sábado, 30 de marzo de 2019

También esto pasará, de Milena Busquets

Cuando leo libros como el presente, confieso que me surgen dudas sobre mi capacidad para entender, disfrutar o sentir la literatura. Y mira que llevo libros leídos y disfrutados (y detestados) en mi vida.
Pero, claro, ante esta novela tan premiada, tan reconocida, tan sensacional y tan alabada, que me haya quedado tal cual al leerla... ¿Será que no tengo ni idea?

El caso es que Milena Busquets es hija de la fundadora de la editorial homónima, y quizá por ello sus críticos sean especialmente amables, la han visto crecer y serán amigos suyos o de su madre, o se deberán muchos favores. Y tampoco es que el libro sea malo, no, es simplemente que me ha parecido "delmón" (como decíamos de pequeños, "del mon..tón del mercadillo".

El libro nos narra los días posteriores a la muerte de la madre de la protagonista, Blanca, que los cuenta en primera persona. En este sentido, es un claro homenaje a la madre, quizá a la propia madre de la escritora. Prueba de ello es el estilo vocativo que usa muchas veces en relación con su madre. Son precisamente las páginas de homenaje directo las que más valiosas se muestran en esta novela, un par al principio y otro par al final. Ese homenaje, esas reflexiones iniciales, son estupendas y hacen brotar grandes esperanzas sobre lo que va a ser la novela, que sin embargo no se llegan a satisfacer. Es aquí donde nos dice que es imposible simular una cara de ilusión o una de preocupación, cuando afirma que el sexo es la solución para todo, o cuando dice respecto a uno de sus maridos que "nos conocimos tras el primer hijo".

Después entramos en una serie de secuencias en su Cadaqués natal, en la que transluce con claridad la obsesión de la protagonista por el sexo, por los hombres (dos ex-maridos, un amante, dos flirts, todos ellos juntos en Cadaqués, a la vez que sus hijos y dos amigas, todo super-realista) y por la ropa. No perderá oportunidad Milena de detallar cómo visten los protagonistas de su novela, sobre todo las féminas. Por cierto, ¿cuántos ex-maridos?: "Sólo dos. Lo normal para una persona de mi edad con inquietudes". Me estoy haciendo viejo.

Y por esos derroteros seguirá toda la novela: "Lo contrario de la muerte no es la vida, es el sexo."O la interesante: "El amor nos salva, pero también el trabajo, la ambición, el esfuerzo y la curiosidad".
Tenemos también un momento Cenicienta en la relación de Blanca con el misterioso Marti, desconocido presente en el entierro de la madre. Y alguna magnífica comparación: "El mar está como un plato y brilla como si todas las estrellas de la noche anterior se hubiesen caído dentro."

Pero básicamente el relato se arrastra sin demasiado interés hasta esas páginas finales en que vuelve al homenaje directo, mucho más explícito, a su madre, un momento realmente emotivo. Y se cierra con un Epílogo en que nos relata el cuento chino que le contaba su madre y del que surge la frase que da título a la novela. Que, por cierto, a mí me recuerda a la canción final del musical Avenue Q: "It is only for now".

viernes, 29 de marzo de 2019

Los mejores ángeles de nuestra naturaleza ("The better angels of our nature"), de Steven Pinker

Estamos ante uno de esos mega-ensayos que labran la fama de su autor, aunque creo que el prestigio de Pinker precede a esta obra. En ella, Pinker se embarca en una tarea aparentemente trivial, al menos en su primera y más voluminosa parte: demostrar que la violencia ha disminuido a lo largo de la historia de la humanidad. Sin embargo, a él no se lo parece, pues asevera que mucha gente pone en duda que en la actualidad el mundo sea menos violento que en el pasado. 
"By the standards of the mass atrocities of human history, the lethal injection of a murderer in Texas, or an occasional hate crime in which a member of an ethnic minority is intimidated by hooligans, is pretty mild stuff. But from a contemporary vantage point, we see them as signs of how low our behavior can sink, not of how high our standards have risen"
 
Por supuesto, Pinker no se conforma con demostrar empíricamente esa realidad, sino que trata de explicarla científicamente a partir de la psicología, atendiendo en concreto a cinco fuerzas malignas (violencia como instrumento, dominio, venganza, sadismo e ideología) y los cuatro "mejores ángeles" (empatía, autocontrol, moral, razón) que han ido venciendo a las cinco primeras.

