martes, 21 de abril de 2020

The Big Nine, de Amy Webb

Pedazo de bazofia me he tragado, madre mía, qué basura. Y el caso es que no puedo echar la culpa a nadie porque las señales de alarma estaban ya muy claras, no quizá en la introducción (en la que siempre se espera algo de sensacionalismo), pero indiscutiblemente en el primer capítulo de contenido, dedicado a un resumen histórico de la evolución de la Inteligencia Artificial (IA).

Pero empecemos por el principio. Los Big Nine del título son los grandes Big Tech: Apple, Google, Amazon, Facebook, Microsoft e IBM, en Occidente, y Baidu, Alibaba y Tencent (WeChat) en China.
Estos son los grandes agente involucrados en la actualidad en el desarrollo de la IA, que según la autora va a ser una de las bases fundamentales para el desarrollo del mundo.

Mi interés por la lectura de este libro viene de tratar de comprender mejor los modelos de negocio asociados a la IA y a la explotación del Big Data. Y pensé que este libro, pese a su claro sesgo anti Big Tech, podría ser útil para entender dichos modelos y porque con ellos se va a dominar el mundo. Craso error.

La tal Amy Webb se autoproclama futurologa para materias tecnológicas, y tiene un cierto prestigio si hemos de creer su curriculum. De dónde habrá salido el prestigio, no me lo puedo explicar, porque a mí me ha parecido simple y llanamente una charlatana, eso sí, tremendista, que supongo que son las más eficaces. Presume de que sus predicciones están basadas en un riguroso análisis de datos, pero lo cierto es que no se ven por ningún lado esos datos, a menos que sean los artículos anecdóticos que cita de vez en cuando.

Pero, como decía, no sé de que me quejo, si el plumero se le vió ya en el capítulo 2, cuando dijo que el principal problema del proyecto Dartford (en que se pusieron las bases de la IA) es que no había diversidad, que todos eran señores, blancos y cultos, por lo que no se habían tenido en cuenta otras sensibilidades. Y aunque esto obviamente encendió todas mis alarmas, me mantuve en la lectura confiado en que eso no afectaba a los modelos de negocio. Las alarmas que ya se habían encendido eran el evidente sesgo izquierdista de la futurologa: es gracioso, porque como buena "intelligentsia" (entendida a la Stalin) primero le mete un viaje a Facebook por su ambiente pro-izquierda (lo que al parecer ha causado manifestaciones internas, y lo que explica los socios que ha escogido en España para la censura de bulos). Y ya con eso pretende quedar como neutra para atizar desde la equidistancia a los republicanos y especialmente a Trump, aunque también los sospechosos habituales tipo Brexit y Bolsonaro se llevan su viaje. A mí, obviamente, no me engaña, como no lo hará con ningún lector avisado salvo que se quiera dejar engañar.

Y seguí por curiosidad leyendo el libro, aunque confieso que a partir del capítulo 4 muy ya en diagonal, y las 30 últimas páginas sobre cómo resolver los supuestos problemas de la IA han sido un verdadero suplicio, en que la diagonal se ha vuelto casi vertical. Pero, bueno, puedo decir que el libro está leído con todo el aprovechamiento que se pueda obtener de él.

Las "dimensiones" del problema de la IA se reducen a tres para la señora Webb:
1) La falta de diversidad cultural, de género, de raza y así que tienen los investigadores (las tribus IA, como las llama) en las cinco empresas americanas. A las que tienen las narices de llamar, eso sí, sin sesgo alguno, de G-MAFIA (para el lector curioso, aclara Webb los que una mafia y que por eso no es despectivo llamarles así; claro que hay Webb revela que no tiene ni idea de lo que es la Mafia).
2) El sometimiento de la G-MAFIA a los dictados de Wall Street, lo que les impide ser prudentes desde el punto de vista ético en el desarrollo de la IA. En parte, este sometimiento se debe a la falta de planificación y compromiso del gobierno de los EEUU, muy en particular de la administración Trump. Así pues, de la G-MAFIA sometida al dictado del mercado no cabe esperar más que problemas.
3) La extensión del poder del partido comunista chino apalancándose sobre su mayor previsión y planificación, así como en el control de los tres gigantes chinos (BAT). Para Webb el gobierno chino cercena inmisericorde las libertades de sus ciudadanos y constituye una amenaza global para las democracias occidentales, que ya se está manifestando en el control por parte de los chinos en África, Sudamérica o Asia Central.

