John Updike es uno de esos escritores norteamericanos del siglo XX, con cuyo nombre uno se tropieza de vez en cuando sin acabar de ponerle carne. Estoy pensando también en Kerouac o Sallinger. Así que de vez en cuando conviene leer a alguno de estos autores, aunque sea por completitud. He optado por leer este "Rabbit, Run", primero de una trilogía, aunque quizá su novela más conocida es "Las brujas de Eastwick".
La novela es de caracter intimista, creciente conforme avanza. El protagonista principal es Harry Angstrom, al que sus compañeros de equipo de baloncesto apodaban "conejo". Esos parece que fueron los mejores años de la vida de Harry, cuando tenía el potencia de estrella deportiva. Pero en el momento en que empieza la historia, no son más que un recurdo y nos encontramos a Harry casado con Janice, quien "Just yesterday, it seems to him, she stopped being pretty.", y con un hijo, Nelson.
Y de repente es acuciado por angustia vital, la ansiedad por algo inexplorado (que luego descubriremos que parece ser simplemente ansia sexual) y se fuga de casa en el coche de sus padres. Tras un viaje culminado por un estresante sendero de tierra, en el que Updike empieza a mostrar su talento para describir sentimientos íntimos, acaba en casa de su antiguo entrenados, un tal Tothero, y posteriormente en la casa de una amiga de áquel, Ruth, con la que cohabitará un par de meses, hasta dejarla embarazada.
Ruth nos depara una de esas frases con las que es fácil identificarse, cuando Harry le pide tener sexo. Le dice Harry: “You want me?” y“Don’t flatter yourself. I want it over with.” es la previsible respuesta de Ruth. Esta primera parte termina con Harry pidiendo consejo al reverendo Eccles, cuarto protagonista principal, y volviendo a su Janice justo a tiempo para el parto de su hija, Becky.
Al llegar a este punto, por primera vez cambia la perspectiva íntima del personaje, y Updike se centra en los sentimientos de Ruth (qué hacer con su bebé, ante la ausencia de Rabbit) y en el propio reverendo Eccles, su dilema moral sobre qué hacer con Harry, mientras éste le tira los tejos a Lucy, su esposa aprovechando que Eccles está ocupado con la ronda de contactos. Otra de esas frases curiosas nos la da la madre de Conejo en su entrevista: “Is it? It’s what they keep telling you in church. Men are all heart and women are all body. I don’t know who’s supposed to have the brains. God, I suppose.” El momento culminante de las dudas de Eccles ocurre en su confrontación con Kruppenbach, otro sacerdote, en que básicamente éste le viene a decir que no se meta donde no le llaman, haciendo así una crítica a la labor social de la Iglesia que quizá exija más reflexión.
De nuevo, como decía, vuelve Conejo al redil con todos los parabienes, casi ni se había notado su ausencia, y la vida vuelve a la normalidad. Tenemos esta sutil descripción del comportamiento del su suegro al verle de nuevo, donde se muestra el talento del autor: "a painfully complex smile, compounded of a wish to apologize for his wife (we’re both men; I know), a wish to keep distant (nevertheless you’ve behaved unforgivably; don’t touch me), and the car salesman’s mechanical reflex of politeness." Tres matices perfectamente descritos en una sola sonrisa.
Pero otra vez aparece la "angustia vital", ahora ya sin disfraz. Tras volver calentito de una visita a Lucy, y pasar una tarde de contención de deseos, por fin le llega el premio de la noche solo para encontrarse a Janice, recién parida no se olvide, con pocas ganas de marcha. Algo bastante habitual, según la experiencia de mucha gente. ¿Qué hace el amigo? Pues se pira a casa de su alternativa Ruth, algo que sabremos más tarde.
Porque en estos momentos, Updike se mete a fondo en la mente y alma de Janice, y nos hará una disección completísima de la evolución de sus sentimientos desde este momento hasta el trágico de la novela, que la señora va aderezando con vasos de whisky hacia una recaída en su alcoholismo. Lo curioso es que la tragedia no la ve uno venir hasta que casi la tiene encima, y parece incompatible con el resto del estilo del libro. En todo caso, esta secuencia es tal vez lo mejor de la novela.
Tras ese terrible momento, que no desvelo, volvemos a la cabeza de Harry, quien se mantiene ajeno a la misma al menos hasta la mañana siguiente, y descubrimos que ha ido a buscar a Ruth para conseguir esa satisfacción de su "angustia", volviendo a fracasar, por ausencia de la citada. En un momento dado conocerá la tragedia, y el tono de la obra se vuelve existencialista, aunque la crisis de Harry viene punteada de vez en cuando por sus atenciones al bello sexo.
Se pregunta por qué le ha tocado a él esto: "Why was he set down here, why is this town, a dull suburb of a third-rate city, for him the center and index of a universe that contains immense prairies, mountains, deserts, forests, coastlines, cities, seas?" (Por cierto, la ciudad es Brewer, debe de estar cerca de New York).
Y tras salir de nuevo al encuentro de Ruth y fracasar en un nuevo intento, esta vez sí con la chica delante, parece que por fin acepta su situación: "His hands and legs are suffused with a paralyzing sense of reality; his child is really dead, his day is really done, this woman is really sickened by him."
Asiste al entierro de la niña (ooops, spoiler) y ni en esas circunstancias. Esa angustia irrefrenable, no sé si sexual ahora, le vuelve a poseer, se escapa a todo correr de la ceremonia, que para eso el libro se llama así, y terminamos muy bien sin saber por dónde van a ir los tiros, porque tampoco el propio Conejo parece saberlo: "the thought that he doesn’t know seems to make him infinitely small and impossible to capture. Its smallness fills him like a vastness."
No es un libro que me haya impactado, aunque se lee muy bien. No es más que otra historia sobre el fracaso del sueño americano, la mediocridad de la vida de la frustrada estrella deportiva, sin más interés para mí que fina capacidad de Updike de describir los sentimientos íntimos ante circusntancias más o menos complicadas. Cierro con esta frase cínica del autor, que ya revela claramente su posicionamiento existencial: "Fraud makes the world go round. The base of our economy."
lunes, 27 de abril de 2020
sábado, 25 de abril de 2020
Auf den Marmor-Klippen, de Ernst Jünger
A Ernst Jünger le tenía fichado desde que me lo recomendó un muy buen amigo (que ya no me podrá recomendar nada más, pero a quien siempre echaré de menos), aunque me daba pereza su lectura. También lo recomienda Escohotado, aunque yo creo que en parte por ser pionero en el consumo de LSD. El caso es que era cuestión de tiempo que me adentrara en estos "acantilados de mármol" y por fn le llegó la ocasión, amparado en mi supuesta fortaleza del alemán.
Y a fe que esta novelilla ha puesto a prueba la supuesta fortaleza, mein Gott. Cuando llevaba un 30% aproximadamente, decidí que me estaba perdiendo demasiado y a punto estaba de conceder que nunca sabré alemán suficiente. Capitulé, lo que en este caso supuso hacerme con una traducción al español de la novela. Y cual no sería mi sorpresa al ver que la traducción al español usa palabras tales como chovas, oquedal, yambos, trinquis, lardo, chocha, greda... y similares, que directamente es que no sé lo que significan en mi lengua materna.
Así que el problema no parecía ser mi alemán, sino más bien el vocabulario utilizado por el señor Jünger, que es ciertamente enrevesado incluso para el estándar alemán. Una vez constatada la situación, decidí mantener la lectura alemana en paralelo con la española, y sí vi con satisfacción que mi alemán mantenía su altura pese las dificultades derivadas del vocabulario tan específico.
La historia que nos cuenta Jünger es, según parece, una alegoría del ascenso al poder de los nazis en Alemania, con la oscura figura del Öberforrster que sería Hitler. La historia transcurre en un mundo figurado, compuesto por la Marina, Altaplana, la Campaña y los bosques de donde sale el mal. Y el narrador-protagonista parece ser un antiguo soldado que ahora se dedica a la colección y estudio de las plantas en compañía del Hermano Otho. Claro, si los protagonistas son herboristas y el escenario un herbolario, ya se puede imaginar que habrá palabras complicadas sobre plantas. Como así es.
Los protagonistas conviven con Lampusa y su nieto Erio, quien es hijo del narrador con una tal Julia huída. Y en las desventuras les acompañarán un par de nobles, un granjero aislado, un monje, que todos ellos supongo simbolizarán a alguien de la Alemania prehitleriana, algo en lo que no me interesa demasiado sumergirme.
Y con estos ingredientes transcurre una novela esencialmente descriptiva, a base de imágenes y sentimentos íntimos, lo que explica el difícil y rico léxico utilizado. Lo que se nos cuenta es básicamente el declive de la Marina ante el avance de las gentes del bosque, y la historia termina con los protagonistas poniéndose a salvo en el barco de un antiguo mercenario, Biederhorn. No tiene demasiando interés así contado.
Lo relevante de la novela son las imaginativas y hasta cierto punto surrealistas escenas. A poco de comenzar la historia, nos encontraremos con Erio poniendo un platillo de leche para las serpientes (Lanzenottern) que habitan el huerto de la casa. Tan rara me pareció la escena, que creía que los animales eran nutrias (Ottern) hasta que leí la versión traducida, y tras investigar algo más, porque ni siquiera me fiaba de la traducción. El cas es que esta escena tiene sentido y cierra un ciclo al terminar la novela.
Como señal del declive, Jünger se refiere al papel de los poetas y cómo se corrompió. Nos cuenta que en la Marina todo el mundo, por pobre que fuera, contrataba a los poetas en ocasiones especiales. En concreto, en los funerales, había dos tipos de ceremonias: las elegíacas, para la gente normal, y los eburnum, para los optimates o grandes personajes. Pues bien, con la toma de poder del Öberforrster se hicieron comunes los eburnum para gente de dudoso mérito (por cierto, véase lo que ocurre en nuestra democracia, estoy recordando a "notables" recientes como Zerolo o Rubalcaba), a lo que los poetas se negaron. Claro que esto no supuso problema, porque artistas de bajo rango asumieron sin pudor el papel del poeta (también aplicable a España, véase la degradación del periodismo o los titiriteros, o ayer el padre Ángel pidiendo el premio Príncipe de Asturias para el Gobierno por la gestión del Coronavirus).
Es muy llamativa la escena de la batalla, por realizarse con jaurías, algo con lo que no me había tropezado en ninguna lectura previa. Se confrontarán dos jaurías "buenas", una ligera y otra pesada, con tras una "mala" roja, mucho más numerosa. Sin embargo, la escena con la que me quedería es la magistral descripción de la ciudad en llamas, que divisa el narrador desde un mirador tras su celda.
Y no podría terminar sin una selección de hermosas y difíciles frases, que ponga para a la vez hacer ejércicio de traducción (todas las traducciones son mías)
-"Tief ist der Haß, der in den niederen Herzen dem Schönen gegenüber brennt." (Profundo es el odio que arde en los corazones mezquinos contra la belleza"
Y a fe que esta novelilla ha puesto a prueba la supuesta fortaleza, mein Gott. Cuando llevaba un 30% aproximadamente, decidí que me estaba perdiendo demasiado y a punto estaba de conceder que nunca sabré alemán suficiente. Capitulé, lo que en este caso supuso hacerme con una traducción al español de la novela. Y cual no sería mi sorpresa al ver que la traducción al español usa palabras tales como chovas, oquedal, yambos, trinquis, lardo, chocha, greda... y similares, que directamente es que no sé lo que significan en mi lengua materna.
Así que el problema no parecía ser mi alemán, sino más bien el vocabulario utilizado por el señor Jünger, que es ciertamente enrevesado incluso para el estándar alemán. Una vez constatada la situación, decidí mantener la lectura alemana en paralelo con la española, y sí vi con satisfacción que mi alemán mantenía su altura pese las dificultades derivadas del vocabulario tan específico.
La historia que nos cuenta Jünger es, según parece, una alegoría del ascenso al poder de los nazis en Alemania, con la oscura figura del Öberforrster que sería Hitler. La historia transcurre en un mundo figurado, compuesto por la Marina, Altaplana, la Campaña y los bosques de donde sale el mal. Y el narrador-protagonista parece ser un antiguo soldado que ahora se dedica a la colección y estudio de las plantas en compañía del Hermano Otho. Claro, si los protagonistas son herboristas y el escenario un herbolario, ya se puede imaginar que habrá palabras complicadas sobre plantas. Como así es.
Los protagonistas conviven con Lampusa y su nieto Erio, quien es hijo del narrador con una tal Julia huída. Y en las desventuras les acompañarán un par de nobles, un granjero aislado, un monje, que todos ellos supongo simbolizarán a alguien de la Alemania prehitleriana, algo en lo que no me interesa demasiado sumergirme.
Y con estos ingredientes transcurre una novela esencialmente descriptiva, a base de imágenes y sentimentos íntimos, lo que explica el difícil y rico léxico utilizado. Lo que se nos cuenta es básicamente el declive de la Marina ante el avance de las gentes del bosque, y la historia termina con los protagonistas poniéndose a salvo en el barco de un antiguo mercenario, Biederhorn. No tiene demasiando interés así contado.