En cuanto a la disminución de la violencia, Pinker identifica seis tendencias practicamente sucesivas, a las que denomina pacificación, civilización, humanismo, Paz Larga, Paz Nueva y Derechos Humanos. La explicación concreta la dejo para los que lean el libro, junto con las exhaustivas estadísticas con las que, de forma bastante amena, va demostrando cómo la violencia se ha reducido en todas las dimensiones que podamos imaginar (no solo muertes, sino mutilaciones o incluso bullying).

La brevísima sintésis de las ideas expuestas por Pinker debe terminar con las cincos fuerzas históricas, según él exógenas, que explicaría el surgimiento de las tendencias anteriores, a saber: el Leviathan (el Estado según lo llamaba Hobbes), el comercio, la "feminización", es cosmopolismo y la razón. Estas cinco fuerzas serían el nexo entre la psicología humana y las tendencias de pacificación.

A partir de aquí, me zambullo en un laberinto de miles de ideas, muchas de ellas interesantísimas, de las que no puede hacer un repaso sistemático, como realmente merecerían. Por supuesto, el tema más preocupante desde una perspectiva de teoría económica y anarcocapitalista, es la importancia que tiene para Pinker el Leviathan a la hora de explicar la reducción de la violencia, superior incluso a la del comercio. No es momento aquí de hacer un análisis detallado de la afirmación de Pinker y matizarla o refutarla: baste decir que conforme avance en la lectura, se me ocurrieron argumentos para desmontar tan preocupante afirmación, y que pocas páginas después, ya me había quedado tranquilo. Por ejemplo, ¿es Leviathan los jueces de los hebreos? Yo no lo creo, pero Pinker sí. Digamos que para él el Estado es algo mucho más amplio que para mí, aunque lo asimile al monopolio de la violencia.

Tenemos también la inevitable porción de leyenda negra (350.000 muertos por la Inquisición?), aunque cuando identifica las 21 mayores calamidades de la historia ninguna queda trazada a España, y eso que conquistamos un continente entero.
 
Tampoco estoy muy cómodo con los análisis econométricos que cita en determinados momentos. Aunque él también es crítico, lo cierto es que la violencia procede, como la economía, de la acción humana, por lo que instrumentos econométricos tienen evidentes limitaciones a la hora de explicar la causalidad de, por ejemplo, las guerras. Además, ¿existen tantas instancias como para poder hacer un análisis medianamente riguroso? 

Pinker se refiere varias veces a los principios de Kant para la paz, que aquí dejo para mi desmemoria: comercio, democracia, ciudadanía universal y ley internacional. Como se observa, muy relacionados con las cinco fuerzas pacificadoras, y además con el comercio precediendo a la democracia (ie. el Leviathan).

Es apasionante la aplicación que hace de la teoría de juegos en diversos momentos de la obra. Por ejemplo, con las llamadas "guerras de atrición", en que el perdedor también tiene que pagar, y que por tanto aumentan los costes exponencialmente (claro, lo que ya has metido en ganar el juego lo pierdes si te retiras). Aunque, por ejemplo, al analizar las guerras, que normalmente son impulsadas por los gobernantes, no tiene en cuenta que estos no internalizan todos los "costes" de la guerra. Al contrario, externalizan la mayor parte de ellos, lo que es una explicación bastante razonable de porqué han sido tan destructivas las guerras del siglo XX, coincidentes con los albores de la democracia. Anteriormente, los reyes asumían, sino toda, una parte relevante del coste de la guerra que contribuía a disciplinarles: compárese con los costes en que incurren los gobernantes modernos.

