo e informarme de que era muy divertido. No le gustó tanto, sin embargo, como para seguir leyendo alguna otra novela de la serie.
Como todo lo british cómico me atrae, y la tal novela Mort no era demasiado larga, decidí liberarme de prejuicios y darle una oportunidad a Pratchett y a su Discworld, leyendo Mort.
No me arrepiento de la decisión, aunque también es cierto que el entusiasmo inicial cuando empecé a leer la novela se fue moderando considerablemente conforma avanzaba en su lectura, hasta casi alcanzar la indiferencia en su final. No obstante, voy a seguir con algunas novelitas de Pratchett, al menos hasta terminar las dedicadas al personaje de la Muerte.
Se trata de una lectura divertida, muy divertida. Pratchett es un escritor brillante y con ideas originales y de enjundia, como ahora mostraré. El problema con él es que sacrifica toda la trama a una sucesión de sketches graciosos, por lo que llega un momento en que no sabes de qué va la historia, o ésta resulta tan insulsa que pierde el interés.
El planteamiento de Mort es chocante, y también original: la Muerte busca un aprendiz y recluta para tal tarea al personaje que da título al libro, que oportunamente responde al nombre de Mortimer, y que ha sido rechazado para cualquier otro oficio. De aquí, conoceremos al círculo de Muerte, constituido por su hija y una especie de mayordomo, Albert, que resulta ser un mago de fama mítica.
Lo que pasa a partir de aquí es casi irrelevante cuando no directamente aburrido. Y al libro le salvan las constantes bromas de Pratchett con casi todo lo que rodea a la historia. El momento en que más entusiasmo tuve por Pratchett fue el de la aparición de los llamados Listeners, una secta que se dedica a escuchar los sonidos del universo para tratar de oír la voz de los dioses: aquí tenemos a Pratchett en modo Douglas Adams, y a mí Adams me encanta.
Otro momento que recuerda a otro clásico, en este caso a La Historia Interminable, es cuando, mientras interactúa con Albert, Mort está leyendo en alto la historia de la vida de áquel en tiempo real. Curioso e interesante momento, que no encuentra más proyección en la obra.
El instante cumbre de la novela se produce cuando Mort rescata a una princesa de su supuesto momento de muerte. Aquí Pratchett se gusta a sí mismo, y nos cuenta como la Historia, con mayúscula, encuentra muy difícil reaccionar ante este tipo de acontecimientos. Digamos que, aunque la princesa se había salvado, el mundo no lo sabía, y le costaba aceptar el hecho. Por tanto, la tal princesa encuentra necesario recordar constantemente a todos sus subditos su existencia, algo delirante. Ello a su vez da lugar a una burbuja de presión histórica, que avanza hacia la implosión, entre la gente que ha olvidado a la princesa y la que la recuerda.
Pero, indudablemente, el personaje estrella es la Muerte con su panoplia de frases lapidarias, todas perfectamente lógicas una vez aceptas tal personificación. Como muestra de una de sus piezas de sabiduría, la respuesta a la cuestión sobre si morir y dormir se parecen: "NO SABRÍA DECIRLO, NO HE HECHO NINGUNA DE LAS COSAS".
Cierro con otra punchline, decicada a todos los profesores: "No tengo habilidad o talento alguno", dijo. "¿Has pensado en dedicarte a enseñar?". Pues de estas hay cientos.
Ya digo que mi entusiasmo por el autor ha decaído conforme avancé en la lectura de Mort, pero ello no me impedirá leer alguna más de sus novelas, en busca de perlas como las anteriores. Y, de hecho, ya estoy con Reaper Man, cuyo planteamiento vuelve a ser muy original, y otra vez con la Muerte como protagonista.
El tiempo pasó, y Pratchett cayó en mi olvido, y, cuando afloraba su recuerdo, solo era para fortalecer mi convicción de evitar su lectura. Hasta que un día mi hijo me pidió uno de sus libros del Discworld, uno llamado Mort. Empezó a leerlo y surgieron las carcajadas. El libro le gustó hasta el punto de recomendármelo e informarme de que era muy divertido. No le gustó tanto, sin embargo, como para seguir leyendo alguna otra novela de la serie.
Como todo lo british cómico me atrae, y la tal novela Mort no era demasiado larga, decidí liberarme de prejuicios y darle una oportunidad a Pratchett y a su Discworld, leyendo Mort.
No me arrepiento de la decisión, aunque también es cierto que el entusiasmo inicial cuando empecé a leer la novela se fue moderando considerablemente conforma avanzaba en su lectura, hasta casi alcanzar la indiferencia en su final. No obstante, voy a seguir con algunas novelitas de Pratchett, al menos hasta terminar las dedicadas al personaje de la Muerte.
Se trata de una lectura divertida, muy divertida. Pratchett es un escritor brillante y con ideas originales y de enjundia, como ahora mostraré. El problema con él es que sacrifica toda la trama a una sucesión de sketches graciosos, por lo que llega un momento en que no sabes de qué va la historia, o ésta resulta tan insulsa que pierde el interés.
El planteamiento de Mort es chocante, y también original: la Muerte busca un aprendiz y recluta para tal tarea al personaje que da título al libro, que oportunamente responde al nombre de Mortimer, y que ha sido rechazado para cualquier otro oficio. De aquí, conoceremos al círculo de Muerte, constituido por su hija y una especie de mayordomo, Albert, que resulta ser un mago de fama mítica.
Lo que pasa a partir de aquí es casi irrelevante cuando no directamente aburrido. Y al libro le salvan las constantes bromas de Pratchett con casi todo lo que rodea a la historia. El momento en que más entusiasmo tuve por Pratchett fue el de la aparición de los llamados Listeners, una secta que se dedica a escuchar los sonidos del universo para tratar de oír la voz de los dioses: aquí tenemos a Pratchett en modo Douglas Adams, y a mí Adams me encanta.
Otro momento que recuerda a otro clásico, en este caso a La Historia Interminable, es cuando, mientras interactúa con Albert, Mort está leyendo en alto la historia de la vida de áquel en tiempo real. Curioso e interesante momento, que no encuentra más proyección en la obra.
El instante cumbre de la novela se produce cuando Mort rescata a una princesa de su supuesto momento de muerte. Aquí Pratchett se gusta a sí mismo, y nos cuenta como la Historia, con mayúscula, encuentra muy difícil reaccionar ante este tipo de acontecimientos. Digamos que, aunque la princesa se había salvado, el mundo no lo sabía, y le costaba aceptar el hecho. Por tanto, la tal princesa encuentra necesario recordar constantemente a todos sus subditos su existencia, algo delirante. Ello a su vez da lugar a una burbuja de presión histórica, que avanza hacia la implosión, entre la gente que ha olvidado a la princesa y la que la recuerda.
Pero, indudablemente, el personaje estrella es la Muerte con su panoplia de frases lapidarias, todas perfectamente lógicas una vez aceptas tal personificación. Como muestra de una de sus piezas de sabiduría, la respuesta a la cuestión sobre si morir y dormir se parecen: "NO SABRÍA DECIRLO, NO HE HECHO NINGUNA DE LAS COSAS".
Cierro con otra punchline, decicada a todos los profesores: "No tengo habilidad o talento alguno", dijo. "¿Has pensado en dedicarte a enseñar?". Pues de estas hay cientos.
Ya digo que mi entusiasmo por el autor ha decaído conforme avancé en la lectura de Mort, pero ello no me impedirá leer alguna más de sus novelas, en busca de perlas como las anteriores. Y, de hecho, ya estoy con Reaper Man, cuyo planteamiento vuelve a ser muy original, y otra vez con la Muerte como protagonista.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Los Señores del Norte ("The Lords of the North"), de Bernard Cornwell
Tercera entrega de la saga de Bernard Cornwell sobre la formación de Inglaterra, conocida por la serie "The Last Kingdom". Antes de seguir, tengo que aclarar que se acaba de lanzar la décima entrega (The Flame Bearer) y que, al parecer, tampoco ella concluye la saga, por lo que cabe esperar más entregas.
En esta novela, el protagonista, Uhtred, se traslada al norte a proseguir sus aventuras, como el título invita a pensar. Aquí hay un lío montado de cuidado entre los distintos señores por ver quién se hace con el dominio, aderezado por las apariciones puntuales de los escoceses. Así pues, la mayor parte de la acción transcurre en las cercanías del muro de Adriano, ya entonces en ruinas, claro, y las escenas culminantes se producen en lo que ahora en Durham y entonces se llamaba Dunholm.
De hecho, el título de esta novela evoca claramente a Juego de Tronos, algún capítulo de cuya serie podría haberse llamado así sin demasiado problema. Por supuesto, seguramente el flujo de inspiración sea el contrario, y George Martin se haya inspirado en esta parte de la historia inglesa para su reino del Norte, donde, no se olvide, "Winter is coming" y además linda con el Muro.
La novela no presenta demasiadas sorpresas estilísticas. El estilo sigue siendo el rústico que cabe esperar del protagonista, aunque en esta ocasión me ha parecido que Cornwell usa más la ironía que en las dos anteriores, y alguna carcajada se me ha escapado al leer los pensamientos de Uhtred. Añado que en la cuarta parece seguir la misma senda, por lo poco que llevo leído. Son especialmente divertidos los cruces de insultos que se producen antes de los duelos singulares, ya se sabe que con la seria intención de amedrentar al contrincante, en particular (SPOILER) el duelo final entre Kjartan y Ragnar.
Hay un aspecto en que esta novela mejora a la anterior: el equilibrio de los "recuerdos" (necesarios para sincronizar al lector con sucesos acaecidos en las previas entregas) está mucho más logrado. Parece haber los recuerdos justos y necesarios, en vez de el cierto exceso que presentaba la segunda. A cambio, hay otro aspecto en que empeora, y que parece difícil que mejore: el excesivo protagonismo del héroe, al menos para ser una novela histórica. Uno se puede creer que sea decisivo en uno o dos momentos de la historia, quizá los más importantes, o que lo sea en todos, pero se desconozca: el problema es que Uhtred es casi siempre el héroe y siempre se sabe. Por otro lado, también creo que Cornwell abusa del recurso de salvar a protagonista de situaciones casi sin solución, dos que recuerde en esta entrega. Sí, ya sabemos que el destino es todo, pero quizá si no se le mete en tanto lío no haya que acudir a este recurso, o que se meta en líos y salga de forma menos truculenta.
Conste que ninguno de estos dos "abusos" resta interés ni a la historia ni a la novela, pero sí hace que ésta se acerque más a una novela de aventuras de lo que a mí me gustaría. Al respecto, un ejemplo muy claro es la (SPOILER) toma de Durham.
Eso sí, también hay un par de perlas que no quiero dejar de apuntar. La primera se produce cuando el potencial rey de North Umbria pregunta a Uhtred si Andrew (rey de Wessex y principal protagonista histórico de la saga) es un buen rey por ser querido y buena persona. A ello Uhtred responde que Andrew no es bueno, no tiene el amor de sus seguidores, pero que un rey no tiene que ser bueno: tiene que ser justo, y Andrew lo es. Sencilla lección sobre la "Rule of Law" que deberían aprender tantos jueces empeñados en la justicia social y en ser "buenos".