Lo relevante de la novela son las imaginativas y hasta cierto punto surrealistas escenas. A poco de comenzar la historia, nos encontraremos con Erio poniendo un platillo de leche para las serpientes (Lanzenottern) que habitan el huerto de la casa. Tan rara me pareció la escena, que creía que los animales eran nutrias (Ottern) hasta que leí la versión traducida, y tras investigar algo más, porque ni siquiera me fiaba de la traducción. El cas es que esta escena tiene sentido y cierra un ciclo al terminar la novela.
Como señal del declive, Jünger se refiere al papel de los poetas y cómo se corrompió. Nos cuenta que en la Marina todo el mundo, por pobre que fuera, contrataba a los poetas en ocasiones especiales. En concreto, en los funerales, había dos tipos de ceremonias: las elegíacas, para la gente normal, y los eburnum, para los optimates o grandes personajes. Pues bien, con la toma de poder del Öberforrster se hicieron comunes los eburnum para gente de dudoso mérito (por cierto, véase lo que ocurre en nuestra democracia, estoy recordando a "notables" recientes como Zerolo o Rubalcaba), a lo que los poetas se negaron. Claro que esto no supuso problema, porque artistas de bajo rango asumieron sin pudor el papel del poeta (también aplicable a España, véase la degradación del periodismo o los titiriteros, o ayer el padre Ángel pidiendo el premio Príncipe de Asturias para el Gobierno por la gestión del Coronavirus).
Es muy llamativa la escena de la batalla, por realizarse con jaurías, algo con lo que no me había tropezado en ninguna lectura previa. Se confrontarán dos jaurías "buenas", una ligera y otra pesada, con tras una "mala" roja, mucho más numerosa. Sin embargo, la escena con la que me quedería es la magistral descripción de la ciudad en llamas, que divisa el narrador desde un mirador tras su celda.
Y no podría terminar sin una selección de hermosas y difíciles frases, que ponga para a la vez hacer ejércicio de traducción (todas las traducciones son mías)
-"Tief ist der Haß, der in den niederen Herzen dem Schönen gegenüber brennt." (Profundo es el odio que arde en los corazones mezquinos contra la belleza"
-"Von den Kadavern, die auf den Weiden faulten, waren Seuchen aufgestiegen und hatten das große Sterben in die Herden eingeführt. So bringt der Untergang der Ordnung niemandem Heil." (De los cadáveres que apestaban en los prados, se levantó la peste y sufrieron grandes muertes en sus rebaños. Así, la quiebra del orden no trae a nadie bendiciones"
-"Die Tapferen dieser Erde machen im Streite die Grenzen der Freiheit aus; und Waffen, die man gegen solche zückte , die führt man gegen Schinder und Schinder -Knechte nicht." (Los valientes de esta Tierra fabrican con su lucha los límites de la libertad; y las armas que contra ellos se utlizan, no se emplean contra los tiranos y sus esclavos) -"jede echte Lehre ist Geistes-Sache, und die Ebenbilder der guten Lehrer stehn uns im Drangsal bei." (El verdadero profesor es algo espiritual, y las imágenes del buen profesor nos socorren en las tribulaciones) (No puede evitar pensar en Luke Skywalker, jajajaja)
-"lieber mit den Freien einsam zu fallen, als mit den Knechten im Triumph zu gehn" (mejor caer unido a los libres, que ir al triunfo con los esclavos)
-"Es wird kein Haus gebaut, kein Plan geschaffen, in welchem nicht der Untergang als Grundstein steht, und nicht in unseren Werken ruht, was unvergänglich in uns lebt." (Ninguna casa se construye, ningún plan se prepara, en que no esté en los cimientos su caída, y nada descansa en nuestras obras que viva en nosotros de forma imperecedera).
La verdad es que no sé qué hacer con este libro. No recomendaría su lectura en español (la traducción que yo he manejado no era buena), pero el alemán me parece excesivamente complicado para el disfrute que ofrece el libro. Bueno, por lo menos puedo decir que he leído a Jünger.
martes, 21 de abril de 2020
The Big Nine, de Amy Webb
Pedazo de bazofia me he tragado, madre mía, qué basura. Y el caso es que no puedo echar la culpa a nadie porque las señales de alarma estaban ya muy claras, no quizá en la introducción (en la que siempre se espera algo de sensacionalismo), pero indiscutiblemente en el primer capítulo de contenido, dedicado a un resumen histórico de la evolución de la Inteligencia Artificial (IA).
Pero empecemos por el principio. Los Big Nine del título son los grandes Big Tech: Apple, Google, Amazon, Facebook, Microsoft e IBM, en Occidente, y Baidu, Alibaba y Tencent (WeChat) en China.
Estos son los grandes agente involucrados en la actualidad en el desarrollo de la IA, que según la autora va a ser una de las bases fundamentales para el desarrollo del mundo.
Mi interés por la lectura de este libro viene de tratar de comprender mejor los modelos de negocio asociados a la IA y a la explotación del Big Data. Y pensé que este libro, pese a su claro sesgo anti Big Tech, podría ser útil para entender dichos modelos y porque con ellos se va a dominar el mundo. Craso error.
La tal Amy Webb se autoproclama futurologa para materias tecnológicas, y tiene un cierto prestigio si hemos de creer su curriculum. De dónde habrá salido el prestigio, no me lo puedo explicar, porque a mí me ha parecido simple y llanamente una charlatana, eso sí, tremendista, que supongo que son las más eficaces. Presume de que sus predicciones están basadas en un riguroso análisis de datos, pero lo cierto es que no se ven por ningún lado esos datos, a menos que sean los artículos anecdóticos que cita de vez en cuando.
Pero, como decía, no sé de que me quejo, si el plumero se le vió ya en el capítulo 2, cuando dijo que el principal problema del proyecto Dartford (en que se pusieron las bases de la IA) es que no había diversidad, que todos eran señores, blancos y cultos, por lo que no se habían tenido en cuenta otras sensibilidades. Y aunque esto obviamente encendió todas mis alarmas, me mantuve en la lectura confiado en que eso no afectaba a los modelos de negocio. Las alarmas que ya se habían encendido eran el evidente sesgo izquierdista de la futurologa: es gracioso, porque como buena "intelligentsia" (entendida a la Stalin) primero le mete un viaje a Facebook por su ambiente pro-izquierda (lo que al parecer ha causado manifestaciones internas, y lo que explica los socios que ha escogido en España para la censura de bulos). Y ya con eso pretende quedar como neutra para atizar desde la equidistancia a los republicanos y especialmente a Trump, aunque también los sospechosos habituales tipo Brexit y Bolsonaro se llevan su viaje. A mí, obviamente, no me engaña, como no lo hará con ningún lector avisado salvo que se quiera dejar engañar.
Y seguí por curiosidad leyendo el libro, aunque confieso que a partir del capítulo 4 muy ya en diagonal, y las 30 últimas páginas sobre cómo resolver los supuestos problemas de la IA han sido un verdadero suplicio, en que la diagonal se ha vuelto casi vertical. Pero, bueno, puedo decir que el libro está leído con todo el aprovechamiento que se pueda obtener de él.
Las "dimensiones" del problema de la IA se reducen a tres para la señora Webb:
1) La falta de diversidad cultural, de género, de raza y así que tienen los investigadores (las tribus IA, como las llama) en las cinco empresas americanas. A las que tienen las narices de llamar, eso sí, sin sesgo alguno, de G-MAFIA (para el lector curioso, aclara Webb los que una mafia y que por eso no es despectivo llamarles así; claro que hay Webb revela que no tiene ni idea de lo que es la Mafia).
2) El sometimiento de la G-MAFIA a los dictados de Wall Street, lo que les impide ser prudentes desde el punto de vista ético en el desarrollo de la IA. En parte, este sometimiento se debe a la falta de planificación y compromiso del gobierno de los EEUU, muy en particular de la administración Trump. Así pues, de la G-MAFIA sometida al dictado del mercado no cabe esperar más que problemas.
3) La extensión del poder del partido comunista chino apalancándose sobre su mayor previsión y planificación, así como en el control de los tres gigantes chinos (BAT). Para Webb el gobierno chino cercena inmisericorde las libertades de sus ciudadanos y constituye una amenaza global para las democracias occidentales, que ya se está manifestando en el control por parte de los chinos en África, Sudamérica o Asia Central.
En esto último estoy de acuerdo con Webb. Yo también creo que los chinos van a dominar el mundo, y que quizá la IA les ayude en tal cometido. Pero no creo que eso amenace mi bienestar, más bien al contrario. Un gobierno que está sacando a millones de personas de la pobreza a la clase media (como afirma varias veces la autora) no parece muy comunista. Mire el caso de la URSS, Venezuela o Corea del Norte, que sí son o eran comunistas de verdad. Yo entiendo que el gobierno chino por las razones que sea se llame a sí mismo comunista, pero es evidente que sus políticas no lo son. ¿Cómo podrían haber creado tanta riqueza si lo fueran?
Así las cosas, los chinos van a dominar el mundo, sí, pero basándose en su gran capacidad de trabajo y sacrificio, y en su espíritu emprendedor aún no cegado, lo que causará que tal conquista se produzca a través de mejores y más baratos productos y servicios, posiblemente con la ayuda de la IA. Sí, nos habrán conquistado, pero seguramente seamos más ricos y felices que con las actuales democracias ineficaces, capaces de hundir la economía de la noche a la mañana como estamos viendo en tiempo real.
Con estos tres vectores dimensionales, la autora traza tres escenarios de futuro: uno optimista, otro mediocre, y otro pesimista. Son escenarios a 50 años, con hitos en 2029, 2039 y 2069. Francamente, los he leído muy en diagonal. Si al menos hubiera explicado sus deducciones... En todo caso, no creo que esta señora hubiera sido capaz hace 20 de años de predecir que ahora todos tendríamos un smartphone, por decir algo que ahora parece trivial. Asi que imaginaros la credibilidad que me ofrecen sus escenarios. Dejo como muestra para la posterioridad esta frase resumen de su visión:
"But there are already signals telling us that unless we embrace a future in which the Big Nine are incentivized to collaborate in the best interests of humanity, it’s very possible we could wind up living in a world that resembles the Réngong Zhìnéng Dynasty" (tiranizados por China, vamos).
Por cierto, ¿qué tienen en común los tres escenarios, como el resto del libro? Europa está completamente desaparecida, ni está ni se la espera. Las dos o tres referencias a Europa son para referirse a la regulación de protección de datos, con la que la autora no parece comulgar demasiado.
Y, por fin, llegamos a las recomendaciones. ¿Qué hacer para prevenir esto? A nadie se le escapará que la solución es, tachán, sí, claro, crear un comité internacional para la supervisión del desarrollo de la IA, en que todas las sensibilidades y saberes científicos estén representados. Este Comité se llamaría GAIA (jajajaja) y debería situarse en Montreal (debe de ser que le viene bien a Amy que esté allí). Nadie puede sostener que esta sea una propuesta seria, pero ahí queda.
Otra de las propuestas brillantes es que el CCD (Centro de control de enfermedades infecciosas de EEUU) debería encargarse también de actuar ante problemas de IA. Gran oportunidad nos ofrece este momento para valorar la calidad de la propuesta, y la mera reflexión me pone la piel de gallina. Estos tipos que nos han confinado ante la llegada del Coronavirus nos dejarían sin telecomunicaciones para los restos. Madre mía.
Por ser justo, he de decir que el último apartado, en el que se dan recomendaciones individuales para gestionar nuestros datos personales y localizar posibles aplicaciones de IA que puedan afectarnos, me parece aprovechable. Dos páginas de 300. Eviten leer esta basura, no aprenderán nada, solo perderán el tiempo: si les interesa el tema, mejor lean ciencia ficción directamente, o cosas rigurosas, como el recién comentado "Prediction Machines".
Pero empecemos por el principio. Los Big Nine del título son los grandes Big Tech: Apple, Google, Amazon, Facebook, Microsoft e IBM, en Occidente, y Baidu, Alibaba y Tencent (WeChat) en China.
Estos son los grandes agente involucrados en la actualidad en el desarrollo de la IA, que según la autora va a ser una de las bases fundamentales para el desarrollo del mundo.
Mi interés por la lectura de este libro viene de tratar de comprender mejor los modelos de negocio asociados a la IA y a la explotación del Big Data. Y pensé que este libro, pese a su claro sesgo anti Big Tech, podría ser útil para entender dichos modelos y porque con ellos se va a dominar el mundo. Craso error.
La tal Amy Webb se autoproclama futurologa para materias tecnológicas, y tiene un cierto prestigio si hemos de creer su curriculum. De dónde habrá salido el prestigio, no me lo puedo explicar, porque a mí me ha parecido simple y llanamente una charlatana, eso sí, tremendista, que supongo que son las más eficaces. Presume de que sus predicciones están basadas en un riguroso análisis de datos, pero lo cierto es que no se ven por ningún lado esos datos, a menos que sean los artículos anecdóticos que cita de vez en cuando.