Siguiendo con la teoría de juegos, me parece una aportación muy original el análisis que realiza en el último capítulo. En él, construye un "dilema del prisionero" / "Dilema del pacifista", y va analizando como las distintas fuerzas históricas han alterado los beneficios de la cuadricula, hasta hacer más deseable la cooperación (en este caso, la paz) que las alternativas de mutua denuncia. Creo que es un análisis que puede tener aplicaciones en otras áreas.

Siguiendo con el tema de derechos humanos, hay unas cuantas reflexiones provechosas, sobre todo para el actual exceso de corrección política, que él ve como haberse pasado de frenada: el movimiento de los derechos comienza para la protección de los individuos, pero no es capaz de parar una vez conseguidos estos objetivos, y nos dejan con el tabú de la corrección política. Algo parecido ocurre con la hiperprotección de los niños. Impagable el ejemplo de que la reedición de los vídeos de Barrio Sésamo tenía la etiqueta de "No apto para menores". Y es que también los incrementales de seguridad pueden tener retornos decrecientes e incluso negativos, una vez alcanzado cierto nivel.

Aun queda hablar del análisis psicológico, precisamente el área de especialidad de Pinker. En fin, es abrumador el número de análisis científicos que cita y en muchos casos describe. Los experimentos psicológicos son un área por descubrir y muy atractiva. Pinker no se limita a la psicología, sino que la vincula con la neurología. Sabed, por ejemplo, que los circuitos límbicos del sexo y de la violencia están entrelazados en nuestro cerebro: ¿a qué explica cosas? O que la testosterona actúa como regulador entre "mating" y "parenting" en los hombres, esto es, tiende a ir reduciéndose una vez el hombre tiene hijos.

Pinker nos habla del sesgo "self-serving", muy probado empíricamente; del mito del mal puro; de los sistemas de miedo, ira, búsqueda y dominio que se vinculan con las causas de la violencia; de cómo el tamaño del cortex orbital se relaciona con la pacificación, o de la ignorancia plural y el falso "enforcement". 

Son muy instructivos los pasajes relacionados con la moral y sus circuitos psicológicos. Aquí Pinker me ha descubierto a Alan Page Fiske, cuya obra cumbre "The structures of social order" espero leer en breve. Para Fiske hay básicamente cuatro estructuras morales: comunidad, autoridad, igualdad y mercado. Pues bien, Pinker asevera que "But that’s just the point: right or wrong, retracting the moral sense from its traditional spheres of community, authority, and purity entails a reduction of violence." Eso le lleva a preguntarse por las causas exógenas de haber pasado de esas estructuras iniciales a la actual dominada por la razón, que conlleva menos violencia. Y a preocuparse por la decadencia de la razón en nuestro tiempo, algo a lo que Pinker es especialemte sensible, como imagino que cualquiera que conozca el ámbito universitario, en que muchas veces la ideología está desplazando a la ciencia.
 
¿Cuál es la causa exógena? Pues sí debe de haberla, pues Pinke nos cuenta el conocido y contrastado empíricamente efecto Flynn. Al parecer, atendiendo a los test de IQ, se puede observar una tendencia creciente en la inteligencia de las personas, aislando por montones de variables. Como es evidente, al menos para mí, esto no puede ser por una mutación genética, tiene que deberse a la socialización.