En esto último estoy de acuerdo con Webb. Yo también creo que los chinos van a dominar el mundo, y que quizá la IA les ayude en tal cometido. Pero no creo que eso amenace mi bienestar, más bien al contrario. Un gobierno que está sacando a millones de personas de la pobreza a la clase media (como afirma varias veces la autora) no parece muy comunista. Mire el caso de la URSS, Venezuela o Corea del Norte, que sí son o eran comunistas de verdad. Yo entiendo que el gobierno chino por las razones que sea se llame a sí mismo comunista, pero es evidente que sus políticas no lo son. ¿Cómo podrían haber creado tanta riqueza si lo fueran?

Así las cosas, los chinos van a dominar el mundo, sí, pero basándose en su gran capacidad de trabajo y sacrificio, y en su espíritu emprendedor aún no cegado, lo que causará que tal conquista se produzca a través de mejores y más baratos productos y servicios, posiblemente con la ayuda de la IA. Sí, nos habrán conquistado, pero seguramente seamos más ricos y felices que con las actuales democracias ineficaces, capaces de hundir la economía de la noche a la mañana como estamos viendo en tiempo real.

Con estos tres vectores dimensionales, la autora traza tres escenarios de futuro: uno optimista, otro mediocre, y otro pesimista. Son escenarios a 50 años, con hitos en 2029, 2039 y 2069. Francamente, los he leído muy en diagonal. Si al menos hubiera explicado sus deducciones... En todo caso, no creo que esta señora hubiera sido capaz hace 20 de años de predecir que ahora todos tendríamos un smartphone, por decir algo que ahora parece trivial. Asi que imaginaros la credibilidad que me ofrecen sus escenarios. Dejo como muestra para la posterioridad esta frase resumen de su visión:
"But there are already signals telling us that unless we embrace a future in which the Big Nine are incentivized to collaborate in the best interests of humanity, it’s very possible we could wind up living in a world that resembles the Réngong Zhìnéng Dynasty" (tiranizados por China, vamos).
Por cierto, ¿qué tienen en común los tres escenarios, como el resto del libro? Europa está completamente desaparecida, ni está ni se la espera. Las dos o tres referencias a Europa son para referirse a la regulación de protección de datos, con la que la autora no parece comulgar demasiado.

Y, por fin, llegamos a las recomendaciones. ¿Qué hacer para prevenir esto? A nadie se le escapará que la solución es, tachán, sí, claro, crear un comité internacional para la supervisión del desarrollo de la IA, en que todas las sensibilidades y saberes científicos estén representados. Este Comité se llamaría GAIA (jajajaja) y debería situarse en Montreal (debe de ser que le viene bien a Amy que esté allí). Nadie puede sostener que esta sea una propuesta seria, pero ahí queda.

Otra de las propuestas brillantes es que el CCD (Centro de control de enfermedades infecciosas de EEUU) debería encargarse también de actuar ante problemas de IA. Gran oportunidad nos ofrece este momento para valorar la calidad de la propuesta, y la mera reflexión me pone la piel de gallina. Estos tipos que nos han confinado ante la llegada del Coronavirus nos dejarían sin telecomunicaciones para los restos. Madre mía.

Por ser justo, he de decir que el último apartado, en el que se dan recomendaciones individuales para gestionar nuestros datos personales y localizar posibles aplicaciones de IA que puedan afectarnos, me parece aprovechable. Dos páginas de 300. Eviten leer esta basura, no aprenderán nada, solo perderán el tiempo: si les interesa el tema, mejor lean ciencia ficción directamente, o cosas rigurosas, como el recién comentado "Prediction Machines".




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