Pero, como decía, no sé de que me quejo, si el plumero se le vió ya en el capítulo 2, cuando dijo que el principal problema del proyecto Dartford (en que se pusieron las bases de la IA) es que no había diversidad, que todos eran señores, blancos y cultos, por lo que no se habían tenido en cuenta otras sensibilidades. Y aunque esto obviamente encendió todas mis alarmas, me mantuve en la lectura confiado en que eso no afectaba a los modelos de negocio. Las alarmas que ya se habían encendido eran el evidente sesgo izquierdista de la futurologa: es gracioso, porque como buena "intelligentsia" (entendida a la Stalin) primero le mete un viaje a Facebook por su ambiente pro-izquierda (lo que al parecer ha causado manifestaciones internas, y lo que explica los socios que ha escogido en España para la censura de bulos). Y ya con eso pretende quedar como neutra para atizar desde la equidistancia a los republicanos y especialmente a Trump, aunque también los sospechosos habituales tipo Brexit y Bolsonaro se llevan su viaje. A mí, obviamente, no me engaña, como no lo hará con ningún lector avisado salvo que se quiera dejar engañar.
Y seguí por curiosidad leyendo el libro, aunque confieso que a partir del capítulo 4 muy ya en diagonal, y las 30 últimas páginas sobre cómo resolver los supuestos problemas de la IA han sido un verdadero suplicio, en que la diagonal se ha vuelto casi vertical. Pero, bueno, puedo decir que el libro está leído con todo el aprovechamiento que se pueda obtener de él.
Las "dimensiones" del problema de la IA se reducen a tres para la señora Webb:
1) La falta de diversidad cultural, de género, de raza y así que tienen los investigadores (las tribus IA, como las llama) en las cinco empresas americanas. A las que tienen las narices de llamar, eso sí, sin sesgo alguno, de G-MAFIA (para el lector curioso, aclara Webb los que una mafia y que por eso no es despectivo llamarles así; claro que hay Webb revela que no tiene ni idea de lo que es la Mafia).
2) El sometimiento de la G-MAFIA a los dictados de Wall Street, lo que les impide ser prudentes desde el punto de vista ético en el desarrollo de la IA. En parte, este sometimiento se debe a la falta de planificación y compromiso del gobierno de los EEUU, muy en particular de la administración Trump. Así pues, de la G-MAFIA sometida al dictado del mercado no cabe esperar más que problemas.
3) La extensión del poder del partido comunista chino apalancándose sobre su mayor previsión y planificación, así como en el control de los tres gigantes chinos (BAT). Para Webb el gobierno chino cercena inmisericorde las libertades de sus ciudadanos y constituye una amenaza global para las democracias occidentales, que ya se está manifestando en el control por parte de los chinos en África, Sudamérica o Asia Central.
En esto último estoy de acuerdo con Webb. Yo también creo que los chinos van a dominar el mundo, y que quizá la IA les ayude en tal cometido. Pero no creo que eso amenace mi bienestar, más bien al contrario. Un gobierno que está sacando a millones de personas de la pobreza a la clase media (como afirma varias veces la autora) no parece muy comunista. Mire el caso de la URSS, Venezuela o Corea del Norte, que sí son o eran comunistas de verdad. Yo entiendo que el gobierno chino por las razones que sea se llame a sí mismo comunista, pero es evidente que sus políticas no lo son. ¿Cómo podrían haber creado tanta riqueza si lo fueran?
Así las cosas, los chinos van a dominar el mundo, sí, pero basándose en su gran capacidad de trabajo y sacrificio, y en su espíritu emprendedor aún no cegado, lo que causará que tal conquista se produzca a través de mejores y más baratos productos y servicios, posiblemente con la ayuda de la IA. Sí, nos habrán conquistado, pero seguramente seamos más ricos y felices que con las actuales democracias ineficaces, capaces de hundir la economía de la noche a la mañana como estamos viendo en tiempo real.
Con estos tres vectores dimensionales, la autora traza tres escenarios de futuro: uno optimista, otro mediocre, y otro pesimista. Son escenarios a 50 años, con hitos en 2029, 2039 y 2069. Francamente, los he leído muy en diagonal. Si al menos hubiera explicado sus deducciones... En todo caso, no creo que esta señora hubiera sido capaz hace 20 de años de predecir que ahora todos tendríamos un smartphone, por decir algo que ahora parece trivial. Asi que imaginaros la credibilidad que me ofrecen sus escenarios. Dejo como muestra para la posterioridad esta frase resumen de su visión:
"But there are already signals telling us that unless we embrace a future in which the Big Nine are incentivized to collaborate in the best interests of humanity, it’s very possible we could wind up living in a world that resembles the Réngong Zhìnéng Dynasty" (tiranizados por China, vamos).
Por cierto, ¿qué tienen en común los tres escenarios, como el resto del libro? Europa está completamente desaparecida, ni está ni se la espera. Las dos o tres referencias a Europa son para referirse a la regulación de protección de datos, con la que la autora no parece comulgar demasiado.
Y, por fin, llegamos a las recomendaciones. ¿Qué hacer para prevenir esto? A nadie se le escapará que la solución es, tachán, sí, claro, crear un comité internacional para la supervisión del desarrollo de la IA, en que todas las sensibilidades y saberes científicos estén representados. Este Comité se llamaría GAIA (jajajaja) y debería situarse en Montreal (debe de ser que le viene bien a Amy que esté allí). Nadie puede sostener que esta sea una propuesta seria, pero ahí queda.
Otra de las propuestas brillantes es que el CCD (Centro de control de enfermedades infecciosas de EEUU) debería encargarse también de actuar ante problemas de IA. Gran oportunidad nos ofrece este momento para valorar la calidad de la propuesta, y la mera reflexión me pone la piel de gallina. Estos tipos que nos han confinado ante la llegada del Coronavirus nos dejarían sin telecomunicaciones para los restos. Madre mía.
Por ser justo, he de decir que el último apartado, en el que se dan recomendaciones individuales para gestionar nuestros datos personales y localizar posibles aplicaciones de IA que puedan afectarnos, me parece aprovechable. Dos páginas de 300. Eviten leer esta basura, no aprenderán nada, solo perderán el tiempo: si les interesa el tema, mejor lean ciencia ficción directamente, o cosas rigurosas, como el recién comentado "Prediction Machines".
lunes, 20 de abril de 2020
Y Julia retó a los dioses, de Santiago Posteguillo
El señor Posteguillo lo ha vuelto a hacer, qué grande es. Ya no recuerdo la última vez que devoré una novela con la fruición con la que me he comido esta. 800 páginas en 4 días. No sé si hace falta decir mucho más para dejar claro que esta novela me ha entusiasmado.
A Posteguillo le descubrí al mismo tiempo que a Escipión el Africano (y en general a la historia de Roma) en la trilogía que dedicó al famoso personaje ex-aequo con Anibal. Son unas novelas maravillosas, sobre todo la segunda, en la que la novela histórica alcanza su máximo exponente, para mí a nivel mundial, no solo de España. La serie que luego dedicó a Trajano flojeó bastante, y Yo Julia, sin ser mala novela, me pareció oportunista al hilo del feminismo de moda.
Todo ello hacía no me motivara especialmente esta lectura, aunque tarde o temprano iba a acometerla. Llegado el momento, y con cierta pereza por la extensión del volumen, la comencé. Y lo primero que me encontré fue una absurda asamblea de dioses romanos debatiendo sobre pruebas a poner a la emperatriz Julia, protagonista del libro. No me podía creer este episodio en una novela histórica, y pensé que don Santiago se nos había echado a perder definitivamente.
Pero lo superé, y llegué al diario de Galeno, y empezó de verdad la novela, y yo me quedé atrapado en la historia. Sí, es cierto que de vez en cuando será interrumpida por la estúpida asamblea divina; y que, llegando el final, tendremos también que aguantar algunas comparecencias en la laguna Estigia y de Caronte. Pero cuando llega todo eso, ya uno no puede dejar de leer, y solo desea que pasen cuanto antes esas distracciones.
Para más mérito de Posteguillo, su ámbito de narración cambia espectacularmente. Recuérdese que lo más destacado en su obras previas son, precisamente, la descripción de las batallas, con imborrable recuerdo de la de Zama. En la trilogia de Trajano y en Yo Julia, las batallas no son, ni de lejos, tan épicas, en parte por falta de genios militares del nivel de Anibal y Escipión. Esa carencia se notaba en los libros.
Pues bien, en esta novela Posteguillo abandona el tema bélico (alguna batalla habrá, pero no se concentra demasiado en ellas) y se nos va a la distancia corta, allí "donde un hombre se la juega", como decía el anuncio. Esta es una novela de intrigas palaciegas sobre todo, al estilo de Yo, Claudio.
Tendremos a Julia enfrentada con sucesivos "malos": Plauciano sobre todo; el enfrentamiento de sus hijos Caracalla y Geta; el control del primero, y a Opelio Macrino como indigno enemigo final (sobre todo en comparación con Plauciano). Ninguna victoria la obtendrá en el campo de batalla, todo será a base de táctica cortesana e intrigas de poder, luchando con las mismas armas que sus rivales, incluso desde la muerte. Casi se me olvidaba, también tendrá que vencer a la viruela o peste Antonina en las profunidades de Egipto, lo que no deja de ser tema de actualidad.
Lo cual me lleva a Galeno. A Posteguillo le gusta meter personajes científicos-culturales en sus novelas, no solo de batallas e intrigas vivían los romanos. En la trilogía de Escipión nos acompaña el dramaturgo Plutarco, mientras que en la de Trajano, lo hace Apolodoro de Damasco. Aquí es Galeno el elegido, y es quizá la vez que más incardinado está el personaje "cultural" con la trama de poder. Enhorabuena a Posteguillo por ello. No puede dejar de llamar la atención sobre la ironía que hay al final en el diálogo entre Caronte y Galeno: Caronte se queja de que los humanos no dejen desarrollar las investigaciones científicas al médico. No sé si el propio Posteguillo se habrá dado cuenta de la paradoja.
Pero vamos con las intrigas. Como bien aprendemos de Julia, en Roma la cuestión no está entre ganar o perder, si no entre ganar o morir. Quien se mete en estos juegos cortesanos, saber que no hay opción a la derrota: todos los personajes de la novela lo sufrirán en sus carnes, incluidos los aparecidos en el último momento, como la mujer e hijo de Opelio Macrino (el césar Diomediano). Por ello, se palpa la tensión en prácticamente todos los momentos gracias la magistral narración de Posteguillo.
Una cosa tienen todos clara, y ay del que no. En esos momentos, el poder en Roma lo tiene quien controla al ejército. El Senado está casi de adorno, y los pretorianos, sobre quienes construyeron su poder Comodo y otros emperadores anteriores, han perdido en influencia. La clave para mantenerse en el poder es que las legiones estén contentas y eso supone que estén bien pagadas. La cuestión del origen de tal dinero no la aborda en general Posteguillo, salvo en los momentos del enfrentamiento con Opelio y el comienzo de las campañas de Caracalla contra los Partos. Es aquí cuando Julia decide extender la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, acompañada, eso sí, del consiguiente pago de impuestos.
Como digo, Posteguillo recrea de forma espectacular algunas de las intrigas palaciegas que pueblan la novela. ¿Recuerda alguien los discursos de Fabio Máximo contra Escipión en el Senado? Bueno, pues el mismo relamer de lengua sentirá cuando vea a Julia acercarse al salón regios de la Domus Flavia cuando sus dos hijos, Caracalla y Geta, mortalmente enfrentados, han decidido repartirse el Imperio. Y el discurso de Julia estará a la altura de las expectativas. Magníficas son también otras escenas, como el apaciguamiento de Caracalla en Alejandría, y la forma de manipular a éste desde adolescente contra Plauciano (dicho sea de paso, eso tendrá la consecuencia de genera animadversión en Geta).
La maniobra que pergeña Julia para conseguir la paz con los Partos es de giro argumental de serie de las buenas. Lo que fue una pena, para el imperio romano, es que no llegará a eclosionar por la burda actuación de su hijo, Caracalla. Desconozco el rigor histórico de estos acontecimientos pero, si de verdad esto se le ocurrió a esta señora, con todo los emperadores que hubo y algunos tan listos, he de concluir que estaríamos mejor gobernados por mujeres. Los hombres valemos para expandir el imperio, pero son las señoras las que nos pueden enseñar a convivir y crear riqueza. Sí, ya sé que es demasiado extrapolar, pero es que cuando pienso en Pedrito y Pablito, preferiría mil veces estar en manos de Nadia y Margarita. Seguro que tendrían consideraciones más prácticas para salir de esta crisis y menos de buscar el enfrentamiento.
Lo cual no quita para que Julia deseche los escrúpulos si es necesario: "El cobarde, el vil, el miserable nunca entiende que alguien pueda decidir enfrentársele con sus mismas armas, con el mismo odio, con las mismas artimañas traidoras."