La otra frase se la debemos a Ragnar, que simplemente afirma que un reino tiene demasiadas leyes si una persona no las puede conocer todas. Si Ragnar viera los volúmenes y volúmenes de hojas de leyes que sacan adelante los representantes del pueblo, tanto regionales, como nacionales o comunitarios, supongo que se revelaría contra el grado de arbitrariedad a que estamos sometidos. Su espada podría hacer maravillas al respecto.
En fin, lectura recomendable, e imprescíndible para los que estamos leyendo esta saga. Sigue breve SPOILER con el resumen de sucesos: Uhtred se traslada al norte, donde ayuda a unificar el territorio bajo el mandato del rey Gudred, quien derrota a Ivarr y a Kjartan (daneses) así como al señor cristiano previo. Queda sin conquistar, obviamente, la ciudad de Uhtred, Bebamburgh (digo obviamente porque supongo que esto no ocurrirá hasta el final de la saga). Por el camino, es entregado como esclavo a un mercader danés, en cuyo barco llega hasta Islandia, conoce a un irlandés (Finan) y del que es rescatado en un momento dado por el rey Andrew. Éste le devuelve al norte como acompañante del monje Beocca y también al lado de su hermano putativo Ragnar. Y es en este viaje cuando unifican el reino del norte, tras lo cual vuelve a Wessex.
En esta novela, el protagonista, Uhtred, se traslada al norte a proseguir sus aventuras, como el título invita a pensar. Aquí hay un lío montado de cuidado entre los distintos señores por ver quién se hace con el dominio, aderezado por las apariciones puntuales de los escoceses. Así pues, la mayor parte de la acción transcurre en las cercanías del muro de Adriano, ya entonces en ruinas, claro, y las escenas culminantes se producen en lo que ahora en Durham y entonces se llamaba Dunholm.
De hecho, el título de esta novela evoca claramente a Juego de Tronos, algún capítulo de cuya serie podría haberse llamado así sin demasiado problema. Por supuesto, seguramente el flujo de inspiración sea el contrario, y George Martin se haya inspirado en esta parte de la historia inglesa para su reino del Norte, donde, no se olvide, "Winter is coming" y además linda con el Muro.
La novela no presenta demasiadas sorpresas estilísticas. El estilo sigue siendo el rústico que cabe esperar del protagonista, aunque en esta ocasión me ha parecido que Cornwell usa más la ironía que en las dos anteriores, y alguna carcajada se me ha escapado al leer los pensamientos de Uhtred. Añado que en la cuarta parece seguir la misma senda, por lo poco que llevo leído. Son especialmente divertidos los cruces de insultos que se producen antes de los duelos singulares, ya se sabe que con la seria intención de amedrentar al contrincante, en particular (SPOILER) el duelo final entre Kjartan y Ragnar.
Hay un aspecto en que esta novela mejora a la anterior: el equilibrio de los "recuerdos" (necesarios para sincronizar al lector con sucesos acaecidos en las previas entregas) está mucho más logrado. Parece haber los recuerdos justos y necesarios, en vez de el cierto exceso que presentaba la segunda. A cambio, hay otro aspecto en que empeora, y que parece difícil que mejore: el excesivo protagonismo del héroe, al menos para ser una novela histórica. Uno se puede creer que sea decisivo en uno o dos momentos de la historia, quizá los más importantes, o que lo sea en todos, pero se desconozca: el problema es que Uhtred es casi siempre el héroe y siempre se sabe. Por otro lado, también creo que Cornwell abusa del recurso de salvar a protagonista de situaciones casi sin solución, dos que recuerde en esta entrega. Sí, ya sabemos que el destino es todo, pero quizá si no se le mete en tanto lío no haya que acudir a este recurso, o que se meta en líos y salga de forma menos truculenta.
Conste que ninguno de estos dos "abusos" resta interés ni a la historia ni a la novela, pero sí hace que ésta se acerque más a una novela de aventuras de lo que a mí me gustaría. Al respecto, un ejemplo muy claro es la (SPOILER) toma de Durham.
Eso sí, también hay un par de perlas que no quiero dejar de apuntar. La primera se produce cuando el potencial rey de North Umbria pregunta a Uhtred si Andrew (rey de Wessex y principal protagonista histórico de la saga) es un buen rey por ser querido y buena persona. A ello Uhtred responde que Andrew no es bueno, no tiene el amor de sus seguidores, pero que un rey no tiene que ser bueno: tiene que ser justo, y Andrew lo es. Sencilla lección sobre la "Rule of Law" que deberían aprender tantos jueces empeñados en la justicia social y en ser "buenos".
La otra frase se la debemos a Ragnar, que simplemente afirma que un reino tiene demasiadas leyes si una persona no las puede conocer todas. Si Ragnar viera los volúmenes y volúmenes de hojas de leyes que sacan adelante los representantes del pueblo, tanto regionales, como nacionales o comunitarios, supongo que se revelaría contra el grado de arbitrariedad a que estamos sometidos. Su espada podría hacer maravillas al respecto.
En fin, lectura recomendable, e imprescíndible para los que estamos leyendo esta saga. Sigue breve SPOILER con el resumen de sucesos: Uhtred se traslada al norte, donde ayuda a unificar el territorio bajo el mandato del rey Gudred, quien derrota a Ivarr y a Kjartan (daneses) así como al señor cristiano previo. Queda sin conquistar, obviamente, la ciudad de Uhtred, Bebamburgh (digo obviamente porque supongo que esto no ocurrirá hasta el final de la saga). Por el camino, es entregado como esclavo a un mercader danés, en cuyo barco llega hasta Islandia, conoce a un irlandés (Finan) y del que es rescatado en un momento dado por el rey Andrew. Éste le devuelve al norte como acompañante del monje Beocca y también al lado de su hermano putativo Ragnar. Y es en este viaje cuando unifican el reino del norte, tras lo cual vuelve a Wessex.
miércoles, 26 de octubre de 2016
Invirtiendo a largo plazo, de Francisco García Paramés
Desde que me enteré de que Paramés iba a sacar un libro, puse en la máxima prioridad su lectura. No todos los días tiene uno la oportunidad de leer sobre la experiencia de uno de los mejores gestores de fondos de inversión del mundo, y seguramente el mejor de España y Europa. Vamos, un tipo del que estar orgulloso, y que además es miembro del Instituto Juan de Mariana y firme convencido de la Escuela Austriaca de Economía.
Dicho y hecho: casi según salió me hice con él y ya lo he leído, interrumpiendo lecturas previas en lugar de terminarlas como suelo hacer. La curiosidad me podía más que la disciplina lectora.
Lo primero que hay que hacer es agradecer al autor el esfuerzo que ha hecho para hacernos llegar su experiencia. No tenía por qué hacerlo, pero lo ha hecho. Y es que desde el principio, casi lo confiesa el propio autor, se nota que eso de escribir no es algo que se le dé bien a Paramés. Tiene pinta de que le ha costado dios y ayuda terminar este libro hasta dejarlo en algo publicable. Buena muestra de ello son la cantidad de páginas que dedica a tablas con los valores de sus carteras, gráficos confusos, reproducción de material previo (como sus cartas a los inversores o una entrevista) y, el record absoluto, las páginas dedicadas a fotos sobre activos reales, como si uno no supiera lo que es una casa. Y eso en un libro de 368 páginas, en las que se incluyen notas al pie y bibliografía. En fin, lo importante es que existe.
El libro se estructura en dos partes: en la primera Paramés dice que nos va a contar su vida personal para contextualizar su desempeño como inversor; en la segunda, nos cuenta los fundamentos teóricos y en general sus consejos para la inversión.
Respecto a la primera parte, observad que digo que "dice que nos va a contar". En la práctica, solo nos cuenta un poco de su adolescencia y hasta sus comienzos como inversor. Luego ya prácticamente no nos cuenta nada de él, centrándose en los valores en los que invierte, su evolución profesional y la evolución de Bestinver. Esto lo adereza con los vaivenes de su cartera en los distintos momentos económicos desde que empieza como gestor de inversiones. Paramés confiesa ser tímido y esta parte biográfica es prueba evidente de dicha timidez. Por cierto, lee mucho, aunque no literatura (prefiere el ensayo), y dentro de la literatura parece que le gusta mucho el señor Proust, para mí insoportable.
Paradójicamente, lo más interesante de esta primera parte son esos atisbos en el verdadero Paramés, como cuando nos cuenta las razones por las que estudió Económicas, su paso por el IESE, su encuentro con las acciones a través de Business Week o cómo entró en Acciona. A partir de este momento, la lectura pierde mucho interés (para mí), por lo expuesto más arriba: Paramés se oculta en sus carteras, en las crisis económicas y en su sufrimiento como inversor, y no nos deja ver mucho más de él. Pero el problema es que tampoco explica mucho de por qué hace lo que hace.
En la segunda parte, comienza con el capítulo que más curiosidad me despertaba, el dedicado a la Economía Austriaca. Me ha resultado algo decepcionante: la mayor parte es bastante repetitivo y conocido, y solo cobra vuelo cuando nos cuenta sus conclusiones prácticas de cara a la inversión a partir de las enseñanzas de dicha Escuela. A continuación, dedica algunos capítulos a los distintos tipos de inversión, con diversas recomendaciones todas ellas muy razonables, aunque no inesperadas. Lo más importante es que nos recomienda tener nuestros ahorros en acciones, pues las ve como la inversión más segura. Ello no implica que tengamos que elegir nosotros las acciones, podemos optar por fondos de inversión de todo tipo, aunque él nos recomienda los semi-pasivos, a menos que conozcamos bien al gestor y nos fiemos.
Una vez hecho esto, por fin Paramés se adentra en la inversión directa en acciones- Aquí es donde comienza a despegar el libro, que alcanza una espectacular altura en el capítulo dedicado a identificar el momento idóneo para invertir en una acción. Digamos que para el autor lo importante no es tanto conocer el valor de la empresa, sino detectar el momento en que está barata en el mercado. Por supuesto, Paramés dedica muchas páginas a ver cómo identificar las buenas compañías para invertir y alguna a cómo valorarlas (básicamente, elegir un multiplicador adecuado para el flujo de caja anual), porque para él lo primero es lo realmente importante y donde se debe de concentrar el esfuerzo. No merece la pena hacer complejos modelos matemáticos para el valor, lo importante es conocer bien la empresa y sus fortalezas.
Pero una vez tenemos el valor y miramos al mercado, solo conviene comprar si el precio no está reflejando dicho valor. Y es aquí donde realmente es original la aportación de Paramés (al menos para mí) pues nos hace un listado de las condiciones en que, de acuerdo a su experiencia, el mercado infravalora una acción. El inversor astuto debe estar al acecho de estas oportunidades para las empresas que ya ha seleccionado. Magnífico y absorbente capítulo, y que por si solo justifica la lectura del libro.
Desde aquí al final, ya vamos aterrizando, con otro interesante capítulo dedicado a explicar la psicología del inversor y las explicaciones (proporcionadas sobre todo por Kahneman, a quien también he reseñado en este blog) para estos comportamientos irracionales en los que creo que todos nos veremos reflejados. Pero, digamos que a estas alturas lo mejor ya ha pasado.