Y al hilo de este tema, termino yo esta larguísima entrada, que espero sea apasionante de todas formas, con una cita textual que espero no resulte muy provocativa. Y la cito textualmente para que conste que no es mí, ni siquiera de Pinker:
"Bryan Caplan also looked at data from the General Social Survey and found that smarter people tend to think more like economists (even after statistically controlling for education, income, sex, political party, and political orientation). They are more sympathetic to immigration, free markets, and free trade, and less sympathetic to protectionism, make-work policies, and government intervention in business.". Vamos, que la gente lista suele ser más libertaria. No precuparse, lo contrario no es necesariamente cierto.

jueves, 28 de marzo de 2019

La escuela de la carne ("L'école de la chair"), de Mishima Yukio

Estoy convencido de que el buen lector debe estar siempre probando nuevas cosas, no conformarse solo con los valores consolidados y conocidos (por él), aunque seguramente solo con estos tendría material para toda la vida. En este ámbito de curiosidad hay que inscribir esta lectura de un escritor japonés previamente desconocido para mí, aunque de cierta fama. Lo leo en francés porque me suelen dar buena espina las traducciones a este lenguaje de obras orientales, y porque normalmente las traducciones españolas no son directas, sino precisamente a través del francés.

Lo malo que tiene probar cosas nuevas es que se corren riesgos, y es el de invertir tu tiempo en algo que tampoco merece demasiado la pena. Me temo que ese haya sido el caso de esta obra, aunque ello no suponga que me arrepienta de haberla leído, y terminado. Insisto, aunque específicamente esta novela me haya parecido una pérdida de tiempo, en general no me lo parece el probar cosas nuevas.

La historia comienza con un grupo de mujeres japonesas maduras y liberadas, algo que quizá sea más extraño para la cultura japonesa que para la nuestra (o no), y más en aquella época (años 60-70). El grupo Toshima está formado por Taeko, dueña de una tienda de moda, Suzuko, de un restaurante, y Nobujo, crítica de cine, que se reunen periódicamente a comer e intercambiar experiencias, con una gran obsesión: la libertad de que gozan tras haber superado sus relaciones precedentes.

En una visita a un club de homosexuales (una vez más, no sé valorar qué grado de escándalo puede tener eso en Japón en la época), conocen a un joven llamado Senkichi. A partir de aquí, el protagonismo de la novela se lo llevan Taeko y Senkichi, gracias a su relación sentimental, que no sexual, ni siquiera propiamente de amor. De hecho, lo relevante parecen ser las transiciones por las que pasa Taeko en su relación. Y las partidas de pachinko! Resulta que Senkichi es un apasionado de este juego japonés, cuya mecánica me quedé con las ganas de descifras en mi visita al país del sol naciente. Solo sé que se juega con canicas, con muchas canicas.

A partir de aquí, se suceden las escenas entre la pareja, algunas de gran brillantez, como la preparación de la cena que hace Taeko para su amante, después de haber perdido completamente la costumbre no ya de cocinar, sino de hacer la compra. O las escenas de su fin de semana en Atami, quizá el cénit de su amor.
 
Tras esto, empieza el declive de lo que podríamos llamar amor, y empieza a madurar la relación en el sentido que cabe esperar de Taeko, que no quiere volver a caer en la trampa de la dependencia. Al mismo tiempo, reaparecen las componentes del club Toshima, y aparecen otros personajes nuevos en la novela, entre ellos una jovencita con la que Senkichi pretende buscar una relación más estable y más propia de su edad. Con ello, Taeko asumirá ya un papel más maternal y se cierra el ciclo de la relación y la novela. Será en ese final cuando Taeko comprenda la naturaleza íntima de Senkichi, y su falta de pasión por persona o empresa alguna, cuando le confiese que, tras la quiebra de la empresa de su padre, se prometió a sí mismo no caer en pasiones para evitar el sufrimiento por su fracaso.

Esto es, más o menos. Insisto, quizá con una percepción más completa de la cultura japonesa de la época  sería capaz de valorar mejor la historia de la novela, y me gustaría más. Pero como no es el caso, es lo que hay.