Termino con dos detalles curiosos, por distintos motivos. El primero es el origen de la expresión "ABRACADABRA", que resulta ser el tratado de un tal Quinto Samónico, consejero de Geta y verdadero charlatán de feria, que le sugiero llevar en el cuello un papelito con esta palabra escrita en forma de triángulo.
A Posteguillo le descubrí al mismo tiempo que a Escipión el Africano (y en general a la historia de Roma) en la trilogía que dedicó al famoso personaje ex-aequo con Anibal. Son unas novelas maravillosas, sobre todo la segunda, en la que la novela histórica alcanza su máximo exponente, para mí a nivel mundial, no solo de España. La serie que luego dedicó a Trajano flojeó bastante, y Yo Julia, sin ser mala novela, me pareció oportunista al hilo del feminismo de moda.
Todo ello hacía no me motivara especialmente esta lectura, aunque tarde o temprano iba a acometerla. Llegado el momento, y con cierta pereza por la extensión del volumen, la comencé. Y lo primero que me encontré fue una absurda asamblea de dioses romanos debatiendo sobre pruebas a poner a la emperatriz Julia, protagonista del libro. No me podía creer este episodio en una novela histórica, y pensé que don Santiago se nos había echado a perder definitivamente.
Pero lo superé, y llegué al diario de Galeno, y empezó de verdad la novela, y yo me quedé atrapado en la historia. Sí, es cierto que de vez en cuando será interrumpida por la estúpida asamblea divina; y que, llegando el final, tendremos también que aguantar algunas comparecencias en la laguna Estigia y de Caronte. Pero cuando llega todo eso, ya uno no puede dejar de leer, y solo desea que pasen cuanto antes esas distracciones.
Para más mérito de Posteguillo, su ámbito de narración cambia espectacularmente. Recuérdese que lo más destacado en su obras previas son, precisamente, la descripción de las batallas, con imborrable recuerdo de la de Zama. En la trilogia de Trajano y en Yo Julia, las batallas no son, ni de lejos, tan épicas, en parte por falta de genios militares del nivel de Anibal y Escipión. Esa carencia se notaba en los libros.
Pues bien, en esta novela Posteguillo abandona el tema bélico (alguna batalla habrá, pero no se concentra demasiado en ellas) y se nos va a la distancia corta, allí "donde un hombre se la juega", como decía el anuncio. Esta es una novela de intrigas palaciegas sobre todo, al estilo de Yo, Claudio.
Tendremos a Julia enfrentada con sucesivos "malos": Plauciano sobre todo; el enfrentamiento de sus hijos Caracalla y Geta; el control del primero, y a Opelio Macrino como indigno enemigo final (sobre todo en comparación con Plauciano). Ninguna victoria la obtendrá en el campo de batalla, todo será a base de táctica cortesana e intrigas de poder, luchando con las mismas armas que sus rivales, incluso desde la muerte. Casi se me olvidaba, también tendrá que vencer a la viruela o peste Antonina en las profunidades de Egipto, lo que no deja de ser tema de actualidad.
Lo cual me lleva a Galeno. A Posteguillo le gusta meter personajes científicos-culturales en sus novelas, no solo de batallas e intrigas vivían los romanos. En la trilogía de Escipión nos acompaña el dramaturgo Plutarco, mientras que en la de Trajano, lo hace Apolodoro de Damasco. Aquí es Galeno el elegido, y es quizá la vez que más incardinado está el personaje "cultural" con la trama de poder. Enhorabuena a Posteguillo por ello. No puede dejar de llamar la atención sobre la ironía que hay al final en el diálogo entre Caronte y Galeno: Caronte se queja de que los humanos no dejen desarrollar las investigaciones científicas al médico. No sé si el propio Posteguillo se habrá dado cuenta de la paradoja.
Pero vamos con las intrigas. Como bien aprendemos de Julia, en Roma la cuestión no está entre ganar o perder, si no entre ganar o morir. Quien se mete en estos juegos cortesanos, saber que no hay opción a la derrota: todos los personajes de la novela lo sufrirán en sus carnes, incluidos los aparecidos en el último momento, como la mujer e hijo de Opelio Macrino (el césar Diomediano). Por ello, se palpa la tensión en prácticamente todos los momentos gracias la magistral narración de Posteguillo.
Una cosa tienen todos clara, y ay del que no. En esos momentos, el poder en Roma lo tiene quien controla al ejército. El Senado está casi de adorno, y los pretorianos, sobre quienes construyeron su poder Comodo y otros emperadores anteriores, han perdido en influencia. La clave para mantenerse en el poder es que las legiones estén contentas y eso supone que estén bien pagadas. La cuestión del origen de tal dinero no la aborda en general Posteguillo, salvo en los momentos del enfrentamiento con Opelio y el comienzo de las campañas de Caracalla contra los Partos. Es aquí cuando Julia decide extender la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, acompañada, eso sí, del consiguiente pago de impuestos.
Como digo, Posteguillo recrea de forma espectacular algunas de las intrigas palaciegas que pueblan la novela. ¿Recuerda alguien los discursos de Fabio Máximo contra Escipión en el Senado? Bueno, pues el mismo relamer de lengua sentirá cuando vea a Julia acercarse al salón regios de la Domus Flavia cuando sus dos hijos, Caracalla y Geta, mortalmente enfrentados, han decidido repartirse el Imperio. Y el discurso de Julia estará a la altura de las expectativas. Magníficas son también otras escenas, como el apaciguamiento de Caracalla en Alejandría, y la forma de manipular a éste desde adolescente contra Plauciano (dicho sea de paso, eso tendrá la consecuencia de genera animadversión en Geta).
La maniobra que pergeña Julia para conseguir la paz con los Partos es de giro argumental de serie de las buenas. Lo que fue una pena, para el imperio romano, es que no llegará a eclosionar por la burda actuación de su hijo, Caracalla. Desconozco el rigor histórico de estos acontecimientos pero, si de verdad esto se le ocurrió a esta señora, con todo los emperadores que hubo y algunos tan listos, he de concluir que estaríamos mejor gobernados por mujeres. Los hombres valemos para expandir el imperio, pero son las señoras las que nos pueden enseñar a convivir y crear riqueza. Sí, ya sé que es demasiado extrapolar, pero es que cuando pienso en Pedrito y Pablito, preferiría mil veces estar en manos de Nadia y Margarita. Seguro que tendrían consideraciones más prácticas para salir de esta crisis y menos de buscar el enfrentamiento.
Lo cual no quita para que Julia deseche los escrúpulos si es necesario: "El cobarde, el vil, el miserable nunca entiende que alguien pueda decidir enfrentársele con sus mismas armas, con el mismo odio, con las mismas artimañas traidoras."
Termino con dos detalles curiosos, por distintos motivos. El primero es el origen de la expresión "ABRACADABRA", que resulta ser el tratado de un tal Quinto Samónico, consejero de Geta y verdadero charlatán de feria, que le sugiero llevar en el cuello un papelito con esta palabra escrita en forma de triángulo.
El segundo es que me parece haber pillado en error a Posteguillo, aunque me temo que el error se vuelva contra mí. Y es que en una de esas asambleas de los dioses que le sobran, nos casca que Selene es el equivalente griego de la diosa romana Diana. Yo siempre había creído que era Artemisa la diosa griega de la caza, por lo que me llamó la atención y contrasté con Internet. Y resulta que el equivalente romano de Selene es Luna (cosa que ya sabía, de ahí que se llame selenitas a los habitantes de la luna). Así que, ¿puede haberse equivocado en esto don Santiago?
En todo caso, lean esta novela.
domingo, 19 de abril de 2020
Community Revival in the Wake of Disaster, de Virgil H. Storr y otros
Se trata de un estudio académico sobre el papel del emprendedor en la recuperación de las comunidades tras un desastre. La parte teórica se sustenta sobre las teorías del emprendedor de Schumpeter y, sobre todo, de Israel Kirzner. La parte empírica se construye en base a entrevistas realizadas a individuos afectados por el huracán Katrina en Nueva Orleanas, y la tormenta Sandy en New Jersey.
Como digo, el punto de partida es el emprendedor, como no puede ser de otra forma, ya que es el motor del sistema y del cambio, tanto en condiciones normales como de desastre. Para describir su papel, los autores se basan en Kirzner, a quien contraponen en cierta medida a Schumpeter, en un debate clásico sobre el sexo de los ángeles al que de vez en cuando nos acostumbran los economistas austricos. No sé si es muy relevante a no, pero durante este análisis teórico diferencian al emprendedor comercial, del emprendedor social y del emprendedor ideológico. Para mí, el principal problema es que los dos últimos no tienen un criterio objetivo de medida de beneficios, por lo que supongo que les será difícil comparativamente la obtención de recursos para sus fines; ello nos lleva a que, paradójicamente, el principal agente de cambio social tenga que ser el emprendedor "comercial", contra lo que podría esperarse.
Dicho esto, creo que el emprendedor social sí puede florecer precisamente en situaciones de desastre, en que el entorno dificulta enormemente la construcción planes de negocio a medio plazo e incluso la medida de los beneficios, por lo que el emprendedor meramente social puede ser una fuerza importante de recuperación.
Los autores identifican tres papeles del emprendedor para la recuperación tras una catástrofe, a saber: provisión de bienes y servicios (lo que sería su actividad convencional), reconstrucción del capital social y redes sociales, señalización de que hay un proceso de reconstrucción en marcha para dar certeza a otros individuos. Nada que oponer. Mi principal dificultad estriba en que los autores parecen diferenciar emprendedores del resto de los individuos, como si los que no lo son fueran una especie de "sims" y no estuvieran ellos a su vez emprendiendo.
De hecho, eso enlaza con mi principal crítica teórica al libro, que se refiera la conceptualización del problema a que se enfrente la comunidad tras un desastre, como un problema de acción colectiva, lo que lleva a los autores a formular unos grafos de decisión, muy en la línea de teoria de juegos. Para mí, no hay tal problema, sino una sucesión de decisiones empresariales en las que cada una lanza información y señales sobre las demás; además, estas decisiones se están tomando por todos los individuos afectados, no solo por aquellos que triunfan en su empeño emprendedor o que, por las razones que sean, tienen más visibilidad.
Superada la parte teórica, se nos cuentan historias individuales de gente concreta que actuó con emprendimiento tras las catástrofes antes citadas. Los ejemplos son interesantes e incluso en algún caso conmovedores, pero no dejan de ser anecdóticos. Insisto, desde mi perspectiva, todo el mundo está emprendiendo, con más o menos éxito, con más o menos visibilidad. No me parece relevante que sea un entorno norma o de catástrofe. Así que esta parte me ha resultado insulsa metodológicamente, aunque interesante desde una perspectiva humana.
Hasta que, por fin, llegamos al capítulo 8 del libro y cobran perspectiva las historietas anteriores. Porque, ahora lo vemos, el objetivo no era mostrar historias de emprendedores de éxito tras una catástrofe, algo que, insisto, me parece trivial desde un punto de vista teórico: no hay recuperación posible ni movimiento sin emprendores. El objetivo es más bien ver como la recuperación monocéntrica, esto es, liderada por el Estado (en oposición a la policéntrica representada por los emprendedores), interfiere y dificulta hasta extremos difícilmente creíbles, y yo diría que inmorales, los esfuerzos de recuperación llevados a cabo por los emprendedores.
Son muchos los ejemplos que se resumen en este capítulo 8, la mayor parte de los cuales ya habían aparecido en las entrevistas de los capítulos 5 a 7. Me quedaré, por ser especialemente sangrante, con la discriminación padecida por la comunidad cristiana vietnamita liderada por el padre Vien. En efecto, las autoridades municipales querían favorecer el regreso de los afroamericanos, con independencia de la viabilidad demostrada por otras comunidades, por lo que no estaban dispuestos a dar recursos a la comunidad del padre Vien.
Como se puede imaginar, Storr y sus coautoras hacen recomendaciones tendentes a eliminar la interferencia del Estado con los emprendedores (sí, también en tiempos de post-catástrofe), por ejemplo dejando sin aplicación numerosas regulaciones que entorpecen la actividad del emprendedor en momentos en que la rapidez es fundamental. También hablan de la incertidumbre que genera en el emprendedor la indefinición política y los continúos cambios de planes (bueno, en ellos estamos ahora mismo con el tema del Coronavirus: a ver quién se atreve a realizar una inversión con estas condiciones de contorno). Por último, dejan incluso un papel a los burócratas: que se les deje ser emprendedores dentro de la "finalidad global" de la institución en que se incardinan, como si esta finalidad estuviera clara alguna vez en una organización burocrática.
El libro se lee bien y ofrece testimonios interesantes, que ratifican la teoría económica, por tanto mis expectativas. Al mismo tiempo, es de enorme actualidad, pues sus recomendaciones serían de aplicación perfecta en las circunstancias actuales y a las que nos vamos a enfrentar en breve, cuando termine este maldito y casi innecesario confinamiento. Sin embargo, desde un punto de vista metodológico, el análisis se hubiera beneficiado de un planteamiento claro desde el principio: veamos de qué forma distorsiona la actividad burocrática el proceso emprendedor en una situación de recuperación de catástrofe, y obtengamos conclusiones. Al no plantearlo así desde el principio, uno se encuentra la mayor parte del libro pensando que le están contando cosas triviales, interesantes, pero triviales.