He comenzado diciendo que a Paramés le cuesta escribir, y creo que es así. Pero lo importante de este libro no es tanto el estilo literario como la fuerza de las ideas que Paramés nos quiere transmitir, algo que consigue porque lo hace desde la sinceridad y la razón. Es como estar hablando con un colega en el bar, un colega excepcional eso sí, muy convencido de lo que te está contando y con fuertes razones para soportar lo que te dice. Y tan fuertes, el mejor gestor de fondos de España! Gracias de nuevo por esta oportunidad.
Dicho y hecho: casi según salió me hice con él y ya lo he leído, interrumpiendo lecturas previas en lugar de terminarlas como suelo hacer. La curiosidad me podía más que la disciplina lectora.
Lo primero que hay que hacer es agradecer al autor el esfuerzo que ha hecho para hacernos llegar su experiencia. No tenía por qué hacerlo, pero lo ha hecho. Y es que desde el principio, casi lo confiesa el propio autor, se nota que eso de escribir no es algo que se le dé bien a Paramés. Tiene pinta de que le ha costado dios y ayuda terminar este libro hasta dejarlo en algo publicable. Buena muestra de ello son la cantidad de páginas que dedica a tablas con los valores de sus carteras, gráficos confusos, reproducción de material previo (como sus cartas a los inversores o una entrevista) y, el record absoluto, las páginas dedicadas a fotos sobre activos reales, como si uno no supiera lo que es una casa. Y eso en un libro de 368 páginas, en las que se incluyen notas al pie y bibliografía. En fin, lo importante es que existe.
El libro se estructura en dos partes: en la primera Paramés dice que nos va a contar su vida personal para contextualizar su desempeño como inversor; en la segunda, nos cuenta los fundamentos teóricos y en general sus consejos para la inversión.
Respecto a la primera parte, observad que digo que "dice que nos va a contar". En la práctica, solo nos cuenta un poco de su adolescencia y hasta sus comienzos como inversor. Luego ya prácticamente no nos cuenta nada de él, centrándose en los valores en los que invierte, su evolución profesional y la evolución de Bestinver. Esto lo adereza con los vaivenes de su cartera en los distintos momentos económicos desde que empieza como gestor de inversiones. Paramés confiesa ser tímido y esta parte biográfica es prueba evidente de dicha timidez. Por cierto, lee mucho, aunque no literatura (prefiere el ensayo), y dentro de la literatura parece que le gusta mucho el señor Proust, para mí insoportable.
Paradójicamente, lo más interesante de esta primera parte son esos atisbos en el verdadero Paramés, como cuando nos cuenta las razones por las que estudió Económicas, su paso por el IESE, su encuentro con las acciones a través de Business Week o cómo entró en Acciona. A partir de este momento, la lectura pierde mucho interés (para mí), por lo expuesto más arriba: Paramés se oculta en sus carteras, en las crisis económicas y en su sufrimiento como inversor, y no nos deja ver mucho más de él. Pero el problema es que tampoco explica mucho de por qué hace lo que hace.
En la segunda parte, comienza con el capítulo que más curiosidad me despertaba, el dedicado a la Economía Austriaca. Me ha resultado algo decepcionante: la mayor parte es bastante repetitivo y conocido, y solo cobra vuelo cuando nos cuenta sus conclusiones prácticas de cara a la inversión a partir de las enseñanzas de dicha Escuela. A continuación, dedica algunos capítulos a los distintos tipos de inversión, con diversas recomendaciones todas ellas muy razonables, aunque no inesperadas. Lo más importante es que nos recomienda tener nuestros ahorros en acciones, pues las ve como la inversión más segura. Ello no implica que tengamos que elegir nosotros las acciones, podemos optar por fondos de inversión de todo tipo, aunque él nos recomienda los semi-pasivos, a menos que conozcamos bien al gestor y nos fiemos.
Una vez hecho esto, por fin Paramés se adentra en la inversión directa en acciones- Aquí es donde comienza a despegar el libro, que alcanza una espectacular altura en el capítulo dedicado a identificar el momento idóneo para invertir en una acción. Digamos que para el autor lo importante no es tanto conocer el valor de la empresa, sino detectar el momento en que está barata en el mercado. Por supuesto, Paramés dedica muchas páginas a ver cómo identificar las buenas compañías para invertir y alguna a cómo valorarlas (básicamente, elegir un multiplicador adecuado para el flujo de caja anual), porque para él lo primero es lo realmente importante y donde se debe de concentrar el esfuerzo. No merece la pena hacer complejos modelos matemáticos para el valor, lo importante es conocer bien la empresa y sus fortalezas.
Pero una vez tenemos el valor y miramos al mercado, solo conviene comprar si el precio no está reflejando dicho valor. Y es aquí donde realmente es original la aportación de Paramés (al menos para mí) pues nos hace un listado de las condiciones en que, de acuerdo a su experiencia, el mercado infravalora una acción. El inversor astuto debe estar al acecho de estas oportunidades para las empresas que ya ha seleccionado. Magnífico y absorbente capítulo, y que por si solo justifica la lectura del libro.
Desde aquí al final, ya vamos aterrizando, con otro interesante capítulo dedicado a explicar la psicología del inversor y las explicaciones (proporcionadas sobre todo por Kahneman, a quien también he reseñado en este blog) para estos comportamientos irracionales en los que creo que todos nos veremos reflejados. Pero, digamos que a estas alturas lo mejor ya ha pasado.
He comenzado diciendo que a Paramés le cuesta escribir, y creo que es así. Pero lo importante de este libro no es tanto el estilo literario como la fuerza de las ideas que Paramés nos quiere transmitir, algo que consigue porque lo hace desde la sinceridad y la razón. Es como estar hablando con un colega en el bar, un colega excepcional eso sí, muy convencido de lo que te está contando y con fuertes razones para soportar lo que te dice. Y tan fuertes, el mejor gestor de fondos de España! Gracias de nuevo por esta oportunidad.
miércoles, 19 de octubre de 2016
2084: El fin del mundo ("2084: La fin du monde"), de Boualem Sansal
Este libro es raro de narices. Llego a él a través de una recomendación de Houellebeq, del que acababa de leer "Soumission", y pensando que será algo similar, no sé por qué.
Y me encuentro con un libro inclasificable. Por momento, parece que va a ser una novela en que se nos cuenten las tribulaciones del protagonista Ati en el nuevo mundo surgido en 2084. De hecho, uno acepta la primera parte del libro como la contextualización de ese mundo en que se va a desarrollar la trama.
Pero no es así: lo que se pasa a Ati es relativamente poco e irrelevante, y lo único que posibilita es dar disculpas al autor para ir describiendo las características relevantes del mundo surgido tras 2084.
Pero tampoco es así, porque realmente no hay una descripción más o menos objetiva del modo de vida o las condiciones institucionales, sino un totum revolutum de pensamientos relacionados con el poder, la religión o las naciones, con lo cual parece que nos adentramos en una especie de ensayo filosófico.
Pero, y es la última que vez que empiezo así el párrafo, tampoco es así, porque realmente soy incapaz de determinar si el autor se está o no tomando a sí mismo en serio o en broma, por lo que no sé si se trata de una sátira de las religiones. En fin, que ni siquiera me he enterado de qué va el libro. Lo que sí es claro es que se trata de un homenaje a Orwell y a su 1984, tal como apunta el título.
El mundo que se nos describe está dominado por el fundamentalismo religioso, de una religión monoteista cuyo dios es Yölah y su delegado en la Tierra un tal Abi. En ese mundo, existen una especie de milicias que vigilan el adecuado cumplimiento de todos los preceptos, incluyendo revisiones (exámenes) periódicos de cada uno de los ciudadanos para ver cómo se mantiene su fe.
Las peripecias de Ati y sus colegas nos permitirán conocer los ghettos de este mundo, en los que rebeldes, eso sí, permitidos por el poder hegemónico. Porque, según nos dice el autor, "ser tu propio enemigo es la mejor garantía para ganar todos los golpes". También podrán visitar el centro burocrático de poder, una especie de pirámide gigante.
Como ya he confesado, poco más puedo contar de la trama, porque apenas me he enterado de adónde iba o de dónde venía, entre toda la disgresión filosófica seria o satírica. Entre las cosas que me han llamado la atención está la "hipótesis" de que la nueva religión debía vehícularse sobre su propio lenguaje para tener éxito: así el tal Abi dio al pueblo el Abilang, lengua "sagrada que era de naturaleza electroquímica, con alguna componente nuclear sin duda" (así os hacéis una idea del grado de frikismo del autor).
Y cierro con otra muestra de sus afirmaciones, en este caso sobre la religión: "la religión se puede construir sobre lo contrario de la verdad y volverse por este hecho la guardiana encarnizada de la mentira original". Hala, ahí queda eso.
Por supuesto, no puedo recomendar la lectura de este extraño libro, aunque soy consciente de que quizá ganara mucho si le diera un segunda lectura y me enterara de algo más.
Y me encuentro con un libro inclasificable. Por momento, parece que va a ser una novela en que se nos cuenten las tribulaciones del protagonista Ati en el nuevo mundo surgido en 2084. De hecho, uno acepta la primera parte del libro como la contextualización de ese mundo en que se va a desarrollar la trama.
Pero no es así: lo que se pasa a Ati es relativamente poco e irrelevante, y lo único que posibilita es dar disculpas al autor para ir describiendo las características relevantes del mundo surgido tras 2084.
Pero tampoco es así, porque realmente no hay una descripción más o menos objetiva del modo de vida o las condiciones institucionales, sino un totum revolutum de pensamientos relacionados con el poder, la religión o las naciones, con lo cual parece que nos adentramos en una especie de ensayo filosófico.
Pero, y es la última que vez que empiezo así el párrafo, tampoco es así, porque realmente soy incapaz de determinar si el autor se está o no tomando a sí mismo en serio o en broma, por lo que no sé si se trata de una sátira de las religiones. En fin, que ni siquiera me he enterado de qué va el libro. Lo que sí es claro es que se trata de un homenaje a Orwell y a su 1984, tal como apunta el título.
El mundo que se nos describe está dominado por el fundamentalismo religioso, de una religión monoteista cuyo dios es Yölah y su delegado en la Tierra un tal Abi. En ese mundo, existen una especie de milicias que vigilan el adecuado cumplimiento de todos los preceptos, incluyendo revisiones (exámenes) periódicos de cada uno de los ciudadanos para ver cómo se mantiene su fe.
Las peripecias de Ati y sus colegas nos permitirán conocer los ghettos de este mundo, en los que rebeldes, eso sí, permitidos por el poder hegemónico. Porque, según nos dice el autor, "ser tu propio enemigo es la mejor garantía para ganar todos los golpes". También podrán visitar el centro burocrático de poder, una especie de pirámide gigante.
Como ya he confesado, poco más puedo contar de la trama, porque apenas me he enterado de adónde iba o de dónde venía, entre toda la disgresión filosófica seria o satírica. Entre las cosas que me han llamado la atención está la "hipótesis" de que la nueva religión debía vehícularse sobre su propio lenguaje para tener éxito: así el tal Abi dio al pueblo el Abilang, lengua "sagrada que era de naturaleza electroquímica, con alguna componente nuclear sin duda" (así os hacéis una idea del grado de frikismo del autor).
