viernes, 18 de mayo de 2018

El orden del día ("L'ordre du jour"), de Eric Vuillard

Llego a este librito porque lo cita en uno de sus artículos Jesús Cacho. Consiste en la narración de algunos eventos que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, pero se trata de sucesos íntimos, reveladores quizá de la psicología humana y sus reacciones ante personajes como Hitler y el nazismo.

Que nadie espere una explicación sistemática de hechos y consecuencias, tampoco hay ninguna coherencia aparente al respecto de los hechos seleccionados. Pero su conjunción transmite algo, el mensaje podría ser: nadie se tomó la molestia de enfrentarse con Hitler hasta que fue demasiado tarde.

El primer capítulo del relato nos traslada a Berlin de 1938, cuando los industriales más relevantes de Alemania se reunen con Hitler y Goering: Siemens, Krupp, Opel y tantos otros apellidos conocidos, deciden no oponerse al nuevo partido, quien les garantiza que no hará injerencias con su actividad. Aprovecha el autor, de nuevo por razones no aparentes, para enfocarse en la biografía de Opel. Y termina este capítulo con una frase lapidaria, que sienta el escenario para el resto del libro:
"une fois que le haut clergé de l’industrie et de la banque eut été converti, puis les opposants réduits au silence, les seuls adversaires sérieux du régime furent les puissances étrangères." ("Una vez las altas instancias de la industria y la banca fueron convertidas, y los opositores reducidos al silencio, los únicos adversarios serios del régimen eran las potencias extranjeras", traducción propia)
 
Sucesivamente se nos contarán episodios como una reunión entre Goering y Halifax, embajador inglés en Alemania, en que el primero le tranquiliza sobre las intenciones del régimen; la recepción del dictador austriaco Schuschnigg en Berchtegaden (el Nido del Águila) por Hitler, en que éste le presiona y somete a sus designios, aunque con cierta resistencia "constitucional"; o la cena de despedida que Chamberlain dedica al embajador alemán en Inglaterra y a su mujer (los von Ribbentrop) con motivo del nombramiento de éste como Ministro de Exteriores. Es esta la escena a que se refiere Jesús Cacho en su artículo. Y la verdad es que tiene miga, pues nos cuenta como los von Ribbentrop abusan de la educación inglesa para estirar la cena y evitar que Chamberlain dedique su atención al asunto más urgente que tiene entre manos, ni más ni menos que la invasión de Austria por Alemania.
 

Esto nos lleva a uno de los capítulos más significativos del libro, en que se nos cuenta el atasco de las fuerzas alemanas invasoras a su entrada a Austria, en un capítulo que irónicamente se llama Blitzkrieg (y que los seguidores de la serie Generation Kill podrán reconocer en alguno de sus capítulos). Aquí se nos muestra el grado de preparación real de las fuerzas alemanas, esas fuerzas a las que tanto miedo tenían las potencias europeas. La consecuencia es clara: si se hubiera actuado en ese momento, nos habríamos ahorrado muchos pesares (o no, eso nunca lo sabremos), al menos los pesares relacionados con Hitler.
 

Por lo demás, la secuencia de eventos elegida termina con esta invasión, punto inicial de las fechorías internacionales de los nazis y en la que, como se observa, apenas hubo resistencia. Solo hay otro capítulo adicional, no relacionado del todo con los anteriores, pero tremendo y terrorífico:
en él, aparece Krupp, el gran industrial siderúrgico, perseguido por los fantasmas de los trabjadores judios que murieron en sus fábricas.
 

Ninguno de los industriales que aparecen en el primer capítulo pudo resistirse al uso de la mano de obra barata que proporcionaban los campos de concentración nazis. Es un punto terrible, a cuyas consecuencias ya me había asomado cuando leí "Las benévolas". Y es que la política, su negligencia y los intereses que la mueven, aplican tanto para los chalecos reflectantes como para lo que se vaya a hacer con miles de seres humanos. Ese es el problema del poder que tienen nuestros gobiernos: los mecanismos son análogos en ambos casos.
 

Cada una de las escenas elegidas se cuenta con un estilo bastante lírico. Monsieur Vuillard escribe bien, y también en la línea de la novela histórica francesa, en que se mezcla la narración de los acontecimientos con las opiniones e investigaciones del autor. Véase, por ejemplo, HHhH de Laurent Binet. Como digo, interesante libro, del que se pueden sacar algunos conocimientos e ideas sin gran consumo de tiempo.
 

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