Como digo, el punto de partida es el emprendedor, como no puede ser de otra forma, ya que es el motor del sistema y del cambio, tanto en condiciones normales como de desastre. Para describir su papel, los autores se basan en Kirzner, a quien contraponen en cierta medida a Schumpeter, en un debate clásico sobre el sexo de los ángeles al que de vez en cuando nos acostumbran los economistas austricos. No sé si es muy relevante a no, pero durante este análisis teórico diferencian al emprendedor comercial, del emprendedor social y del emprendedor ideológico. Para mí, el principal problema es que los dos últimos no tienen un criterio objetivo de medida de beneficios, por lo que supongo que les será difícil comparativamente la obtención de recursos para sus fines; ello nos lleva a que, paradójicamente, el principal agente de cambio social tenga que ser el emprendedor "comercial", contra lo que podría esperarse.
Dicho esto, creo que el emprendedor social sí puede florecer precisamente en situaciones de desastre, en que el entorno dificulta enormemente la construcción planes de negocio a medio plazo e incluso la medida de los beneficios, por lo que el emprendedor meramente social puede ser una fuerza importante de recuperación.
Los autores identifican tres papeles del emprendedor para la recuperación tras una catástrofe, a saber: provisión de bienes y servicios (lo que sería su actividad convencional), reconstrucción del capital social y redes sociales, señalización de que hay un proceso de reconstrucción en marcha para dar certeza a otros individuos. Nada que oponer. Mi principal dificultad estriba en que los autores parecen diferenciar emprendedores del resto de los individuos, como si los que no lo son fueran una especie de "sims" y no estuvieran ellos a su vez emprendiendo.
De hecho, eso enlaza con mi principal crítica teórica al libro, que se refiera la conceptualización del problema a que se enfrente la comunidad tras un desastre, como un problema de acción colectiva, lo que lleva a los autores a formular unos grafos de decisión, muy en la línea de teoria de juegos. Para mí, no hay tal problema, sino una sucesión de decisiones empresariales en las que cada una lanza información y señales sobre las demás; además, estas decisiones se están tomando por todos los individuos afectados, no solo por aquellos que triunfan en su empeño emprendedor o que, por las razones que sean, tienen más visibilidad.
Superada la parte teórica, se nos cuentan historias individuales de gente concreta que actuó con emprendimiento tras las catástrofes antes citadas. Los ejemplos son interesantes e incluso en algún caso conmovedores, pero no dejan de ser anecdóticos. Insisto, desde mi perspectiva, todo el mundo está emprendiendo, con más o menos éxito, con más o menos visibilidad. No me parece relevante que sea un entorno norma o de catástrofe. Así que esta parte me ha resultado insulsa metodológicamente, aunque interesante desde una perspectiva humana.
Hasta que, por fin, llegamos al capítulo 8 del libro y cobran perspectiva las historietas anteriores. Porque, ahora lo vemos, el objetivo no era mostrar historias de emprendedores de éxito tras una catástrofe, algo que, insisto, me parece trivial desde un punto de vista teórico: no hay recuperación posible ni movimiento sin emprendores. El objetivo es más bien ver como la recuperación monocéntrica, esto es, liderada por el Estado (en oposición a la policéntrica representada por los emprendedores), interfiere y dificulta hasta extremos difícilmente creíbles, y yo diría que inmorales, los esfuerzos de recuperación llevados a cabo por los emprendedores.
Son muchos los ejemplos que se resumen en este capítulo 8, la mayor parte de los cuales ya habían aparecido en las entrevistas de los capítulos 5 a 7. Me quedaré, por ser especialemente sangrante, con la discriminación padecida por la comunidad cristiana vietnamita liderada por el padre Vien. En efecto, las autoridades municipales querían favorecer el regreso de los afroamericanos, con independencia de la viabilidad demostrada por otras comunidades, por lo que no estaban dispuestos a dar recursos a la comunidad del padre Vien.
Como se puede imaginar, Storr y sus coautoras hacen recomendaciones tendentes a eliminar la interferencia del Estado con los emprendedores (sí, también en tiempos de post-catástrofe), por ejemplo dejando sin aplicación numerosas regulaciones que entorpecen la actividad del emprendedor en momentos en que la rapidez es fundamental. También hablan de la incertidumbre que genera en el emprendedor la indefinición política y los continúos cambios de planes (bueno, en ellos estamos ahora mismo con el tema del Coronavirus: a ver quién se atreve a realizar una inversión con estas condiciones de contorno). Por último, dejan incluso un papel a los burócratas: que se les deje ser emprendedores dentro de la "finalidad global" de la institución en que se incardinan, como si esta finalidad estuviera clara alguna vez en una organización burocrática.
El libro se lee bien y ofrece testimonios interesantes, que ratifican la teoría económica, por tanto mis expectativas. Al mismo tiempo, es de enorme actualidad, pues sus recomendaciones serían de aplicación perfecta en las circunstancias actuales y a las que nos vamos a enfrentar en breve, cuando termine este maldito y casi innecesario confinamiento. Sin embargo, desde un punto de vista metodológico, el análisis se hubiera beneficiado de un planteamiento claro desde el principio: veamos de qué forma distorsiona la actividad burocrática el proceso emprendedor en una situación de recuperación de catástrofe, y obtengamos conclusiones. Al no plantearlo así desde el principio, uno se encuentra la mayor parte del libro pensando que le están contando cosas triviales, interesantes, pero triviales.
viernes, 17 de abril de 2020
Las hormigas ("Les fourmis"), de Bernard Werber
Tenía en cartera leer algo de este escritor, que parece un fenómeno en Francia, y que además coincide conmigo en fecha de cumpleaños. Tenía apuntado el que parecía el primero de una trilogia sobre los dioses (Nous, les Dieux), pero al comenzar a leerlo quedó claro que este, a su vez, parecía el tercero de una serie comenzada por Les Thanonautes. En vista de ello, y antes de comenzar la lectura de éste, indagué un poco más sobre el autor y me encontré con que este de Las Hormigas era la primera de sus novelas y, según parece, la mejor. Ha sido traducido al español, junto con algunas otras novelas de la extensa producción del autor.
En conclusión, para minimizar riesgos en un autor de trilogias, decidí empezar por el que crítica y lectores consideran mejor, antes de adentrarme en algo de más extensión. Y lo que me encontré es típica carne de best-seller, de todo a 100, en fin, lectura ligera basurilla, en la que no merece la pena insistir.
El punto atractivo de la novela es la descripción que hace la vida de las hormigas. El señor Werber debe de tener una gran afición entomológica y especialmente formicológica (si el palabro existe), y gracias a ello arranca con fuerza la novela. Nos mete en el cuerpecillo de una hormiga, y nos hace sentir el mundo como puedan hacerlo estos bichos. Vemos las cosas desde su perspectiva, aprendemos a comunicarnos con feromonas y hacer una "ágora de antenas" (feliz expresión del autor), descubrimos las trophollaxies (proceso por el que una hormiga le da a otra los víveres almacenados en su persona) e incluso observamos sus interacciones sociales, como se organizan en grupos espontáneos para la resolución de problemas en vez de basarse en una autoridad central, como el concepto y jerarquía de reina invitan a pensar.
Más aún, entramos en el mundo bélico, y vemos de primera mano las distintas armas y estrategias que usan las distintas especies de hormigas, y cómo es el proceso de descubrimiento. En uno de estos episodios iniciales, vemos al hormiguero derrotar a un pajarillo (un picvert) al que debilitan a base de ácido fórmico, penetran por todos los agujeros, para finalmente sumergir en el hormiguero atacado. Todo muy interesante, sí, siempre que las descripciones estén basadas en conocimientos biológicos reales, lo que asumo y espero. Porque si esto se lo ha inventando el autor, entonces la novela carece absolutamente de interés.
De todas formas, esto no es suficiente para mantener el interés del lector. Poco a poco, pierde la novedad, o el escritor las ideas, y nos encontraremos con pasajes dedicados a la confección de telarañas por arácnidos, o incluso a la vida sexual de los caracoles. Una vez más, acumula información que puede ser interesante, pero para entonces uno ya está deseando ver a dónde va el libro, aunque sin demasiada esperanza, por lo que realmente está deseando que termine.
Claro, para dotar de cuerpo al libro las aventuras de las hormigas se entrelanza con una trama de seres humanos, encabezada por Jonathan Wells, nieto de Edmund Wells. Este Edmund es el autor de la "Enciclopedia del saber relativo y absoluto", fragementos de la cual se incardinan entre los capítulos del libro. Observé al empezar "Nous, les Dieux" que también aquí había fragmentos de esta enciclopedia ficticia, y que en algún momento, Werber decidió publicar un libro con el mismo título: hay que sacar tantos huevos de oro de la gallina como se pueda antes de que ésta muera. Dichos fragmentos son básicamente filosofía barata, relacionada o no con lo que se cuenta.
El caso es que esa trama humana es, bueno, lamentable. No hay desarrollo de los personajes, básicamente nos limitamos a sus desapariciones tras abrir una puerta con la resolución de un enigma. Por supuesto, al final de la novela nos enteramos de por qué desaparecen, y la cosa no puede ser más estúpica e inverosímil. No sé si llega al nivel de un cuento infantil, siquiera.
Y así termino esta lectura sin pena ni gloria. El interés y originalidad inicial de la novela no se mantiene, pero puede justificar su lectura. Desde luego, ninguna otra del autor en mi caso. Y eso que hay que reconocerle algún deje anarquista, reflejado en algunas de las entradas a su enciclopedia apócrifa, como en la que dedica al totalitarismo y que concluye con esta frase: "La nature hait l’uniformité et aime la diversité. C’est là peut-être que se reconnaît son génie." (argumentando que la diversidad es lo que permite a una especie sobrevivir, al facilitar su adaptación al entorno).
El otro punto que destaco es la gran especialización que, al parecer, tienen las hormigas en sus labores, algo que no es aparente para el observador casual. Es por ello que Wells-Werber nos dice que "L'avenir appartient aux spécialistes", algo que como sabemos los economistas ha estado en la base del desarrollo de la sociedad humana, posibilitado por el intercambio directo, y hecho explotar por el indirecto.
Ah, antes de que se me olvide. Sin ser muy bueno ni brillante, es original el glosario al final del libro, con términos explicados desde el punto de vista de una hormiga. Y también me ha gustado el llamamiento a conocer primero a los "intraterrestres" (esto es, las hormigas que viven en el subsuelo terrestre) que a los extraterrestres.
En conclusión, para minimizar riesgos en un autor de trilogias, decidí empezar por el que crítica y lectores consideran mejor, antes de adentrarme en algo de más extensión. Y lo que me encontré es típica carne de best-seller, de todo a 100, en fin, lectura ligera basurilla, en la que no merece la pena insistir.
El punto atractivo de la novela es la descripción que hace la vida de las hormigas. El señor Werber debe de tener una gran afición entomológica y especialmente formicológica (si el palabro existe), y gracias a ello arranca con fuerza la novela. Nos mete en el cuerpecillo de una hormiga, y nos hace sentir el mundo como puedan hacerlo estos bichos. Vemos las cosas desde su perspectiva, aprendemos a comunicarnos con feromonas y hacer una "ágora de antenas" (feliz expresión del autor), descubrimos las trophollaxies (proceso por el que una hormiga le da a otra los víveres almacenados en su persona) e incluso observamos sus interacciones sociales, como se organizan en grupos espontáneos para la resolución de problemas en vez de basarse en una autoridad central, como el concepto y jerarquía de reina invitan a pensar.
Más aún, entramos en el mundo bélico, y vemos de primera mano las distintas armas y estrategias que usan las distintas especies de hormigas, y cómo es el proceso de descubrimiento. En uno de estos episodios iniciales, vemos al hormiguero derrotar a un pajarillo (un picvert) al que debilitan a base de ácido fórmico, penetran por todos los agujeros, para finalmente sumergir en el hormiguero atacado. Todo muy interesante, sí, siempre que las descripciones estén basadas en conocimientos biológicos reales, lo que asumo y espero. Porque si esto se lo ha inventando el autor, entonces la novela carece absolutamente de interés.
De todas formas, esto no es suficiente para mantener el interés del lector. Poco a poco, pierde la novedad, o el escritor las ideas, y nos encontraremos con pasajes dedicados a la confección de telarañas por arácnidos, o incluso a la vida sexual de los caracoles. Una vez más, acumula información que puede ser interesante, pero para entonces uno ya está deseando ver a dónde va el libro, aunque sin demasiada esperanza, por lo que realmente está deseando que termine.