Y cierro con otra muestra de sus afirmaciones, en este caso sobre la religión: "la religión se puede construir sobre lo contrario de la verdad y volverse por este hecho la guardiana encarnizada de la mentira original". Hala, ahí queda eso.
Por supuesto, no puedo recomendar la lectura de este extraño libro, aunque soy consciente de que quizá ganara mucho si le diera un segunda lectura y me enterara de algo más.
jueves, 6 de octubre de 2016
Svein, el del caballo blanco ("The Pale Horseman"), de Bernard Cornwell
Segunda entrega de las nueve (!) que al parecer tiene esta saga sobre la formación de Inglaterra a finales del siglo IX. La primera es la conocida "El último reino", cuyo título es el que se está usando para bautizar la serie televisiva basada en las novelas. Fue gracias a dicha serie de la BBC que llegué a estas novelas y a este autor.
La verdad es que poco voy a poder añadir a la entrada sobre "El último reino" en cuanto a estilo del autor y a sus reflexiones. Se mantiene la narración tosca en primera persona del protagonista Uhtred, y se mantienen las reflexiones especialmente en relación con la religión, bastante menos en esta ocasión en relación con costumbres civiles.
Predominan en esta ocasión más las ideas sobre la reputación del guerrero y la importancia que ésta tiene a la hora de establecerse como señor creíble antes sus congéneres y posibles seguidores. Es por el mantenimiento de dicha reputación que Uhtred se embarca en algunos combates en los que la razón diría que no se debe meter.
No obstante, sí que hay un cambio digno de mención. Decía en El último reino que las batallas se narraban desde una perspectiva más individual que estratégica, en primer lugar porque quizá no había demasiado de esta. Ello cambia en la última batalla de esta novela, en que se comienza con el estilo narrativo individual, pero luego se progresa a dar un visión más completa de la batalla y la disposición de las fuerzas de los contendientes, tanto por las observaciones directas del protagonista como por lo que luego le cuentan. También es cierto que en esta batalla se habla por primera vez de estrategia, más allá del mero muro de escudos. Son, sin duda, buenas noticias, porque el relato de esta batalla se acerca más al esquema Posteguillo que tanto me gusta.
Por otro lado, aparece el síntoma denunciado por uno los comentarios en la entrada sobre "El último reino". Empieza a haber cierta repetición, al principio amparada en los recuerdos de Uhtred tratando de sincronizar al lector de la segunda entrega con las que cosas que pasaron en la primera. Este recurso es permisible y perdonable al comienzo de la nueva entrega. El problema aparece cuando, ya en las partes finales de la novela, sigue compartiendo recuerdos de la primera parte que uno tiene la sensación de que ya se han "recordado".
Y es un problema porque el lector empieza a pensar que el escritor está alargando innecesariamente la novela. A ello colabora también los relativamente pocos acontecimientos que ocurren en esta segunda entrada, si los comparamos con la primera (ahora sigo con esto). Da la sensación de que Cornwell tras el éxito de la primera novela decidió desde el principio que esto podía ser un filón, y que por tanto le convenía estirar la serie tanto como pudiera (repito, 10 entregas). Dado que los hechos históricos son los que son y por aquí poco uno puede extenderse, está claro que optó por detenerse en recuerdos.
En cuanto a lo que ocurre en esta segunda parte, y aviso que llega spoiler, me voy a permitir anotarlo aquí para que me sirva de referencia cara al resto de la serie, a mí o a otros lectores.
Entonces, tenemos la invasión de Exeter por los daneses rompiendo el tratado de paz que tenían con el rey Richard. Eso fuerza a éste a buscar refugio en unas marismas a las que los vikingos no tienen acceso terrestre y difícil marítimo. Aquí transcurre la mayor parte de la novela, con alguna brujería que otra para salvar al príncipe heredero. La novela se cierra con una gran batalla, en la que Richard trata de aplicar la única estrategia que cree viable para recuperar su reino de Wessex: derrotar de una sola vez a los daneses. Por otro lado, aparecen incipientemente los bretones de Gales, y también poco los irlandeses, que asumo que tendrán más que decir en futuras entregas.
La verdad es que poco voy a poder añadir a la entrada sobre "El último reino" en cuanto a estilo del autor y a sus reflexiones. Se mantiene la narración tosca en primera persona del protagonista Uhtred, y se mantienen las reflexiones especialmente en relación con la religión, bastante menos en esta ocasión en relación con costumbres civiles.
Predominan en esta ocasión más las ideas sobre la reputación del guerrero y la importancia que ésta tiene a la hora de establecerse como señor creíble antes sus congéneres y posibles seguidores. Es por el mantenimiento de dicha reputación que Uhtred se embarca en algunos combates en los que la razón diría que no se debe meter.
No obstante, sí que hay un cambio digno de mención. Decía en El último reino que las batallas se narraban desde una perspectiva más individual que estratégica, en primer lugar porque quizá no había demasiado de esta. Ello cambia en la última batalla de esta novela, en que se comienza con el estilo narrativo individual, pero luego se progresa a dar un visión más completa de la batalla y la disposición de las fuerzas de los contendientes, tanto por las observaciones directas del protagonista como por lo que luego le cuentan. También es cierto que en esta batalla se habla por primera vez de estrategia, más allá del mero muro de escudos. Son, sin duda, buenas noticias, porque el relato de esta batalla se acerca más al esquema Posteguillo que tanto me gusta.
Por otro lado, aparece el síntoma denunciado por uno los comentarios en la entrada sobre "El último reino". Empieza a haber cierta repetición, al principio amparada en los recuerdos de Uhtred tratando de sincronizar al lector de la segunda entrega con las que cosas que pasaron en la primera. Este recurso es permisible y perdonable al comienzo de la nueva entrega. El problema aparece cuando, ya en las partes finales de la novela, sigue compartiendo recuerdos de la primera parte que uno tiene la sensación de que ya se han "recordado".
Y es un problema porque el lector empieza a pensar que el escritor está alargando innecesariamente la novela. A ello colabora también los relativamente pocos acontecimientos que ocurren en esta segunda entrada, si los comparamos con la primera (ahora sigo con esto). Da la sensación de que Cornwell tras el éxito de la primera novela decidió desde el principio que esto podía ser un filón, y que por tanto le convenía estirar la serie tanto como pudiera (repito, 10 entregas). Dado que los hechos históricos son los que son y por aquí poco uno puede extenderse, está claro que optó por detenerse en recuerdos.
En cuanto a lo que ocurre en esta segunda parte, y aviso que llega spoiler, me voy a permitir anotarlo aquí para que me sirva de referencia cara al resto de la serie, a mí o a otros lectores.
Entonces, tenemos la invasión de Exeter por los daneses rompiendo el tratado de paz que tenían con el rey Richard. Eso fuerza a éste a buscar refugio en unas marismas a las que los vikingos no tienen acceso terrestre y difícil marítimo. Aquí transcurre la mayor parte de la novela, con alguna brujería que otra para salvar al príncipe heredero. La novela se cierra con una gran batalla, en la que Richard trata de aplicar la única estrategia que cree viable para recuperar su reino de Wessex: derrotar de una sola vez a los daneses. Por otro lado, aparecen incipientemente los bretones de Gales, y también poco los irlandeses, que asumo que tendrán más que decir en futuras entregas.
lunes, 3 de octubre de 2016
Jim Botón y los 13 Salvajes ("Jim Knopf und die Wilde 13"), de Michael Ende
Segunda parte e inevitable lectura de quien haya leído la magnífica primera parte, Jim Botón y Lucas el Maquinista., algo que acaba de ser mi caso.
¿Qué nos ofrece Ende en esta segunda parte? Pues un poco más de lo mismo que la primera: su fantasía desbordante y su capacidad para trasladarnos a mundos inventados incluso aunque tengan aspecto infantil. Claro que, como es una segunda parte, el mundo fantástico que nos presenta está un poco más "sobado", por lo que el atractivo de la novela disminuye levemente.
Para compensar, lo que tenemos es un final concluyente en toda regla, en que todos los cabos sueltos que habían quedado en la primera entrega, junto con los que se abren en esta segunda, quedan cerrados. Y cada uno de los personajes/héroes/monstruos ubicados en su sitio.
La novela tiene dos partes claramente diferenciadas. Si bien el objetivo del nuevo viaje de Lucas y Jim es descubrir el origen de éste a partir de la única pista disponible, ie, su relación desconocida con los llamados "Trece Salvajes", lo cierto es que Ende dedica la primera mitad del libro a otras tareas.
Así, Jim y Lukas se encuentran con una sirena y han de dedicarse a ayudar a la gente del mar a arreglar un imán del polo norte que posibilite la iluminación del fondo del mar. Esta parte está un poco desangelada (por ejemplo, solo transcurre en un mundo) y tampoco está claro que tenga mucho que ver con la trama principal. De hecho, nada de lo que sucede en ella tiene influencia relevante sobre la segunda parte.
Es en esta, cuando por fin los protagonistas se embarcan en la busca de los piratas que dan nombre al libro, cuando resurge con toda su fuerza la capacidad inventiva de Ende. En primer lugar, Ende nos cuenta la típica profecía incomprensible, tanto para lector (y no solo por estar en alemán) como para personajes, y a continuación empiezan a suceder los hechos que dan encaje a la misma. Desgraciadamente, no puedo decir mucho más sin sembrar el comentario de spoilers, o sea que no lo haré,
Hago fast-forward y me voy directamente al final del libro, donde tenemos la ceremonia de la boda de Jim con la princesa china (espero que nadie considere esto un spoiler, porque es obvio que el libro va a terminar bien). Esta ceremonia es espectacular en todos los sentidos y es cuando Ende lleva a lo más alto su visión fantástica y colorida. Todos los personajes participarán en ella con su granito de arena, en un marco incomparable, que dejar a finales de Star Wars a la altura del betún. Cuando la léais tratad de imaginar el conjunto de lo que está pasando y en su escenario. Magnífico colofón para este par de libros.
Solo me queda un comentario: ¿es el Dragón de la Sabiduría un precedente de Fujur, el inolvidable dragón de La Historia Interminable? Ah, y no perderse tampoco el momento en que Lukas inventa la "perpetua mobile".
¿Qué nos ofrece Ende en esta segunda parte? Pues un poco más de lo mismo que la primera: su fantasía desbordante y su capacidad para trasladarnos a mundos inventados incluso aunque tengan aspecto infantil. Claro que, como es una segunda parte, el mundo fantástico que nos presenta está un poco más "sobado", por lo que el atractivo de la novela disminuye levemente.
Para compensar, lo que tenemos es un final concluyente en toda regla, en que todos los cabos sueltos que habían quedado en la primera entrega, junto con los que se abren en esta segunda, quedan cerrados. Y cada uno de los personajes/héroes/monstruos ubicados en su sitio.
La novela tiene dos partes claramente diferenciadas. Si bien el objetivo del nuevo viaje de Lucas y Jim es descubrir el origen de éste a partir de la única pista disponible, ie, su relación desconocida con los llamados "Trece Salvajes", lo cierto es que Ende dedica la primera mitad del libro a otras tareas.
