viernes, 19 de agosto de 2016

The Cruel Sea, de Nicholas Monsarrat

Cuando uno un libro como el presente, se encuentra justificación a todas las lecturas prescindibles a que se ha sometido en busca del maná. Es cierto que llevaba una racha de libros del montón, pero eso son los riesgos a que se enfrenta el explorador de literatura. Y esa exploración queda siempre compensada cuando uno se tropieza, lo que inevitablemente ocurre, con algo espectacular.

Este es el caso de The Cruel Sea, posiblemente el mejor libro de los que he leído este año (con Der Spiegel in der Spiegel). Magnífico. A ver cómo me ordeno para contaros todas las cosas que me han gustado.

Estamos ante una historia bélica, concentrada en las operaciones en el Atlántico durante la segunda Guerra Mundial. El/los protagonistas son barcos y marineros, concretos, participantes en la protección de los convoys que habían de atravesar el citado Océano para aprovisionar Inglaterra.

Son dos barcos los protagonistas del libro, una corbeta y una fragata, y dos los marineros, el capitán que luego deviene comandante, y el teniente. Eso sí, estos dos personajes nucleares se ven acompañados de otros miembros de la tripulación a los que se dedica la misma atención que a los nucleares, aunque durante menos tiempo, sea por su muerte o porque son asignados a otros barcos.

Al principio, el libro parece en la línea de otros bélicos tipo Stephen Ambrose aunque aderezada por la sutil escritura inglesa, mucho más fina e ingeniosa que la norteamericana (en general). Pero pronto nos daremos cuenta de que el autor no está interesado solo en las acciones bélicas, sino también en las relaciones entre sus protagonistas y de estos con sus familias (tipicamente, cónyuge o novia).

Sin embargo, para ambos tipos de escenas es magistral la narrativa de Monsarrat. Espectacular, por ejemplo, la narración que hace del hundimiento de la corbeta (siento el spoiler), primero del evento militar, y luego del proceso psicológico que atraviesan las víctimas, tanto los que terminan muertos como los que van a sobrevivir. Es una escena realmente sobrecogedora en que Monsarrat demuestra su dominio del suspense y de la introspección.

Pero son de similar intensidad las cuitas mentales que asolan a los personajes, por ejemplo, en relación con la disciplina en el barco. Pero, sobre todo, en las relaciones con sus parejas cuando están en tierra: quién está realmente enamorado, quién busca tranquilidad, quién sufre de los devaneos. Incluso trata el tema del sexo, pero con una delicadeza propia de la clase alta.

Hablando de ésta, entre los personajes conoceremos a varios universitarios e incluso a un egresado de Eton. También Monsarrat maneja este registro, y los más divertidos diálogos son aquellos en que participan estos personajes. Me pregunto si es que les dan clase en la universidad para tener siempre a punto esta fina ironía inglesa.

Y claro, también tiene digresiones y reflexiones apasionantes. En este caso, me han resultado especialmente interesantes las que se producen como consecuencia de la evolución de la guerra, y más en concreto en el momento en que el capitán Ericson pasa de comandar su hundida corbeta a hacerse cargo de una fragata y de toda la flota asociada de escolta. Aquí se producen interesantes reflexiones sobre el individuo, la guerra y el emprendimiento:
1) Conforme la guerra (en el Atlántico) ha ido avanzando, todos los participantes han ido descubriendo mejoras e incrementando la eficiencia de sus acciones. Los aparatos que incorpora la fragata son versiones mucho mejores que las que tres años antes equipaban la corbeta.
2) Los procedimientos dejan cada vez menos espacio a la inventiva individual, algo que era capital al comienzo de la guerra. Se ha pasado de un actividad artesana a una actividad industrial, en que el individuo debe limitarse a seguir los procedimientos en cada caso.
3) Como consecuencia, cada vez importa menos el individuo concreto, y más la cantidad de individuos. El capitán, el teniente, ya no conocen a la gente bajo su mando, ya no se plantean sus inquietudes psicológicas, solo saben que necesitan tantas personas para llevar a cabo tal acción. Da igual quién sea.

En resumen, magnífico libro, de los que justifican sinsabores. No os perdáis la escena en que hunden por primera vez un U-Boot, o la forma en que el capitán Ericson tiene que lidiar con el teniente Bennett en los primeros compases de la aventura, ni tampoco los diálogos en que participa el abogado Morell o sus reflexiones: cuando come por primera vez en el barco, suelta algo así como que "él no sabe si la guerra será corta o larga, pero está seguro de que comiendo así se les va a hacer muy larga". Y para remate, su participación en el día D. De hecho, qué leche, no os perdáis nada.

Ah, y creo que también hay peli.

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