Claro, para dotar de cuerpo al libro las aventuras de las hormigas se entrelanza con una trama de seres humanos, encabezada por Jonathan Wells, nieto de Edmund Wells. Este Edmund es el autor de la "Enciclopedia del saber relativo y absoluto", fragementos de la cual se incardinan entre los capítulos del libro. Observé al empezar "Nous, les Dieux" que también aquí había fragmentos de esta enciclopedia ficticia, y que en algún momento, Werber decidió publicar un libro con el mismo título: hay que sacar tantos huevos de oro de la gallina como se pueda antes de que ésta muera. Dichos fragmentos son básicamente filosofía barata, relacionada o no con lo que se cuenta.
El caso es que esa trama humana es, bueno, lamentable. No hay desarrollo de los personajes, básicamente nos limitamos a sus desapariciones tras abrir una puerta con la resolución de un enigma. Por supuesto, al final de la novela nos enteramos de por qué desaparecen, y la cosa no puede ser más estúpica e inverosímil. No sé si llega al nivel de un cuento infantil, siquiera.
Y así termino esta lectura sin pena ni gloria. El interés y originalidad inicial de la novela no se mantiene, pero puede justificar su lectura. Desde luego, ninguna otra del autor en mi caso. Y eso que hay que reconocerle algún deje anarquista, reflejado en algunas de las entradas a su enciclopedia apócrifa, como en la que dedica al totalitarismo y que concluye con esta frase: "La nature hait l’uniformité et aime la diversité. C’est là peut-être que se reconnaît son génie." (argumentando que la diversidad es lo que permite a una especie sobrevivir, al facilitar su adaptación al entorno).
El otro punto que destaco es la gran especialización que, al parecer, tienen las hormigas en sus labores, algo que no es aparente para el observador casual. Es por ello que Wells-Werber nos dice que "L'avenir appartient aux spécialistes", algo que como sabemos los economistas ha estado en la base del desarrollo de la sociedad humana, posibilitado por el intercambio directo, y hecho explotar por el indirecto.
Ah, antes de que se me olvide. Sin ser muy bueno ni brillante, es original el glosario al final del libro, con términos explicados desde el punto de vista de una hormiga. Y también me ha gustado el llamamiento a conocer primero a los "intraterrestres" (esto es, las hormigas que viven en el subsuelo terrestre) que a los extraterrestres.
domingo, 12 de abril de 2020
On ne voyait que la bonheur, de Grégoire Delacourt
Segundo libro que leo del autor, tras "La liste de mes envies", que llegó a traducirse al español.
Hay que reconocer a los autores franceses que son los únicos que siguen arriesgando con historias como las de este libro, sin ceder al chantaje de la épica de las grandes extensiones, que parece ineludible en la actualidad para autores españoles o ingleses.
Son historias, casi fábulas, muy centradas en los sentimientos y pensamientos de las personas, sin prestar apenas atención al entorno. Por eso quizá uno tiene la sensación de haberlas leído varias veces y no acaban de convencerme.
Esta, por ejemplo, no pasa de ser un drama familiar contado en desorden. Lo original es que cada capítulo se títula con un precio (en Euros o francos) y parte de la gracia es encontrar a qué artículo se está refiriendo. Y esto es así porque el protagonista y narrador es un perito de seguros, acostumbrado a tasarlo todo. Original enfoque. Pero, con todo lo interesante que son las evaluaciones de los siniestros que nos cuenta, así como sus reflexiones al respecto de su trabajo ("Je suis payé pour payer le moins possible, pour n’avoir ni cœur ni compassion, je n’ai pas le droit de tendre la main au naufragé, il n’y a pas de place en moi pour la gentillesse. On m’a amputé de l’attendrissement, on a fait de moi un salaud ordinaire et je me suis laissé faire. Je devais dire non au malheur des autres."), nada de ello llega a disfrazar lo dicho: estamos ante un dramón familiar de tres generaciones.
El protagonista se llama Antoine, su ex-mujer Nathalie. Tiene dos hijos, Josephine y Léon, y una hermana, Anna, gemela de otra que falleció, Anne. Su madre abandonó a padre, hijo e hija mucho tiempo ha para vivir casi en la pobreza, y el padre está falleciendo de cancer ante el padecimiento de su segunda mujer, Colette. Como vemos, una muerte infantil y dos rupturas de pareja en tres generaciones, lo típico en dramas familiares. De esta primera parte, el capítulo más interesante es, sin duda, en el que Antoine descubre la infidelidad de su amor de toda la vida, según parece reminiscente de algún número del musical Los Miserables (lo digo porque lo dice el autor en el epílogo).
Un acontecimiento traumático separa la primera de la segunda parte del libro: el intento de asesinato de sus hijos y de suicidio de Antoine, fracasado, aunque dejando secuelas en la mandíbula de Josephine. A partir de aquí, la novela se hace más interesante y más bonita, digamos que empiezan a pasar cosas positivas.
En la segunda parte, los títulos de los capítulos dejan de ser precios y pasan a ser números, en un anticipo metafórico de la evolución de la vida de Antoine, quien además pasa a ser El Desconocido, para evolucionar a El Loco, y finalmente a El Mago. Y sí, en español, porque el hombre se va a vivir a México una vez liberado del manicomio en que le internan tras sus hechos.
Aquí reconstruirá su vida con Matilda y su hermano pequeño-hijo en realidad- Arginaldo. De Matilda sabremos que estudiaba para enfermera hasta que sufrió una violación en el hospital, y decidió abandonar tal destino: "Elle a arrêté les études, arrêté de vouloir aider les autres, d’espérer les sauver. Elle a laissé sa fraîcheur s’envoler, son rire partir." Qué bonita frase, y qué triste. Tenemos aquí otro capítulo soberbio, "Il n'a jamais..." en que recuerda todas las cosas que su padre no hizo con él.
Por fin, la tercera parte consiste en un diario abreviado de Josephine, desde la misma noche del acontecimiento traumático. Aquí la vemos crecer y curarse hasta ser una chica normal, mientras, en paralelo, su padre deja de ser "Le Chien" para humanizarse a "su papá" cuando es capaz de recordar el último día que pasaron ella y Léon con él. Evidentemente, la historia termina con padre e hija reencontrándose en las playas de Puerto Vallarta, pero esto es lo de menos.
En suma, un librito sin más. Yo creo que a los lectores actuales hay que darles más carnaza que un drama familiar desordenado, por muy bien escrito que pueda estar, y emotivos que sean algunos momentos puntuales. Ah, por cierto, el título hace referencia a unas fotos de la familia que repasa en uno de sus momentos de desesperación el protagonista: en ellas, "Solo se veía la felicidad".
Hay que reconocer a los autores franceses que son los únicos que siguen arriesgando con historias como las de este libro, sin ceder al chantaje de la épica de las grandes extensiones, que parece ineludible en la actualidad para autores españoles o ingleses.
Son historias, casi fábulas, muy centradas en los sentimientos y pensamientos de las personas, sin prestar apenas atención al entorno. Por eso quizá uno tiene la sensación de haberlas leído varias veces y no acaban de convencerme.
Esta, por ejemplo, no pasa de ser un drama familiar contado en desorden. Lo original es que cada capítulo se títula con un precio (en Euros o francos) y parte de la gracia es encontrar a qué artículo se está refiriendo. Y esto es así porque el protagonista y narrador es un perito de seguros, acostumbrado a tasarlo todo. Original enfoque. Pero, con todo lo interesante que son las evaluaciones de los siniestros que nos cuenta, así como sus reflexiones al respecto de su trabajo ("Je suis payé pour payer le moins possible, pour n’avoir ni cœur ni compassion, je n’ai pas le droit de tendre la main au naufragé, il n’y a pas de place en moi pour la gentillesse. On m’a amputé de l’attendrissement, on a fait de moi un salaud ordinaire et je me suis laissé faire. Je devais dire non au malheur des autres."), nada de ello llega a disfrazar lo dicho: estamos ante un dramón familiar de tres generaciones.
El protagonista se llama Antoine, su ex-mujer Nathalie. Tiene dos hijos, Josephine y Léon, y una hermana, Anna, gemela de otra que falleció, Anne. Su madre abandonó a padre, hijo e hija mucho tiempo ha para vivir casi en la pobreza, y el padre está falleciendo de cancer ante el padecimiento de su segunda mujer, Colette. Como vemos, una muerte infantil y dos rupturas de pareja en tres generaciones, lo típico en dramas familiares. De esta primera parte, el capítulo más interesante es, sin duda, en el que Antoine descubre la infidelidad de su amor de toda la vida, según parece reminiscente de algún número del musical Los Miserables (lo digo porque lo dice el autor en el epílogo).
Un acontecimiento traumático separa la primera de la segunda parte del libro: el intento de asesinato de sus hijos y de suicidio de Antoine, fracasado, aunque dejando secuelas en la mandíbula de Josephine. A partir de aquí, la novela se hace más interesante y más bonita, digamos que empiezan a pasar cosas positivas.
En la segunda parte, los títulos de los capítulos dejan de ser precios y pasan a ser números, en un anticipo metafórico de la evolución de la vida de Antoine, quien además pasa a ser El Desconocido, para evolucionar a El Loco, y finalmente a El Mago. Y sí, en español, porque el hombre se va a vivir a México una vez liberado del manicomio en que le internan tras sus hechos.
Aquí reconstruirá su vida con Matilda y su hermano pequeño-hijo en realidad- Arginaldo. De Matilda sabremos que estudiaba para enfermera hasta que sufrió una violación en el hospital, y decidió abandonar tal destino: "Elle a arrêté les études, arrêté de vouloir aider les autres, d’espérer les sauver. Elle a laissé sa fraîcheur s’envoler, son rire partir." Qué bonita frase, y qué triste. Tenemos aquí otro capítulo soberbio, "Il n'a jamais..." en que recuerda todas las cosas que su padre no hizo con él.
Por fin, la tercera parte consiste en un diario abreviado de Josephine, desde la misma noche del acontecimiento traumático. Aquí la vemos crecer y curarse hasta ser una chica normal, mientras, en paralelo, su padre deja de ser "Le Chien" para humanizarse a "su papá" cuando es capaz de recordar el último día que pasaron ella y Léon con él. Evidentemente, la historia termina con padre e hija reencontrándose en las playas de Puerto Vallarta, pero esto es lo de menos.
En suma, un librito sin más. Yo creo que a los lectores actuales hay que darles más carnaza que un drama familiar desordenado, por muy bien escrito que pueda estar, y emotivos que sean algunos momentos puntuales. Ah, por cierto, el título hace referencia a unas fotos de la familia que repasa en uno de sus momentos de desesperación el protagonista: en ellas, "Solo se veía la felicidad".
sábado, 11 de abril de 2020
Burr, de Gore Vidal
Pese a que su nombre lo tenía muy escuchado, descubrí a Gore Vidal recientemente con la lectura de "Creación", que me encantó. Estaba claro que iba a leer más cosas de este novelista-historiador-periodista y político de filiación democráta. Y opté por empezar con su serie sobre la historia de Estados Unidos, de 7 novelas, de las que ésta es la primera (aunque no la que escribió primero) y, según dicen, la más popular del autor.
El problema es que me ha resultado un poco rollo. ¿A qué se debe? No lo tengo muy claro, porque el estilo de Vidal es bueno, aún sin llegar a la calidad del citado arriba, y la narración se hace ligera. Una de las razones podría ser la estructura que ha dado a la novela. Si bien el protagonista es el coronel Burr, el narrador es un periodista, Charlie Schuyler, Old Patroon como seudónimo. Pues bien , la novela alterna los episodios biográficos del primero con la vida del segundo, y esta última es de nulo interés (quizá se salvan la visita a un Washington DC en construcción y el epílogo en Amalfi, pero claramente no por él). Pero, además, ello añade algo de confusión, pues hay dos narraciones en primera persona: la de Schuyler, la principal, y la de Burr, en los momentos en que Schuyler recoge las memorias del coronel.
Por otro lado, también podría ser porque los acontecimientos son generalmente inanes, y con personajes de andar por casa. De esto la culpa no la tiene Vidal, si no la propia historia de EEUU, que da poco de sí. Una prueba sería esta novela histórica; otra, la serie Deadwood, muchos de cuyos personajes son también históricos, por mucho que eso pueda parecer increíble al lector.
Burr comienza su leyenda con una campaña militar en Canadá, en la que hace un amago de rescatar a una víctima, y termina de héroe con 21 años. Ello es seguido por algunas acciones destacadas en la guerra de la Independencia (la batalla de Monmouth Courthouse) y poco más. A partir de ahí se desarrolla su carrera política, dominada siempre por la figura del tercer presidente de los EEUU y redactor de su Constitución, Thomas Jefferson.
Quizá lo mejor de la novela es la desmitificación de estos personajes: Jefferson, Madison, Hamilton o el propio George Washington. Vidal nos los presenta como individuos más o menos brillantes, persiguiendo sin demasiado escrúpulo sus intereses. Por ejemplo, del general Washington, el semidios como todos lo veían, nos dice que "But though Washington could not defeat the enemy in battle, he had a fine talent for defeating rival generals in the Congress. At the end he alone was at the pinnacle, as he intended from the beginning." Vamos, que el mito de héroe se lo construyó como político.