Así, Jim y Lukas se encuentran con una sirena y han de dedicarse a ayudar a la gente del mar a arreglar un imán del polo norte que posibilite la iluminación del fondo del mar. Esta parte está un poco desangelada (por ejemplo, solo transcurre en un mundo) y tampoco está claro que tenga mucho que ver con la trama principal. De hecho, nada de lo que sucede en ella tiene influencia relevante sobre la segunda parte.
Es en esta, cuando por fin los protagonistas se embarcan en la busca de los piratas que dan nombre al libro, cuando resurge con toda su fuerza la capacidad inventiva de Ende. En primer lugar, Ende nos cuenta la típica profecía incomprensible, tanto para lector (y no solo por estar en alemán) como para personajes, y a continuación empiezan a suceder los hechos que dan encaje a la misma. Desgraciadamente, no puedo decir mucho más sin sembrar el comentario de spoilers, o sea que no lo haré,
Hago fast-forward y me voy directamente al final del libro, donde tenemos la ceremonia de la boda de Jim con la princesa china (espero que nadie considere esto un spoiler, porque es obvio que el libro va a terminar bien). Esta ceremonia es espectacular en todos los sentidos y es cuando Ende lleva a lo más alto su visión fantástica y colorida. Todos los personajes participarán en ella con su granito de arena, en un marco incomparable, que dejar a finales de Star Wars a la altura del betún. Cuando la léais tratad de imaginar el conjunto de lo que está pasando y en su escenario. Magnífico colofón para este par de libros.
Solo me queda un comentario: ¿es el Dragón de la Sabiduría un precedente de Fujur, el inolvidable dragón de La Historia Interminable? Ah, y no perderse tampoco el momento en que Lukas inventa la "perpetua mobile".
jueves, 29 de septiembre de 2016
El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura
No sé muy bien que esperaba de la lectura de este libro y autor. Bueno, sí, esperaba alguna sorpresa, algún tipo de descubrimiento. No lo he encontrado: Padura es un escritor convencional, y esta novela es igualemente convencional, y encima muy larga.
En ella se nos cuentan, aparentemente, tres historias que confluyen: por un lado, la vida de Lieb Davidovich (ie, Trotski) tras ser desterrado por Stalin; por otro, la de su asesino, el español Ramón Mercader; y, en tercer lugar, la del supuesto narrador, un cubano que se tropieza con el segundo bajo una identidad falsa. Los tres personajes tienen en común, aparte de los evidentes hilos históricos entre los dos primeros, que aman a los perros, especialmente a los borzoi rusos.
La parte narrativa dedicada a Trotski es un verdadero tostón, en que se acumulan datos, hechos, viajes y encuentros, sobre las continúas e increiblemente constantes decepciones ante la actuación del líder soviético Stalin. Monótona en estilo y aburrida en el fondo, pues a estas alturas a nadie sorprenderán ninguna de las sucesivas traiciones/matanzas de Stalin, algo que asume de general conocimiento.
Algo más interesante resulte el relato de la vida de Ramón Mercader, aunque no mucho más. La mayor parte de las cosas en que se detiene el autor (como su relación con la madre Caridad o la novia África) son inconsecuentes, y solo cobra algo de interés su vida cuando se acerca a su victima y aparecen en él algo de dudas y remordimientos. También son de interés algunos de los eventos de la Guerra Civil española en que directa o indirectamente se ve involucrado.
Por último, la parte del narrador sí me ha resultado más curiosa, no tanto por su relación con los otros personajes, como por la descripción que en determinados momentos hace de las condiciones de vida en Cuba, algo sobre lo que no he leído mucho.
Con todo, la novela solo se mantiene interesante por la supuesta verdad oscura que en algún momento nos va a desvelar la narración, y por conocer qué relación o cómo va a afectar a la vida del narrador el descubrimiento de quién es realmente su contacto (ie, el propio Ramón Mercader). Por desgracia, ninguna de las expectativas se cumple. Respecto a la segunda, no ocurre realmente nada. Y respecto a la primera hay que detenerse algo más.
Porque resulta que la tal verdad oscura no es otra que los crímenes de Stalin y su traición a los ideales comunistas y hasta soviéticos. Menuda verdad oscura! Quizá lo fuera para un cubano en los años 70, pero desde luego ya no resulta chocante en la actualidad, por lo que el efecto shock se pierde completamente (al menos para alguien con un mínimo de cultura). Como tampoco Padura consigue que te involucres en la vida cubana de los 70, no se transmite bien el golpe moral que ello pudo suponer para el escritor. Así que la esencia del libro se pierde y todo queda en humo.
¿Todo? No todo. He dicho más atrás que era "aparente" lo que se nos contaba. Porque en la realidad el libro parece más bien una biografía de Stalin, quien es el verdadero protagonista del libro. Y aquí está la traición del autor al lector contemporáneo: al volcar todas las maldades del régimen en Stalin, hace refulgir la figura de Trotski como el buen líder para la causa comunista, que fue traicionada por el Montañés.
Parece darnos a entender el autor que el problema no es el sistema, sino las personas. Con Trotski al mando aquello hubiera funcionado, pero tuvimos la desgracia de que fuera un tipo sin escrúpulos como Stalin el que se hiciera con el control. Solo en un par de ocasiones parece apearse de esta idea el autor, una haciendo referencia a otros regímenes comunistas que tuvieron parecidas consecuencias (Camboya, China) (curiosamente, si bien describe la vida cotidiana en Cuba, no acaba de asignar las culpas a la persona o al régimen), y la otra cuando uno de los personajes afima respecto a Stalin que "Siempre fue el mismo, un hijo concebido por la política soviética, no un aborto de la maldad humana". Pero obsérvese que echa la culpa al régimen soviético, no al comunismo.
Cualquiera que haya leído a Hayek, a Mises o a tantos otros, y tenga un mínimo de cultura histórica, sabe que el comunismo es una catástrofe social, y que en ello coinciden los análisis teóricos y la experiencia histórica, incluida la más reciente (léase Venezuela). Así que tragarse un tomo a la mayor gloria del sistema a costa de cargar el desastre en personas concretas, no es algo que esté en condiciones de recomendar.
Por tanto, a menos que tengáis una gran curiosidad por la vida de Trotski o mediana por las condiciones de vida en Cuba, podéis prescindir de leer este largo libro.
En ella se nos cuentan, aparentemente, tres historias que confluyen: por un lado, la vida de Lieb Davidovich (ie, Trotski) tras ser desterrado por Stalin; por otro, la de su asesino, el español Ramón Mercader; y, en tercer lugar, la del supuesto narrador, un cubano que se tropieza con el segundo bajo una identidad falsa. Los tres personajes tienen en común, aparte de los evidentes hilos históricos entre los dos primeros, que aman a los perros, especialmente a los borzoi rusos.
La parte narrativa dedicada a Trotski es un verdadero tostón, en que se acumulan datos, hechos, viajes y encuentros, sobre las continúas e increiblemente constantes decepciones ante la actuación del líder soviético Stalin. Monótona en estilo y aburrida en el fondo, pues a estas alturas a nadie sorprenderán ninguna de las sucesivas traiciones/matanzas de Stalin, algo que asume de general conocimiento.
Algo más interesante resulte el relato de la vida de Ramón Mercader, aunque no mucho más. La mayor parte de las cosas en que se detiene el autor (como su relación con la madre Caridad o la novia África) son inconsecuentes, y solo cobra algo de interés su vida cuando se acerca a su victima y aparecen en él algo de dudas y remordimientos. También son de interés algunos de los eventos de la Guerra Civil española en que directa o indirectamente se ve involucrado.
Por último, la parte del narrador sí me ha resultado más curiosa, no tanto por su relación con los otros personajes, como por la descripción que en determinados momentos hace de las condiciones de vida en Cuba, algo sobre lo que no he leído mucho.
Con todo, la novela solo se mantiene interesante por la supuesta verdad oscura que en algún momento nos va a desvelar la narración, y por conocer qué relación o cómo va a afectar a la vida del narrador el descubrimiento de quién es realmente su contacto (ie, el propio Ramón Mercader). Por desgracia, ninguna de las expectativas se cumple. Respecto a la segunda, no ocurre realmente nada. Y respecto a la primera hay que detenerse algo más.
Porque resulta que la tal verdad oscura no es otra que los crímenes de Stalin y su traición a los ideales comunistas y hasta soviéticos. Menuda verdad oscura! Quizá lo fuera para un cubano en los años 70, pero desde luego ya no resulta chocante en la actualidad, por lo que el efecto shock se pierde completamente (al menos para alguien con un mínimo de cultura). Como tampoco Padura consigue que te involucres en la vida cubana de los 70, no se transmite bien el golpe moral que ello pudo suponer para el escritor. Así que la esencia del libro se pierde y todo queda en humo.
¿Todo? No todo. He dicho más atrás que era "aparente" lo que se nos contaba. Porque en la realidad el libro parece más bien una biografía de Stalin, quien es el verdadero protagonista del libro. Y aquí está la traición del autor al lector contemporáneo: al volcar todas las maldades del régimen en Stalin, hace refulgir la figura de Trotski como el buen líder para la causa comunista, que fue traicionada por el Montañés.
Parece darnos a entender el autor que el problema no es el sistema, sino las personas. Con Trotski al mando aquello hubiera funcionado, pero tuvimos la desgracia de que fuera un tipo sin escrúpulos como Stalin el que se hiciera con el control. Solo en un par de ocasiones parece apearse de esta idea el autor, una haciendo referencia a otros regímenes comunistas que tuvieron parecidas consecuencias (Camboya, China) (curiosamente, si bien describe la vida cotidiana en Cuba, no acaba de asignar las culpas a la persona o al régimen), y la otra cuando uno de los personajes afima respecto a Stalin que "Siempre fue el mismo, un hijo concebido por la política soviética, no un aborto de la maldad humana". Pero obsérvese que echa la culpa al régimen soviético, no al comunismo.
Cualquiera que haya leído a Hayek, a Mises o a tantos otros, y tenga un mínimo de cultura histórica, sabe que el comunismo es una catástrofe social, y que en ello coinciden los análisis teóricos y la experiencia histórica, incluida la más reciente (léase Venezuela). Así que tragarse un tomo a la mayor gloria del sistema a costa de cargar el desastre en personas concretas, no es algo que esté en condiciones de recomendar.
Por tanto, a menos que tengáis una gran curiosidad por la vida de Trotski o mediana por las condiciones de vida en Cuba, podéis prescindir de leer este largo libro.
domingo, 25 de septiembre de 2016
El último reino ("The Last Kingdom"), de Bernard Cornwell
Llego a este autor y esta serie de novelas históricas gracias a la serie homónima, a la que a su vez llegué siguiendo la serie "Vikingos". En esta serie se nos cuenta la resistencia y eventual triunfo del reino de Wessex a las invasiones vikingas que sufrió Gran Bretaña en el siglo IX. Esta resistencia dio lugar a la posterior unificación de los diversos reinos preexistentes en lo Engaland, nombre que no es difícil imaginar que terminó en la actual England.
