lunes, 18 de marzo de 2019

Series: True Detective (Temporada 3)

True Detective es una serie mítica, de esas que te marcan, te dejan señalado y no te dejan olvidarla.
Matthew McConaughey y Woody Harrelson pasan a la historia de las series como dos verdaderos detectives. Aún recuerdo ese final del primer capítulo, de una serie que parece policíaca convencional, con dos detectives interrogando a los dos veteranos sobre una oscuro caso de unos años antes. Y entonces, cuando los derroteros parecen completamente previsibles, se cierra el capítulo con la sentencia de McConaughey: "Ya es hora de que empiece a hacer las verdaderas preguntas". Impresionante aquí el actor, como en toda la temporada inicial, también inolvidable por esos paisajes cenagosos de Louisiana (que luego replicaría en cierta medida la también excelente película española La Isla Mínima).

Terminó la primera temporada, y parecía que lo había hecho la serie, pero no. Hubo segunda, y no se cumplió el adagio de que nunca segundas partes fueron buenas. Se juntaron cinco actores de primera fila: Colin Farrell, Vince Vaughn, Rachel McAdams, Kelle Reilly y Taylor Kitsch para metermos en una intriga poco detectivesca, más bien mafiosa, en la que no hay que perderse ninguno de los cara a caras que tienen los protagonistas en distintos momentos de la temporada.

Terminó otra magnífica temporada, y se nos anunció que habría tercera, que por fin se estrenó en enero de este año. Una vez más, plantel de primera fila, encabezado por el actor de moda tras participar en The Green Book, Mahershala Ali (también el primer malo de la serie Luke Cage). Ahora el guion vuelve a los orígenes, con policias investigados por policias en un oscuro caso de niños desaparecidos, en esta ocasión en Arkansas. La referencia a la primera temporada se hace incluso explícita en algún momento de la entrevista a la versión anciana del protagonista.

La trama no es demasiado compleja, pero sí lo es la narración, ya que se nos cuenta la historia simultáneamente en tres momentos en el tiempo: los años 80, con la desaparición de los niños y la investigación cerrada en falso; los 90, cuando se reabre la investigación por la posible reaparición de la niña, y se vuelve a cerrar en aparente falso; y la actualidad, donde unos periodistas están de nuevo investigando el caso, y se redespierta el interés de los dos detectives, ahora ya retirados y considerablemente envejecidos, y además el protagonista aquejado de una especie de Alzheimer.

Y ya está, porque ese es el juego que tiene esta temporada: enredar contando a tres tiempos una historia relativamente sencilla que debe dar juego para ocho capítulos. En parte este relleno se consigue con las soporíferas conversaciones entre el personaje interpretado por Ali y su esposa (Carmen Ejogo). A estos diálogos se le da margen de duda durante toda la temporada, pensando en que van a desembocar en algo; la triste realidad es que no lo hace, y son un coñazo.

Por otro lado, la producción sigue siendo estupenda, aunque carezca de los grandes paisajes que se nos ofrecían, sobre todo, en la primera temporada. El problema es que también carece de escenas de bandera: el tiroteo en la casa Woodard está bien, pero no recuerda ni de lejos la increible escenaa del cuarto capítulo de la primera temporada, la que ocurre en el barrio de los yonkis. Y también tiene algún diálogo intenso (el del último capítulo entre el detective Ali y Edward Hoyt), pero tampoco alcanza los de las temporadas anteriores.

Me temo que en True Detective, el adagio sobrevivió a la segunda temporada, pero le ha alcanzado de lleno en esta tercera. Siento decirlo, pero yo me he aburrido y, de hecho, me he quedado dormido en casi todos los episodios. La serie no está cerrada, podría haber cuarta temporada, y vive Dios que le volvería a dar una oportunidad con independencia de este pequeño fiasco. Por cierto, son ocho capítulos de 1 hora de duración, como es las dos temporadas previas.


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