Para Jefferson guarda varios invectivas, de las que rescato la siguiente: "Proclaiming the unalienable rights of man for everyone (excepting slaves, Indians, women and those entirely without property), Jefferson tried to seize the Floridas by force, dreamed of a conquest of Cuba, and after his illegal purchase of Louisiana sent a military governor to rule New Orleans against the will of its inhabitants."
Eso sí, le reconoce mejores capacidades imperiales que al mismísimo Napoleón: "Yet, finally, who was more truly imperial? Bonaparte with his military conquests now vanished? Or Jefferson with his strategic acquisitions that endure to this day?"
Según parece, Burr tuvo en su mano ser presidente de los EEUU, pero cedió el puesto graciosamente a Jefferson, quien se lo pagaría andando el tiempo con una demanda judicial que casi da con el coronel en el cadalso. Entre medias, tenemos debates muy americanos y poco extrapolables, que quizá sean otra causa de que la novela no me haya apasionado. Por ejemplo, el federalismo vs los Estados, y el derecho de secesión, enmarcado en la lucha de los partidos políticos de la época: Federalistas y Republicanos. O la relación entre Tribunal Supremo y legislativo.
Los episodios culminantes de la novela son, por un lado, el juicio a Burr promovido por Jefferson, acusándole de traición por promover la secesión de los estados occidentales (en ese momento, hasta Louisiana), cuando lo que parece es que Burr lo que quería era conquistar México a los españoles (a quiens los americanos llaman los Dones). Por otro lado, el duelo con Hamilton en que éste es derrotado y fallece. Ninguno me parece de excesivo interés, y no pasarían de anecdóticos en la historia de cualquier país europeo o asiático.
Desde el punto de vista cómico, el mejor momento es el análisis frenológico que hace un eminente "científico" austriaco del cráneo de Van Buren (candidato a la presidencia de EEUU en los momentos en que el periodista está haciendo su investigación). Para el que no lo sepa, la frenología es la "ciencia" que explica cómo la forma de la cabeza condiciona nuestra personalidad. No hay que perderse la propuesta de dispositivo para modelar la creatividad de los infantes.
No es el único momento divertido, pues Vidal domina el arte de la ironía, y Burr actúa como eficaz canalizador de la misma. Aquí una muestra, precisamente en la toma de Quebec antes aludida: "When consulted in a democratic way, the American soldier invariably chooses retreat."
Aunque también para sus conciudadanos tiene Vidal algo que decir, como buen ungido de la izquierda: "For the average American freedom of speech is simply the freedom to repeat what everyone else is saying and no more."
No puedo recomendar esta lectura, salvo que a gente muy interesada en la historia de los EEUU. Quizá ellos sí le vean todo el valor, e incluo sean capaces de explicármelo. Cierro con este sorprendente consejo de autoayuda, que le dice alguien al periodista:
El problema es que me ha resultado un poco rollo. ¿A qué se debe? No lo tengo muy claro, porque el estilo de Vidal es bueno, aún sin llegar a la calidad del citado arriba, y la narración se hace ligera. Una de las razones podría ser la estructura que ha dado a la novela. Si bien el protagonista es el coronel Burr, el narrador es un periodista, Charlie Schuyler, Old Patroon como seudónimo. Pues bien , la novela alterna los episodios biográficos del primero con la vida del segundo, y esta última es de nulo interés (quizá se salvan la visita a un Washington DC en construcción y el epílogo en Amalfi, pero claramente no por él). Pero, además, ello añade algo de confusión, pues hay dos narraciones en primera persona: la de Schuyler, la principal, y la de Burr, en los momentos en que Schuyler recoge las memorias del coronel.
Por otro lado, también podría ser porque los acontecimientos son generalmente inanes, y con personajes de andar por casa. De esto la culpa no la tiene Vidal, si no la propia historia de EEUU, que da poco de sí. Una prueba sería esta novela histórica; otra, la serie Deadwood, muchos de cuyos personajes son también históricos, por mucho que eso pueda parecer increíble al lector.
Burr comienza su leyenda con una campaña militar en Canadá, en la que hace un amago de rescatar a una víctima, y termina de héroe con 21 años. Ello es seguido por algunas acciones destacadas en la guerra de la Independencia (la batalla de Monmouth Courthouse) y poco más. A partir de ahí se desarrolla su carrera política, dominada siempre por la figura del tercer presidente de los EEUU y redactor de su Constitución, Thomas Jefferson.
Quizá lo mejor de la novela es la desmitificación de estos personajes: Jefferson, Madison, Hamilton o el propio George Washington. Vidal nos los presenta como individuos más o menos brillantes, persiguiendo sin demasiado escrúpulo sus intereses. Por ejemplo, del general Washington, el semidios como todos lo veían, nos dice que "But though Washington could not defeat the enemy in battle, he had a fine talent for defeating rival generals in the Congress. At the end he alone was at the pinnacle, as he intended from the beginning." Vamos, que el mito de héroe se lo construyó como político.
Para Jefferson guarda varios invectivas, de las que rescato la siguiente: "Proclaiming the unalienable rights of man for everyone (excepting slaves, Indians, women and those entirely without property), Jefferson tried to seize the Floridas by force, dreamed of a conquest of Cuba, and after his illegal purchase of Louisiana sent a military governor to rule New Orleans against the will of its inhabitants."
Eso sí, le reconoce mejores capacidades imperiales que al mismísimo Napoleón: "Yet, finally, who was more truly imperial? Bonaparte with his military conquests now vanished? Or Jefferson with his strategic acquisitions that endure to this day?"
Según parece, Burr tuvo en su mano ser presidente de los EEUU, pero cedió el puesto graciosamente a Jefferson, quien se lo pagaría andando el tiempo con una demanda judicial que casi da con el coronel en el cadalso. Entre medias, tenemos debates muy americanos y poco extrapolables, que quizá sean otra causa de que la novela no me haya apasionado. Por ejemplo, el federalismo vs los Estados, y el derecho de secesión, enmarcado en la lucha de los partidos políticos de la época: Federalistas y Republicanos. O la relación entre Tribunal Supremo y legislativo.
Los episodios culminantes de la novela son, por un lado, el juicio a Burr promovido por Jefferson, acusándole de traición por promover la secesión de los estados occidentales (en ese momento, hasta Louisiana), cuando lo que parece es que Burr lo que quería era conquistar México a los españoles (a quiens los americanos llaman los Dones). Por otro lado, el duelo con Hamilton en que éste es derrotado y fallece. Ninguno me parece de excesivo interés, y no pasarían de anecdóticos en la historia de cualquier país europeo o asiático.
Desde el punto de vista cómico, el mejor momento es el análisis frenológico que hace un eminente "científico" austriaco del cráneo de Van Buren (candidato a la presidencia de EEUU en los momentos en que el periodista está haciendo su investigación). Para el que no lo sepa, la frenología es la "ciencia" que explica cómo la forma de la cabeza condiciona nuestra personalidad. No hay que perderse la propuesta de dispositivo para modelar la creatividad de los infantes.
No es el único momento divertido, pues Vidal domina el arte de la ironía, y Burr actúa como eficaz canalizador de la misma. Aquí una muestra, precisamente en la toma de Quebec antes aludida: "When consulted in a democratic way, the American soldier invariably chooses retreat."
Aunque también para sus conciudadanos tiene Vidal algo que decir, como buen ungido de la izquierda: "For the average American freedom of speech is simply the freedom to repeat what everyone else is saying and no more."
No puedo recomendar esta lectura, salvo que a gente muy interesada en la historia de los EEUU. Quizá ellos sí le vean todo el valor, e incluo sean capaces de explicármelo. Cierro con este sorprendente consejo de autoayuda, que le dice alguien al periodista:
"Never do today what you can do tomorrow because who knows what may turn up.”
miércoles, 8 de abril de 2020
Prediction Machines, de A. Agrawal, J. Gans y A. Goldfarb
Los autores de este libro son académicos bastante metidos en el muno de la AI (Inteligencia Artificial), específicamente en la que está de moda, esto es Machine Learning (ML). Eso hace este libro atractivo. Pero lo cortés no quita lo valiente: este libro es un ejemplo de posicionamiento con relativamente poco que aportar a los economistas, y no mucho más a los emprendedores.
Su punto de partida es una visión ciertamente brillante, que ahora comentaré. A partir de ahí, los autores se dedican a dar vueltas a la noria limitándose a deducciones simples trufadas de ejemplos de su experiencia, que concluyen en un capítulo lamentable sobre el impacto social de la AI en que se les olvida completamente el márchamo de economistas con el que habían empezado el libro. De hecho, en las partes dedicadas a reingeniería y estrategia ya abandonan tal rol, aunque ello no quita para que la parte de estrategia sea muy interesante.
La idea brillante y seminal del libro estan sencilla como esta: ML lo que hace es abaratar enormemente el coste de la predicción (entendida predicción como el proceso de completar la información disponible). Para los autores, la predicción es parte fundamental de la inteligencia. La predicción parte de datos disponibles, y genera información nueva. Los datos, a efectos de ML, se clasifican en datos de entrenamiento (para entrenar la máquina), datos de entrada (sobre los que ha de actúar) y datos de realimentación (para corregir y ajustar la máquina).
¿Cómo puede afectar este abaratamiento, esta comoditización, a la sociedad? Los autores evidentemente no tienen la respuesta, "What might be affected when a new technology makes something cheap is not always precisely obvious, whether the technology is artificial light, steam power, the automobile, or computing." Pero lo que es indiscutible es que nos dotan de la herramienta para poder analizar los efectos. Quizá esta idea brillante sea suficiente justificación para leer el libro.
Sí hacen una deducción: el abaratamiento de la predicción supone un incremento en el valor del juicio (coherenete con la teoría económica, al considerar predicción y juicio como recursos complementarios en la toma de decisión, y asumiendo que ésta no cambia de valor). Es más, la predicción se puede usar también para predecir cuál será el juicio de un humano. De hecho, el problema de la conducción de coches se resuelve con ML entrenando máquinas que predicen lo que ahora el conductor ante una situación dada, y lo hacen observando al conductor.
Los autores proponen una taxonomía de circunstancias para identificar en qué condiciones son efectivas las predicciones de ML.
1) Known knowns: aquí hay muchos datos, y las predicciones serán buenas.
2) Known unknowns: hay pocos datos, así que las predicciones son difíciles
3) Unknown unknowns: los cisnes negros de Taleb
4) Unknown knowns: aquí la máquina nos proporciona una respuesta aparentemente precisa, pero que puede ser completamente errónea.
Precisamente, este último es uno de los aspectos de ML sobre el que nos advierten los autores. El otro es que no se debe olvidar que las predicciones de estas máquinas NO son causales, sino basadas en correlaciones, por lo que las trampas habituales en este tipo de análisis aparecen (por ejemplo, causas comunes de los fenómenos correlados).
De las cinco partes en que se estructura el libro, la primera es, por supuesto, la mejor, dedicada a la Predicción. La segunda y la terceda, Decision Making y Tools, son flojitas, sobre todo ésta en la que hacen un amago de reingeniería de procesos basada en AI, pero de gran superficialidad para mi gusto. La cuarta la dedican a la Estrategia, y vuelve a tener algunos capítulos aprovechables. La última, impacto en la sociedad, es prescindible.
En dicha cuarta parte, se plantean temas como la completa automatización del proceso. ¿Hasta qué punto si la predicción la realiza una máquina es mejor que también sea la máquina quien decida? Por ejemplo, en casos donde la rapidez de reacción es importante, es claro que la máquina tal vez sea la mejor decisora.
También se plantea la importancia de la posesión/control de los datos como activo estratégico de la empresa. ¿En qué condiciones conviene que la empresa sea capaz de generar los datos que alimenten a sus máquinas? Por ejemplo, la estrategia comercial de Google pasa por vender predicciones basadas en sus datos, no por vender éstos. A su vez, hay una decisión estratégica en apostar por ML: quizá el servicio a corto plazo se resiente mientras las máquinas aprenden, y eso es algo a considerar cuando se toma la decisión. De hecho, los autores ponen en relación este problema con The Innovator's Dilemma, de Christensen, también comentado en este blog.
Y aunque no me ha gustado la quinta parte, sí me quedo con los tres compromisos en que, según los autores, vamos a tener que posicionarnos: productividad vs distribución (de la riqueza, que no me oíga Rothbard), innovación vs competencia (falso trade-off), y rendimiento vs privacidad.
En resumen, se trata de un libro basado en estirar una idea brillante hasta llevarla a la extensión requerida para un volumen publicable. Muy interesantes algunas de las cosas que se dicen, pero demasiado repetidas y con poca chicha.
Su punto de partida es una visión ciertamente brillante, que ahora comentaré. A partir de ahí, los autores se dedican a dar vueltas a la noria limitándose a deducciones simples trufadas de ejemplos de su experiencia, que concluyen en un capítulo lamentable sobre el impacto social de la AI en que se les olvida completamente el márchamo de economistas con el que habían empezado el libro. De hecho, en las partes dedicadas a reingeniería y estrategia ya abandonan tal rol, aunque ello no quita para que la parte de estrategia sea muy interesante.