El protagonista de la serie es un personaje de ficción, Uhtred, hijo de Uhtred, y nieto de Uhtred, al que el autor otorga el señorío del actual castillo de Bamburgh. Sin embargo, el verdadero protagonista de la historia es el rey Alfred, nos informa el autor, Alfred el Grande, quien tuvo la capacidad de resistir la invasión, y la visión para unificar los reinos preexistentes (North Umbria, Mercia, East Anglia y, por supuesto, Wessex) en uno solo. La ventaja de usar Uhtred como protagonista es que facilita mucho la narrativa de ambas partes involucradas en la contienda, pues pasa de un bando a otro con relativa facilidad, aunque nunca como traidor, sino como prisionero o amigo.
No me detendré demasiado en los sucesos contados en esta primera entrega de las, nada más y nada menos, nueve de que consta la serie. En esta primera parte se nos cuenta cómo empieza la invasión vikinga y cómo rápidamente se hacen con todos los demás reinos de la isla, y preparan la invasión de Wessex. Esta fracasará, en parte gracias a la suerte (o el destino), y cuando finaliza la novela nos encontramos con Uhtred habiendo derrotado a Ubbu, uno de los grandes jefes vikingos en la batalla del valle de Pedreda. (Por cierto, Cornwell nos informa de que nunca les llamaron vikingos en la época, sino simplemente Danes).
Visto esto, voy a lo que más me interesa, que son las numerosas reflexiones que aparecen en la novela sobre la comparativa de religiones, y también sobre las costumbres en la época. Aunque el estilo narrativo es ciertamente tosco, como corresponde al supuesto narrador, Uhtred, de gran agudeza e inteligencia pero poco interesado en las letras, las reflexiones formuladas son de gran interés, y llamativas por las tosquedad con que son formuladas.
Son constantes las puyas que Uhtred mete contra el Dios cristiano, al que está constantemente poniendo a prueba para justificar la descreencia de los daneses y la suya propia. En muchos casos, el puyazo es encima irónico y divertido, y se hace con una ingenuidad solo aparente. Uno de los momentos culminantes es cuando los vikingos, habiendo atrapado al rey de Mercia, ven en una de las pinturas de la iglesia el martirio de San Sebastian (que, como es sabido, murió asaeteado). El jefe vikingo pide que le expliquen lo descrito en el cuadro, algo que es diligentemente contado por uno de los monjes que acompañan al rey.
Claro: el jefe vikingo que inicialmente iba a perdonar la vida de su rival, se ve acuciado por la curiosidad de ver si podría pasar lo mismo esta vez. Y llegan al acuerdo; tirarán flechas contra el rey y si éste es salvado por el Dios cristiano, se convertirán los daneses a tan poderoso aliado. Los titubeos del rey resultan palpables ante el giro de los acontecimientos, y poco pueden ser atenuados por las afirmaciones tranquilizadoras de los monjes. El resultado es el que ya se puede imaginar, aderezado por las carcajadas de los daneses.
El otro punto culminante del debate ocurre a borde de un barco en una fiera tormenta en que perece la mitad de la flota vikinga. Entonces, el monje acompañante de Uhtred le pregunta quién es el dios del mar para los vikingos. Y, recibida la respuesta, le pide a Uhtred que le rece para que les salve, y que el hará lo mismo con el Dios cristiano.
En cuanto al tema de leyes y costumbres, el tema está menos presente, pero sí aparecen algunas ideas de interés. Por ejemplo, ¿qué ocurre con la costumbre inglesa en terreno danés? Uno de los personajes afirma que bajo dominio inglés, estaba claro, por ejemplo, cómo se penalizaba el asesinato de una persona (y describe la costumbre de la época). Sin embargo. ¿qué ocurre con los asesinados por los daneses, que no se rigen por la misma costumbre?
Dos aspectos más de interés. Primero, el detalle con que Cornwell describe combates y batallas, no en cuanto a su disposición estratégica (que carece de las sutilezas de los enfrentamientos romanos, por ejemplo), sino en cuanto al comportamiento de las personas en estos eventos. Digo que la estrategia no es muy sutil, porque básicamente se resume en usar adecuadamente lo que llaman el "muro de escudos", y poco más.
El segundo aspecto es la omnipresencia de restos romanos y la sensación que estos causan en los protagonistas. Ya son varios siglos tras la caída del imperio, y los restos de aquellas obras cobran tintes cuasi míticos entre las personas del siglo IX. De hecho, las pocas construcciones de piedra que encuentran suelen ser ruinas de edificaciones romanas, algo que muchos de ellos no son capaces de entender cómo se pudo hacer. Ello muestra la caída en calidad de vida que supuso el final de dicha sociedad, y es un aviso a navegantes de lo (relativamente) fácil que puede ser caer en condiciones de vida cuando una forma de sociedad se destruye.
O, dicho de otra forma, que si seguimos jugando con fuego, igual Mad Max no es tan imposible, porque al fin y al cabo, los ingleses del siglo IX no eran muy distintos a Mad Max al ver los restos de la civilización romana, de la que supongo que nadie pensó que se podría caer.
Comienzo la segunda entrega de la serie: The Pale Horseman.
El protagonista de la serie es un personaje de ficción, Uhtred, hijo de Uhtred, y nieto de Uhtred, al que el autor otorga el señorío del actual castillo de Bamburgh. Sin embargo, el verdadero protagonista de la historia es el rey Alfred, nos informa el autor, Alfred el Grande, quien tuvo la capacidad de resistir la invasión, y la visión para unificar los reinos preexistentes (North Umbria, Mercia, East Anglia y, por supuesto, Wessex) en uno solo. La ventaja de usar Uhtred como protagonista es que facilita mucho la narrativa de ambas partes involucradas en la contienda, pues pasa de un bando a otro con relativa facilidad, aunque nunca como traidor, sino como prisionero o amigo.
No me detendré demasiado en los sucesos contados en esta primera entrega de las, nada más y nada menos, nueve de que consta la serie. En esta primera parte se nos cuenta cómo empieza la invasión vikinga y cómo rápidamente se hacen con todos los demás reinos de la isla, y preparan la invasión de Wessex. Esta fracasará, en parte gracias a la suerte (o el destino), y cuando finaliza la novela nos encontramos con Uhtred habiendo derrotado a Ubbu, uno de los grandes jefes vikingos en la batalla del valle de Pedreda. (Por cierto, Cornwell nos informa de que nunca les llamaron vikingos en la época, sino simplemente Danes).
Visto esto, voy a lo que más me interesa, que son las numerosas reflexiones que aparecen en la novela sobre la comparativa de religiones, y también sobre las costumbres en la época. Aunque el estilo narrativo es ciertamente tosco, como corresponde al supuesto narrador, Uhtred, de gran agudeza e inteligencia pero poco interesado en las letras, las reflexiones formuladas son de gran interés, y llamativas por las tosquedad con que son formuladas.
Son constantes las puyas que Uhtred mete contra el Dios cristiano, al que está constantemente poniendo a prueba para justificar la descreencia de los daneses y la suya propia. En muchos casos, el puyazo es encima irónico y divertido, y se hace con una ingenuidad solo aparente. Uno de los momentos culminantes es cuando los vikingos, habiendo atrapado al rey de Mercia, ven en una de las pinturas de la iglesia el martirio de San Sebastian (que, como es sabido, murió asaeteado). El jefe vikingo pide que le expliquen lo descrito en el cuadro, algo que es diligentemente contado por uno de los monjes que acompañan al rey.
Claro: el jefe vikingo que inicialmente iba a perdonar la vida de su rival, se ve acuciado por la curiosidad de ver si podría pasar lo mismo esta vez. Y llegan al acuerdo; tirarán flechas contra el rey y si éste es salvado por el Dios cristiano, se convertirán los daneses a tan poderoso aliado. Los titubeos del rey resultan palpables ante el giro de los acontecimientos, y poco pueden ser atenuados por las afirmaciones tranquilizadoras de los monjes. El resultado es el que ya se puede imaginar, aderezado por las carcajadas de los daneses.
El otro punto culminante del debate ocurre a borde de un barco en una fiera tormenta en que perece la mitad de la flota vikinga. Entonces, el monje acompañante de Uhtred le pregunta quién es el dios del mar para los vikingos. Y, recibida la respuesta, le pide a Uhtred que le rece para que les salve, y que el hará lo mismo con el Dios cristiano.
En cuanto al tema de leyes y costumbres, el tema está menos presente, pero sí aparecen algunas ideas de interés. Por ejemplo, ¿qué ocurre con la costumbre inglesa en terreno danés? Uno de los personajes afirma que bajo dominio inglés, estaba claro, por ejemplo, cómo se penalizaba el asesinato de una persona (y describe la costumbre de la época). Sin embargo. ¿qué ocurre con los asesinados por los daneses, que no se rigen por la misma costumbre?
Dos aspectos más de interés. Primero, el detalle con que Cornwell describe combates y batallas, no en cuanto a su disposición estratégica (que carece de las sutilezas de los enfrentamientos romanos, por ejemplo), sino en cuanto al comportamiento de las personas en estos eventos. Digo que la estrategia no es muy sutil, porque básicamente se resume en usar adecuadamente lo que llaman el "muro de escudos", y poco más.
El segundo aspecto es la omnipresencia de restos romanos y la sensación que estos causan en los protagonistas. Ya son varios siglos tras la caída del imperio, y los restos de aquellas obras cobran tintes cuasi míticos entre las personas del siglo IX. De hecho, las pocas construcciones de piedra que encuentran suelen ser ruinas de edificaciones romanas, algo que muchos de ellos no son capaces de entender cómo se pudo hacer. Ello muestra la caída en calidad de vida que supuso el final de dicha sociedad, y es un aviso a navegantes de lo (relativamente) fácil que puede ser caer en condiciones de vida cuando una forma de sociedad se destruye.
O, dicho de otra forma, que si seguimos jugando con fuego, igual Mad Max no es tan imposible, porque al fin y al cabo, los ingleses del siglo IX no eran muy distintos a Mad Max al ver los restos de la civilización romana, de la que supongo que nadie pensó que se podría caer.
Comienzo la segunda entrega de la serie: The Pale Horseman.
sábado, 24 de septiembre de 2016
Jim Botón y Lucas el Maquinista ("Jim Knopf und Lukas der Lokomotivführer"), de Michael Ende
Otra lectura de Michael Ende y otra estupenda sorpresa. El autor de La Historia Interminable es un magnífico y sobre todo muy imaginativo escritor, e incluso sus obras más puramente infantiles merecen la pena, aunque uno ya sea adulto. Por supuesto, Jim Knopf no alcanza las cotas de sus obras más sobresalientes, pero aún así es una novelita muy bien contada y entrelazada.
Y es que Ende es un escritor de una imaginación con poco parangón. Es difícil encontrar escritores, en general, que sean capaces de mostrar esta prodigiosa capacidad creativa, que te atrapa sobre todo por su originalidad y consistencia. Este libro tiene en sí todos los ingredientes de su obra más conocida, pues lo que nos cuenta es el viaje de los dos héroes que le dan título en pos de una princesita. Y para ello, como es fácil adivinar, tendrás que atravesar territorios exóticos y diversos, en muchos casos no exentos de peligro.
El premio les aguarda en la ciudad de los Drachen (Dragones, quizá), de la que a su vez tendrán que ingeniárselas para escapar. Como muestra de esta imaginación, decir tan solo que esta ciudad está compuesta por cráteres de diversos tamaños, cada uno de ellos habitado por un dragón.