Dejo solamente una intrigante frase para la reflexión, o meramente para la comprension:
 "Né de la seule union de la chair, l’apparition d’un monde vierge de toute angoisse était pourtant, si l’on y pense, une situation par elle-même angoissante ?" ("Nacido de la sola unión de la carne, ¿la aparición de un mundo virgen de toda angustia, si se piensa, era una situación en sí misma angustiosa?", traducción propia)

martes, 26 de marzo de 2019

Serie: La chica del tambor

Se trata de una miniserie de seis capítulos, de entorno a una hora de duración. Está coproducida por la BBC con AMC, la cadena de The Walking Dead o Into the Badlands. Vamos, una buena referencia para mí.

La seríe está basada en una obra de John Le Carre, ambientada en los años 70. Trata de una operación israelí (supongo que del Mossad, aunque no se le nombra explícitamente), para prevenir un atentado palestino. Lo original del caso es que, para ello, habrán de captar a una actriz profesional británica, que se hará pasar por la amante de uno de los hermanos líderes del grupo terrorista.

Y no queda mucho más que contar, si digo la verdad, y si no quiero destripar la serie. Las actuaciones son correctas, sin más. La ambientación setentera es estupenda, sobre todo en los capítulos iniciales en que la acción transcurre en Grecia. Casi no hay acción, y tampoco demasiado suspense. Lo más intrigante de la serie ocurre cuando Charly, la actriz e imagino chica del tambor, interpretada por Florence Puch, se enamora de su contacto israeli (Gadi, interpretado por Alexander Skarsgard), quien la está formando para que pueda pasar por la amante del terrorista. Es por ello que Charly parece liarse y se enamora del tipo incorrecto para hacer que se enamora del correcto.

Interesante serie, que entretiene sin llevar al entusiasmo.

lunes, 18 de marzo de 2019

Series: True Detective (Temporada 3)

True Detective es una serie mítica, de esas que te marcan, te dejan señalado y no te dejan olvidarla.
Matthew McConaughey y Woody Harrelson pasan a la historia de las series como dos verdaderos detectives. Aún recuerdo ese final del primer capítulo, de una serie que parece policíaca convencional, con dos detectives interrogando a los dos veteranos sobre una oscuro caso de unos años antes. Y entonces, cuando los derroteros parecen completamente previsibles, se cierra el capítulo con la sentencia de McConaughey: "Ya es hora de que empiece a hacer las verdaderas preguntas". Impresionante aquí el actor, como en toda la temporada inicial, también inolvidable por esos paisajes cenagosos de Louisiana (que luego replicaría en cierta medida la también excelente película española La Isla Mínima).

Terminó la primera temporada, y parecía que lo había hecho la serie, pero no. Hubo segunda, y no se cumplió el adagio de que nunca segundas partes fueron buenas. Se juntaron cinco actores de primera fila: Colin Farrell, Vince Vaughn, Rachel McAdams, Kelle Reilly y Taylor Kitsch para metermos en una intriga poco detectivesca, más bien mafiosa, en la que no hay que perderse ninguno de los cara a caras que tienen los protagonistas en distintos momentos de la temporada.

Terminó otra magnífica temporada, y se nos anunció que habría tercera, que por fin se estrenó en enero de este año. Una vez más, plantel de primera fila, encabezado por el actor de moda tras participar en The Green Book, Mahershala Ali (también el primer malo de la serie Luke Cage). Ahora el guion vuelve a los orígenes, con policias investigados por policias en un oscuro caso de niños desaparecidos, en esta ocasión en Arkansas. La referencia a la primera temporada se hace incluso explícita en algún momento de la entrevista a la versión anciana del protagonista.

La trama no es demasiado compleja, pero sí lo es la narración, ya que se nos cuenta la historia simultáneamente en tres momentos en el tiempo: los años 80, con la desaparición de los niños y la investigación cerrada en falso; los 90, cuando se reabre la investigación por la posible reaparición de la niña, y se vuelve a cerrar en aparente falso; y la actualidad, donde unos periodistas están de nuevo investigando el caso, y se redespierta el interés de los dos detectives, ahora ya retirados y considerablemente envejecidos, y además el protagonista aquejado de una especie de Alzheimer.