La idea brillante y seminal del libro estan sencilla como esta: ML lo que hace es abaratar enormemente el coste de la predicción (entendida predicción como el proceso de completar la información disponible). Para los autores, la predicción es parte fundamental de la inteligencia. La predicción parte de datos disponibles, y genera información nueva. Los datos, a efectos de ML, se clasifican en datos de entrenamiento (para entrenar la máquina), datos de entrada (sobre los que ha de actúar) y datos de realimentación (para corregir y ajustar la máquina).
¿Cómo puede afectar este abaratamiento, esta comoditización, a la sociedad? Los autores evidentemente no tienen la respuesta, "What might be affected when a new technology makes something cheap is not always precisely obvious, whether the technology is artificial light, steam power, the automobile, or computing." Pero lo que es indiscutible es que nos dotan de la herramienta para poder analizar los efectos. Quizá esta idea brillante sea suficiente justificación para leer el libro.
Sí hacen una deducción: el abaratamiento de la predicción supone un incremento en el valor del juicio (coherenete con la teoría económica, al considerar predicción y juicio como recursos complementarios en la toma de decisión, y asumiendo que ésta no cambia de valor). Es más, la predicción se puede usar también para predecir cuál será el juicio de un humano. De hecho, el problema de la conducción de coches se resuelve con ML entrenando máquinas que predicen lo que ahora el conductor ante una situación dada, y lo hacen observando al conductor.
Los autores proponen una taxonomía de circunstancias para identificar en qué condiciones son efectivas las predicciones de ML.
1) Known knowns: aquí hay muchos datos, y las predicciones serán buenas.
2) Known unknowns: hay pocos datos, así que las predicciones son difíciles
3) Unknown unknowns: los cisnes negros de Taleb
4) Unknown knowns: aquí la máquina nos proporciona una respuesta aparentemente precisa, pero que puede ser completamente errónea.
Precisamente, este último es uno de los aspectos de ML sobre el que nos advierten los autores. El otro es que no se debe olvidar que las predicciones de estas máquinas NO son causales, sino basadas en correlaciones, por lo que las trampas habituales en este tipo de análisis aparecen (por ejemplo, causas comunes de los fenómenos correlados).
De las cinco partes en que se estructura el libro, la primera es, por supuesto, la mejor, dedicada a la Predicción. La segunda y la terceda, Decision Making y Tools, son flojitas, sobre todo ésta en la que hacen un amago de reingeniería de procesos basada en AI, pero de gran superficialidad para mi gusto. La cuarta la dedican a la Estrategia, y vuelve a tener algunos capítulos aprovechables. La última, impacto en la sociedad, es prescindible.
En dicha cuarta parte, se plantean temas como la completa automatización del proceso. ¿Hasta qué punto si la predicción la realiza una máquina es mejor que también sea la máquina quien decida? Por ejemplo, en casos donde la rapidez de reacción es importante, es claro que la máquina tal vez sea la mejor decisora.
También se plantea la importancia de la posesión/control de los datos como activo estratégico de la empresa. ¿En qué condiciones conviene que la empresa sea capaz de generar los datos que alimenten a sus máquinas? Por ejemplo, la estrategia comercial de Google pasa por vender predicciones basadas en sus datos, no por vender éstos. A su vez, hay una decisión estratégica en apostar por ML: quizá el servicio a corto plazo se resiente mientras las máquinas aprenden, y eso es algo a considerar cuando se toma la decisión. De hecho, los autores ponen en relación este problema con The Innovator's Dilemma, de Christensen, también comentado en este blog.
Y aunque no me ha gustado la quinta parte, sí me quedo con los tres compromisos en que, según los autores, vamos a tener que posicionarnos: productividad vs distribución (de la riqueza, que no me oíga Rothbard), innovación vs competencia (falso trade-off), y rendimiento vs privacidad.
En resumen, se trata de un libro basado en estirar una idea brillante hasta llevarla a la extensión requerida para un volumen publicable. Muy interesantes algunas de las cosas que se dicen, pero demasiado repetidas y con poca chicha.
sábado, 4 de abril de 2020
Las trampas de la mente ("Why we make mistakes?"), de Joseph T. Hallinan
Libro divulgativo sobre psicología, que me suena a clásico, aunque no estoy seguro de si lo fue una vez terminada la lectura. El autor es un periodista que se ha dedicado a recopilar historias de errores, y aquí les busca una explicación psicológica; una vez expuestos los errores, en las conclusiones da los inevitables consenjos para tratar de mejorar nuestro desempeño en este aspecto.
El libro se lee bien, pero se queda mucho en la superficie. Por ejemplo, no hay nada de psicología evolutiva, que para mí es fundamental a la hora de establecer la base científica de estos fenómenos. Digamos en que los experimentos tienen demasiadas limitaciones con el estado actual del arte, como para poder ser concluyentes a menos que se complemeten con una explicación evolutiva. Creo que Kahneman reconoció hace poco los fallos en algunos de sus experimentos y conclusiones, lo cual le honra como científico. Y digo Kahneman porque es uno de los autores más citados por Hallinan en este libro. Y también porque creo que a este libro le hubiera sacado más partido de no tener ya a mis espaldas algunas lecturas más contundentes, como el Thinking Fast and Slow del ya citado, o The Righteous Mind, de Jonathan Haidt.
Los temas que trata son los habituales, y seguro que resultan familiares a todos los que tienen algún interés por la psicología.
Por ejemplo, las deficiencias de nuestra visión y como dejamos de ver muchas cosas y detalles sin ser conscientes de ello. Se refiere al caso de radiólogos y de vigilantes de seguridad en el aeropuerto, acostumbrados a buscar objetos que aparecen muy raramente en las imágenes que han de analizar. Precisamente como tienden a no ocurrir, su porcentaje de falsos negativos es terrible, o sea, es altísima la probabilidad de que no vean lo que van buscando cuando aparece. Las técnicas de Inteligencia Artificial van a ser de gran ayuda para reducir casi a cero estos falsos negativos.
También está el tema de lo que nos cuesta memorizar cosas sin significado (por ejemplo, nombres) y por eso tendemos a crear asociaciones que nos parezcan razonables. Nos es más fácil memorizar historias con sentido; eso a su vez ocasiona que nuestras decisiones puedan ser influidas inconscientemente por el contexto o por la forma en que se nos presentan. Ejemplo clásico es de dar a elegir opciones con en énfasis en el beneficio o en el riesgo.
Nos vemos a nosotros con gafas de color de rosa, nos cuesta reconocer errores incluso aunque se nos muestren de forma patente, y, como dice Hallinan "foresight became better in hindsight"( o sea, nos parece que prevemos mejor cuando miramos al pasado, el famoso "lo sabía"). Desmonta la posibilidad de la multitarea (pero no se lo digáis a ninguna mujer), a la que califica de espejismo; recuerda el concepto de "anchoring" (esto es, ser el primero en dar un número en una negociación, o en otros conceptos), y también habla de los peligros del exceso de confianza en sí mismo, contra lo que propone el "negative thinking" y además pone a Warren Buffet como ejemplo de una persona de gran éxito, pero que sigue admitiendo que se puede equivocar.
Precisamente a los expertos les mete esta pullita, basada en estudios experimentales: “experts and non-experts alike were only slightly more accurate than one would expect from chance. The key difference between the two was in their respective levels of modesty."Eso sí, luego les da el margen diciendo que lo relevante en los expertos es que practican, y mucho, lo que les hace incomparablemente más eficientes en la identificación temprana de patrones en su área de expertise.
Creo que el espíritu del librito está suficientemente claro. Ahora bien, transparente de vez en cuando esa desconfianza patológica en las empresas, como subyace en las valoraciones que hace de muchas conductas de empresas, como si éstas se estuvieran aprovechando de estos "fallos" psicológicos, estuvieran explotando por esa vía a sus clientes (por ejemplo, en el caso de los gimnasios o de las tarjetas de regalo).
En suma, tenemos un librito de cierto interés, con un leve sesgo ideológico, cuya lectura me cuesta recomendar a estas alturas. Quien esté interesado en temas psicológicos hará mucho mejor empezando con el ya citado "Thinking fast and slow" de Kahneman,
El libro se lee bien, pero se queda mucho en la superficie. Por ejemplo, no hay nada de psicología evolutiva, que para mí es fundamental a la hora de establecer la base científica de estos fenómenos. Digamos en que los experimentos tienen demasiadas limitaciones con el estado actual del arte, como para poder ser concluyentes a menos que se complemeten con una explicación evolutiva. Creo que Kahneman reconoció hace poco los fallos en algunos de sus experimentos y conclusiones, lo cual le honra como científico. Y digo Kahneman porque es uno de los autores más citados por Hallinan en este libro. Y también porque creo que a este libro le hubiera sacado más partido de no tener ya a mis espaldas algunas lecturas más contundentes, como el Thinking Fast and Slow del ya citado, o The Righteous Mind, de Jonathan Haidt.
Los temas que trata son los habituales, y seguro que resultan familiares a todos los que tienen algún interés por la psicología.
Por ejemplo, las deficiencias de nuestra visión y como dejamos de ver muchas cosas y detalles sin ser conscientes de ello. Se refiere al caso de radiólogos y de vigilantes de seguridad en el aeropuerto, acostumbrados a buscar objetos que aparecen muy raramente en las imágenes que han de analizar. Precisamente como tienden a no ocurrir, su porcentaje de falsos negativos es terrible, o sea, es altísima la probabilidad de que no vean lo que van buscando cuando aparece. Las técnicas de Inteligencia Artificial van a ser de gran ayuda para reducir casi a cero estos falsos negativos.
También está el tema de lo que nos cuesta memorizar cosas sin significado (por ejemplo, nombres) y por eso tendemos a crear asociaciones que nos parezcan razonables. Nos es más fácil memorizar historias con sentido; eso a su vez ocasiona que nuestras decisiones puedan ser influidas inconscientemente por el contexto o por la forma en que se nos presentan. Ejemplo clásico es de dar a elegir opciones con en énfasis en el beneficio o en el riesgo.
Nos vemos a nosotros con gafas de color de rosa, nos cuesta reconocer errores incluso aunque se nos muestren de forma patente, y, como dice Hallinan "foresight became better in hindsight"( o sea, nos parece que prevemos mejor cuando miramos al pasado, el famoso "lo sabía"). Desmonta la posibilidad de la multitarea (pero no se lo digáis a ninguna mujer), a la que califica de espejismo; recuerda el concepto de "anchoring" (esto es, ser el primero en dar un número en una negociación, o en otros conceptos), y también habla de los peligros del exceso de confianza en sí mismo, contra lo que propone el "negative thinking" y además pone a Warren Buffet como ejemplo de una persona de gran éxito, pero que sigue admitiendo que se puede equivocar.
Precisamente a los expertos les mete esta pullita, basada en estudios experimentales: “experts and non-experts alike were only slightly more accurate than one would expect from chance. The key difference between the two was in their respective levels of modesty."Eso sí, luego les da el margen diciendo que lo relevante en los expertos es que practican, y mucho, lo que les hace incomparablemente más eficientes en la identificación temprana de patrones en su área de expertise.
Creo que el espíritu del librito está suficientemente claro. Ahora bien, transparente de vez en cuando esa desconfianza patológica en las empresas, como subyace en las valoraciones que hace de muchas conductas de empresas, como si éstas se estuvieran aprovechando de estos "fallos" psicológicos, estuvieran explotando por esa vía a sus clientes (por ejemplo, en el caso de los gimnasios o de las tarjetas de regalo).
Me quedo con el ejemplo de los precios en determinados supermercados. Resulta que unos colegas se pusieron a estudiar los efectos de comparar y publicar los precios de determinados productos en distintas tiendas. ¿Qué encontraron? Muy obvio: los precios de los productos observados tendían a bajar. Pero, claro, al mismo tiempo, el de los no observados tendía a subir. La valoración implícita es que eso está mal, que están como engañando a los clientes al principio, y que podrían bajar los precios y seguir ganando dinero, como lo han hecho en respuesta a la publicación.
Pero claro, eso no tiene en cuenta diversas consideraciones, como que las tiendas tienen que mantener sus ingresos y su rentabilidad, lo que les fuerza a buscar fuentes alternativas de ingresos si pierden, por las razones que sean, los que tienen. Y que la búsqueda de información tiene coste: una tienda puede mantener un precio más alto para un producto si el cliente no está dispuesto a incurrir en el coste de mirar en otras tiendas porque no le compensa el ahorro esperado; pero la cosa cambia mucho si de repente el cliente no tiene que incurrir en esos costes porque un grupo de académicos les hace el trabajo.En suma, tenemos un librito de cierto interés, con un leve sesgo ideológico, cuya lectura me cuesta recomendar a estas alturas. Quien esté interesado en temas psicológicos hará mucho mejor empezando con el ya citado "Thinking fast and slow" de Kahneman,
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