Una cosa que me encanta de Ende es su respecto por sus lectores, por muy infantiles que sean. Sus historias están perfectamente ensambladas, todo lo que ocurre tiene un por qué y un efecto, y ninguna de las piezas queda sin encontrar su hueco (aunque algunas lo harán sin duda en la segunda parte de la historia, que ya estoy leyendo, al menos eso espero). Eso no siempre ocurre en la literatura infantil, y sin ir más lejos tenemos un ejemplo en Harry Potter. Quien lea el primero de los libros encontrará montones de sinsentidos, empezando por los partidos de Quidditch, Justo es decir que a partir del segundo, la cosa mejora notablemente, pero valga como ejemplo.
Entre los hallazgos que Ende nos proporciona en este libro cabe destacar Tur Tur. Se trata de un tipo cuyo tamaño crece cuando nos alejamos de él, al contrario de lo que ocurre con todas las cosas y personas, cuyo "tamaño" decrece conforme lo vemos de más lejos. La interacción de Jim y Lukas con Tur Tur es sumamente divertida.
Y también me ha gustado mucho el reino de Mandala, donde los individuos van en grupos de personas decrecientes, a los que Ende llama Kinderkinder, o niños de niños.
Por supuesto, no hay que olvidar al tercer gran protagonista de la historia, la locomotora Emma, quien, precursora de los ferrocarriles de Legend of Zelda o de la película El viaje de Chihiro, es capaz de viajar por el mar, eso sí, tras un buen calafateado.
Este libro, que yo siempre había tratado como mero cuento, tanto por título en español (Jim Botón, a veces la literalidad en la traducción no es aconsejable) como formato de publicación, es realmente un magnífico libro de aventuras, recomendable para todo tipo de público. Y además, razonable de leer en alemán, con lo que la satisfacción para mí es doble. Hala, veamos ahora qué pasa con los 13 salvajes.
Y es que Ende es un escritor de una imaginación con poco parangón. Es difícil encontrar escritores, en general, que sean capaces de mostrar esta prodigiosa capacidad creativa, que te atrapa sobre todo por su originalidad y consistencia. Este libro tiene en sí todos los ingredientes de su obra más conocida, pues lo que nos cuenta es el viaje de los dos héroes que le dan título en pos de una princesita. Y para ello, como es fácil adivinar, tendrás que atravesar territorios exóticos y diversos, en muchos casos no exentos de peligro.
El premio les aguarda en la ciudad de los Drachen (Dragones, quizá), de la que a su vez tendrán que ingeniárselas para escapar. Como muestra de esta imaginación, decir tan solo que esta ciudad está compuesta por cráteres de diversos tamaños, cada uno de ellos habitado por un dragón.
Una cosa que me encanta de Ende es su respecto por sus lectores, por muy infantiles que sean. Sus historias están perfectamente ensambladas, todo lo que ocurre tiene un por qué y un efecto, y ninguna de las piezas queda sin encontrar su hueco (aunque algunas lo harán sin duda en la segunda parte de la historia, que ya estoy leyendo, al menos eso espero). Eso no siempre ocurre en la literatura infantil, y sin ir más lejos tenemos un ejemplo en Harry Potter. Quien lea el primero de los libros encontrará montones de sinsentidos, empezando por los partidos de Quidditch, Justo es decir que a partir del segundo, la cosa mejora notablemente, pero valga como ejemplo.
Entre los hallazgos que Ende nos proporciona en este libro cabe destacar Tur Tur. Se trata de un tipo cuyo tamaño crece cuando nos alejamos de él, al contrario de lo que ocurre con todas las cosas y personas, cuyo "tamaño" decrece conforme lo vemos de más lejos. La interacción de Jim y Lukas con Tur Tur es sumamente divertida.
Y también me ha gustado mucho el reino de Mandala, donde los individuos van en grupos de personas decrecientes, a los que Ende llama Kinderkinder, o niños de niños.
Por supuesto, no hay que olvidar al tercer gran protagonista de la historia, la locomotora Emma, quien, precursora de los ferrocarriles de Legend of Zelda o de la película El viaje de Chihiro, es capaz de viajar por el mar, eso sí, tras un buen calafateado.
Este libro, que yo siempre había tratado como mero cuento, tanto por título en español (Jim Botón, a veces la literalidad en la traducción no es aconsejable) como formato de publicación, es realmente un magnífico libro de aventuras, recomendable para todo tipo de público. Y además, razonable de leer en alemán, con lo que la satisfacción para mí es doble. Hala, veamos ahora qué pasa con los 13 salvajes.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
Billar a las nueve y media ("Billard um Halbzehn"), de Heinrich Böll
Para mí, leer en alemán es un reto: en muchos casos, voy superándolo con cierta soltura, y a ello contribuye la selección de lecturas. de dificultad creciente. Leer a Heinrich Böll en alemán, es un reto bastante más difícil que otras lecturas, y quizá inalcanzable para mí... de momento.
Es el tercer libro que leo del autor, tras las Opiniones de un Payaso y El honor perdido de Katharina Bloom. Y es el tercer libro que disfruto, que me gusta, y con el que me queda la clara sensación de no haberme enterado de casi nada. Qué triste lo mío.
Böll utiliza un vocabulario relativamente sencillo, por lo que el problema no es de diccionario. Tampoco son complejas las estructuras sintácticas que usa, nada que vez con las frases eternas de Kafka, por ejemplo. Y, sin embargo, su forma de escribir, hace difícil entenderlo, más si no tienes 100% de confianza en el lenguaje, como aún me ocurre con el alemán.
Con Opiniones de un Payaso, que leí el verano pasado, me lo pasé bien, pero fui consciente de que no me enteraba de muchas de las humaradas del narrador. De Katharine Bloom, apenas me enteré de la historia, que está contada de forma muy enrevesada. El problema de Billard es que cambia de narrador y estilo en cada capítulo, por lo que si vas renqueando en alemán, los cambios de forma de contar las cosas, a lo mejos las mismas, hacen que te pierdas. Si a ello añadimos que no hay una narración ordenada, sino muy subjetiva de los acontecimientos (nunca había leído un libro en que se usa tanto la segunda persona por parte de los sucesivos narradores), los mimbres para perderse quedan dispuestos.
La historia orbita en torno a tres generaciones de la familia Fähmel, con un acontecimiento central que estructura la narración: la construcción de la abadía de San Anton por el abuelo, y la demolición de la misma por su hijo durante la guerra. En torno a estos acontecimientos, cada uno de los narradores nos cuenta sus vivencias y sus afectos, sus sufrimientos y sus visiones.
El estilo de Böll en este libro es algo similar al de Javier Marias, al menos en algunos de los narradores: esa presentación de frases-temas y esa repetición, entrelazado de los mismos. Para el lector en alemán, ello facilita la adquisición de vocabulario, al mismo tiempo que complica enormemente la comprensión de lo que se está contando.
Creo que sería injusto que recomendara o desaconsejara el libro, pues no lo he entendido bien y estoy seguro de que hay muchas cosas que se me han escapado, algunas fundamentales para el devenir de la historia. Es el precio que hay que pagar para ir aprendiendo. Por ejemplo, tras leer algunos resúmenes para testear cuán perdido he estado, he descubierto que una expresión que se usa constantemente "von Sakrament des Buffels zu essen" y que me tenía completamente despistado, en realidad es una metáfora para referirse a la pertenencia o no al partido Nazi. Pero, vamos, eso no tiene que ver con el alemán, lo podían haber explicado con una nota al pie.
Seguiremos intentándolo...
Es el tercer libro que leo del autor, tras las Opiniones de un Payaso y El honor perdido de Katharina Bloom. Y es el tercer libro que disfruto, que me gusta, y con el que me queda la clara sensación de no haberme enterado de casi nada. Qué triste lo mío.
Böll utiliza un vocabulario relativamente sencillo, por lo que el problema no es de diccionario. Tampoco son complejas las estructuras sintácticas que usa, nada que vez con las frases eternas de Kafka, por ejemplo. Y, sin embargo, su forma de escribir, hace difícil entenderlo, más si no tienes 100% de confianza en el lenguaje, como aún me ocurre con el alemán.
Con Opiniones de un Payaso, que leí el verano pasado, me lo pasé bien, pero fui consciente de que no me enteraba de muchas de las humaradas del narrador. De Katharine Bloom, apenas me enteré de la historia, que está contada de forma muy enrevesada. El problema de Billard es que cambia de narrador y estilo en cada capítulo, por lo que si vas renqueando en alemán, los cambios de forma de contar las cosas, a lo mejos las mismas, hacen que te pierdas. Si a ello añadimos que no hay una narración ordenada, sino muy subjetiva de los acontecimientos (nunca había leído un libro en que se usa tanto la segunda persona por parte de los sucesivos narradores), los mimbres para perderse quedan dispuestos.
La historia orbita en torno a tres generaciones de la familia Fähmel, con un acontecimiento central que estructura la narración: la construcción de la abadía de San Anton por el abuelo, y la demolición de la misma por su hijo durante la guerra. En torno a estos acontecimientos, cada uno de los narradores nos cuenta sus vivencias y sus afectos, sus sufrimientos y sus visiones.
El estilo de Böll en este libro es algo similar al de Javier Marias, al menos en algunos de los narradores: esa presentación de frases-temas y esa repetición, entrelazado de los mismos. Para el lector en alemán, ello facilita la adquisición de vocabulario, al mismo tiempo que complica enormemente la comprensión de lo que se está contando.
Creo que sería injusto que recomendara o desaconsejara el libro, pues no lo he entendido bien y estoy seguro de que hay muchas cosas que se me han escapado, algunas fundamentales para el devenir de la historia. Es el precio que hay que pagar para ir aprendiendo. Por ejemplo, tras leer algunos resúmenes para testear cuán perdido he estado, he descubierto que una expresión que se usa constantemente "von Sakrament des Buffels zu essen" y que me tenía completamente despistado, en realidad es una metáfora para referirse a la pertenencia o no al partido Nazi. Pero, vamos, eso no tiene que ver con el alemán, lo podían haber explicado con una nota al pie.
Seguiremos intentándolo...
lunes, 12 de septiembre de 2016
El almuerzo desnudo ("Naked Lunch"), de W.S. Burroughs
Ya anticipaba en la entrada sobre "Las ventajas de ser un marginado" que este libro había entrado en mi lista de futuras lecturas. Y aprovechando la curiosidad y ser una obra relativamente breve, ya me he aventurado en su lectura. En mala hora.
Al protagonista del libro de Chbosky, al marginado, el libro se le hace incomprensible al principio, pero al final da a entender que le ha gustado. A mí me pasó un poco al contrario: el prefacio promete un libro que puede ser interesante, pero rápidamente, en cuanto empieza, se transforma en una verdadera pesadilla desagradable, inconexa, infumable y... prescindible.
En el prefacio el autor nos confiesa su adicción a determinadas sustancias, y nos habla casi científicamente de la diferencia entre drogas que causan adicción física, y otras que no, aunque sí creen dependencia por el placer que proporcionan. Esta parte es interesante, así como la confesión de que este libro es como "Naked lunch", la comida desnuda que tenemos en la punta del tenedor justo antes de llevárnosla a la boca y en la que se ve tal cual es. Por cierto, si el traductor del título hubiera leído esta pequeña reflexión, supongo que no lo hubiera traducido de la forma que se hizo.