Y ya está, porque ese es el juego que tiene esta temporada: enredar contando a tres tiempos una historia relativamente sencilla que debe dar juego para ocho capítulos. En parte este relleno se consigue con las soporíferas conversaciones entre el personaje interpretado por Ali y su esposa (Carmen Ejogo). A estos diálogos se le da margen de duda durante toda la temporada, pensando en que van a desembocar en algo; la triste realidad es que no lo hace, y son un coñazo.

Por otro lado, la producción sigue siendo estupenda, aunque carezca de los grandes paisajes que se nos ofrecían, sobre todo, en la primera temporada. El problema es que también carece de escenas de bandera: el tiroteo en la casa Woodard está bien, pero no recuerda ni de lejos la increible escenaa del cuarto capítulo de la primera temporada, la que ocurre en el barrio de los yonkis. Y también tiene algún diálogo intenso (el del último capítulo entre el detective Ali y Edward Hoyt), pero tampoco alcanza los de las temporadas anteriores.

Me temo que en True Detective, el adagio sobrevivió a la segunda temporada, pero le ha alcanzado de lleno en esta tercera. Siento decirlo, pero yo me he aburrido y, de hecho, me he quedado dormido en casi todos los episodios. La serie no está cerrada, podría haber cuarta temporada, y vive Dios que le volvería a dar una oportunidad con independencia de este pequeño fiasco. Por cierto, son ocho capítulos de 1 hora de duración, como es las dos temporadas previas.


jueves, 7 de marzo de 2019

Serie: The Gifted

Estamos ante una serie de superhéroes, con un público objetivo adolescente. Los "Gifted" del título son en realidad mutantes, viviendo en los años posteriores a la desaparición de la Patrulla X (X-men), en los que este grupo tiene ya tintes míticos. Su única aparición, o de sus componentes, es por referencia, al menos de momento. Uno de los productores, además, es Bryan Singer, quien resucitó la Patrulla X para el cine hace unos años, precisamente en el 2000.

¿Por qué digo que es para un público adolescente? Fácil: porque todos los protagonistas, buenos, malos y regulares, son jóvenes y guapos. Sabes que estás ante una serie adolescente cuando se puede confundir a los padres con los hijos, como ocurre en este caso con los von Strucker.

Dicho esto, la serie tiene atractivo y encanto, sobre todo si te interesa el mundo de los superhéroes. Que nadie espere tramas complejas y personajes psicológicamente tortuosos, pero sí se nos ofrece una intriga razonable en la que se enfrentan diversos grupos de interés, tanto de mutantes como de humanos, y además con sus disensiones internas. En el mapa hay al menos cinco grupos: tenemos el Undeground (los "buenos", en principio, tratando de revivir el sueño de los X-men); el Inner Circle (dispuestos a confrontar a los humanos); los Morlocks (mutantes escondidos para evitar enfrentamientos); los Purificadores (grupo de humanos organizados para acabar o controlar a los mutantes), y las fuerzas de seguridad (los Sentinel, con tecnología a prueba de mutantes). La narrativa refleja básicamente las interacciones entre estos grupos.

A mí hay dos cosas que me resultan atractivas en esta serie. Por un lado, el flujo constante de mutantes, cada uno con sus poderes específicos. Siempre que aparece uno nuevo, tenemos el aliciente de descubrir qué puede hacer que los humanos no podemos. También es cierto que algunos de los poderes son completamente absurdos, incluso desde la perspectiva de ciencia ficción: ¿mutantes cuya habilidad es hackear ordenadores o con la mente digital? Venga ya.

En todo caso, cuando llegan las escenas de acción, que unas cuantas hay y suelen ser muy buenas, siempre está la incógnita de cómo usarán los recién llegados sus poderes. Escenas de acción que además se nos narran a ritmo de buena música.

El otro punto atractivo son los pequeños flashbacks que nos ponen al principio de cada capítulo de alguno de los personajes, que contribuyen a que entendamos mejor de dónde vienen y sus manías. A esto hay que añadir las referencias más o menos explícitas a los X-men más famosos. ¿Es Lorna la hija de Magneto? ¿Qué tiene que ver John con Lobezno? Por cierto, no es perdáis los besos, con aurora boreal incluida, que se dan Lorna (poderes magnéticos) y Marcus (poderes luminosos).

La serie ha tenido de momento dos temporadas, la primera de 13 capítulos y la segunda de 16, en ambos casos de 45 minutos. Supongo que habrá tercera y cuarta..., bueno, de momento la sigo viendo, que aún no tengo la sensación de que me estén tomando el pelo (síndrome Orphan Black), y más tras ver el sensacional último capítulo de esta segunda temporada. De los que hacen afición.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Serie: The Romanoffs

Aunque había oído de esta serie, y se puede ver entre las primeras de Amazon cada vez que uno entra al Prime, lo cierto es que su temática no me resultaba atrayente: escenas de la vida de algunos descendientes de los Romanoffs. Así que no me planteaba verla.

Sin embargo, un amigo me la recomendó. Y, al mismo tiempo, estaba terminando de leer la historia de los Romanovs, recogida en la obra homónima de Simon Sebag Montefiori, a la que dediqué una entrada hace unas semanas. Así que me animé a probarla. Una magnífica secuencia de inicio, en que se escenifica el asesinato por los comunistas de la familia del último zar al ritmo de rock, y un primer capítulo bastante interesante hicieron el resto para que me comprometiera con esta serie.

Lo que fue un pequeño error, puesto que una vez visto ese primer capítulo y un segundo también de buen nivel, el resto son un poco rollo. El espectador se arrastra por la hora y veinte minutos de duración preguntándose a dónde va la historia, para concluir casi siempre con un final anodino cuando no absurdo (por ejemplo, el final del tercer capítulo, por lo demás bien planteado).

Tras cada decepción, uno continúa viendo la serie con esperanza, puesto que cada capítulo es una historia nueva, y la secuencia de los títulos de crédito es en todo caso digna de ver una y otra vez. Pero no hay nada que hacer. Quizá el problema es que se han empeñado en estirar la duración a los 80 minutos en lugar de conformarse con un formato menos ambicioso; quizá capítulos de 40-50 minutos hubieran mantenido el interés sin mayor problema, no sé.

Como punto positivo de la serie esta la excelencia de la producción: la imagen es maravillosa, recreándose en monumentos y paisajes cuando tiene oportunidad. Al respecto, destaca enormemente el capítulo 6, que es prácticamente un documental turístico sobre la ciudad de México, incluyendo un detallado análisis del mural de Diego Rivera en el Palacio de la Gobernación, que también se utiliza en la originalísima escena final. Y con la imagen, también hay que destacar la música, donde destaca la utilización de obras de compositores rusos, como debe ser.

Por lo demás, las historias que se nos cuentan rara vez descansan en la ascendencia de los protagonistas, lo que es una pena. De hecho, parte de la gracia de cada capítulo es enterarse de quién es el Romanoff, ya que los apellidos están camuflados, bien por ser mujer y haberlo perdido al casarse, o bien por haberlo cambiado voluntariamente el padre o el propio protagonista. En suma, con un par de excepciones, las aventuras se podrían haber contado sin utilizar un Romanoff.

La serie consta de 8 capítulos de 1 hora y 20 minutos. No es descartable que haya segunda temporada; sí que yo la vea.

martes, 5 de marzo de 2019

Serie: Mira lo que has hecho (Temporada 2)

Una breve entrada para comentar la temporada 2 de Mira lo que has hecho, de la que hace no mucho vi la primera temporada. Son seis capítulos más, de unos 25 minutos de duración, con nuevas aventuras de Berto, señora e hijo.