A partir de aquí entramos en una serie de escenas inconexas a cual más depravada, en la que son constantes las sodomías y actos sexuales aún más violentos, a poder ser con participación de niños, eso sí, sin distingos de razas o nacionalidades. Todos los protagonistas de esta pesadilla hacen cosas por el estilo, o no se sabe, o no se sabe siquiera si son protagonistas. Determinados nombres aparecen varias veces a lo largo de la narración, aunque no podría asegurar si son los mismos individuos.
Las cosas ocurren en distintos países y ciudades del mundo, pero sin continuidad. La sensación constante en la lectura es que no sabes por qué estás leyendo lo que estás leyendo, ni adónde vas ni de dónde vienes. Y eso que hay veces que pareces "sincronizar" y parece haber alguna historia, hasta que cinco minutos después te das cuenta de que no sabes cómo has llegado al nuevo sitio desde que sincronizaste.
En todo caso, el autor confiesa, de forma explícita al final, que son cosas que escribía bajo el efecto de las drogas, y que esa debe de ser la causalidad en ese mundo. De hecho, el hombre parece haber experimentado sobre sí mismo numerosos tratamientos y combinaciones para ver qué daban de sí. Y también hay que reconocerle que se pronuncia claramente en contra del consumo de estas sustancias, contra el cual pretende que esta "Comida desnuda" sea un disuasor.
Pese a todo, lo siento, me ha parecido basura ilegible: no la recomendaría en ningún caso, y no la volvería a leer, ni al autor le daría otra oportunidad. Con todo, os dejo una frase del libro, que espero corresponda a un momento de más lucidez que de colocón:
"Bureaus cannot live without a host, being true parasitic organisms (A cooperative on the other hand can live without the state. That is the road to follow. The building up of independent units to meet needs of the people who participate in the functioning of the unit. A bureau operates on opposite principle of inventing needs to justify its existence.) Bureaucracy is wrong as a cancer, a turning away from the human evolutionary direction of infinite potentials and differentiation and independent spontaneous action, to the complete parasitism of a virus"
Ni Mises, vamos.
Al protagonista del libro de Chbosky, al marginado, el libro se le hace incomprensible al principio, pero al final da a entender que le ha gustado. A mí me pasó un poco al contrario: el prefacio promete un libro que puede ser interesante, pero rápidamente, en cuanto empieza, se transforma en una verdadera pesadilla desagradable, inconexa, infumable y... prescindible.
En el prefacio el autor nos confiesa su adicción a determinadas sustancias, y nos habla casi científicamente de la diferencia entre drogas que causan adicción física, y otras que no, aunque sí creen dependencia por el placer que proporcionan. Esta parte es interesante, así como la confesión de que este libro es como "Naked lunch", la comida desnuda que tenemos en la punta del tenedor justo antes de llevárnosla a la boca y en la que se ve tal cual es. Por cierto, si el traductor del título hubiera leído esta pequeña reflexión, supongo que no lo hubiera traducido de la forma que se hizo.
A partir de aquí entramos en una serie de escenas inconexas a cual más depravada, en la que son constantes las sodomías y actos sexuales aún más violentos, a poder ser con participación de niños, eso sí, sin distingos de razas o nacionalidades. Todos los protagonistas de esta pesadilla hacen cosas por el estilo, o no se sabe, o no se sabe siquiera si son protagonistas. Determinados nombres aparecen varias veces a lo largo de la narración, aunque no podría asegurar si son los mismos individuos.
Las cosas ocurren en distintos países y ciudades del mundo, pero sin continuidad. La sensación constante en la lectura es que no sabes por qué estás leyendo lo que estás leyendo, ni adónde vas ni de dónde vienes. Y eso que hay veces que pareces "sincronizar" y parece haber alguna historia, hasta que cinco minutos después te das cuenta de que no sabes cómo has llegado al nuevo sitio desde que sincronizaste.
En todo caso, el autor confiesa, de forma explícita al final, que son cosas que escribía bajo el efecto de las drogas, y que esa debe de ser la causalidad en ese mundo. De hecho, el hombre parece haber experimentado sobre sí mismo numerosos tratamientos y combinaciones para ver qué daban de sí. Y también hay que reconocerle que se pronuncia claramente en contra del consumo de estas sustancias, contra el cual pretende que esta "Comida desnuda" sea un disuasor.
Pese a todo, lo siento, me ha parecido basura ilegible: no la recomendaría en ningún caso, y no la volvería a leer, ni al autor le daría otra oportunidad. Con todo, os dejo una frase del libro, que espero corresponda a un momento de más lucidez que de colocón:
"Bureaus cannot live without a host, being true parasitic organisms (A cooperative on the other hand can live without the state. That is the road to follow. The building up of independent units to meet needs of the people who participate in the functioning of the unit. A bureau operates on opposite principle of inventing needs to justify its existence.) Bureaucracy is wrong as a cancer, a turning away from the human evolutionary direction of infinite potentials and differentiation and independent spontaneous action, to the complete parasitism of a virus"
Ni Mises, vamos.
miércoles, 31 de agosto de 2016
Harry Potter y el Niño Maldito ("Harry Potter and the Cursed Child"), de J.K. Rowling
Está claro que Rowling no se ha cansado de Harry Potter, y está dispuesta a darnos la oportunidad de conocer sus aventuras y desventuras en todos los formatos imaginables. Justo cuando uno ya pensaba que la saga estaba enterrada, con Miss Rowling dedicada a novelas para adultos (véase de The Casual Vacancy, de la que han hecho incluso una miniserie), nos encontramos de vuelta con Harry Potter en esta obra de teatro, y en algunas otras iniciativas de la señora.
Lo cierto es que tras leer The Casual Vacancy, pensé que esta obra de teatro cogería los personajes de Harry Potter, ya adultos, para darnos algún tipo de obra más madura. Afortunada (o desgraciada) mente no es así. La nueva obra de Rowling es una continuación de las aventuras de Harry Potter con su mismo saborcillo, solo que contada en forma de pieza de teatro, algo que además funciona sorprendentemente bien. Y digo sorprendentemente, porque las novelas de Harry Potter no son precisamente sencillas en cuanto a escenografía y efectos y demás, lo que se resuelve fácilmente en una novela con las descripciones, pero no así en una obra de teatro.
Por lo demás, Rowling se adentra en un terreno de magia que no había explorado en los libros de la saga. En efecto, la trama tiene que ver con viajes en el tiempo, y efectos de las acciones de los viajeros sobre el futuro, Esto le permite a la autora meter en la obra a todos los personajes que protagonizaron la saga, incluso a aquellos muertos, como... vale, no lo digo.
Es cierto que el tema es complicado y se las trae, y más si lo tienes que presentar en una obra de teatro. En la primera parte de la historia está francamente bien tratado, de una forma muy verosímil. Los viajeros realizan su acción y se despiertan en el mundo alternativo consecuencia de sus acciones, de lo que no son conscientes nada más llegar, pero que van descubriendo conforme hablan con unos y otros.
Sin embargo, esta brillantez se deshace en la segunda parte, donde los malos de la historia tratan de aprovecharse de lo descubierto y contado al espectador en la primera parte. Aquí las incoherencias son bastante graves y ponen en tela de juicio la propia trama argumental, No puedo ser más explícito sin meter spoilers, pero es evidente de que el mero hecho de que esté pasando lo que está pasando revela que el final de la aventura es positivo, lo que le quita todo el suspense.
La historia está trufada de aventuras típicamente potterianas, y casi todos los personajes de la saga aparecen de una u otra forma. No estamos, como dije, ante una obra para adultos, no hay reflexiones profundas ni nada por el estilo, solo Harry Potter en vena, lo que ya está bien, no es crítica. Cuando Rowling trata de ponerse filosófica, sobre todo en la boca de Harry Potter padre, lo único que hace es ralentizar la acción y perderse en pensamientos de poca enjundia.
Por cierto: leyendo la obra parece imposible que se pueda llevar a escena. Y, sin embargo, sí se ha hecho. Seguro que es un espectáculo digno de verse. Me pregunto cómo quedará la escena en la biblioteca de Hermione.
Ya sé que sería inútil no recomendar su lectura a un fan de Harry Potter o simplemente a un lector de la saga, Afortunadamente, el libro está lo suficientemente bien como para poder recomendarlo en todo caso, aunque creo que quién no haya leído la saga o visto las pelis no se enterará de demasiado.
Lo cierto es que tras leer The Casual Vacancy, pensé que esta obra de teatro cogería los personajes de Harry Potter, ya adultos, para darnos algún tipo de obra más madura. Afortunada (o desgraciada) mente no es así. La nueva obra de Rowling es una continuación de las aventuras de Harry Potter con su mismo saborcillo, solo que contada en forma de pieza de teatro, algo que además funciona sorprendentemente bien. Y digo sorprendentemente, porque las novelas de Harry Potter no son precisamente sencillas en cuanto a escenografía y efectos y demás, lo que se resuelve fácilmente en una novela con las descripciones, pero no así en una obra de teatro.
Por lo demás, Rowling se adentra en un terreno de magia que no había explorado en los libros de la saga. En efecto, la trama tiene que ver con viajes en el tiempo, y efectos de las acciones de los viajeros sobre el futuro, Esto le permite a la autora meter en la obra a todos los personajes que protagonizaron la saga, incluso a aquellos muertos, como... vale, no lo digo.
Es cierto que el tema es complicado y se las trae, y más si lo tienes que presentar en una obra de teatro. En la primera parte de la historia está francamente bien tratado, de una forma muy verosímil. Los viajeros realizan su acción y se despiertan en el mundo alternativo consecuencia de sus acciones, de lo que no son conscientes nada más llegar, pero que van descubriendo conforme hablan con unos y otros.
Sin embargo, esta brillantez se deshace en la segunda parte, donde los malos de la historia tratan de aprovecharse de lo descubierto y contado al espectador en la primera parte. Aquí las incoherencias son bastante graves y ponen en tela de juicio la propia trama argumental, No puedo ser más explícito sin meter spoilers, pero es evidente de que el mero hecho de que esté pasando lo que está pasando revela que el final de la aventura es positivo, lo que le quita todo el suspense.
La historia está trufada de aventuras típicamente potterianas, y casi todos los personajes de la saga aparecen de una u otra forma. No estamos, como dije, ante una obra para adultos, no hay reflexiones profundas ni nada por el estilo, solo Harry Potter en vena, lo que ya está bien, no es crítica. Cuando Rowling trata de ponerse filosófica, sobre todo en la boca de Harry Potter padre, lo único que hace es ralentizar la acción y perderse en pensamientos de poca enjundia.
Por cierto: leyendo la obra parece imposible que se pueda llevar a escena. Y, sin embargo, sí se ha hecho. Seguro que es un espectáculo digno de verse. Me pregunto cómo quedará la escena en la biblioteca de Hermione.
Ya sé que sería inútil no recomendar su lectura a un fan de Harry Potter o simplemente a un lector de la saga, Afortunadamente, el libro está lo suficientemente bien como para poder recomendarlo en todo caso, aunque creo que quién no haya leído la saga o visto las pelis no se enterará de demasiado.
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