Y como también le ocurrió a Paquita Salas, decide sacrificar la vis cómica para acoger temas más dramáticos e incluso trágicos. La verdad es que no entiendo esta evolución de las series españolas. Pero ocurre lo que le dice Sandra en el último capítulo a Berto, quizá como reflexión propia: en el momento en que dejan de tomarse en broma y se creen actores, la fastidian.

Me temo que eso le pasa a la serie. En la primera temporada había varios hallazgos, pero en esta no hay ninguno, salvo quizá el padre vigoréxico que sale de vez en cuando. También es curioso el complejo juego de espejos que realiza, al contarnos el rodaje de la serie que está realizando Berto sobre su propia familia. Así, esa una serie en que se nos cuenta el rodaje de la propia serie, con las exigencias narrativas que ello tiene.

Con todo, el problema que le cuesta arrancar la risa y hasta la sonrisa. La serie se sigue viendo con simpatía, pero ya no con diversión. A eso hay que unir un cuarto capítulo de flashbacks absurdos, que ni contribuyen a la narración ni hacen gracia, y para remate apariciones de fantasmas en otros momentos.

No sé si habrá tercera temporada. El final abierto apunta a que sí. Y seguramente la vea, pues después de todo la inversión en tiempo no llega a dos horas. Pero no la esperaré ya con tanto entusiasmo como esta segunda.

lunes, 4 de marzo de 2019

Serie: Da Ali G Show

Como soy un maníatico de la completitud, cuando me gusta algo lo agoto. Y acaba de ser el turno de Baron Sacha Cohen. Ya había visto sus pelis El dictador y Borat, con gran disfrute. Hace un mes, vi su última serie Who is America?, y otra de sus pelis "Brunö". Ahora, por fin, le tocaba a la serie que es el origen de todo lo anterior, la clásica Da Ali G Show.

El esquema es el ya conocido en los trabajos de este actor, salvo que aquí es el origen del formato. En este caso, Sacha Cohen se caracteriza como tres personajes, los cuales darán lugar a las posteriores películas antes citadas: Ali G, un rapero ignorante que viene de Inglaterra; Borat, el famoso presentador kazajo; y Bruno, el modelo austriaco con tendencias homosexuales.

Cada episodio consta de una parte dedicada a Bruno, otra a Borat, y varios formatos desarrollados por Ali G, sea debate, entrevista y reportaje.

Y he de decir que la serie está francamente bien, es mucho más divertida que la posterior Who is America, precisamente por ser menos sofisticada y más ingenua. La diversión proviene de la ignorancia de los presentadores, que puede desatar el hastío, pero normalmente causa la ternura y la paciencia de los afectados. Como digo, hay momentos muy divertidos, y queda patente el respeto de los norteamericanos por todo el mundo, incluidos tipejos como estos a los que da vida Cohen. Un momento paradigmático es cuando Borat canta una larguísima versión del himno de Kazajistan antes de un partido de beisbol, con todos los espectadores pacientemente de pie. O la forma en que aguantan los saludos de Borat o Ali G.

Los momentos hilarantes, sin embargo, tienen como protagonista a Ali G, quien no pierde ocasión de mostrar su absoluta ignorancia ante los distintos personajes con que se relaciona. Me viene a la memoria el reportaje de la granja con el veterinario al que se empeña en confundir con un veterano.
O la propuesta de crear billetes con todos los importes posibles para facilitar los pagos. O cuando en un debate empiezan a hablar del homo sapiens y él se piensa que están hablando de homosexuales.

Como curiosidad, hay una entrevista a Donald Trump (mucho antes de que fuera presidente), breve porque rápidamente detecta que no hay negocio que hacer, y otra a Gore Vidal, al que pregunta por sus peinados (confundiéndolo con Vidal Sasoon).

En definitiva, una serie muy divertida, que lanzó a su creador a la fama con justicia. Consta de dos temporadas de seis capítulos de unos 25 minutos, aunque hay también muchos extras perdidos por Youtube.